enero 30, 2007

SI SE HA DE ESCRIBIR CORRECTAMENTE POESÍA/ ENRIQUE LINH

SI SE HA DE ESCRIBIR CORRECTAMENTE POESÌA
ENRIQUE LINH


Si se ha de escribir correctamente poesìa
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius
permanece en la sala que se llena de tango.
Salvo las honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.
Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.
Se juega al ajedrezcon las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.
Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por las que vamos tirando.
Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero,
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.

ANTOLOGIA DE LA POESÌA LATINOAMERICANA (1).

enero 24, 2007

MELODÍAS PARA REFLEXIONAR/ MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS

MELODÍAS PARA REFLEXIONAR
Dr. Manuel Velásquez Rojas[i].



En Huari, Ancash: Armando Arteaga y Manuel Valàsquez Rojas (poeta y maestro universitario, autor de esta reflexiòn crìtica sobre la poesia de Ricardo Falla, poeta del grupo Gleba y de la Generaciòn del 70).

El libro Interludios de Ricardo Falla Barreda es un poemario de espacios culturales. En el pasado tiempo, los seres humanos escogían, de los numeros santos que moran en el cielo, algunos para venerarlos en su capilla particular. Hogaño, dicha religiosa costumbre, ha sido reemplazada por otra laica y terrenal. Me explico: algunos poetas, es el caso de nuestro amigo Ricardo Falla, necesitan dar a conocer las individualidades creadoras que admiran, y que, por la recurrencia en la vida de los poetas, realmente, han pasado a la categoría de amigos. Cuando este hecho singular, creo yo, que se expresa el sentimiento de iconofilia, valga este neologismo inventado por mí, para significar que nuestro iconos son camaradas inseparables de nuestra existencia. Los iconos que llenan los espacios culturales de los poemas de Ricardo Falla, pertenecen a la historia, la literatura, la música y a la ficción. Ahora, permitidme una breve digresión o un flash back existencial. Ricardo Falla en sus orígenes literarios, era parte de un grupo de poetas que caracterizaron su poética con una temática realista, popular y urbana (la ciudad de Lima creció con sus versos), y establecieron, además, las formas coloquiales, y los versos de largo aliento. Es cierto que estas características los hicieron distintos, y ahora ya no distantes de la generación que los precedió, la de los años 50. Este grupo poetas, nuevo y novedoso, nació con el nombre de Gleba, quizá haciendo honor a un poema, con el mismo título, de César Vallejo; la historia del grupo continúa, más tarde se proclamaron Nueva Humanidad y, finalmente, con ausencias calladas y opositores activos, se llegó a Hora Zero, este último calificativo con mayor ruido mediático. A este conjunto de poetas, unidos por el tiempo pero distintos en sus creaciones individuales, se les llama la Generación del 70. Ricardo Falla es un de los ganfaloneros de esta generación, por su vocación y condiciones de liderazgo poético, que más tarde se rearfirmará con la publicación de su primer poemario titulado Pequeña historia de conciencia (Lima, 1971), luego vino su polémico Contra viento y marea (Lima, 1973), y los poemarios de madurez Mi Capital, con prólogo consagratorio del poeta Alejandro Romualdo 1979, y Poesía abierta, editada en 1982.
De un primer registro de manifestaciones formales, podemos afirmar: de los postulados de la poética de la Generación del 70, Ricardo Falla conserva el coloquialismo, pero ahora no es la conversación que una tradicional calle de Lima se puede escuchar. No. Ahora es un diálogo con los iconos preferidos por Ricardo Falla. Coloquio que recrea un espacio cultural para el icono y su trascendencia. Se conoce que todo poema ofrece un hablante lírico que es el que modula los versos, es decir es un yo especial solo existente en el poema. Cuando se trata de un poema conversacional, el yo especial pregunta, acepta respuestas y reflexiona sobre los temas planteados. Es un yo y a la vez un tu. Estimo que estas consideraciones iniciales posibilitan y son las necesarias para una aproximación de crítica literaria a los poemas de este libro sustancioso y sustantivo. Exploremos algunos poemas cuyos espacios están ocupados por personas culturales.
El poema Epístola a Amarilis con un fraseo hermoso y a la vez inquisitivo, nos da a conocer las inquietudes de un yo poético que admira a la poetisa del siglo XVII, que se le recuerda, precisamente, por su Epístola a Belardo, que, como todos saben, fue dirigida a Lope de Vega, y en la que esta monja de clausura le declara su amor platónico y le pide que eleve sus versos en elogio de Santa Dorotea. Esta poetisa ha concitado interrogaciones a todos los estudiosos de la literatura peruana que, han pretendido, en hipótesis aventuradas, determinar su nombre, linaje y trayectoria vital. Ricardo Falla en verso sutil y preciso la llama “poetisa de la incógnita”, y luego de platicar largamente con ella, le reclama que devele sus misterios, y le dice así: “Pero tu como idilio eterno/ danos el lugar exacto por donde asciende el aire/ en esta imagen/ en esta tierra/ en el tiempo esculpido por la luz/ y así sabremos como eras/ y como fuiste en la tierra y en la frente”.
Un tema recurrente, en el periplo poético de Ricardo Falla, es reclamar la justicia entre la sociedad humana. Noble empreño que valoramos más, cuando más injusta es la sociedad en que vivimos. Por eso su poema En el espacio Quijotal – para mi sentir – es uno de los poemas más logrados estéticamente, porque ha unido en armonía feliz su inquietud de identidad individual, su admiración por el Quijote (como personaje eterno de la literatura), y su demanda a seguir sus enseñanzas de justicia, y en pos de un ideal de fraternidad humana. Cervantes logró decirnos que la justicia es la razón de un loco, que vive como héroe para sí, aunque desdeñado y befado por los que siempre defienden la razón de las injusticias. El poeta Ricardo Falla, nos habla a sus lectores, con versos que revelan un compromiso hermoso: “No olvides que los cuerpos son sueños/ no son vida/ y el mirar con violencia al mundo/ desintegra la realidad del amor”.
Pero el registro del yo poético, de Ricardo Falla, es amplio como lo apreciamos en los significativos poemas Ante los ojos de Joseph K, Bajo el viento de Ulises, Variaciones ante el mundo de bronce, que esta dedicado al Señor de Sipán, en un vínculo que, a través del canto de admiración, se va revelando la identidad del ser peruano en todos los tiempos. Ofrece, el poeta Falla, además otros poemas como A Carmen de Bizet, Secreto a voces, y el aleccionador Escrito para la memoria de un joven poeta. Me detengo para expresar, mi deleite personal con la elegía La hora de John. Recorrer el siglo XX es descubrir que fue un siglo extraordinario, y que su música popular revolucionó los conceptos y la praxis de escuchar música, de sentir la música. Bastaría citar algunos de sus exponentes para justificar mi aseveración. Nombres como los de Carlos Gardel, Celia Cruz, Los Panchos, Juan Manuel Serrat, Teresa Parra, Lucha Reyes, y, por cierto, Los Beatles, hicieron más hermosa y libre la vida del siglo XX. Y el poema de Ricardo Falla, presenta al personaje de John Lennon que nació en 1940, en Liverpool. Su vida fue un ejemplo de creación musical, y sus opiniones militantes defendiendo la paz provocaron aplausos en los hombres de buena voluntad, y rechazos fanáticos de los belicistas. Un violentista, amante de la muerte y de la guerra, le quito la vida a John Lennon, en Nueva Cork, el 8 de diciembre de 1980. Y el poeta, en el libro que esta noche celebramos, nos dice: “Una vez John en sus invenciones de piano/ hizo del placer tendido las tenciones del corazón/ los registros de la resurgencia/ el centro de las perplejidades/ la creación de lo irreal/ la música capaz de encender momentos/ y escribió y entonoó/ y entonó y escribió/ lo que los sentimientos de cada hombre/ desean cuando ven con tristeza los momentos de la tierra/ en un tiempo de venganza/ y aspiración de muerte”.
El poeta francés Arthur Rimbaud, en un verso célebre afirmó: “Yo soy otro”. César Vallejo, en un poema nos dice: “A lo mejor, soy otro” y, creo, que la lista de los poetas que padecen este desdoblamiento es numerosa. Señalo una idea para comprender este fenómeno de la poesía occidental. La vida nos obliga a ser un individuo atenazado por el poder político, religioso o económico, lo que obliga a resguardar parte de nuestro ser (“otro yo”) para que no muera contaminado. El yo poético, de Ricardo Falla, nos entrega el poema Centinela, en esta pista poética de ser dos en uno. Él dice: “Mi casa tiene un centinela/ sé quien es/ pero no se de donde vino/ ni porque me cuida de los ruidos del mundo/ (…)Él como nadie sabe/ que la realidad da vueltas/ y vueltas y cambia/ sabiendoque hay una cosa que no cambia/ cuidarme la vida/ y no dejar pasar la muerte”.
Un bloque integrado por algunos textos muy valiosos presenta como tema fundamental: el amor y el hogar. Así Caminar a tu lado, A un verso que llega, Entre el cantar y la sombra, Para una melodía en flor de luz, y Sueño por los silvestres dibujos de tu cuerpo. El yo poético, posee ya la madurez de la vida y su forma de sentir y hablar del amor es hermosa, pasional, y a la vez simbólica, con descubrimientos, y resplandores humanos y estéticos. Este sentimiento está a la vez acompañado de la voz poética que une a la pareja. Cada amor es único, un milagro distinto para cada ser. Es uno de los dones de la vida, porque une en intimidad ilimitada y protege la supervivencia de la especie. Digo y afirmo, finalmente, que con la lectura de tus poemas, Ricardo Falla, he crecido como ser humano: me he acercado a los paradigmas culturales y con nuevas visiones los vuelvo a colocar en sus altares. He reflexionado sobre temas de la esencia de la poesía y del destino del ser humano. Y he contemplado una visión de amor ejemplar y bella: por todas estas cualidades de tu libro, te felicito Ricardo Falla, y te reitero, hermano en la poesía, hermano en las lides universitarias, hermano en la búsqueda y anhelo de un mundo mejor, gracias por tu libro y tu amistad.
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[i] Manuel Velásquez Rojas: Dr. en Literatura, profesor universitario, poeta de la Generación del 50. Ejerce la docencia universitaria en el Post Grado de la Universidad Nacional de Educación, La Cantuta, y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es autor de estudios sobre César Vallejo, J. M. Arguedas, entre otros, así como de varios libros de poemas.

enero 22, 2007

RECORDANDO A CHACHO/ GUILLERMO FALCONÌ

Poeta Cesàreo "Chacho" Martinez.

RECORDANDO A CHACHO

Por Guillermo Falconì


En el Wony, en los 70, despuès de un Recital en la Asociaciòn Nacional de Periodistas. De pie: Nelsòn Castañeda, Roland Portocarrero y Armando Arteaga. Sentados: Juan Carlos Làzaro, Guillermo Falconì (autor de esta nota) y Sonia Gambbini.


ARMANDO, carajo, una vez màs las cosas de la vida y el tiempo (siempre el tiempo), se me escurren de las manos como un jabón, bueno para lo maldito, no importa el tiempo, el mal: siempre es mal, y no tiene espacio ni tiempo, así dice George Bataille, para Chacho, el tiempo era un discurso de la codicia, esa conciencia de siempre pertinente que dio origen a la teoría de la escasez, de bienes escasos para necesidades grandes, así, era también su grandilocuencia, Chacho amaba a Yeats, con el romance de un silvestre Rilke, como un Werder, tras las celebraciones de Sara Boticcelli. Chacho amaba a Trinidad, una estudiante de la Facultad de San Fernando, esta diosa, hizo que el poeta inspirara además: Cinco razones, escrito en el Patio de Letras de San Marcos. La gran poesía, que era, perdón, que es la poesía de Chacho, según èl, desarrollaba una poética mayéutica, de versos largos extendidamente, en el concepto de abarcar una epistemología total de la imagen, tal que las cinco estaciones de cinco Razones ,es una dialéctica construida, con la metáfora del amor y la historia social de nuestro país, versada, a lo Saint Jhon Perse con el espíritu hermético de Yeats. Con esta poética, Chacho, calza un punto màs, ajeno a la generación de poetas y escritores de la época, -te confieso que amaba a Yeats por sus propias declaraciones-, nadie, que yo sepa, salvo Juan Ojeda, se atrevió, en esa época, a estrechar el racionalismo poético como ellos. El espíritu de la época demandaba pues, secularizar la metáfora, la imagen y la palabra para salir del hermetismo burgués, del humanismo existencialista de post guerra. En este país, tenemos que aceptar la presencia de estas poéticas. Caso único. Así es Armando, esto significa que debemos interpretar densamente la poética de Chacho.... acaso los académicos de La Católica, estuvieron cerca.., tu sabes que no, solo sabemos los que leemos diariamente la vida como el poeta, en cambio para los académicos, Chacho, les significa un comino, porque?… , además la poética de Chacho, no ha sido alcanzada, por el gusto insípido de la pequeña burguesía, la critica a los huecos negros de la burguesía era el alma de la poética de Chacho. bueno, podría desarrollar, una texto mas explicito desde la perspectiva de una literatura total, dialéctica, espero continuar con este dialogo, pues es difícil una interlocución, sobre todo sincera, acerca de nuestro amigo..., hasta la vista Armando, tu amigo el salvaje.......y maldito zorro, saluda a todas LAS DIOSAS que encuentres en el camino.


Vagando por la ciudad: Oscar "El Gringo" Arevalo, Guillermo "El Zorro" Falconì, Ana Marìa Chagra, y Armando Arteaga.

SPAGHETTI A LA MILANESA Y VINO/ ARMANDO ARTEAGA



SPAGHETTI A LA MILANESA Y VINO / ARMANDO ARTEAGA


Las muchachas con ojos de gato son sagradas.


Usted debe andar ahora por la noche de Buenos Aires.
Ya estamos olvidados.

En la escena de Ionesco: nuestro antiguo cuchillo
Ya somos otros besos de inocentes lectores.
No se me ponga triste, ni yo tampoco muero -adrede-  esta noche.
No regrese -cansada-  en metro a casa, no destruya su vida.
No se le va a ocurrir leer a Arlt en algún café del Caballito.
Mire que en su país y en el mío: el fascismo, etc...

(Ya no me espere, busque refugio,  decore nuevamente su bohío).

Rebote solamente,
escriba
de la rata trepando la escalera,

escriba de usted mismo ahora que perdió sus libros
y se ha vuelto impaciente ahora que perdió a su esposa,

y se ha vuelto impaciente ahora que perdió a su amante:

inmóvil
y delgada
como la Torre de Eiffel,
póngase bien la chompa, abríguese de veras, deje las bromas
que estamos en el centro del invierno,

no quiera vos, me abrigue con la francesa boneta
-esa intrusa se quedó en su casa y también en su cama-
no quiera vos, volviéndola a soñar: la encuentre con furia y miedo,
en esa nostalgia
en ese fuego único que siento aún
en esa piel de muchacha argentina que me reside aún.
Yo pienso que la quise, y a lo mejor usted también a mí, de veras.

Pero ché, por si las moscas, vayamos con el tango a otra parte.

Otoño, 1974.

*Este poema de mi libro "Avistar" se publicó muy mal, en "Antología de la poesía píurana" de mi amigo Harold Alva, lo publicamos para reparar el error.

enero 12, 2007

UN TEXTO SOBRE CESÀREO MARTÌNEZ/ ALEJANDRO SÀNCHEZ AIZCORBE



La historia del Perù le debe a Cesàreo Martìnez Sànchez una revoluciòn que se nutra de sus versos, y la ediciòn de sus obras completas, que sin duda alimentarà la revoluciòn.
Mientras espero una y otra cosa, con la mala conciencia de que acaso yo sea el deudor, sin saber què decir ni escribir, cojo El sordo cantar de Lima y les leo, una vez màs, un fragmento a Marcela y a su hija, que tanto se parece a Iskra Oyague, aunque se llame Marcelita. Los tres nos reponemos de una enfermedad pasajera. No estamos en la mejor de las formas para leer o escuchar a Cesàreo Martìnez. Pero sucede lo mismo que sucede cada vez que lo leo: se me quiebra la voz. Marcela y Marcelita escuchan sin darse cuenta de lo que pasa. Me pongo de pie sùbitamente para dominar la emociòn, y sigo leyendo. Termino una estrofa: "Me gusta, es poderoso", dice la niña. Se levanta de la cama para sacar un yogurt urgente de la cocina, y antes de salir del dormitorio dice con autoridad de hija: "No leas nada hasta que vuelva." La esperamos. Regresa con el yogurt y con las ganas de seguir escuchando. Tiene doce años, no va a misa ni cree en dioses, y tiene una vaga pero terca idea de la justicia, porque escucha a Cesàreo.
Seguro de haber terminado todo por hoy, salgo a la terraza de nuestro pequeño apartamento, que queda al este de Tejas, en medio de un bosque, y observo la grama y los àrboles: cerca de la acequia, un armadillo nocturno huele, hociquea la tierra, jugosa de lluvia.

Alejandro Sànchez-Aizcorbe