diciembre 09, 2005

CALLEJON SIN SALIDA/ ARMANDO ARTEAGA

LIBROS

CALLEJÓN SIN SALIDA, UNA ODA AL HASTÍO
Juan Carlos Lázaro

 En este frío invierno de 1986 ha visto la luz Callejón sin salida(*)el primer libro de poemas de Armando Arteaga que, con un criterio antológico más que temático o de otra índole, recoge un puñado de textos escritos desde 1969 a la fecha.
Arteaga, por su irrupción en el cuadro de la poesía peruana, pertenece a la llamada Generación de los Setenta, etapa caracterizada por la iconoclastia y radicalismo de sus integrantes, la mayoría de ellos identificados con el movimiento de la contracultura hippie y psicodélica, y los postulados de las revoluciones marxistas del siglo XX. A su vocación de poeta Arteaga añade su formación de arquitecto, de urbanista, de estudioso del habitat en la ciudad, de donde resulta sintomático el título de su libro, de por sí pesimista y concluyente.
En el pórtico del libro, mediante epígrafes, Arteaga se hace presentar por tres poetas de diferente raíz, nacionalidad y nivel: “En el sencillo lenguaje de la vida”, dice Luis Rogelio Nogueras (cubano); por el ala del tiempo,/estos cuerpos que todavía se ofrecen,/con una pompa melancólica”, expresa Francisco Umbral(español); en tanto que Eliot (norteamericano) concluye: “en este desolado valle, /esta rota quijada de nuestros reinos perdidos”. Así, valiéndose de otros autores, el autor de Callejón sin salida ha sintetizado su arte poética.
Efectivamente. En los poemas de esta primera colección de Arteaga llaman la atención sus juegos y experimentos con el lenguaje y, por otro lado, la reflexión melancólica sobre situaciones marcadas por la experiencia amorosa y los “reinos perdidos”. Ambos componentes tienen como espacio físico la ciudad, la urbe, la Babilonia maldita de un siglo terrible y devastador.
Los 14 poemas que integran Callejón sin salida son un collage verbal, equivalente a los gráficos que ilustran la carátula y algunas páginas interiores del libro, los cuales también son obra del mismo autor. El concepto de collage es clave para aproximarse a la poesía de Armando Arteaga, cuyos textos se hilvanan con tropos inconexos, títulos de libros o películas, slogans publicitarios y frases tomadas de la jerga setentera latinoamericana. El método resulta efectivo para configuar una situación diversa, múltiple, caleidoscópica y aún caótica.
En el texto que da título al libro, Arteaga pregunta: “¿Es éste un poema de un latinoamericano?”. Y a continuación él mismo se responde: “es un monólogo desde las tinieblas, un rebuscarme, un mirarme de lejos, un bajar escaleras, un conflicto”.
Sin embargo, el callejón sin salida al que se refiere el título del libro es el hastío, el tedio de la vida moderna, las mañanas grises que dejaron los “reinos perdidos”. El poema “Invierno y estudiantes” empieza con un verso contundente: “Esto se terminó, debo marcharme”. Y luego dice: “Las mañanas han sido boulevares perdidos, hembras que ame/ y me amaron. Parques en donde estuvo el amor incendiando banderas, /tarde a tarde, /noche a noche, /cuervo a cuervo...”
Perdido todo —la utopía, la revolución, la primera muchacha —solo queda un vacío absurdo, oxidado, intonso, “como latas de Nescafé”:

Ir a comprar
a un supermarket
los girasoles de Van Gogh
llevárselos a regalar a una muchacha
Leer en un neón Todo va mejor con Coca Cola
Ir a buscar
los crepúsculos al mar, el amor en la calle
Tropezarse en el bus con Tristan Tzara
No saber nada de la vida, estar harto
Gustar de canciones que no entiendo de Leonard Cohen
Jugar un poco con la idea del suicidio
Ir al zoo todos los días
contemplar las cebras, los elefantes, los tigres
Regar el jardín. Morir de tarde. Heridos.

Aún el recuerdo o el reencuentro evocativo con los amores pretéritos son parte de este hastío sofocante:

Ustedes han languidecido de amor
por este irresponsable humano.
Yo me pregunto:
¿Para qué sirve
este encuentro desesperado e inútil?
¿Para que
este viaje sin nombre
hacía lo inanimado?
Muévanse de allí amigas mías
Volvamos a la esquina del justo tiempo humano...

Las situaciones extremas, empero, no desembocan en propuestas de suicidio, sino en un recurso cínico o en una mueca irónica que también sirve para experimentar con la palabra:

NADA
es nada
porque de nada
sirve
que nada
sea nada
en esta nada
en donde nada
vale nada
pues siempre será nada.
Nada, nada, nada, nada.
Nada muchacho y no te ahogues
que la piscina es pequeña
Y el “nadaísmo” ya no existe.

Este humor cínico e irónico, que tiene mucho de tabla de salvación, es otra constante muy bien elaborada en los poemas de Callejón sin salida:

Aquí no pasó nada. Aquí van a pasar muchas cosas, quedemos
un rato más, cuervo, no se me deprima
en esta ciudad
usted se acuesta menchevique y al día
siguiente se levanta bolchevique.

Pese a su brevedad, Callejón sin salida nos muestra a un poeta en plena madurez, dueño de sus recursos, imaginativo y original que ha sabido plasmar “en el sencillo lenguaje de la vida!!, una “pompa melancólica” de sus “reinos perdidos”. Estas sombras de su pasado, el poeta las ha resuelto en el infinito de la poesía:

La cama que convoca la hembra, es una sombra
El aroma perdido de la hembra, es otra sombra
y la hembra tiene frío:
la cubre un halago de pájaros
donde empieza este viaje inalcanzable.

(*) Callejón sin salida. Armando Arteaga. Unión Libre Editores. Lima, 1986.
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CALLEJON SIN SALIDA (*)

JORGE SALAZAR (1)
I
“Visión de una kermesse. Nadie tiene un país como este...’. Los hay que en esta dura y hasta dolorosa hora peruana se dedican a escribir sobre los balazos y la sangre que, día a día, nos amamanta; también se escri­be sobre el oleaje de las playas del Norte o sobre las dificultades de andar por la vida y por el jír6n de la Unión en bicicleta, pero también los hay los que sacan pecho, como ya lo hizo Eugenio Buona con “Tu Poblada Herida”, y sin enmarañamientos hablan del callejón sin salida del amor...

II

Le ha tocado esta vez a Armando Arteaga. Para más señas: piurano, arquitecto, bohemio, literato y critico de cine; eso, al menos, cuenta su currículo: 35 años. Pero eso no basta pa­ra expresar el significado de su último libro “Callejón sin sa­lida”. Arteaga, salido ya del “Palermo”, del “Wony” y de otras históricas cavernas de la bohemia limeña, se ha encontrado con que buena parte del discurso político en verdad sirve para encubrir el fin de la civilización, por lo menos en el caso perua­no... Y así, sólo ante tantos enigmas (la muerte: ¿será de mármol o de piedra?) coloca ahora mismo sus acentos sobre la vieja pasión de la infancia y de mañana, mía y suya, de ayer y hoy: el amor...

III

El desplazamiento del cronista cinematográfico de Expreso no es puramente formal: una voluntad de verdad y purificación que lo hermana con Buona) encuentra los pasos perdidos al lado de la otra calle y en la punta del mundo, Galicia, y los trae hasta acá “Estuve aquí con ella, era rubia y delgada. /La lluvia vuel­ve ahora en su ballet,/me da lo mismo/ ..Estuve aquí con ella, no recuerdo si era rubia o negra/.

IV

Nadie duda que el amor empieza al otro lado, cuando ya no está... Pero Armando Arteaga, piurano de izquierda, se ha ido olvidando poco a poco de las desdeñosas divinidades del catecismo, para ir recomponiendo armoniosamente viejos trajines:
mirar ahora mismo esa casa y recordar la canción expresa­da entre esas rejas, el perfume de ella al lado de la puerta, el íntimo patio, el último beso. Lo ilusorio convertido en realidad infinita y plural.

(*)Publicado en la columna Fantasmagoría de Jorge Salazar, en el diario Expreso, 09—03—1987.

(1)Jorge Salazar, destacado periodista, ganó el Premio Casa de las Américas por su novela “Opera de Fantasmas”.

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CALLEJON CON SALIDA (*)

AMORE BLAINE

Armando Arteaga, poeta de la generación del 70 según él mismo se autodefine, acaba de satisfacer la curiosidad que durante tantos años supo despertar en las calles de Lima, donde es harto conocido por sus andanzas bohemias y su acti­vismo literario a través de recitales y revistas. Algunas de éstas llegaron a tener cierta resonancia en su momento
(Penélope, por ejemplo, entre los años 78 y 81) y varios poemas suyos hacían esperar que su primer libro fuera algo notable dentro de la poesía joven (aunque ya no tan joven, teniendo en cuenta que Arteaga nació en el 52. Hoy vemos tras varios anuncios de un primer poemario,
—entre los que resaltaba el título provisional de “Mención Honrosa”— que estas expectati­vas han sido parcialmente cubiertas con ”Callejón Sin Salida” (Lima, Ediciones del Llanero Solitario, 1986), libro que reúne poemas escritos entre 1969 y 1986.

Son catorce textos de distinta extensión y calibre. En cada uno de ellos se nota el estado de evoluci6n que el lenguaje del poeta ha tenido en los siete años de escritura que comprende es­te libro, y no resultaría muy difícil agrupar los poemas por edades, según la mayor o menor densidad del estilo, o según la mayor o menor originalidad en la voz que lo sustenta.
Decimos esto porque es obvio en varios textos el uso de la retórica del poema sustentado principalmente en imágenes, mu­chas de ellas frescas y algunas inesperadas, pero en ultima ins­tancia transitan por el camino que la poesía peruana transitó mu­cho durante cierta época y ciertos poetas. Decir “el follaje de tu cuerpo” o “tus senos que toco/ como quietos duraznos” a estas alturas del 80 puede resultar todo lo delicado y dulce que se quiera, pero es un esfuerzo de lirismo cuya contundencia se agota en el recuerdo de una concepción de la poesía que ha dado ma­yores y mejores frutos algunas décadas atrás.
Desgraciadamente, esta suerte de poética invade por lo menos cuatro poemas del conjunto (“Desnudando una sombra de perfil”, “Tu fuego más sagrado”, “Geologia” y “Nada”), mientras que otro de los poemas (“Poema de amor”) se excede al forzar las imagenes a límites que no llegan ni al surrealismo ni a la espontaneidad (“bien sabes que su amor es más hermoso/ a todo aquello que pueda estar por allí/ flotando o transparente/ como un faisán atrapado en una red”). Sin embargo, es mejor no detenerse demasia­do en estos poemas menores, que quizá solitariamente pudie­ran resultar agradables, pero que dentro de un libro, sobre todo si este tiene como columna vertebral otro lote de poemas verdaderamente audaces, desenfadados y jóvenes, en el mejor sentido de la palabra, dentro de un libro como este, decíamos, quitan redondez al conjunto.
No en vano han pasado dieciséis años desde la irrupción de la poesía del 70, ni en vano ha corrido mucha agua bajo el puen­te del exteriorismo, pues los poemas “Te cuento un cuento de amor”, “Viento”, Invierno y estudiantes”, “Como latas de Nescafé”, “1984” y ‘Callejón sin salida”, muestran claramente una decantación y un cuidado que no han hecho perder la fuerza a los poemas, en los que es posible notar un manejo hábil de lo mejor que puede recogerse de la teoría del “poema integral” (co­mo si la poesía, la gran poesía, no fuera integral de por sí) y de una visión desencantada y lucida de la realidad cotidiana, en la que el amor constituye el eje central y en la que el pro­yecto personal (político, poético, profesional y anexos) pare­ciera haber llegado a un “cul de sac”, un culo de saco o callejón sin salida, desde el que el autor lanza esta señal de identi­dad y esta propuesta válida por la sola presencia de los poemas mencionados.
Libro importante este de Arteaga, más que por una innovación en el panorama de la poesía peruana, por la madurez con que este ex inédito ha sintetizado lenguajes que deberá desarrollar en sus pr6ximas entregas. Valió la pena esperar todo este tiempo.

(*)Publicado en la revista Asalto al Cielo, 15—06—1986 edita­da por los poetas José Antonio Mazotti y Róger Santiváñez.

http://poetrypoem.com/cgi-bin/index.pl?sitename=armandoarteaga&item=home

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