Efraín Miranda: una poesía proto-andina como revelación de la realidad histórica *
Armando Arteaga
ITECA. Instituto de la Tecnología y la Cultura Andina-Amazonía
La ubicuidad y la procedencia originaria de la poesía de Efraín Miranda Lujan se la han disputado con equidad dos regiones sureñas del país: Puno y Arequipa. Incluso sus poemas están antologados desde hace un buen tiempo, en “Antología de la Poesía Puneña” de Samuel Frisancho (1976), y en “La poesía de Arequipa en el Siglo XX” de Jorge Cornejo Polar (1990). Sin embargo, esta disquisición cultural en torno a Miranda no es solo por la prosapia de su originalidad, sino además por la prosperidad de la ocupación espacial de su experiencia literaria y por el lado vivencial de su prono “indigenismo”, siempre profusa esta experiencia hacia una visión tawantinsuyana, y siempre proteica hacia la protesta reveladora del mundo andino.
En realidad, el poeta Efraín Miranda Lujan nació en la hacienda Condoraqui, en la parte alta de Cojata, provincia de Huancané, en esa meseta altiplánica helada, pegada a la frontera de Bolivia, y modulada en una mixtura de colores, mística y tramontana. Es además el penúltimo hijo de una numerosa familia que pasó su niñez en Azángaro. Al respecto, Samuel Frisancho ha señalado que la infancia del poeta fue triste, severa y transcurrida en soledad, por lo que desde niño aprendió a habitar entre el sonido mágico de las zampoñas y las pictóricas imágenes de los paramos aimaras, entre las arengas de los ocasionales yanavicos y el movimiento juguetón de las vizcachas o, incluso, el paso solitario del respetado puma, mirando escenarios donde crece la queñua, el kishuar, la yareta, el ichu, el iro, la huailla, la kausilla, la kajlla, la altea y grandes variedades de cactus. Precisamente, en los parajes de Huancané y Azángaro donde pasó su niñez el poeta Efraín Miranda siempre se cosechan papas amargas, cañihua y cebada. No son sitios sombríos ni áridos, al contrario, son lugares miríficos, llenos de sorpresas geológicas y de flores llenas de raros colores, que más tarde van aparecer telúricamente en su poesía.
De niño, nuestro poeta, pasó jugando su soledad en los aposentos de los dos cementerios de Azángaro: uno nuevo y otro viejo. En ese entonces, el niño Miranda creía que los muertos eran gente que se las pasaba durmiendo toda la vida y por eso interrumpía esos sueños de sus vecinos eternos —con su presencia infantil embarazosa y juguetona— en esa vivencia pueblerina, impresionante y surrealista. Esa primera influencia, dictada por la naturaleza de las cosas y la metafísica humana de su pueblo en Azángaro, lo conducirá a escribir posteriormente su primer poemario titulado Muerte Cercana (1952). Precisamente, en esta publicación se encuentra el poema “Cuando un niño…”, en donde el poeta evoca su infancia bajo la expresión de una pasión sombría, al interior de un cautiverio triste enclaustrado en los pesados y fríos muros de los años.
Lo mejor de este libro, que en lo personal me ha interesado, es el poema “Desgajo de unas pocas espigas…”, donde la naturaleza es la consejera sabia de la expresión de las cosas, la madre que dicta la poesía terrenal.
La muerte es otro de los temas garbosos de Muerte Cercana. En tal sentido, es notable destacar el poema “Muerte”, pues en éste el yo poético se extasía en el desinteresado dilema de observar al mundo tornarse vacío, desimaginando la vida como una cosa donde el ser se debate en un forcejear entre lo foráneo y lo nativo, entre el mundo de lo interior y lo exterior:
Muerte
Muerte, lo sé, estás allí, atenta, vigilas.
Otras veces te presentabas como una cosa entre las cosas
y yo en silencio bebía las largas horas
que hasta ti llevaban.
Oh, si siempre te acercas a ese modo:
que mis honduras no me conmuevan
cuando tus superficies se muevan;
ocurre, entonces, que la voluntad ya no es mía
y al llamado de mis fuerzas, éstas huyen
como refugiadas en espanto;
los días vacilan sin unidad ni sentido,
el mundo se torna vacío.
como una gran casa habitada, en cuyo interior
nuestra locura instalará el interior,
y los árboles humanos que se desarraigan
caen como vestimentas sin dueños…
-si tú vieras su abandono y su miseria
regresarías conmovida, devolviendo al mundo
su corazón alegre y dulcificado
(Muerte Cercana: 1952)
Entre los poetas del 70, escuché hablar con mucho respeto del poeta Efraín Miranda a Cesáreo “Chacho” Martínez. Recuerdo exactamente una larga conversación con “Chacho” acerca de su poemario Choza (1978), cuando asistimos a la presentación del libro en Lima, y al cual se le asignó como siempre el silencio castrador del oficialismo literario limeño de entonces. Recuerdo, también, haberle llevado una carta para el poeta Efraín Miranda enviada por “Chacho” Martínez en un viaje que realice hacia Arequipa, me parece, en el mismo diciembre de 1978, con dirección de Yanahuara. Fue a través de este oficio de “cartero” que empecé a atesorar muy de cerca su poesía y a estimar el pensamiento del causalismo que ocupa parte de su preocupación filosófica dentro de su poética. En tal sentido, la poesía de Efraín Miranda casi siempre es una observación de la explicación racional sobre los objetos, donde se trata de averiguar la verdad de las cosas, expresando directamente la búsqueda de la vida sencilla, tal como pensaba Thoreau: "la búsqueda de la vida sencilla, libre, magnánima y dialéctica".
Por todo esto, me llamó mucho la atención revisar la revista “Catarsis” N- 4 (Julio 1981, Puno), y encontrarme con una entrevista realizada por el poeta puneño Boris Espezúa Salmón a Efraín Miranda. Lo sorprendente y lúcido de esta entrevista, es que allí se muestra una parte en síntesis del pensamiento y la propuesta poética de Efraín Miranda:
Boris Espezúa: Ernesto More en su libro polémico “Choza” dice, que su poesía no es indigenista, que sus poemas son indios, y Ud. es un legítimo indio. En esta dualidad indio-indigenista, ¿Qué clase de indio es Ud. sin pertenecer al indigenismo?
Efraín Miranda: Se piensa que las razones tienen forma y fondo de expresar su arte; los negros expresan su opresión y forman su propia cultura. Ser indio no es una cosa tajante, extrema, como creen otros; yo he nacido en el campo, he vivido allí y lo que conceptúa uno es de indio, pero siendo indio no puedo ser indigenista, es determinante. Cuando llevé Choza a Ernesto More, él me dijo que era una revelación, que mi trabajo se centraba en una temática aún poco explorada a diferencia de otros poemarios. Mi poesía tiene realidad histórica, biológica, etc. La poesía del oprimido tiene que ser integral.
Boris Espezúa: ¿Qué expresa para Ud. la poesía? ¿Es un hecho social, consubstancial al hombre o es una necesidad interior?
Efraín Miranda: El arte está normado, entonces, creo que expresa, un hecho social. Todo el mundo quiere ejercitar su hegemonía, ¡cómo el sirviente va a escribir igual que el patrón!. Existe poesía patronal y otra que expresa la angustia, el dolor, la lucha del hombre. Es el impacto del oprimido contra el patrón, en efectos históricos que después tiene su concientización. Uno transitando en poesía no se siente tan bien, piensa que uno ha podido ser más que poeta, más aún en el sentido económico, puesto que la comodidad en quien sea sigue siendo un anhelo. Para mí más lo fue antes, ahora continúo escribiendo porque esa era mi vocación más recóndita, y considero que a la larga tiene recompensas más satisfactorias.
Boris Espezúa: Entonces la poesía es un acto solitario, pero intensamente comprometido con el tiempo y la realidad, aunque sea a veces socialmente relegado. ¿Cómo ubica Ud. su quehacer poético en este contexto?, ¿por qué sigue siendo un ilustre desconocido para el gran público que ha poemado?.
Efraín Miranda: Mientras patrones controlen la radio, la televisión, los diferentes medios de comunicación, no sé podrá llegar al fondo de los receptores que quisiéramos llegar. Por eso el patrón abre sus puertas a la poesía que exprese sus intereses; cuando ve que es poesía del sirviente le niega vivir en su casa, quiere que la literatura sea desconocida. Por eso mis poemas no se conocen suficientemente. Creo con respecto al quehacer poético que la predisposición que uno tenga para el arte, debe desarrollarlo constantemente; uno tiene que llegar al pueblo, buscando una temática. Picasso decía: “Hay que sacrificar lo superfluo por lo profundo”.
(Espezúa, Puno, 1981).
El poemario Choza (1978), es una apertura de voces múltiples, es la poesía de los ofendidos, de los humillados, de los “condenados de la tierra” que refería Franz Fannon: “la descolonización que se propone cambiar el orden del mundo es, como se ve, un programa de desorden absoluto. Sin tener en cuenta, el conducente artificio de los conceptos recurrentes de la sociología, la antropología, o alguna otra ciencia social, sino solo el desasir de la poesía”. De ahí que la palabra como instrumento social y humano es la libertad del hablar directo a través de una estética pura o a través de una propia irracionalidad que trae el traslúcido deslumbramiento del significado de las palabras. En todo caso, se trata de silenciar el infortunio de las heridas narcisistas que nos ha otorgado la historia social a cada uno de nuestros pueblos y a cada uno de nosotros como seres sociales, ciudadanos perdidos en el llano de la vida.
Rastrear en este poema CY de Choza (Lima, 1978) nos lleva a descubrir todo un acontecimiento de la cabaña humana, o cueva platónica donde la vida es una cadencia, un escarnio o un disgusto humano, pero siempre llena de belleza y esperanza, donde renace la espontánea naturalidad de las cosas; y, en lo biológico surge siempre esa expectativa del libre albedrío de la vida:
CY
A ella, el varón, también le ayuda
a sostener las tetas.
Las pieles se estiran y contraen.
La actividad sale de la choza,
desasiste a la Madre Tierra
y, sin desvanecerse, penetra en el núcleo solar.
Separados los cuerpos, regresa el Padre Sol,
en forma de luz, y guía a los mensajeros zoospermos,
agitando sus núcleos, para el lumen vaginal.
Van, transportando centriolas y condriosomas,
corren, por las atracciones ovulares,
compiten, portando alimentos y reglas,
avanzan, revibrando, propulsados por el filamento axial.
Sin público, cronometristas, ni jueces
el triunfante, rompe la cinta, y es ingresado
e internado a trabajos de esfuerzo perpetuo.
Las mujeres dicen que será mujercita,
los hombres dicen que será hombrecito.
Sea lo que sea, acatará soberanía Terreno-Solar.
Aunque no se puede aplicar ningún parámetro occidental para estudiar esta poesía congénita de las raíces mismas del ser telúrico peruano, la poesía de Efraín Miranda viene de esa sabiduría del congénere mismo del discurso poético de Juan Wallparrimachi Maita, Celso Medina, Mosoh Marka, Kilko Waraka, de Juan Ruíz Ruíz, y de otras voces que provienen a su vez del telúrico paisaje de Vallejo; rabiosamente pregonero, con esa lírica campesina de Mario Florián, y del orgullo aymara de Dante Nava.
La poesía de Efraín Miranda también vislumbró con el tema de las migraciones andinas a las ciudades de la costa. Un ejemplo de esto lo observamos en el poema QJ, donde los individuos están hacinados en “ghettos urbanos”, y son además referidos como "trogloditas urbanos" que habitan en edificios “ratoneras” de cemento, hormigón y hierro. Por consiguiente, Efraín Miranda, al ser un observador de la soledad humana en estas urbes, es también un poeta que aborda los problemas de la postmodernidad. Por todo esto, se espera que la justicia llegue y pueda revalorarse con mayor plenitud la poesía estupenda de Efraín Miranda.
Del libro: ¡Soi indio! Estudios sobre la poesía de Efraín Miranda. Gonzalo Espino, Mauro Mamani, y Guissela Gonzales Editores.
*Coloquio Internacional de Poesía: Efraín Miranda, más allá de los márgenes y los silenciamientos, organizado por el Instituto de Investigaciones Humanísticas y el Departamento de Literatura de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. (22 al 24 de octubre de 2008).