Foto: Diario El Peruano.
LA VIDA ESCANDALOSA DE CESAR MORO (*)
Por Armando Arteaga
El lado nocturno y sonámbulo de la vida que expresa la poesía de César Moro, en gran parte está referido con furor y extravagancia, en su único libro de poesía publicado en castellano: "La Tortuga Ecuestre", en donde el surrealismo es irredente. En los otros libros: "Le Château de Grisou", "Lettre d'Amour", "Trafalgar Square", "Amour á Mort", escritos en francés, los poemas son deslumbrantes y ortodoxos. Aún tengo desconfianza de las "pocas" traducciones existentes -del francés al castellano-, y Moro no es un poeta fácil para la transformación idiomática, o la literalidad. De "Los Anteojos de Azufre", -textos en prosa y en castellano-, reunidos y presentados por André Coyné, merecen un tratamiento aparte, y es un libro casi desaparecido e inhallable, por lo que vamos a denotar solo su aspecto elucidario y activista de los postulados del "Manifesté surréaliste" de Bretón, por esta vez, eludiremos el conflicto de entenderlo y dar testimonio de su rescatada vigencia, o destacar la superlativa actualidad que muestra. Para abordar la presencia de Moro y situarlo en el contexto de la poesía peruana, es suficiente con aquellos poemas que escribió en lengua materna, en castellano, aunque resulta contradictorio que sea un poeta de contraste en la "Antología de la Poesía Mundial" de Miguel Brasco (Argentina, 1953), o que no aparezca -casi- en las antologías parlantes de la poesía francesa contemporánea, pero sí, en las "sacras" del movimiento surrealista al lado de "periféricos" como Aime Cesare, Jean-Pierre Duprey, Michel Leiris, o Rene Daumal; en el buen "uso de la palabra" era un raro para la ortodoxia expresiva de la militancia del sueño, la alucinación, y la magia. Y, cada vez más cerca de nosotros, con los respectivos errores avisados que persisten, pero con voz propia, aparece respetado en la "Antología de la Poesía Surrrealista" de Aldo Peregrine (Buenos Aires, 1961), o en "La poésie surréaliste" de Jean Louis Bédouin (Paris, 1964), o en "Anthology of Contemporary Latin-American Poetry" de Dudley Fitts (New York, 1942). El reconocimiento a Moro surge espontáneo al lado de Enrique Molina (pionner del movimiento surrealista sudamericano), o en la polémica con Vicente Huidobro -sumo pontífice del creacionismo- (por "El Obispo Embotellado", bello y sublime panfleto literario), son los instantes supremos para el respectivo reconocimiento de la importancia del poeta Moro, consolidando -absolutamente- su trabajo poético con "los contemporáneos" mexicanos al lado de: Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y Bernardo Ortiz de Montellano, cuando publican sus colaboraciones en la revista literaria "El Hijo Pródigo". Y, también, al lado de los poetas peruanos surrealistas como Emilio Adolfo Westphalen, en el momento crucial de la "lucha con el ángel", sumando impulso, a la fragante presencia local y agitativa del enigmático Rodolfo Milla, o haciendo "nubes" a la desobediencia civil del exclusivista Augusto Lunel (recordar su volcánico Manifiesto: "Estamos en contra de todas las leyes, empezando por la ley de la gravedad"). En la paradoja de que Moro aún en el contexto surrealista mundial aparece -elegantemente- marginal, salvo cuando organiza la Exposición Surrealista en México con el aval de André Bretón y Benjamín Peret, en el centro de la efímera gloria, alternando con Trotsky, Frida Kahlo y Agustín Lazo. Aquí -en México- aparece intelectual multíparo , está en su mejor momento, digamos que su prestigio está -comprensiblemente- ubicado en el espacio latinoamericano. El surrealismo expresó, en su movimiento, el más grande intento por renovar la poesía contemporánea, donde la poesía es inseparable de las ideas de amor y libertad. Poesía, amor y libertad, son los vértices del triángulo que proyectaba la expansión del yo-activista surrealista. Moro asumió la vida en esta plenitud y al mismo tiempo quiso transformar la realidad, hacerla más hermosa. Abrió siempre la celda de su propio lenguaje, lo exteriorizó para profetizarlo. Aunque llamó a Lima como "la horrible" no hay casi vestigios de reproches a la "perjuiciada" ciudad de sus amores que le tocó vivir, y padecer, en los años de su agonía literaria. Poeta y pintor. Sobresalió en ambos casos con destreza. El profesor de francés afeminado del Colegio Leoncio Prado que "imaginábamos" por el aporte novelístico de Mario Vargas Llosa en "La ciudad y los perros", nunca desluce al artista. Tuvo el gran coraje para enfrentarse a las perogrulladas y a los diretes de aquel marasmo cultural limeño. Supo abrirse paso a fuego limpio. No me parece que tampoco corresponde hablar del "marica" que ahora pregona por conferencia en donde lo invitan a su más cercano amigo André Coyné. Importa un bledo las anécdotas del profesor "marica" y amigo de marineros. Me parece de mal gusto que se ocupen tanto del uranismo de Moro, no aporta mucho esta actitud, salvo la de lograr escandalizar a algunos tontos. Esto no quita ni aumenta nada a la valoración de su obra poética y pictórica. César Quíspez Asín no tiene necesariamente que ser el César Moro idealista, que habla de: una realidad enferma. Tampoco renegó del pasado, aunque tuvo ciertas veleidades anti-indigenistas, que más tarde en su experiencia mexicana esfumó, trastocó por un temperamento más universal, aunque desconfiaba del futuro y del trabajo alienante, y más concreto como admitió su admiración y aproximación por la "cultura viva" de Pachacámac. César Moro: sufría y amaba. Reclama Coyné, y tiene razón. Al traducir Moro el poema "Parpadeo" de Benjamín Peret (en la revista "El Hijo Pródigo N- 38, México, 1946) empieza así: Vuelos de loros atraviesan mi cabeza cuando te veo de perfil En "La Tortuga Ecuestre" este poema "Parpadeo" fue publicado por Coyné equivocándose en la autoría de Moro, que cambia: Enjambres de papagayos atraviesan mi cabeza cuando te veo de perfil Son cosas parecidas, pero diferentes. Lo que explica que el trabajo poético de traducción tiene riesgos. Ni Moro se salva. Al mejor cazador se le escapa la paloma. Terminaré este sencillo homenaje al poeta César Moro, al cumplirse los 100 años de su nacimiento, citando la parte final del poema "César Moro" del poeta Emilio Adolfo Westphalen, en su libro "Otra imagen deleznable...": Aparte un hombre de metal llora de cara a una pared Visible únicamente al estallar cada lágrima Volviendo, también, al poema "Westphalen" del poeta César Moro, cito a Moro: Un portón cerrado sobre un campo baldío Refugio del amor clandestino Una igualdad de piedra que se cierra bajo La gota de agua que sobre de la tierra Por último, creo que Moro fue un hijo pródigo de la era de la imaginación al poder, muy distante, en una ciudad llena de espanto. El dilema del poeta es su propio tiempo, el horror de su tiempo. Un tiempo grotesco y bruto. El tiempo de una absurda prostitución universal.
Bibliografía:
-César Moro, “La Tortuga Ecuestre”, Lima, 1957, Ediciones Tigrodine.
Del Libro: "La Poesìa Surrealista en el Perù")
LA VIDA ESCANDALOSA DE CESAR MORO (*)
Por Armando Arteaga
El lado nocturno y sonámbulo de la vida que expresa la poesía de César Moro, en gran parte está referido con furor y extravagancia, en su único libro de poesía publicado en castellano: "La Tortuga Ecuestre", en donde el surrealismo es irredente. En los otros libros: "Le Château de Grisou", "Lettre d'Amour", "Trafalgar Square", "Amour á Mort", escritos en francés, los poemas son deslumbrantes y ortodoxos. Aún tengo desconfianza de las "pocas" traducciones existentes -del francés al castellano-, y Moro no es un poeta fácil para la transformación idiomática, o la literalidad. De "Los Anteojos de Azufre", -textos en prosa y en castellano-, reunidos y presentados por André Coyné, merecen un tratamiento aparte, y es un libro casi desaparecido e inhallable, por lo que vamos a denotar solo su aspecto elucidario y activista de los postulados del "Manifesté surréaliste" de Bretón, por esta vez, eludiremos el conflicto de entenderlo y dar testimonio de su rescatada vigencia, o destacar la superlativa actualidad que muestra. Para abordar la presencia de Moro y situarlo en el contexto de la poesía peruana, es suficiente con aquellos poemas que escribió en lengua materna, en castellano, aunque resulta contradictorio que sea un poeta de contraste en la "Antología de la Poesía Mundial" de Miguel Brasco (Argentina, 1953), o que no aparezca -casi- en las antologías parlantes de la poesía francesa contemporánea, pero sí, en las "sacras" del movimiento surrealista al lado de "periféricos" como Aime Cesare, Jean-Pierre Duprey, Michel Leiris, o Rene Daumal; en el buen "uso de la palabra" era un raro para la ortodoxia expresiva de la militancia del sueño, la alucinación, y la magia. Y, cada vez más cerca de nosotros, con los respectivos errores avisados que persisten, pero con voz propia, aparece respetado en la "Antología de la Poesía Surrrealista" de Aldo Peregrine (Buenos Aires, 1961), o en "La poésie surréaliste" de Jean Louis Bédouin (Paris, 1964), o en "Anthology of Contemporary Latin-American Poetry" de Dudley Fitts (New York, 1942). El reconocimiento a Moro surge espontáneo al lado de Enrique Molina (pionner del movimiento surrealista sudamericano), o en la polémica con Vicente Huidobro -sumo pontífice del creacionismo- (por "El Obispo Embotellado", bello y sublime panfleto literario), son los instantes supremos para el respectivo reconocimiento de la importancia del poeta Moro, consolidando -absolutamente- su trabajo poético con "los contemporáneos" mexicanos al lado de: Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y Bernardo Ortiz de Montellano, cuando publican sus colaboraciones en la revista literaria "El Hijo Pródigo". Y, también, al lado de los poetas peruanos surrealistas como Emilio Adolfo Westphalen, en el momento crucial de la "lucha con el ángel", sumando impulso, a la fragante presencia local y agitativa del enigmático Rodolfo Milla, o haciendo "nubes" a la desobediencia civil del exclusivista Augusto Lunel (recordar su volcánico Manifiesto: "Estamos en contra de todas las leyes, empezando por la ley de la gravedad"). En la paradoja de que Moro aún en el contexto surrealista mundial aparece -elegantemente- marginal, salvo cuando organiza la Exposición Surrealista en México con el aval de André Bretón y Benjamín Peret, en el centro de la efímera gloria, alternando con Trotsky, Frida Kahlo y Agustín Lazo. Aquí -en México- aparece intelectual multíparo , está en su mejor momento, digamos que su prestigio está -comprensiblemente- ubicado en el espacio latinoamericano. El surrealismo expresó, en su movimiento, el más grande intento por renovar la poesía contemporánea, donde la poesía es inseparable de las ideas de amor y libertad. Poesía, amor y libertad, son los vértices del triángulo que proyectaba la expansión del yo-activista surrealista. Moro asumió la vida en esta plenitud y al mismo tiempo quiso transformar la realidad, hacerla más hermosa. Abrió siempre la celda de su propio lenguaje, lo exteriorizó para profetizarlo. Aunque llamó a Lima como "la horrible" no hay casi vestigios de reproches a la "perjuiciada" ciudad de sus amores que le tocó vivir, y padecer, en los años de su agonía literaria. Poeta y pintor. Sobresalió en ambos casos con destreza. El profesor de francés afeminado del Colegio Leoncio Prado que "imaginábamos" por el aporte novelístico de Mario Vargas Llosa en "La ciudad y los perros", nunca desluce al artista. Tuvo el gran coraje para enfrentarse a las perogrulladas y a los diretes de aquel marasmo cultural limeño. Supo abrirse paso a fuego limpio. No me parece que tampoco corresponde hablar del "marica" que ahora pregona por conferencia en donde lo invitan a su más cercano amigo André Coyné. Importa un bledo las anécdotas del profesor "marica" y amigo de marineros. Me parece de mal gusto que se ocupen tanto del uranismo de Moro, no aporta mucho esta actitud, salvo la de lograr escandalizar a algunos tontos. Esto no quita ni aumenta nada a la valoración de su obra poética y pictórica. César Quíspez Asín no tiene necesariamente que ser el César Moro idealista, que habla de: una realidad enferma. Tampoco renegó del pasado, aunque tuvo ciertas veleidades anti-indigenistas, que más tarde en su experiencia mexicana esfumó, trastocó por un temperamento más universal, aunque desconfiaba del futuro y del trabajo alienante, y más concreto como admitió su admiración y aproximación por la "cultura viva" de Pachacámac. César Moro: sufría y amaba. Reclama Coyné, y tiene razón. Al traducir Moro el poema "Parpadeo" de Benjamín Peret (en la revista "El Hijo Pródigo N- 38, México, 1946) empieza así: Vuelos de loros atraviesan mi cabeza cuando te veo de perfil En "La Tortuga Ecuestre" este poema "Parpadeo" fue publicado por Coyné equivocándose en la autoría de Moro, que cambia: Enjambres de papagayos atraviesan mi cabeza cuando te veo de perfil Son cosas parecidas, pero diferentes. Lo que explica que el trabajo poético de traducción tiene riesgos. Ni Moro se salva. Al mejor cazador se le escapa la paloma. Terminaré este sencillo homenaje al poeta César Moro, al cumplirse los 100 años de su nacimiento, citando la parte final del poema "César Moro" del poeta Emilio Adolfo Westphalen, en su libro "Otra imagen deleznable...": Aparte un hombre de metal llora de cara a una pared Visible únicamente al estallar cada lágrima Volviendo, también, al poema "Westphalen" del poeta César Moro, cito a Moro: Un portón cerrado sobre un campo baldío Refugio del amor clandestino Una igualdad de piedra que se cierra bajo La gota de agua que sobre de la tierra Por último, creo que Moro fue un hijo pródigo de la era de la imaginación al poder, muy distante, en una ciudad llena de espanto. El dilema del poeta es su propio tiempo, el horror de su tiempo. Un tiempo grotesco y bruto. El tiempo de una absurda prostitución universal.
(*) Poema del mismo nombre “La vida escandalosa de César Moro” que expresa cierto perfil personal de Moro , un alter ego del poeta, cierta visión aterradora sobre el destino de la humanidad.
Bibliografía:
-César Moro, “La Tortuga Ecuestre”, Lima, 1957, Ediciones Tigrodine.
-André Coyné, “César Moro”, Lima, 1956, Imprenta Torres Aguirre S.A.
-Revista Literaria “El Hijo Pródigo”, Vol XII. N.38., México D.F.
-Emilio Adolfo Westphalen, “Otra imagen deleznable…”, Colección Tierra
Del Libro: "La Poesìa Surrealista en el Perù")