febrero 24, 2021

El secuestro| Un cuento de Armando Arteaga





EL SECUESTRO 

Armando Arteaga


CAMBIAR  toda la merca-.  Fue la consigna.

Kike “El Tiburón” se amarró los zapatos, miró el cielo azul-azul con cierta nostalgia, contagiándose con la sonrisa de Lalo “Sanguijuela”.

Se limpió el sudor.  Lavó sus manos en La Pila de la Plaza Mayor.  En cunclias Toño “El Cuadro” temeroso contemplaba su cajetilla de cigarros Winston.

Fuimos muy de mañana en la búsqueda de El Jefe, debería entregarnos el billete.  Subimos por la escalera de escape. El Portero del edificio nos preguntó: ¿A dónde van?.  Kike contestó indiferente: buscamos al señor Peres Ochoa.  El Portero abrió la boca, una enorme cueva oscura, nos mostró sus dientes amarillos, podridos de nicotina,  y dijo: Sexto Piso, 604.

Toño, el claustrofóbico,  subió solo por el  ascensor.  Vaña, la Loba, la única mujer de la banda, nos esperaría aquella noche.

El Jefe estaba colérico.  Han venido muy temprano –nos dijo-.  Trabajamos con disciplina –le contestamos-.

-Nos ofreció unos whiskys, pero no le aceptamos.  Frunció el ceño de la frente, tomó sus anteojos, entró en la otra habitación, luego de unos minutos, apareció más relajado, y nos entregó a cada uno: tres paquetes.

Peres Ochoa se vistió rápidamente, no se perfumó, no hubo dinamita. Bajamos  por las escaleras, en largo silencio, subimos al Cadillac de El Jefe, rumbo al Aeropuerto Jorge Chávez. Nos separamos, yo me escondí entre la disparatada multitud y su bullicio.

Una mujer pelirroja se rascaba una nalga con la mano derecha, muy de cerca un policía la miraba, perverso, con ojos mañosos.

La multitud vive su propio ritmo.  Esperamos el avión.  El avión llegó y enseguida busqué a El Gafas, que al asomar a la escalinata me saludaba con la mirada.  Oí, alguien decía: I last my dog, llora pues hijo de perra, murmuré.  Me acerqué a El Gafas y le entregue los paquetes. La “hoster”  estaba linda.

Vi que El Jefe conversaba con El Gafas, y nos abandonaban.

En la puerta principal  del aeropuerto, Kike esperaba.  Toño hizo detener un taxi, y Lalo palpó la navaja que llevaba escondida en el bolsillo derecho de su casaca.

El Gafas es un hijo de perra  -dijo Toño-.  Ladra el puta –sacando la mano del Cadillac para saludar a la mujer pelirroja, flaca-.

Al toque de diana, me llevo a tu hermana, al toque de lista, le paso revista.-observó-. Moviéndose las gafas.

Kike sonreía, y dirigiéndose al Jefe avisó con un pequeño grito destemplado: ¡Tarea cumplida!, señores.  Nos vamos. Señor Peres Ochoa ya entregamos los paquetes.  Buen pase, tigres, dijo Toño. Nos palmeo el hombro mientras decía:  Muy bien, muchachitos. Muy bien.

Lalo simulaba estar serio.  Rosquete a la vista –pensó-, después de mirarlo, mientras El Gafas hablaba solo: se bañará en la ducha, y Vaña –mientras tanto- se pintaba las uñas de los pies con glass rojo, se desnudaba.

Tocamos el timbre, no sonó.  No hay electricidad en esta casa, comprobó.  Después de oletearnos largamente nos prometió volver mañana, muy lechuza, ¿iré tempranito?, putona.

Lalo se puso a llorar.  Es un millón de cocos. Kike se fue a la peluquería y se afeitó. No están mal los morlacos. Y Toño imaginaba que su dulce Vaña ande de concubina con cualquiera, coño, y  El Gafas le ordene traer una taza de café.

-Por las noches bebíamos anís-. Lalo tocaba la guitarra.  Después, salíamos a la calle, tristes, monótonos, nos echábamos a caminar pateando piedras y latas, silenciosos. Perezosos.

 

 

NOS ORDENARON la tarea.  ¿Quién sería esa mujer pelirroja, flaca?.

Empujaron la puerta: allí estaban Vaña y El Gafas en una misma cama, ¿saltaron?, ¿conspirábamos?, ¿groseros?, ¿qué bacán?, ¿pleito?.

Como la pitri-mitri pintamos las paredes y les pegamos a un policía.  Un viejo se reía, caminaba lento, caminaba cojeando, era tuerto, tampoco usaba barba, a pesar de viejo,  sordo y tembleque.  Miraba, sonámbulo, y las carcajadas se oían a lo lejos.  La mujer del empresario sollozaba en la otra habitación, semi-enterrada, sin ninguna contemplación por ese insólito embarazo que confesó.

Corrimos, Bo Marley es el cantante de reage que todavía  ocupa el primer lugar del hit-parade en la insólita Isla de Jamaica, cannabis pura.  Me comunique con El Gafas.  El Jefe  lo llamó también  por teléfono, y Vaña suspiró por la falta de su marido valenciano, coño, de un martillo que le mueva el bombo.

Prendí la radio portátil.  Raphael se va de gira musical a México. “Rosquete a la vista”, salta al ojo su mala costumbre.  Kike toca la guitarra y se incha como un globo.  Inflalo más y veras.  Pincha ese globo, ¡boom!... Meditamos:

 

Y mi sexo acaricio tu sexo

es neto buscarte, es neto.

 

La frescura del mar subió

subió sobre nosotros dos

que fuimos solitarios en la arena.

 

Llegó esa libertad, llegó el marido

Tú fuiste mi mujer casi oprimida.

 

La carne en un silencio de nostalgia

marina en nuestros ojos niños, finos.

 

Los peces muertos lloraban sin lágrimas

y el agua nos cubría, nos cubría.

 

¡Policías!. Sos muy aburridos, chicos, -dijo Vaña-.

-Ínflalo más, ...y veras. ¿A lo mejor nos vamos todos al mismísimo infierno?, ay esa Vaña cada día más putona.

Toño comprendiendo que “El amor es triste” acarició sus cabellos, apagó, pero enseguida volvió a prender  la radio, levanto un pie por los aires y se puso melancólico en sus modales. ¿Tenemos velas? –alguien preguntó-.

 

La muy lechuza, en la oscuridad: Lalo espera unos minutos en el más oscuro rincón del prostíbulo-bar, huachafea a la pestaña, a la mirada arrastradita, ¿cuánto cobras?, una cuba libre, un pisco sour, jode esperar...

Al final, ...El Gafas vacacionará en Viña del Mar y yo soy un cojudo buscando mecas para el week-end –pensaba Lalo-. Pintando paredes a mi nadie me gana, dijo Toño.  La Virginidad Produce Cáncer, Consuma Lo Que El Perú Produce, Tome Coca Cola, La chispa de la vida, Prohibido Prohibir, una lluvia de avisos inundaban las paredes.  La cojudes es que somos menores de edad  y  la película es para mayores de 21 años.  Si la cosa no funciona.  Nos vamos en cana por  el mismo water todos –contestó Kike-. 30 años de prisión.

Silenciosos caminábamos por los barracones del Puerto Callao, por Acapulco, Kike y su amigo El Marinero se arrastraban con una botella de cerveza Voll-Damm.  Seguimos buscando a El Gafas.  Nos ordenaron la tarea.

-Que El Gafas regresa de Viña del Mar y se vuelve con dos bailarinas que son de la gran flauta.  Toño masticó su chicle Adams, saludó a un  cura (¿comeechaooo? Elegante: apestaba a licor barato y hablaba de mujeres pecadoras en las puertas del infierno.  Lalo fornicó mentalmente al aire libre, saludo tres veces al cura, muy parecido al hermano Leoncio del colegio secundario.  Lalo se tocó el mentón, tosió, preguntó: ¿qué hora es, ah?, ya son las once, le contesté, happy-happy, seguimos buscando... Ahora sí, final feliz.

 

EL JEFE AVERIGUÓ: ¿cómo van los trabajos?, quedó satisfecho.

Los árboles elásticos, estáticos,  equidistaban en la vereda: simétricos.  El asfalto de la pista era una raya negra con un perfecto olor a mariscos, y Vaña estaba regia con una mini-falda jeans, calzones rosados usa –decía Lalo-, se los he visto cuando fuimos a la playa La Herradura, y ahora tiene el cuerpo bronceado, bronceadísima.

El Gafas no tiene frío, se coloca los guantes de cuero negro.  El Gafas no tiene frío y fuma el último Winston, botando el humo muy despacio.

 

¡Caracho, ... y  el billete!.  El Jefe se irá a Europa llevándose a Vaña, llevándose los paquetes.  Toño tocando la guitarra se muerde las uñas.  Y El Jefe, cocodrilo, comiendo uvas en el río.

-Botas cafichas- en voz baja murmura Lalo-, lustrándoselas, y Kike bebe una coca-cola añorando a Vaña.  Y El Gafas Esteban debe de estar imaginando calata a Miss Universo de la fotografía, ¿buen culantro?, ¿buena ruda?, buena suerte, mala muerte,  ¿una fotografía de la agraviada? -indica el policía-, la señora del empresario mira la cámara, mala señal, ...los forajidos la tenían recluida en una  celda, en una casa de una barriada de Villa María del Triunfo, irá a su casa residencial de La Planice, ahora, la señora está cansada, señores periodistas, no más preguntas por ahora, se acabó el show...  En la radio portátil canta Leo Dan, recordar es volver a vivir, estoy traumada doctor, dice la señora, canta Charles Aznavour, canta Roberto Carlos, Canta el Pollo Fuentes, canta Enrique Guzmán, canta Pedrito Rico, canten maricones, no ven que nos vamos por el water...

Caprichos al final: botas cafichas para Lalo, quisiera una sortija de oro, un brasier para Vaña, un collar para el perro de la señora, el billete del empresario puro papel arrugado, para El Gafas condones y fotos de mujeres calatas, hace el inventario el policía, se abraza al otro policía, la rescatamos viva, ilesa, un poco cansada, todos los forajidos están reducidos a cero, mi comandante.

Kike fuma. Lalo acaricia sus botas.  Toño, lagartija, maleante.  Y el aire refresca el ambiente.

-Y la mujer secuestrada, la esposa del empresario, dónde habrá terminado, tirada sobre el césped de un solitario parque de esta enorme ciudad, ...pueblo sin compasión, canta Paul Anka.

-¿Y la recompensa llegará?, reclama bruscamente Kike.  Un comercial y regreso. La radio portátil se ha quedado prendida, sola,  como la ciudad de noche, ... y la señora.

-En tres minutos más me largaré de este inmundo país -dormita El Gafas-.  A mi me da asco todo esto –reclamó la rica “hoster”-.