marzo 29, 2012

POESÍA DE MIÉRCOLES: UN RECITAL HISTÓRICO / DAVID NOVOA

jueves 15 de julio de 2010

FECHA 32

UN RECITAL HISTÓRICO

David Novoa

Los poetas eran José Briceño Berrú, Armando Arteaga y Juan Félix Cortés. El portón del Chaska lucía como una boca hambrienta por donde ingresaban los invitados. César Olivares, organizador, tiritaba nervioso: el local estaba lleno ¡y los bardos no llegaban! Brrr. Fríazo y la inquietud crecía como una rémora. La gente de Tume siempre falla, comentábamos, mientras los últimos asistentes arribaban en sus flamantes último modelo e ingresaban acompañados de suculentas anfitrionas. Nos referíamos a aquellas ocasiones en que los invitados piuranos de Jorge Tume se fueron de parranda y nunca aparecieron, y a aquella vez en que sus convocados simplemente ni asomaron las narices por nuestro evento. Pero bueno, a la tercera iría la vencida. Y, en definitiva, la vencida era real. Olivares restregaba eufóricamente los dedos sobre el celular, pero nadie respondía. Ni el mismo Tume que apareció -por fin- rozagante, recién bañadito y perfumado. Enterado de la crisis, se le fue el fulgor y se enfrascó en las llamadas que no recibían respuesta. De repente ya no vienen estos churres, guá, comentó al borde de la desesperanza.

Pero como Poesía de Miércoles es poética, como Poesía de Miércoles es el infame templo de lo prohibido, como Poesía de Miércoles es nuestro corralón libérrimo para a jugar a la belleza, decidimos hacer el recital con el público. A ver ¿qué poemarios tenemos? De Ricardo Virhuez, de Manuel Ibáñez Rossasa, de Danilo Sánchez Lihón y de José Watanabe. Ya, ponlos en la mesa. Vamos a hacer pasar al público de tres en tres para que lean un poema cada uno, el que elijan de los libros que tenemos aquí y salió el recital. Tahhh. ¡Somos lo máximo! ¡La Poesía nunca muere, carajo!

Dedicida la tónica de la noche los primeros en pasar al altar fuimos los tres organizadores: César Olivares, Jorge Tume y yo. Contenta la muchachada: ¡Por primera vez compartíamos la mesa que tanto tiempo les cedimos a nuestros invitados! Y como la Poesía es poética no me sorprendió encontrar un papel en el bolsillo con un texto del divino Eielson: Que todos somos poetas/ no cabe duda alguna/ y no sólo los humanos/ sino también el cocodrilo –señalé a Tume- las hormigas –señalé al público- y los monos –nos señalaron a Olivares y a mí-. Risas. ¡La Poesía existe! Lo corroboramos una vez más. Se cree que es la imaginación desenfrenada de los locos, pero no. Es la realidad vista desde el cristal de la belleza, inclusive sin cristal y sin belleza como sucedió esta noche mágica donde Eielson apareció –como un genio travieso- desde un bolsillo para retratarnos. Continuó en la lectura Jorge Tume y al llegar el turno de Olivares, precisamente cuando íbamos a inaugurar el primer evento en la historia de la literatura donde el público se haría solito su recital, aparecieron. Llegó la comisión plenipotenciaria del norte peruano: desde Milán, Italia, el destacado hombre de letras, José Briceño Berrú, natural de Chulucanas, y los célebres escritores sullaneros Armando Arteaga y Juan Félix Cortés. Vi al público: allí estaban la mamá de Beto Barriga que había ido por primera vez; doña Luz Romero, ex candidata a la Alcaldía de Trujillo; Ulises Loyola, crítico de arte; el pintor Óscar del Águila y a una vasta retafila de maravillosas almas que hubieran vivido la deliciosa experiencia de sentarse en el solio de los elegidos y leer las grandes verdades de la existencia. Pero no ocurriría esta vez. Para la próxima será. Asentimos en silencio.

Los escritores disculparon su tardanza –tuvieron un compromiso previo- y ahora estaban aquí para compartir lo suyo. Sin embargo, fue para bien. Presentaron el libro: Los límites del odio. Luego leyeron sus magníficos versos y finalmente sembraron las mesas de bosques de chelas que nos encargamos vertiginosamente de talar.

Conclusión de la noche: Se rompió la maldición de Tume –tarde, pero llegaron sus convocados- y para celebrar nuestro poderoso Director se ha lanzado ahora con una ambiciosa tarea cultural: Realizar la I Feria del Libro de Piura donde Poesía de Miércoles tendrá el lugar principal: Alcanzar el papel (con poemas de David Novoa) ¡en los servicios higiénicos!

¡Qué viva la Poesía, carajoooo!

(Mejor dicho: que viva la Poesía, mierda)

FIN.

IMPORTANTE: El próximo MIÉRCOLES 21 de JULIO se perpetrará PERÚ DE MIÉRCOLES evento promovido con el Centro Peruano Americano EL CULTURAL. Habrá gratis BRINDIS CHELERO por fiestas patrias, testimonios poéticos, performance sonora de José Carlos Orrillo y su emsable musical y concierto de rock con Extraño Deseo. Con esta fiesta Poesía de Miércoles celebra su ininterrumpido medio año de recitales, conciertos, lecturas y locuras. ¡¡¡INVITADÍSIMOS!!!

Ver: 

marzo 27, 2012

No digas que no sé atrapar el viento / GLORIA MENDOZA BORDA

Encuentros Arguedianos        
Presentan

 

No digas que no sé atrapar el viento



Acto de reconocimiento 
a la poeta 

Gloria Mendoza Borda

  

Tributo poético

Julio Nelson - Armando Arteaga - Alexandra Tenorio
Ernesto Montero - Catalina Bustamante  - Ricardo Ayllón

 Expresión artística

Asunción Garnica y Anita Oré “El Dúo Altiplano”  - Julio Humala
 Jesús Palomino – Edith Ramos y los Jaukas  - Los Collazos 
 María Conislla -Margot Palomino

 Testimonio y poesía

Gloria Mendoza Borda

Miércoles 28 de marzo - 7:00 p.m.
Asociación Guadalupana - Av. Alfonso Ugarte 1398 - Esq. con Av. España
INGRESO LIBRE

marzo 24, 2012

EL ESTOICISMO DE LAS AÑORANZAS DESMEDIDAS / POR ISELLA CARRERA LAMADRID

El estoicismo de las añoranzas desmedidas

Por Isella Carrera Lamadrid


Las escuelas de identidad idiosincrática, carácter de pertenencia, aprehensión a las costumbres,  hegemonías ideológicas y convenciones culturales, lejos de ser fuerzas arraigadas motivacionales presentes, son rezagos de las grandes pérdidas que el siglo XXI y sus grandes avances han delimitado.
Si el carácter exclusivo y perpetuo de nuestra esencia permaneciera intacto en calidad de intocable, viviríamos en un mundo más idóneo.  De alguna manera el equilibrio de lo que fuimos, queremos y vamos a ser, tendría que poseer una relación lógica creciente, partiendo de lo rescatable, dejando atrás dogmas y paradigmas que evitan resurgir pero conservando de ellos, pilares necesarios que se conviertan durante el paso del tiempo, en ejes que nos recuerden para siempre, lo que somos.
Correlacionando utopías actuales con aspiraciones milagrosas, encontramos un grupo social cuya filosofía no se compagina con signos y sin embargo el ritmo constante que la rige, no se encuentra devorando su presente, de modo que el futuro deja de esperar. Estos son los beduinos o moradores del desierto, grupos sociales originarios de la península Arábiga, en el siglo VII  migraron al norte de África (Egipto, Argelia, Libia, Malí, Túnez) y hasta el día de hoy no se han visto seducidos por otro estilo de vida que no sea el suyo.  Tienen su propio idioma y profesan una lucha interna de ideales. Su estilo de vida puede ser simple o demasiado complejo, según la perspectiva con que se mire, pero su estoicismo fragua cualquier precepto.
 Este grupo social cruza en caravanas los desiertos, sin posesiones materiales, tan solo con elementos necesarios que le ayude a subsistir ante las inclemencias climáticas. Llevan consigo túnicas y ropa ligera que permite la circulación del aire y libertad de movimiento, mientras cruzan el desierto, e incluso idearon un manto de seda largo llamado Kibrs para soportar las bajas temperaturas. Viven en tiendas rectangulares hechas con tejido de pelo de camello o cabra, diseñados para enrollarse cuando debe entrar la brisa y cerrarse herméticamente durante la lluvia o tormentas de arena. Subsisten en base a la ganadería como lo hacia el hombre hace unos 10,000 años, migrando en búsqueda de agua y ganado.  Pareciera una realidad cuasi-fantasiosa pero estos nómadas puros y su salvaje libertad, aman no pertenecer a ninguna nación, no pagan impuestos, no necesitan luz eléctrica, subsisten,  procrean, perpetuán su religión y filosofía. Para ellos la lucha de clases, las estructuras y la política son parte de una realidad paralela que prefieren desconocer.  Es respetable que rescindan de cualquier obligación impuesta, mas aun cuando conservar su estilo de vida se ve amenazado a diario debido a las actuales restricciones gubernamentales que afectan directamente su estilo de vida migratorio tradicional; por esto, algunos de ellos, se han asentado al borde del desierto adaptándose a una vida sedentaria sin dejar de lado sus creencias y sus prácticas.
Ante tanto estoicismo, los beduinos y la práctica de la unívoca conformidad, demuestran al mundo exterior que la aprehensión de creencias, costumbres y el conservar una filosofía de vida, ya sea individual o colectiva es una salida simple para encarar un tiempo vertiginoso y desafiante que nos condiciona en muchos aspectos positivos la vida, pero también puede borrar huellas que deberían permanecer intactas e inmodificables. Arrellanarse ante el súbito tiempo que dura la vida y ser parte del movimiento de los días sin sentirse insatisfecho y dar la cara ante la búsqueda de la conformidad, que es la eterna variante en la vida del ser humano, es un punto muy válido.
Por eso debemos mantener todo impulso que mantenga en el tiempo nuestro acervo espiritual y cultural, y lo que nuestra historicidad evoca, solo así mantendremos la prueba sagrada de nuestra incólume existencia, misma que ha resistido todo tipo de falacias en el tiempo, pero que ha sido enriquecida por una esperanza sedimentada como resultado de lo que creemos y sentimos, que es lo que en realidad importa, sobretodo.
Pintura de Isella Carrera Lamadrid

marzo 21, 2012

PUMA / ANDRÉS ALENCASTRE GUTIERREZ (O "KILKU WARAKA")

Andrés Alencastre Gutierrez  (o Kilku Waraka)*


 De “Taki Parwa” a “Taki Ruru” / José María Arguedas
 
En un ensayo publicado en “Letras Peruanas” tratamos de demostrar que “Taki Parwa” (Flor de la canción” era la mejor obra poética quechua publicada durante la República.  En este libro se reveló un poeta nutrido más por la literatura folklórica que por las fuentes de la poesía escrita, porque Kilku Waraka (Andrés Alencastre) es, en verdad, ajeno a la poesía clásica castellana y europea en general y, desde luego , a la literatura contemporánea. (….) JMA.

Andrés Alencastre Gutierrez  (o Kilku  Waraka)*





PUMA

Phuyuq wawan uqe mici
phiña uywa rumi maki
urqullantan purishanki
rit´illanta k´umu k´umu

Phiña phiña qhawayniykiwan
phuyutaraq picharinki
cupaykita maywirispan
urqukunata mayt´urinki

C´awarkiska sunkhaykiwan
Intitaraq  llakllacinki
qalluykitaq sansaq puka
yawartaña llaqwarishan.

Apukunaq sumaq uywan
Inkakunaq yupaychanan,
yarqasqacu purishanki
aycatachu maskhashanki?.

Hamuy, ñuqa qarasqayki
kay sonquyta qhasurispa
qhasqoypatapi thallaykuy
llalliykunata ñit´iykuy

Qaqa hasp´iq silluykiwan
hank´uykunata watariy
hinaspataq puñuchiway
ama llaki muchunaypaq.


(Taki Parwa, 1955)



Puma

Gato gris hijo de las nubes,
bestia feroz, mano de piedra;
sólo por cerros tú caminas,
sólo entre la nieve agazapado.

Con tus miradas terribles
vas limpiando a las nubes
y removiendo tu gran cola
envuelves a las montañas.

Con tus barbas de cerda que espinas son
vas hiriendo al mismo sol
y tu lengua, brasa al vivo,
ya va lamiendo la sangre.

Bello animal de los dioses tutelares,
adorado por los Inkas;
tal vez hambriento caminas
quién sabe buscando carne?

Ven, yo te daré de comer
destrozando mi corazón
échate de bruces sobre mi pecho
y aplasta todas mis penas.

Con tus garras que las rocas arañan
amarra  todos mis nervios
y enseguida hazme dormir
para no sufrir pesares.

(Versión en castellano del poema quechua “Puma” del  propio Andrés  Alencastre Gutierrez 
(o Killku Waraka).


*De la Exposición de la Poesía cuzqueña contemporanea.  Selección y notas de Bertha Degrégori de Nieto y Luis Nieto.  Tomo I Cuzco, 1958.  Festival del libro cuzqueño.



marzo 20, 2012

Efraín Miranda: una poesía proto-andina como revelación de la realidad histórica / Armando Arteaga


Efraín Miranda: una poesía proto-andina como revelación de la realidad histórica *

Armando Arteaga
ITECA.  Instituto de la Tecnología y la Cultura Andina-Amazonía


La ubicuidad y la procedencia originaria de la poesía de Efraín Miranda Lujan se la han disputado con equidad dos regiones sureñas del país: Puno y Arequipa. Incluso sus poemas están antologados desde hace un buen tiempo, en “Antología de la Poesía Puneña” de Samuel Frisancho (1976), y en “La poesía de Arequipa en el Siglo XX” de Jorge Cornejo Polar (1990). Sin embargo, esta disquisición cultural en torno a Miranda no es solo por la prosapia de su originalidad, sino además por la prosperidad de la ocupación espacial de su experiencia literaria y por el lado vivencial de su prono “indigenismo”, siempre profusa esta experiencia hacia una visión tawantinsuyana, y siempre proteica hacia la protesta reveladora del mundo andino.
            En  realidad, el poeta Efraín Miranda Lujan nació en la hacienda Condoraqui, en la parte alta de Cojata, provincia de Huancané, en esa meseta altiplánica helada, pegada a la frontera de Bolivia, y modulada en una mixtura de colores, mística y tramontana. Es además el penúltimo hijo de una numerosa familia que pasó su niñez en Azángaro. Al respecto, Samuel Frisancho ha señalado que la infancia del poeta fue triste, severa y transcurrida en soledad, por lo que desde niño aprendió a habitar entre el sonido mágico de las zampoñas y las pictóricas imágenes de los paramos aimaras, entre las arengas de los ocasionales yanavicos y el movimiento juguetón de las vizcachas o, incluso, el paso solitario del respetado puma, mirando escenarios donde crece la queñua, el kishuar, la yareta, el ichu, el iro, la huailla, la kausilla, la kajlla, la altea y grandes variedades de cactus. Precisamente, en los parajes de Huancané y Azángaro donde pasó su niñez el poeta Efraín Miranda siempre se cosechan papas amargas, cañihua y cebada.  No son sitios sombríos ni áridos, al contrario, son lugares miríficos, llenos de sorpresas geológicas y de flores llenas de raros colores, que más tarde van aparecer telúricamente en su poesía.
            De niño, nuestro poeta, pasó jugando su soledad en los aposentos de los dos cementerios de Azángaro: uno nuevo y otro viejo. En ese entonces, el niño Miranda creía que los muertos eran gente que se las pasaba durmiendo toda la vida y por eso interrumpía esos sueños de sus vecinos eternos con su presencia infantil embarazosa y juguetona en esa vivencia pueblerina, impresionante y surrealista.  Esa primera influencia, dictada por la naturaleza de las cosas y la metafísica humana de su pueblo en Azángaro, lo conducirá a escribir posteriormente su primer poemario titulado Muerte Cercana (1952). Precisamente, en esta publicación se encuentra el poema “Cuando un niño…”, en donde el poeta evoca su infancia bajo la expresión de una pasión sombría, al interior de un cautiverio triste enclaustrado en los pesados y fríos muros de los años. 
            Lo mejor de este libro, que en lo personal me ha interesado, es el poema “Desgajo de unas pocas espigas…”, donde la naturaleza es la consejera sabia  de la expresión de las cosas, la madre que dicta la poesía terrenal.

La muerte es otro de los temas garbosos de Muerte Cercana. En tal sentido, es notable destacar el poema “Muerte”, pues en éste el yo poético se extasía en el desinteresado dilema de observar al mundo tornarse vacío, desimaginando la vida como una cosa donde el ser se debate en un forcejear entre lo foráneo y lo nativo, entre el mundo de lo interior y lo exterior:

Muerte

Muerte, lo sé, estás allí, atenta, vigilas.
Otras veces te presentabas como una cosa entre las cosas
y yo en silencio bebía las largas horas
que hasta ti llevaban.
Oh, si siempre te acercas a ese modo:
que mis honduras no me conmuevan
cuando tus superficies se muevan;
ocurre, entonces, que la voluntad ya no es mía
y al llamado de mis fuerzas, éstas huyen
como refugiadas en espanto;
los días vacilan sin unidad ni sentido,
el mundo se torna vacío.
como una gran casa habitada, en cuyo interior
nuestra locura instalará el interior,
y los árboles humanos que se desarraigan
caen como vestimentas sin dueños…
-si tú vieras su abandono y su miseria
regresarías conmovida, devolviendo al mundo
su corazón alegre y dulcificado
(Muerte Cercana: 1952)

Entre los poetas del 70, escuché hablar con mucho respeto del poeta Efraín Miranda a Cesáreo “Chacho” Martínez. Recuerdo exactamente una larga conversación con “Chacho” acerca de su poemario Choza (1978), cuando asistimos a la presentación del libro en Lima, y al cual se le asignó como siempre el silencio castrador del oficialismo literario limeño de entonces. Recuerdo, también, haberle llevado una carta para el poeta Efraín Miranda enviada por “Chacho” Martínez en un viaje que realice hacia Arequipa, me parece,  en el mismo diciembre de 1978, con dirección de Yanahuara. Fue a través de este oficio de “cartero” que empecé a atesorar muy de cerca su poesía y a estimar el pensamiento del causalismo que ocupa parte de su preocupación filosófica dentro de su poética. En tal sentido, la poesía de Efraín Miranda casi siempre es una observación de la explicación racional sobre los objetos, donde se trata de averiguar la verdad de las cosas, expresando directamente la búsqueda de la vida sencilla, tal como pensaba Thoreau: "la búsqueda de la vida sencilla, libre, magnánima y dialéctica".

Por todo esto, me llamó mucho la atención revisar la revista “Catarsis” N- 4 (Julio 1981, Puno), y encontrarme con una entrevista realizada por el poeta puneño Boris Espezúa Salmón a Efraín Miranda. Lo sorprendente y lúcido de esta entrevista, es que allí se muestra una parte en síntesis del pensamiento y la propuesta poética de Efraín Miranda:

Boris Espezúa: Ernesto More en su libro polémico “Choza” dice, que su poesía no es indigenista, que sus poemas son indios, y Ud. es un legítimo indio. En esta dualidad indio-indigenista, ¿Qué clase de indio es Ud. sin pertenecer al indigenismo?
Efraín Miranda: Se piensa que las razones tienen forma y fondo de expresar su arte; los negros expresan su opresión y forman su propia cultura.  Ser indio no es una cosa tajante, extrema, como creen otros; yo he nacido en el campo, he vivido allí y lo que conceptúa uno es de indio, pero siendo indio no puedo ser indigenista, es determinante.  Cuando llevé Choza a Ernesto More, él me dijo que era una revelación, que mi trabajo se centraba en una temática aún poco explorada a diferencia de otros poemarios. Mi poesía tiene realidad histórica, biológica, etc. La poesía del oprimido tiene que ser integral.
Boris Espezúa: ¿Qué expresa para Ud. la poesía? ¿Es un hecho social, consubstancial al hombre o es una necesidad interior?
Efraín Miranda: El arte está normado, entonces, creo que expresa, un hecho social.  Todo el mundo quiere ejercitar su hegemonía, ¡cómo el sirviente va a escribir igual que el patrón!. Existe poesía patronal y otra que expresa la angustia, el dolor, la lucha del hombre. Es el impacto del oprimido contra el patrón, en efectos históricos que después tiene su concientización. Uno transitando en poesía no se siente tan bien, piensa que uno ha podido ser más que poeta, más aún en el sentido económico, puesto que la comodidad en quien sea sigue siendo un anhelo. Para mí más lo fue antes, ahora continúo escribiendo porque esa era mi vocación más recóndita, y considero que a la larga tiene recompensas más satisfactorias.
Boris Espezúa: Entonces la poesía es un acto solitario, pero intensamente comprometido con el tiempo y la realidad, aunque sea a veces socialmente relegado.  ¿Cómo  ubica Ud.  su quehacer poético en este contexto?, ¿por qué sigue siendo un ilustre desconocido para el gran público que ha poemado?.
Efraín Miranda: Mientras patrones controlen la radio, la televisión, los diferentes medios de comunicación, no sé podrá llegar al fondo de los receptores que quisiéramos llegar.  Por eso el patrón abre sus puertas a la poesía que exprese sus intereses; cuando ve que es poesía del sirviente le niega vivir en su casa, quiere que la literatura sea desconocida.  Por eso mis poemas  no se conocen suficientemente.  Creo con respecto al quehacer poético que la predisposición que uno tenga para el arte, debe desarrollarlo constantemente; uno tiene que llegar al pueblo, buscando una temática.  Picasso decía: “Hay que sacrificar lo superfluo por lo profundo”.
(Espezúa, Puno, 1981). 
           
El poemario Choza (1978), es una apertura de voces múltiples, es la poesía de los ofendidos, de los humillados, de los “condenados de la tierra” que refería Franz Fannon: “la descolonización que se propone cambiar el orden del mundo es, como se ve, un programa de desorden absoluto. Sin tener en cuenta, el conducente artificio de los conceptos recurrentes de la sociología, la antropología, o alguna otra ciencia social, sino solo el desasir de la poesía. De ahí que la palabra como instrumento social y humano es la libertad del hablar directo a través de una estética pura o a través de una propia irracionalidad que trae el traslúcido deslumbramiento del significado de las palabras. En todo caso, se trata de silenciar el infortunio de las heridas narcisistas que nos ha otorgado la historia social a cada uno de nuestros pueblos y a cada uno de nosotros como seres sociales, ciudadanos perdidos en el llano de la vida.
            Rastrear en este poema CY de Choza (Lima, 1978) nos lleva a descubrir todo un acontecimiento de la cabaña humana, o cueva platónica donde la vida es una cadencia, un escarnio o un disgusto humano, pero siempre llena de belleza y esperanza, donde renace la espontánea naturalidad de las cosas; y, en lo biológico surge siempre esa expectativa del libre albedrío de la vida:

CY

A ella, el varón, también le ayuda
a sostener las tetas.
Las pieles se estiran y contraen.
La actividad sale de la choza,
desasiste a la Madre Tierra           
y, sin desvanecerse, penetra en el núcleo solar.

Separados los cuerpos, regresa el Padre Sol,
en forma de luz, y guía a los mensajeros zoospermos,
agitando sus núcleos, para el lumen vaginal.
Van, transportando centriolas y condriosomas,
corren, por las atracciones ovulares,
compiten, portando alimentos y reglas,
avanzan, revibrando, propulsados por el filamento axial.

Sin público, cronometristas, ni jueces
el triunfante, rompe la cinta, y es ingresado
e internado a trabajos de esfuerzo perpetuo.

Las mujeres dicen que será mujercita,
los hombres  dicen que será hombrecito.

Sea lo que sea, acatará soberanía Terreno-Solar.

Aunque no se puede aplicar ningún parámetro occidental para estudiar esta poesía congénita de las raíces mismas del ser telúrico peruano, la poesía de Efraín Miranda viene de esa sabiduría  del congénere mismo del discurso poético de Juan Wallparrimachi Maita, Celso Medina, Mosoh Marka, Kilko Waraka, de Juan Ruíz Ruíz, y de otras voces que provienen a su vez del telúrico paisaje de Vallejo; rabiosamente pregonero, con esa lírica campesina de Mario Florián, y del orgullo aymara de Dante Nava.
            
La poesía de Efraín Miranda también vislumbró con el tema de las migraciones andinas a las ciudades de la costa. Un ejemplo de esto lo observamos en el poema QJ, donde los individuos  están hacinados en “ghettos urbanos”, y son además referidos como "trogloditas urbanos" que habitan en edificios “ratoneras” de cemento, hormigón y hierro. Por consiguiente, Efraín Miranda, al ser un observador de la soledad humana en estas urbes, es también un poeta que aborda los problemas de la postmodernidad. Por todo esto, se espera que la justicia llegue y pueda revalorarse con mayor plenitud la poesía estupenda  de Efraín Miranda. 


Del libro: ¡Soi indio! Estudios sobre la poesía de Efraín Miranda. Gonzalo Espino, Mauro Mamani, y Guissela Gonzales Editores.

*Coloquio Internacional de Poesía: Efraín Miranda, más allá de los márgenes y los silenciamientos, organizado por el Instituto de Investigaciones Humanísticas y el Departamento de Literatura de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. (22 al 24 de octubre de 2008).

marzo 14, 2012

LA OBSESIÓN DE MARX / ISELLA CARRERA LAMADRID

La Obsesión de Marx / Isella Carrera Lamadrid

Creo en Marx, y en las obsesiones que no se debilitan a medida del tiempo, sino que se convierten en resolutas realidades. Este 14 de marzo, se cumplen 129 años de la muerte de Karl Marx, y me placería escarbar en sus grandes aportes políticos, sociales y económicos, pero resulta menos ecuánime, y por demás delatador, hablar sobre uno de los aspectos de su vida, menos trastocados: su esposa, Jenny von Westphalen.
Los intelectos acorazados y nebulosos, suelen resultar decepcionantes, cuando se trata de hacer comparaciones ligeras, porque se abre una brecha larga e inalcanzable, pero en Marx podemos encontrar una genialidad menos utópica y más humana. Con él, no se siente esa brecha, y no sólo debido a que su ideología pudiera ser la más aterrizada de nuestra época sino también porque nunca se apegó a la comunión inútil y sofisticada de elegir qué sentir y colocarlo por encima de todo.
Nadie podría haber predicho la relación amorosa que Karl Marx y Jenny von Westphalen sostendrían. Ella, perteneciente a la aristocracia prusiana y él, un ferviente activista, cuya obsesión aun no estaba perfilada, hasta que se evocara de manera súbita el día que la conoció.
Podría considerarse fatuo pensar, que la mayor obsesión de Marx no haya partido de la gran crisis del capitalismo, sino muchos años atrás, en su infancia, cuando conociera a Jenny; antes de darse cuenta que  la magnificente fascinación mutua que sentirían el uno por el otro, trastocaría sus vidas. Claramente un tipo muy distinto de obsesión, que bien podría llamarse amor, pero se desvirtuaría sutilmente.

Y es que mientras ese sentimiento relucía, se acrecentaba (si pudiera más), él, podía escribir las más poderosas obras de todos los tiempos. Cómo no llamar obsesión, al sentimiento de pertenencia que subsiste toda una vida, que lo soporta todo, porque ni el destierro más largo, ni el hambre más apremiante, flagelos por los que pasaron durante su vida, pudo separar dos mundos distintos, enteramente impresionables.
Existió, después de todo, un cambio revolucionario para Marx, a nivel personal, menos mediático, más intrínseco, que claramente se convirtió en su más sublime y poderosa obsesión.
(Extracto- Carta de Karl Marx a Jenny von Westphalen)
21 de junio de 1856
Querida mía:
De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora, comprendo por qué perfectamente, y por qué hasta las “lóbregas madonnas”, las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y “dulce” rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión de que mi vista, por muy descuidada que esté por la luz del quinqué y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad.
Es que esa variedad que nos impone la enseñanza y la conducta moderna y esa expectatividad que nos hace poner en duda todas las sensaciones objetivas y subjetivas, sólo sirve y existe para hacernos ruines, débiles, burgueses e indecisos. No obstante, no es el amor de Feuerbach, ni el amor al proletariado, sino el amor a la amante, a ti, el que hace al hombre de nuevo hombre, en el completo sentido de la palabra. […] Te sonreirás, querida mía, y te preguntarás por qué estoy tan retórico. Pero si yo pudiera apretar tu tierno y limpio corazón al mío, me callaría y no pronunciaría ni una palabra
Tu, Carlos.

LA CASA QUE ME COMPRÓ "GABO" / ELOY JÁUREGUI

LA CASA QUE ME COMPRÓ "GABO" / ELOY JÁUREGUI

La pequeña librería del viejo quedaba frente a la puerta principal de la casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y a la vera del Parque Universitario. Mi padre era librero de cabotaje, con mangas y quevedos. Sabio en filosofía, alquimia y entuertos poéticos. Las ganancias de la librería dejaban para la vida frugal y poco estridente de la familia. Una casa alquilada desde el oncenio de Odría en esa villa de Surquillo con vista al mal luego de que el viejo perdiera la antigua finca por esas arritmias del juego y la mirada de una china. En las tardes del verano, el sol caía directamente sobre los libros recién editados otorgándoles un brillo especial a títulos y autores. Mi padre era un hombre de un rictus tieso pero que en el fondo era amable y querendón.







Eloy Jáuregui

Tu mala canallada

Los que lo conocían, jóvenes y viejos escritores a quien él fomentaba su pasión por los libros, le confesaban más sus ensueños que sus penurias estando yo presente y si apenas llegaba a los 10 años. Mi padre, sin proponérselo, me contagió el apego por la creación poética y la liturgia libresca. Él mismo decía que a los libros había que quererlos como a las mujeres había que amarlas. Yo casi apenas entendía esa diferencia. Un día sí y el otro tal vez, mi padre me dejaba a cargo de la librería y se iba con poetas y narradores a conversar sobre utopías e indemnizaciones en los bares de por medio, el Palermo, el Chino-Chino, la Comisaría o La Llegada. Luego, embellecido por la alquimia de las cervezas, regresaba por la noche recitando a Mallarme o Pavese y, a paso de milongas silentes, regresábamos a casa en el tranvía Lima-Chorrillos y yo tomado de su mano.

En mayo de 1967 en Buenos Aires se imprimió LA PRIMERA edición de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez bajo el sello de la editorial Sudamericana con un tiraje inicial de 8.000 ejemplares. El realismo mágico del libro lo convirtió esa vez en todo un suceso en ventas. Así, llegó a Lima y el efecto fue similar en librerías que las habían y por decenas. Mi padre una noche regresó a casa gritando: “Se me presentó la virgen”. Ese día había vendido los 20 primeros ejemplares de la novela de “El Gabo” y el viejo local recuperó el fulgor malva del éxito. Un año más tarde, papá regresó igual de eufórico. “Ya tenemos casa propia” gritó al entrar. Cierto, gracias a García Márquez nos mudamos al flamante departamento del moderno edificio de la Residencia San Felipe. El libro se siguió vendiendo como pan caliente y hasta la fecha va por más de 30 millones de ejemplares y ha sido traducido a 35 idiomas. Eran los días que gracias a la descomunal venta del bendito libro mi padre le pudo hacer su ‘quinceañero’ a mi hermana mayor que ya tenía 18 años y obsequiarle una licuadora de 6 velocidades a mi madre. García Márquez, cierto, había cambiado el nervio alimenticio de la tripa familiar y yo pude estudiar inglés en el ICPNA.

No obstante, a pesar de su tropical refresco a las letras castellanas, de su ejemplar rigor periodístico, García Márquez siempre fue un personaje ajeno a las ansiedades literarias de los peruanos que ingresamos a un espiral de radicalismo ideológicos que ya tenía muertos ilustres como el poeta Javier Heraud como símbolo del guerrillerismo castrista y Luis De La Puente Uceda, del MIR, un ex aprista decente que rompió con el añoso partido de Haya de la Torre para irse al monte y morir aferrado a la ideología fresca del MIR. Y en esos años, aún antes de ser premios Nobel de literatura, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa eran amigos íntimos. Aún sin ese celoso puñetazo vargallosiano en su ojo tumefacto que “El Gabo” hizo quedar para la posteridad gracias a la foto que se hizo tomar por el Colombiano Rodrigo Moya en México el 14 de febrero de 1976, eran amigos entrañables. Aún sin presagiar que una mañana limeña de invierno asaltada por las resolanas de las venturas, cuando invitados por la Universidad Nacional de Ingeniería, tomaron posesión del auditorio principal y desnudaron sus demonios ante el “interrogatorio público” a la que fueron invitados. García Márquez era para los escritores peruanos un personaje, todavía, de exótica escritura. El diálogo no tuvo gran difusión en la prensa y más bien pareció una aburrida conferencia académica. Cierto, parece que a García Márquez no le agradó esa indiferencia de sus pares peruanos que no regresó jamás por estas vides.

De aquel encuentro entre los dos exitosos novelistas, el poeta Armando Arteaga recuerda: “Yo era estudiante de la academia Acuni. Estaba en el colegio todavía y me preparaba para ingresar a la UNI. Esa mañana el arquitecto Luis “Cartucho” Miró Quesada los presentó, también estaba Santiago “Santy” Agurto Calvo. García Márquez era muy parecido al poeta Elqui Burgos. Vargas Llosa era muy admirado por todos nosotros en ese entonces por estar a favor de la revolución cubana. Entre los asistentes recuerdo haber visto a Paco Bendezú, a Dalmacia Samohod, a José Miguel Oviedo. Recuerdo haberme sentado casi al lado del poeta César Calvo y el hijo de poeta cajamarquino Oscar Imaña, un barbudo que todas las tardes tomaba su café en el Tivolí”. Jorge Pimentel, aquella vez, comandó una caravana que partió desde el mítico bar “Palermo” y hasta la UNI. La poeta Rosina Valcárcel también asistió a ese tour de forcé por la llegada de ese “raro” Colombiano pero fue un acontecimiento poco feliz porque García Márquez podía ser un espécimen del Caribe Colombiano pero no era poeta rotundo, como lo imaginaban muchos.

Existen hasta dos ediciones en libro de este encuentro. LA PRIMERA editada por la UNI del mismo 1967 y la segunda “La novela en América Latina: Dialogo” que es de 1991 auspiciada por Extebandes con diseño de Víctor Escalante, fotos de Carlos Chino Domínguez y un prólogo del novelista José Antonio Bravo. Amen, existe una fotografía de esa ocasión publicada gracias a Fernando Caller Salas de la Dirección de Bienestar Universitario de la UNI donde aparecen en la oficina del Rectorado de la UNI, de izquierda a derecha, trago en mano y de estricto traje oscuro, Gabriel García Márquez, el Rector Santiago Agurto Calvo, el Decano de Arquitectura Luis “Cartucho” Miró Quesada Garland y Mario Vargas Llosa. José Antonio Bravo recuerda que a la pregunta de Vargas Llosa de cómo era esa vaina de que Remedios la Bella se vaya volando al cielo, él dijo que esa era la realidad real de los imaginarios de los pueblos de ese lugar y contra esa mágica verdad no había cura.

Así, García Márquez es controversial y está bien. Así sigue siendo ejemplo de constancia y honradez. Por ello lo recuerdo con cariño a sus 85 años con esta cita de su nacimiento y no de su muerte literaria: “Fue así y allí donde nació el primero de siete varones y cuatro mujeres, el domingo 6 de marzo de 1927, a las nueve de la mañana y con un aguacero torrencial fuera de estación, mientras el cielo de Tauro se alzaba en el horizonte. Estaba a punto de ser estrangulado por el cordón umbilical, pues la partera de la familia, Santos Villero, perdió el dominio de su arte en el peor momento. Pero más aún lo perdió la tía Francisca, que corrió hasta la puerta de la calle dando alaridos de incendio: --¡Varón! ¡Varón! –Y enseguida como tocando a rebato--: ¡Ron, que se ahoga! [El nacimiento del Gabo] en “Vivir para contarla”.

Ver: La Primera, Domingo 11 de marzo del 2012

marzo 09, 2012

BETHOVEN MEDINA Y LA ODISEA DE LA IMAGINACIÓN POÉTICA RENACENTISTA/ ARMANDO ARTEAGA


BETHOVEN MEDINA Y LA ODISEA DE LA IMAGINACIÓN POÉTICA RENACENTISTA
Por Armando Arteaga *

Armando Arteaga y Bethoven Medina.

A los griegos les debemos muchas verdades, muchas cosas fundamentales que conocemos del universo y del hombre.  De la poesía, los griegos, superaron el Beowulf inglés (ese poema épico y viejo) donde la pugna se confronta entre las fuerzas de lo sobrehumano y el hombre (“ser racional”).

El “universo confrontacional”  del Beowulf es más limitado y más silvestre que el que nos presenta Homero en sus dos grandes obras: La Iliada y La Odisea.  Homero es el poeta más virtuoso de toda la poesía universal, la inspiración y la razón caminaron de la mano en La Iliada y en La Odisea, logrando grandes resultados poéticos con recursos de sencillez literaria. Homero narra lo que “ve” (es un decir) y lo que “oye” (es otro decir), comunica con naturalidad los sucesos más inverosímiles; lo que dicen y las acciones que realizan los personajes de Homero: resultan cosas tan naturales por momentos, dándole al lector una información directa y análoga.  El suceso heroico y la palabra elocuente son de una unidad literaria permanente.

Homero es un poeta de la guerra en La Ilíada, Homero no juzga la guerra, exalta los triunfos y los infortunios, cantándole a la energía y a la fuerza humana. Homero –en cambio-  describe en La Odisea las aventuras que le suceden a Ulises, entre otras cosas, durante su impresionante regreso a la patria.  La Odisea es un viaje de cierta desventura para Ulises con un final casi feliz.  La Ilíada apuesta por lo trágico, en cambio La Odisea desarrolla lo novelesco.

Ulises es un personaje de todas las culturas y sociedades épicas, quien tiene que vencer todas las adversidades, su esposa Penélope, su hijo Telémaco, aguardan la desesperanza del regreso del héroe.  El triunfo de Homero es la apertura hacia un nuevo tipo de modernidad, donde los hombres y los dioses entremezclados plantean  preocupaciones sociales y responden a estímulos análogos.

Los dioses, los verdaderos dioses, descendidos a la vivencia “solemne” por el poeta, se acercan casi siempre a la conducta de los hombres (escapando a la coacción de la especie) participan de sus pasiones y de sus desaciertos, en las limitaciones de la vida terrena. A Ulises le tocó mucho navegar en la imaginación de los lectores de La Odisea: de los siete mares, de las siete islas, de los siete países, cabalísticamente divagando en los profanos destinos impuestos por el poeta.

La imaginación “renacentista” de la cultura colonial española, descubrimos ahora, no fue un burdo trasplante de Europa, ni obra de fusión ingenua:   entre las  cosas “europeas”  y las cosas “indígenas”. La fusión cultural  es ubicua.  Lo importante y lo ostensible que impulsó el modelo europeo, en lo cotidiano y en lo domestico, conservó muchas tradiciones autóctonas.  No todo es fusión, desde luego, “mundos” históricos del “legado indio” dejaron estupefactos a los pensadores del racionalismo europeo de entonces, aunque medieval y cristiano, tenía sus atisbos de humanismo, no todo era barbarie de vándalos empobrecidos, aventureros y ambiciosos por fortuna y fama, algo de esa “ilustración soldadesca”: nos sirve ahora para entender procesos de integración.

Sino, como explicarnos la “imaginación” cultural y literaria de la “Miscelánea Antártica” (escrita entre 1576 y 1586,  permaneció inédita hasta el siglo XIX), de Miguel Cabello de Balboa, un jesuita inteligente;  y “La Crónica Moralizadora” (1638), del historiador agustino Antonio de la Calancha. Ambas obras nos sirven ahora para visualizar este alucinante encuentro entre “lo nativo” y “lo foráneo”.

Los españoles realizaron alucinantes recorridos marítimos, pero también los pueblos yungas de la costa desértica peruana (que paradójicamente recepcionaron las primeras llegadas de estos raros “viracochas”) estaban acostumbrados a la persistente navegación y al intercambio con otros pueblos caribeños.
Los Chimús poseían desde tiempos antiquísimos embarcaciones marítimas alucinantes que causaron el asombro entre los españoles.  Toda la fantasía histórica que estos habían recibido del imaginario naval de las grandes migraciones fenicias no pudieron delimitar su cordura.

No en vano, Hermann Leicht, en “Arte y cultura  preincaicos / un milenio de imperio chimú” ( Madrid, 1963) en su especializado estudio, descifra la palabra “skeptron”  que significa “cetro” del griego, para explicar el concepto de la actitud de la persona que hace girar el barco, compuesta de las silabas “skep” = barco, y “tar”= girar.  El hombre que empuña el timón es el más importante de la tripulación, el que conserva “el cetro” de este “arte de navegar”.  Ulises es pues ese mito, el que posee el cetro, ese mito europeo del hombre que viaja, vence todas las dificultades posibles y al final regresa a la patria.  Es el constructor de una nueva época.
Ese mito, esa visión, está en Balboa y en Calancha.  Naylamp viene del mar para fundar nuevas tierras, se une al mito de Viracocha, de señores venidos muy lejanos de las aguas del mar.  Este mestizaje cultural en la  fantasía nueva americana fue dando una nueva manera de convivencia humana, de vida interior en los seres nuevos. 

El mito de Taykanamo, muy similar a la Leyenda de Naylamp, se lo atribuye el historiador piurano Reynaldo Moya a Carlos Marcelo Corne, fundador del seminario de Trujillo: la llegada a las costas de Pacasmayo de este personaje llamado Taykanamo, que se asentó en el valle de Chimor, y lo conquistó.  Construyó, bajo su influencia política,  posiblemente Pacatnamú, Chan-Chan, entre otras ciudadelas de barro y adobes.  En realidad, Taykanamo es Chimor Capac, fundador de la dinastía que gobernó la región Chimor o Chimú.

Ulises y Taykanamo en altamar.

Para entrar en el viaje de “Ulises y Taykanamo en altamar”, el poeta Bethoven Medina desarrolla dos poemas para definir el perfil histórico de nuestros dos personajes en acción: “Antecedente Taykanamo” y “Cantata a Ulises y a Taykanamo”.  De allí va a empezar su potestad poética, su discurso: frente al mar, a la mar, su entusiasmo por el navío, y el descubrimiento y la memoria por ciertos personajes de la mitología griega e indígena, y el mundo lúgubre de los navegantes: Penélope, Corona Boreal, Princesa Chimú, y Ave Fénix.  El poeta tiene licencia para interpretar la historia desde su propia manera de mirar el pasado, el presente y porqué no: el futuro.

Lo fascinante del libro “Ulises y Taykanamo en altamar” del poeta Bethoven Medina es el enredo histórico, rebuscando por momentos a Homero, tiene la fascinación por detenerse en la mirada del pensamiento “renacentista” que también inspiraron a Balboa y a Calancha, pero también,  para contrastar “la realidad poética”  con “la realidad misma actual”  de las “ruinas históricas”.

Cuenta Balboa, que en el primer viaje de exploración que realizo Ruiz, el audaz y experto piloto de Pizarro, en 1526, al divisar sorprendido una curiosa nave india en el Mar Pacifico.  Esa “balsa” rustica tenía un timón, y un hombre la conducía, que le daba estabilidad a la embarcación.  Este “suceso de encuentro” sorprende tanto a Ruiz, como los actuales “caballitos de totora” de Huanchaco a nuestro poeta Bethoven Medina manipulados por los pescadores actuales. Sorprende el triunfo de la “técnica creativa” al perdurar su propio uso, sorprende la destreza, la habilidad para manejar con “técnica” tal artefacto nativo.

Importa aquí,  citar a Oswald Spengler, quien en su libro “El hombre y la técnica” descubre la tragedia del hombre que comienza a entender que la naturaleza es más fuerte que él: “La lucha contra la naturaleza es una lucha sin esperanza; y, sin embargo, el hombre la lleva hasta el final”. Homero nos dice casi lo mismo con el final de La Odisea. El hombre cree que siempre al final triunfará sobre la naturaleza, pero esa es ya una vieja utopía renacentista.

Un naturalista como fue Paul Rivet, en su libro “los orígenes del hombre americano”, nos ayuda a comprender mejor esta inquietud poética desarrollada por Bethoven Medina.  Los antiguos peruanos, navegaron duro, por eso Rivet nos recuerda la construcción de una “balsa” para la intensificación de tráfico marítimo, una nueva polución humana por el mundo. La “balsa” de la costa peruana, según Girolamo Benzoni en “La historia del Mundo Nuovo” (Venezia, 1572) es un dibujo fiel de este sueño imaginativo  y renacentista: la nueva dinámica. Se habla de una tradición de los mangarevienses, citada por F.W. Chrístian (“Early Maori migrations as evidenced by physical geografhy and language”. 1923): “Los mangarevieses conservan la tradición de un jefe llamado Tupa, un hombre rojo, que vino del Este con una flota de embarcaciones de tipo no-polinésico, en forma de balsas”.  Esta descripción evoca la tradición de la expedición de Túpac-Yupanqui, personaje histórico que Bethoven Medina indica como líder de una época nefasta:

“Años después,
Del sur
Vinieron los huestes de Túpac Yupanqui
y a los Chimúes nos doblegaron.
Ahora, superados los siglos,
Yo, Taykanamo simbolizado por el hombre
común,
             sobrevivo en la estirpe de pescadores
y, majestuoso,
                          navego el mar
en mi brioso caballito de totora.

Ya lo dijo O. Spengler: “El hombre se ha hecho hombre por la mano.  La mano es un arma sin igual en el mundo de la vida movediza”. Navegar por los mares fue la técnica más sublime y sofisticada del pensamiento renacentista, como hoy es volar.  Volar como los pájaros –todavía-. No podemos volar como los pájaros. Pero, el poeta sí puede volar con su imaginación.

Y esto es lo que ha realizado Bethoven Medina con este libro, imaginar muchas cosas de la historia; haciendo viajar en líneas paralelas a Ulises y a Taykanomo.  Para seguir “volando” tenemos que usar todos los recursos de “lo tecnológico”, pero nos recuerda Bethoven Medina, que sin poesía no hay vida, ni triunfos.  Por eso, el poeta observa con nostalgia la destrucción del mar por agentes culturales externos,  y llama con nombre propio a las diversas especies marinas del mar y el litoral peruano, con aproximación casi científica a el plancton, el bemtos y el necton, espacios  naturales  donde pululan habitantes también vivientes, pero también desde la expresión familiar y popular como los pescadores llaman a algunas especies locales: cachemas, bagres, spondylus.

Bethoven Medina en este hermoso libro de poesía acerca de Ulises y Taykanamo, ha tomado en mano todas las herramientas que le brinda la historia y la memoria del hombre para hacernos volver la mirada hacia el mar y hacia el pasado.  Todavía vivimos una “sociología del renacimiento” para recordar a Alfred von Martín: “sin peligro no se hace nada grande”, adagio que nos revela el interés social por cierta mitología marítima que afiebró la imaginación renacentista. Aunque todavía estamos entrampados en algunos  paradigmas truculentos de la historia medieval, la poesía no.  La poesía puede ser la “balsa”  de cierto aprendizaje de búsqueda de un nuevo renacimiento, que por ahora no sabemos hacia dónde podría ir. El plano geométrico-cartográfico del mar: se acabó, no hubo infierno.  Bethoven Medina dixi:

El silencio en altamar
La patria en pie
El puerto
                 El faro
                             La Esperanza
Meciéndose en antigua Grecia
Y en cualquier país del mundo.

Todos somos indios, griegos, Ulises, Taykanamo, en cualquier parte del mundo, amenazados por la destrucción del mar.  Volvamos la mirada al mar, puede ser algo decisivo para salvarnos. Volvamos al mar, aunque esto sea una locura, y ese regreso no es “locura” en la historia del hombre, busquemos un humanismo renacentista, una forma de vida natural que evite la bancarrota de la humanidad.  Renacer de las cenizas, no es hoy un mito, a pesar de todo lo recorrido.  Navegamos, en las tangibles provincias de cierta modernidad, respetemos lo sabio de la tradición, ese es el reproche que nos hace el poeta Bethoven Medina: indaguemos por una nueva sociología histórica de un renacimiento cultural distinto.

* Presentación del libro “Ulises y Taykanamo en altamar” del poeta Bethoven Medina en la Feria Internacional del Libro en Trujillo (01-12/ 03/ 2012).