septiembre 29, 2024
Ruth Hurtado, poeta paiteña
septiembre 22, 2024
EL TAXISTA / POR ARMANDO ARTEAGA
EL TAXISTA
Observó que el desconocido
que fumaba era algo extraño. No estaba en regla la noche. Estar debajo de sus
piernas en unos cuantos segundos, caído del cielo, tirado en el suelo, sin
conocimiento, mientras volaba por los aires, sobre el tiempo perdido, en un
instante que parece un siglo, era un suceso desprevenido.
La muerte parecía
explotar de sus labios que temblaban.
- ¿Qué está
pasando, Jefe?
El desconocido
golpeaba el rostro del muchacho.
- ¡No sé nada,
Jefecito!. Y el tumulto de la gente
creció como un inesperado tumor en el instante mismo de la noche. Al filo de la
navaja, en otro abismo.
Con discreción, el
muchacho deslizó por su pierna el pequeño paquete que le fastidiaba en el sexo,
mientras fingía morirse. El muchacho
caído en el suelo no daba señas de nada.
- Está frío.
Alcanzó a escuchar
la voz del desconocido que fumaba. .El muchacho sintió morirse más, estaba
haciéndose el muertito, no estaba en la playa para flotar como un corcho, sin
embargo flotaba, se estaba haciendo el muerto. Y lo estaba logrando.
- Cojudo, lo
has enfriado. El Jefe solo quería
que lo acaricien. Se te ha pasado la mano. Le has dado vuelta.
- Vámonos - ordenó
una voz rígida que venía de la parte de atrás.
Y de pronto, por
arte de magia, se hizo el silencio. Solo que el muertito empezaba a estar con
roche. Un cúmulo de gente lo empezaba a rodear haciendo una circunferencia. El desfile de piernas no lo dejaba divisar ni
calcular a cuántos metros estaba el sardinel del paso de los vehículos que van
por la autopista.
- ¡Traigan una
ambulancia!.
- ¡Llamen a un
patrullero!.
Un ligero pestañeo
le permitió ver un cerco luminoso al fondo del terreno baldío que besaba la
calle oscura. La gente estaba ahora mas
empecinada en buscar auxilio que en mirar al muerto. Fue entonces que el
muchacho se decidió por hacer el milagro de Lázaro, levantarse, ahora o nunca,
y salir corriendo, estando muerto, volar por los aires, a volar joven. Y
correr, correr, no mirar hacia atrás, podría petrificarse, subir al primer taxi
que encontrara por la autopista, que lo liberara del tumulto y del escándalo.
Al mirar hacia
atrás, divisó una mancha amorfa que chillaba: ¡auxilio!, ¡auxilio!; ¡se ha
escapado el muerto!, gritaba una mujer.
Un volkswagen rojo
apareció por la autopista.
- Lléveme a
Ventanilla- le suplicó al chofer.
Este parcero está
pal gato, pensó
el fercho.
- Puta madre, qué
tal paliza le han dado, cumpa, será por alguna falda, seguro, lo interrogaba
amistosamente el hombre del timón. Yo por eso, fiel a una sola jerma. Lo han masacrado, paisa, no se vaya a quedar
dormido, mientras sorteaba a los otros vehículos que serpenteaban la carretera
de asfalto mojado.
-Ya estamos en
Nuevo Perú. En dónde lo dejo, tigre.
El muchacho
argumentó estar en las últimas -suplicó-, no tener plata para pagar. Dios se lo
pagará, cumpita.
- Vaya nomás, la
próxima me paga, me debe una, compadre. No se me vaya a morir en plena calle,
y aquí never.
El moribundo se
perdió por la calleja polvorienta llena de casas de esteras. De la penumbra brillante de las casas asomaba
discretamente un hilo de luz de Petromax.
El muchacho
avanzaba adolorido, hasta llegar a la última cumbre del arenal. Tocó una
destartalada puerta de madera y latón.
- Abre la puerta.
Una mujer
desgreñada y marchita lo acogió con voz llena de susto:
- ¡Jesús!. Te han
sacado la eme.
El muchacho se
desplomó en los brazos de la mujer.
En “Radio Mar”, la
vida era sabrosa, Rolando Laserie
cantaba El Muerto se fue de Rumba (en realidad.: El Muerto
Vivo). Larga había sido la
noche. Empezaba un nuevo amanecer. De nuevo
a la vida, el muchacho se recuperaba
de la paliza.
La mujer en la
cocina -un par de adobes y leña- preparaba un caldo de gallina, el wallpa caldo
que le devolverá la vida al muchacho.
Afuera, de la
pequeña choza, otra gallina picoteaba y se banqueteaba persiguiendo un gusano
en el arenal.
julio 27, 2023
ARGUEDAS: EN LA TEXTUALIDAD DE LA LITERATURA EN QUECHUA Armando Arteaga
ARGUEDAS:
EN LA TEXTUALIDAD DE LA LITERATURA EN QUECHUA
Armando Arteaga
El primer libro que se imprimió
en el Perú fue un catecismo en quechua, la primera expresión literaria
realizada por los misioneros para la conversión de pueblos originarios al
catolicismo, fue la creación de “himnos” en quechua. Arguedas notifica entonces
el sincretismo entre el mundo antiguo andino y la visión occidental de los
misioneros españoles, en esta aproximación “Sobre la literatura quechua”.
El sincretismo cultural y religioso empezó a funcionar desde la llegada
de los españoles, lo mismo que la extirpación de idolatrías, ante la resistencia cultural de algunos
pueblos andinos. Arguedas rompió esa supuesta “marginalidad” atribuida por los
historiadores y críticos oficiosos de una castellanidad absoluta de nuestra
textualidad literaria.
En el antiguo Perú existieron
diversas literatura nativas, las culturas anteriores a la literatura incaica
tuvieron distinguidas expresiones literarias que se han ido olvidando en la
noche de la historia. Estas expresiones
literarias, más o menos diferenciadas existieron. Se desprenden estas certezas de las
manifestaciones descritas por los cronistas, y de las investigaciones
lingüísticas y arqueológicas vigentes.
Existieron además grandes
espacios culturales de oralidad, aparte
de la incaica. Diversos fueron -a
grandes rasgos y vestigios- los espacios culturales expresados en Chavín,
Paracas, Vicús, Recuay, Mochica, Nazca, Pachacamac, Caxamarca, Tiawanaku,
Puquina, y Wari, entre otras culturas y lenguas. Estas literaturas iníciales:
autóctonas, vernáculas, de ciertas originalidades y de gran diversificación
idiomática, se han perdido. Se fue perdiendo toda esta diversidad
lingüística, desde la unificación incaica, cuando empezó a oficializarse el
quechua.
La oralidad poética del “Periodo
Clásico” de los incas asumió convivencia social de integración en algunos
casos, aún friccionando en otros: con otras lenguas nativas en pugna por
hegemonía cultural, con otros pueblos coexistentes que alternativamente
desarrollaron también símiles creaciones literarias a los incas, tales como:
Collas, Lupacas, Soras, Rucanas, Pocras, Wanucus, Wancas, Chimús, Chachapoyas,
Cañaris, Yauyos, entre otros. De estos
pueblos quedan aún vestigios arqueológicos, lingüísticos y literarios.
La literatura quechua empieza en
el siglo XII D.C. Por exacta
coincidencia histórica dura casi 900 años, empieza desde cuando Manko Kkapak
(amauta y harawiku) funda el Tawantinsuyo.
Y, en este siglo también, empiezan los primeros cantares de gesta
españoles. Este periodo clásico empieza
desde 1200 D.C. a 1532 D.C.: desde los inicios de la fundación del Tawantinsuyo
hasta la captura del Inca Atahualpa. La
oralidad poética la realizaban los
sacerdotes, los amautas, los kipukamayos y los harawikus. Aparte de la oralidad poética, existieron
otros géneros literarios: la oralidad narrativa y la oralidad dramatúrgica.
La poesía de este instante del
“Periodo Inicial Clásico Inka” era espontánea y original, sin influencia española,
expresada en la tradición oral, relacionada con el canto, la música y la danza
de los pueblos. Era una poesía épica y
mítica, de celebración de las hazañas sociales: su tema era la guerra, y la agricultura. Se expresó
también una poesía colectivista de cantos: a festividades especiales a
la tierra, la lluvia, y las montañas. Y,
una poesía subjetiva y personal, de
carácter lírica y amorosa.
La prosa era de gran contenido
fantástico y de mucha imaginación literaria en donde se desarrolló el mito, la
leyenda y los cuentos. Hubo también aquí
una prosa moralizante y de carácter didáctico: frases, refranes, y apologías.
La prosa fue realizada y usada con fines pedagógicos.
La dramaturgia desarrolló sus
propios temas, eran cantos propios representados en la “aránwa” o espacio
dedicado para la representación teatral, con textos de dramas dedicados a la
vida normal y la las hazañas cívicas de los incas. La muerte también fue un tema abordado, se
entendía de manera ritual el manejo de las relaciones con los difuntos.
La obra literaria de José María
Arguedas ocupa casi todos los géneros literarios de cierto prestigio y
actualidad, creo que excluyendo solo la dramaturgia. Aunque, es cierto, junto a sus “Cantos y
Narraciones Quechuas” (1962), con el Patronato del Libro Peruano, donde se publicó Ollantay (en
versión de César Miro y Sebastián Salazar Bondy), a sugerencia de Arguedas,
participó tangencialmente en esta tarea de adopción del guión teatral teniendo
como punto de partida el “texto” de las traducciones de Gabino Pacheco Zegarra
y José Sebastián Barranca.
Este drama teatral es el pórtico
(o el puente) por donde suelen empezar
los manuales de enseñanza de nuestra literatura peruana que se estudia desde el
colegio, ignorando “la otra literatura peruana” como ha llamado Edmundo
Bendezú, a la literatura escrita en quechua, suponiéndola algunos con cierta
“malevolencia” de una existencia
marginal.
Pocos son los textos que han
estudiado el proceso de la poesía quechua.
Arguedas tiene un escrito “Sobre la poesía quechua”, en sus “Cantos y Narraciones quechuas (Desde
la época incaica hasta nuestros días” (1962): Selección, traducción y notas de
José María Arguedas. Este “texto”:
“Sobre la poesía quechua”, a manera de
prólogo, describe el primer impacto del
encuentro de dos lenguas en el proceso
de la colonización española impuesta a los pueblos que conformaban el
Tawantinsuyo (donde la variedad lingüística era múltiple y diversa, donde
predominó el quechua y el aimara).
junio 02, 2023
CUENTOS MICROBIOS / ARMANDO ARTEAGA
noviembre 23, 2022
diciembre 27, 2021
EL CUENTO PIURANO: UNA TRAYECTORIA IMPECABLE Armando Arteaga
EL CUENTO PIURANO:
UNA TRAYECTORIA IMPECABLE
Armando Arteaga
Siempre es un riesgo aventurar
opiniones sobre un problema candente: el cuento piurano. Los historiadores de
la literatura regional piurana tocan siempre con prudencia los preferentes
asuntos rurales que se contraponen sobre
los asuntos urbanos, cuando tienen que señalar sus preferencias sobre las bondades temáticas del cuento piurano.
No es nada difícil ubicarlos
cronológicamente a los escritores para alguna antología, lo importante se vuelve
una desconfianza tradicional cuando hurgas sobre el material que conforman
libros, autores, representatividad de la producción narrativa, y abordar la
problemática del ámbito cultural en donde se desenvuelven los puntos de vista
distintos de los cuentistas piuranos.
“Esto que parece cuento no lo es, pero puede tomarse como tal” -emprende Enrique López Albújar (1872-1966) en su cuento “La tristeza del Faucett” de su libro “La diestra de Don Juan” (1973), donde su reciedumbre norteña llega a mostrar los extremos de su interioridad vital-. Cuentos pioneros publicados tardíamente por el patriarca, textos diversos e intensos donde Piura lejos de guiñarle el ojo, tiene una mirada enigmática confrontada a respuestas de cuestiones existenciales urbanas.
Lo rural, es cierto, tiene en “Cuentos de Don Miguel” (1963), del religioso y antropólogo huancabambino: Justino Ramírez Adrianzén (1906-1985), la reivindicación humanista y el advenimiento de la épica de una cultura agraria. Relatos de divergencias costumbristas, con un reproche a la feudalidad, inmersos de ironía moralizante. “Yo me llamo Antón”, es un relato corto y moderno, lejos de las tediosas descripciones de otros narradores indignados por la cuestión social.
Cuando Rómulo León Zaldívar (1885-1969) publicó sus “Cuentos Piuranos” (1958), es claro que, llega tarde esa narrativa al debate académico, pero pretende recuperar un largo silencio; sus cuentos insisten en exaltar aspectos tradicionales: “Acciones borran pasiones”, supone la exuberancia localista que recupera y denuncia la realidad, de entonces, tal como ocurre: el realismo, un testimonio, un documento.
También, Hildebrando Castro Pozo
(1890-1945), expresa con su libro
“Celajes de la sierra (Leyendas y cuentos andinos)” (1923): una narrativa
lúdica, socialmente hablando, pero marginada en el mundo urbano. Tiene una
intención de denuncia, sus méritos y
valores se dan en el aspecto de rescatar valores humanos, tal el caso del texto: “Rumor de noche buena”.
El cuento piurano como género literario alcanza lectores más exigentes con sus propios entusiasmos regionales con la aparición de libros como “Horizontes de sol” (1957) de Raúl Estuardo Cornejo Agurto (1936- 2017), el primer narrador que introduce el personaje de “Froilán Alama” en dos de sus cuentos; Teodoro Garcés Negrón (1897-1981) quien en su libro “La embestida del carnero y otros cuentos norteños” (1897-1981) presenta en su cuento “Mi amigo el despenador” el ancestral tema de la eutanasia; Francisco Vegas Seminario (1899-1988), aunque gran novelista, escribió estupendos cuentos en dos libros notables: “Chicha, sol y sangre/ Cuentos Piuranos” (1946) y “Entre algarrobos” (1955), de donde destaca justificadamente por estructura y lenguaje: “Taita Dios nos señala el camino”; Jorge E. Moscol Urbina (1916-2001), periodista que escribía con el seudónimo de “JEMU” publicó sus “Cuentos Sechuras” (1964) y “La Despenadora” (1944): un muestrario de excelentes recursos narrativos donde destacó “La respetación”, infaltable creación literaria llena de humor piurano; y Juan Antón y Galán (1928-2009) editó dos libros de cuentos: “La Respuesta de San Jacinto/ Relatos Piuranos” (1968) y “El churuco/ Cuentos y Leyendas” (1990), por el contexto y el clima narrativos, ficciones de sello costumbrista.
Durante todo el siglo XX, el cuento piurano se ha debatido entre la dicotomía de la consolidación de su tradición y la ruptura con esta tradición. Lo rural y lo urbano se han mantenido como ejes consagratorios de su propio lenguaje. El realismo literario ha sido la tendencia más fuerte. Dentro de una suma de sucesos narrados y el desarrollo de temas posibles: a la épica piurana le faltó mayores propuestas. Los escritores piuranos, han consolidado un conjunto de cuentos publicados que lamentablemente no están ni estudiados ni catalogados en las pocas antologías del cuento piurano publicadas. L a narrativa piurana a través del cuento ha caminado su propio sendero muchas veces a tientas y con tiesura.
diciembre 19, 2021
AUGUSTO LUNEL Y/O “ESTAMOS EN CONTRA DE TODAS LAS LEYES, EMPEZANDO POR LA LEY DE LA GRAVEDAD” / Armando Arteaga
Lunel
en México
AUGUSTO LUNEL
Y/O
“ESTAMOS EN CONTRA DE TODAS
LAS LEYES,
EMPEZANDO POR LA LEY DE LA
GRAVEDAD”
Por Armando Arteaga
El ojo infinito
de la poesía de Augusto Lunel -como un hontanar de imágenes- parece esperar que
el brillo de una navaja metálica anuncie la rasgadura de esa visión atávica y
escurridiza de ciertos paradigmas del mundo “occidental”; como en los primeros planos del filme “Le
chien andalou” (“Un perro andaluz”,
1920) de Luis Buñuel, cuando la navaja rasga el ojo, produciendo un derrame de imágenes. En estos poemas de Lunel, las imágenes van ortopédicas y sesgadas en una
especie de grito existencial.
Se presume el contraste,
donde pronto asoma el cuerpo de la historia,
desangra la vida humana, y la histeria social del hombre contemporáneo que
ocupa un escenario incierto; hambre de amor y hombre con odio al prójimo: el
horror por las intermitentes guerras interoceánicas y fulgurosas explosiones
nucleares, la invasión de una polución total del universo, y la infección
contagiosa de una política internacional corrupta en favor de un poder central,
único e imperial.
Las imágenes se
desbordan como abyectas escenas inusitadas, son provocaciones de
acontecimientos insólitos que aparecen desenfrenadas, surgen de lo ilusorio,
imágenes que invaden como un conjunto de irreverentes iconografías solapadas. Una lectura aceptable de estas imágenes, que
nos perturban por insólitas, van desde lo semántico, persisten acápites escenográficos, acaso
también, imantadas al consenso de cierto desprecio por la historia, por sucesos que, nos llevan hacia una posible
religión moderna: las acciones drásticas, acosadas por penurias humanas,
eclipsadas situaciones vivenciales, o por el temor al cáncer urbano, u otras
enfermedades desastrosas, tenebrosas, que azotan la belleza de la tierra y sus
fronteras naturales.
Elijamos que,
hasta aquí, es este sistema del capitalismo en que vivimos, un “apocalipsis
now”, y el poeta es el único ser que puede mirar el mismo fuego del futuro
(invención primitiva) con desobediencia
civil, y sin tener que quedarse ciego, ante la intensa luz de los conocimientos
humanos, en la búsqueda de cierta resurrección, de la aparente eternidad de las
cosas, ni “quemarse” como individuo ante la civilización, con las palabras en
la sangre hirviente, el lenguaje ortodoxo
como una herramienta de su postura, para encontrar la verdad de las
cosas. Sordo de azul, el poeta tiene que
enfrentar el misterio de la creación y seguir la peripecia del destino del
hombre, desde una “prisión dorada”: la poesía.
Desde esa pertenencia, o mirada fugaz, es la perspicua observación del
poeta hacia la realidad, lo que, en
verdad, lo transforma en un ser pertinaz.
El surrealismo
ha presumido siempre de una omnipotencia de la poesía contra el poder, tiene el
poeta un afán de trascender, expresa la autenticidad de las cosas frente a la
sociedad maquillada, mecanizada, o parametrada, por absurdas leyes éticas y
sociales, soportadas sobre falsos y arbitrarios criterios. Lunel es uno de los poetas más provocadores
del surrealismo peruano y latinoamericano.
El surrealismo de Lunel es político, es revolucionario (esa palabra que
a otros les da asco), quiere que se transforme la vida, quiere que se cambien
“la condición humana”, al igual que André Malraux: Lunel presiente “el carácter
catastrófico de nuestra época”. Lunel es
un disturbador letal del establishment, con sus palabras atávicas de amautas
incas o mayas, es el embajador de una nueva belleza emocional: “intenta dar a
los hombres conciencia de su propia grandeza, que ignoran casi siempre”.
Del perfil
literario de Augusto Lunel poco se sabe, apenas en el “Diccionario manual de
literatura peruana y materias afines” (U.N.M.S.M., 1966) de Emilia Romero de
Valle, se refieren a él advirtiéndonos
que se trata del seudónimo de Augusto Gutiérrez, que nació en Lima, en 1923, y
que publicó su libro “Los Puentes” (México, 1955). Un misterio lleno de timidez abruma su
biografía de escritor: un solo libro…, hasta entonces. Lunel siempre vivió en el silencio literario
total.
Fue también en
el año de 1971, en que Lunel vuelve a romper el absoluto silencio cuando la
Universidad Nacional de Educación, publica en la Serie “La Flor de Cantuta”
(poesías), su pequeño y discreto libro “Espejos paralelos” (1971) con el
reducido tiraje de 300 ejemplares, y con seis ilustraciones del profesor y
poeta piurano Manuel Velásquez Rojas (hijo del legendario poeta ayabaquino Juan
Luis Velásquez, amigo de Vallejo en la vanguardista y resistencia francesa,
quien vivió también en México, fue secretario de Trotsky, en los momentos no
siempre coincidentes que Breton agitó el ambiente intelectual mexicano, con
César Moro, y los surrealistas
mexicanos); y la caratula de Pablo Medina V.
En la revista
“Auki” N- 3 (1976), por el entusiasmo de sus integrantes (La Hoz, Arteaga,
Santiváñez, y Aragón) se publicaron poemas de Lunel; donde se confesó también
una admiración literaria por Rodolfo Milla, el autor de la columna “La Pistola
de Señales” en la revista “Idea” de
Manuel Suarez Mirabal: revista donde se puede entender algunas de las
elucubraciones estéticas de los poetas surrealistas peruanos. Confesa y pública
admiración, que empezó en esas lecturas,
por “Los puentes” de Lunel que nos
llevó a publicar algunos de sus increíbles poemas como “El cuerpo alucinado”, “El
día tiene veinticuatro veranos”, “La
magia dorada”, “La sombra de la luz”, y “El habitante del sol”, entre otros
poemas. Lunel siempre fue un desconocido
total en el panorama de la poesía peruana del Siglo XX. Tuvo que aparecer nuevamente el poeta Luis la
Hoz rescatando en su antología “Diez aves raras de la poesía peruana” (2007) donde publica poemas de Lunel junto a otros
“raros”.
La imaginación
de Lunel es de las más atrevidas del
surrealismo, tiene una facultad científica y de desarrollo de la “analogía” para enfrentar la lógica de la realidad. Nunca pierde la “anosmia” frente a la
podredumbre social, delira ansiosamente entre los estragos del dolor humano
para lograr con su poesía para lograr importaciones hacia el centrobárico de su
interés por el absurdo, capaz de lograr sensibilizar hasta en el mas mínimo
detalle de lo anfractuoso, que es el duro devenir, de este itinerario histórico
del hombre contemporáneo.
octubre 02, 2021
POEMA CONCRETO
julio 01, 2021
VALDELOMAR EN PIURA
VALDELOMAR EN PIURA
Armando Arteaga
Pocos piuranos saben que la
ciudad de Piura fue visitada siempre por viajeros y personajes ilustres que han
ido dejando huellas, escritos, testimonios en periódicos y revistas, de épocas
y estilos de vidas cuando la fotografía no estaba a la mano de los sucesos
cotidianos, y era el apunte dibujado que perennizaba el tiempo efímero de
entonces. Todavía la experiencia
literaria no era tan valorada, salvo el periodismo que ha guardado recuerdos,
vivencias, anécdotas, en las crónicas de sus autores. Mucho después vino el
libro a consolidar ciertas verdades. Dos autores, en especial han seguido el
itinerario de Abraham Valdelomar en Piura: César Ángeles Caballero y Javier E. Chesman.
El fidelísimo seguimiento que
Javier E. Chesman hace del itinerario de Abraham Valdelomar en su libro
“Valdelomar en Piura”, desde que tomara el tren en la Estación de Paita, en la
ambientación con lugares entrañables, el autor de “Tristitia” recorre las calles del centro histórico de la
ciudad de Piura: “el Municipio, con las grandes
arquerías de sus portales y, al lado, la Cárcel, mirando de frente a la estatua de la libertad. Hacia la izquierda la Iglesia Matriz -hoy
Catedral- y el edificio de la Duncan Fox”.
Existen fotografías, de 1920, aproximadamente, de la ciudad de Piura, que recuperé en formato pequeño, y que estaban en posesión de un viejo fotógrafo
del barrio de Castilla cuya tienda estaba frente al cine: Don Arnaldo Pulache,
tenía los negativos en sepia grabados en láminas de vidrios, tesoros que no
quiso vender en aquel entonces, y ojalá algún coleccionista pueda aun
conservarlos.
Valdelomar en su estadía en
Piura, se hospedó en el Hotel Colón, y vivió la “causerie” literaria,
imponiendo la moda de la camisa “sport”, los lentes quevedos con cintillo, el clavel
encarnado en el ojal del saco, el pañuelo blanco en el bolsillo del pecho, y cubría la cabeza con un sombrero de fieltro
ligeramente ladeado que tajo de Lima, aunque en algunas fotografías aparece también
con el famoso sombrero de paja toquilla de Catacaos o de Loja.
Valdelomar vivió en Piura una
temporada agitada con un grupo de piuranos que cultivaban el quehacer
literario, animando las costumbres
tradicionales de la ciudad. En “Estampas Piuranas” y en
“Anecdotario Norteño”, de José
Vicente Razuri, se pueden hallar los únicos y más completos perfiles de
aquellos personajes de la bohemia piurana que acompañaron a Valdelomar.
Fueron frecuentes los paseos por
los distintos barrios de Piura donde se podía admirar el tipismo de las viejas calles, angostas y polvorientas, con sus casas
de paredes convexas, semidestruidas por el terremoto de 1912.
En los periódicos de la época, dan noticias del escándalo literario de
Valdelomar en Piura. Entonces, Piura, ya era, también, una ciudad cosmopolita.
Los paseos por Piura en busca de
temas literarios realizados por Valdelomar, según los recuerdos de José Vicente
Razuri, siguieron casi ininterrumpidamente. Solía salir a pasear por la Plaza
de Armas, se sentaba en algunas de esas bancas que están frente a la Iglesia
Matriz, debajo de dos grandes ficus y un centenario algarrobo. A su vista
estaban los veinticuatro tamarindos que,
en la época de Balta, sembrara el Alcalde Reusche. La plaza estaba siendo
embellecida con claveles, mastuerzos, malva olorosa, floripondios, rosas
blancas y campanillas.
La gira cultural norteña de
Valdelomar, por las ciudades de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura, lo animan y lo confirman para un mayor
interés político y literario. Valdelomar
ya tenía contactos con escritores de la literatura ecuatoriana, su poema “La
ciudad de los tísicos” publicado en la revista “Mundo Limeño” se lo dedica a
Medardo Ángel Silva, poeta de “La Generación Decapitada”. Dos poemas, que
firmó, escritos en Piura, son de gran
importancia: “La Danza de las Horas” y “Angustia” (dedicado a Aurelio Román
G.). Existen afiches, fotografías, documentos, y otras publicaciones, de la presencia en Piura
de Valdelomar.
Valdelomar les da -con este
contacto- hacia los escritores piuranos de la época un mayor prestigio, que son
“los modernistas piuranos”: Ricardo I. Mendoza (1860-1922), que escribió: “Un
manojo de poesías, recopilados por sus hijos” (Piura, 1917); y Ricardo César Espinoza (1869-1926) que
fundó “La Unión Piurana”, y otros, todos
ellos: azules y profanos, adoradores de la “tristissima nox”, poetas que se atormentaban en la musicalidad
de las palabras y el confidencialísimo de algunos paraísos artificiales. Y,
Piura no vivía entonces lejos del mundanal ruido, o del escándalo frívolo de la poesía que tanto
le gustaba a Valdelomar.