enero 07, 2006

3 POEMAS/ ARMANDO ARTEAGA


LA CARRETERA MARGINAL


La carretera era una línea larga 
Jack Kerouac


Yo caminaba
Por aquella corbata de tierra
-una selva amable me llevaba-
por esa garganta hundida de pantanos
Al costado de un río –serpiente estupenda-
Donde los peces sesionaban
Sobre el color celeste –dictatorial-
Del varaseto
Hacia el fondo del camino
Miles de árboles reclamaban
su ciudadana madurez
-todos los árboles son verdes-
para intervenir
en aquel concierto extraño de pájaros:
un debate constitucional sobre la papaya
-pudo haber terminado en gresca-
pudo haber terminado en guerra nuclear.
Un desastre mundial provocado por los árboles
y los peces más desquiciados -en discrepante actitud científica-.
Al borde de una hecatombe.
¿Quién quiere celeste que le cueste?.

Yo habitaba
-también-
la oscuridad de un cine-club:
“Celeste, la muchacha de mi barrio...”
fue mí primera película filmada en Super 8 mm.
las piernas más bellas y suaves de esta historia sublímal.

La carretera era larga -llena de tierra roja-
Arcilla pura, barro, adobes, casas nada celestes, ni terrenales.
Un día era Resnais.
Otro día era Godard.
Y el fin de semana era café con leche
y/o pan con mantequilla.
No solo de trigo y kultur vive el homo sapies:
un maquisapa desafiaba el Teorema de Ptolomeo
un picaflor –muerto de amor- por una flor
sufría de insomnio
y una pleyade de luciérnagas
iluminaba el siglo de las luces:
Yo bebía un néctar de flores violetas
Desde la rama añeja de un enmelado árbol invicto
Ante la lluvia, quimera del caucho
Y el sol era
Un fruto anaranjado
Una naranja verde/ un limón amarillo
Un melocotón rosado
Y sonrosada era –entonces- aquella –nimia- sensación mía
por la Amazonía
mientras Ernestina me agarraba de la mano
me acariciaba la rota rutina
de tanta ternura agreste
-a primera y simple vista-
era mejor vivir así
salvajemente, el buen salvaje
era el inolvidable chuncho Gauguin pintando flores
en enormes lienzos
que una estupenda marchand brasileña envalijaba
a Miami con enormes mariposas
emborrachadas con alcohol
al borde de otro río -el tiempo inmediato- se fue perdiendo
como un astro lejano
aquella noche, una estrella se perdía
otra estrella se apagaba
las gotas de la lluvia jugaban su propia marimba
tocaban el instrumento propio del ocio:
mi ociosidad de escribir
-justificación de soñar con un amor imposible-
un verso es bello si es una nariz perfecta (aunque estropeada)
por la natural visón distorsionada de estos ojos:
es el perfil más frágil de este sonido gótico
más la irreverencia de los años vividos
en esta militancia:
pico de oro,
esclava de oro,
cuna de oro,
caca de oro para el loro
jaula de oro para el moro
jarra de oro para el vino
adoro el dorso, el domo, el dórico equilibrio
de una Dríade desnuda
diz la disecea, el dolo, la disforme melodía
de su diteismo grave y divergente
tan diversa cuando divaga
a la deriva como un díscolo barco
trayendo el barrunte
destructivo del oro
el dublé, la duna triste, el dosel, el dolmen, el dock
tan disparatado es el oro que se sumerge
irresponsable
como un ogro en el lodo
en la disuria de la codicia de la selva
-tan indiana y tan ibérica-
tan divergente
que el oro puede irse a orar al cementerio de los muertos
colgarse de una driza dondequiera
para que la dioptría, la disensión, la diorita
lo ubiquen en el discernimiento milimétrico
del discursivo humano
en el diastema del hambre
en la diástole del lenguaje
en el diatónico paisaje
en el diantre compungido
en el digesto de un pueblo
ignoto
desoir al oro
deslindar
con el aurífero metal
respetad el destino natural del oro
darle el desiuderátum de su rol histórico
para que el amor haga su propio idioma
en el concierto salvaje de la vida:
Yo era apenas un caminate, un necio
Mirando diásporas, un diarista,
Que perdía su tiempo buscando colores, reconociendo
En las flores deicidas y disépalas, el desencono.
Por avivar el debate sobre los derechos supremos
De la humanidad contra la secuela nefasta del oro
(materia que no tiene la culpa de estar
en la Tabla Periódica de Mendeleiev).
El oro nunca podrá más que el agua.

Hasta que venga el tiempo de la muerte
Y pinte de negro todo el oro del mundo.


ENREDADERA

Papel japón
besando
siempre una sonrisa
...una hoja del otoño:
si es esto un absoluto desafío
acepto
a regañadientes
esta oferta
de escribir, voy a describir
entonces
este tiempo en otro tiempo
pero, ¿de qué escribir
esta tarde?.

Se trata acaso de algo en prosa
tan ligero
entonces
que me extienda las horas
de la fregada existencia.

Se trata acaso de poner
con tinta negra, o roja, o verde
esa línea –horizonte- ideal
derumbandose
por el goyesco muelle abandonado.

Se trata de encender
en la escritura
como senos
de doncella
los varios
pasatiempos
de la vida.
Escribo acaso del beodo
-Bar/de/m-
en su mesa triste
de cedro fino
diciéndome:
no tomo desde la última vez.

Puede ser. Y no puede ser.
Me enredo en mil palabras escondidas
que después olvido. Me rebusco
en agostos que después ignoro:
nombres traídos
a este forum
desafortunado
de imágenes e ideas iconoclastas
sobre agua contaminada.

Nombres que me arranquen
unas lágrimas
Me muevan los cimientos
de los adentros
jóvenes
de la conciencia
como asuntan –siempre- los psiquiatras.

Se trata de escribir para evitar
el suicidio.
Pasa que no tengo ganas
De arrastrar mi nave por las calles.
Voy, sin embargo, a los cinemas
Donde siempre llego puntual.
Pero después de las funciones
sigo igual
en la misma soledad
en los abismos inciertos
de la paranoia, o en el nirvana
dorado.

Detesto
observar en cada transeúnte
al enemigo, en estos lares
es mejor ser discreto.

Leo los periódicos al revés.
Orino en los baños de los bares públicos
con olor aserrín y amoniaco
y los grafittis se repiten
como slogans políticos
decadentes
en toda esta ciudad
ghetto, muladar, xenofobia:
el hombre contemporáneo
anda en gran soledad
-más solo que cucaracha en vereda limeña-
pero, que más da .
He nacido acá en esta ciudad
Y no iré a Egipto
buscando la estrella lejana:
esta asfixia por dura que sea
aún la puedo soportar.



SOBRE EL TIEMPO

en esta selva
no eres
el otorongo

tienes
que
vivir:

eres
solo
el poeta,
no tienes nombre ni exilio

te toca describir
lo duro que es
vivir:

todo se hace añicos
con el tiempo
no eres
el cedro
el aljófar
el congrio

Frangir
la vida
el tiempo:

Todo se hace añicos...
menos el poema

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