Foto: Carlos "Chino"Dominguez.
ARMANDO ARTEAGA
CALLEJÒN SIN SALIDA*
Visión de una kermesse.
Nadie tiene un país como este...
En un “amor a primera vista”
La lluvia va con su vestido de fiesta
El paraguas es un señor de levita que
ARMANDO ARTEAGA
CALLEJÒN SIN SALIDA*
Visión de una kermesse.
Nadie tiene un país como este...
En un “amor a primera vista”
La lluvia va con su vestido de fiesta
El paraguas es un señor de levita que
cruza la calle.
Nadie se pone de acuerdo en este diálogo
Nos hemos quedado perdidos en boleros
“en la vida hay amores que nunca”...
La lluvia al besar la vereda hace un espejo
perfecto.
No hay peor sordo que el que no quiere ver
Esa imagen que camina sumergida en su propio
fantasma,
soy yo,
siempre el yo, en mí atavismo latino y árabe
sin otra familia que unas cuantas palabras
y un país.
Estos pasos perdidos que suenan bien
al otro lado de la calleja
y bajo la noche
son míos y prestados
los heredé de los chavines, de los vicus, de los chimús,
soy yo y mis pasos,
Chan Chan, soy yo, la calle, soy yo, en mí escuálida
vagancia por el Cuzco
(en el valle del Urubamba),
sin otro rumbo que el de un viejo tren, veloz
ensueño, y en mí país
ni todo es maravilloso
ni tremendamente dramático, es tan universal
este conflicto de ser yo?
un chavín?, un vícús?, un chimú?
vagando por las calles del Cuzco en 1973
(¡en el ombligo del mundo!)
perdido más tarde en Kahuachí y después de Kuélap:
Oír el canto es tan difícil como ver el vuelo
del pájaro,
palpar el mar, es tan deseado como oír el sol,
observar la kella.
Esta es una historia medio cómica
y tiene algo de triste.
Constatación de una irracionalidad
como en el poema del chileno Enrique Moro:
“Señor por favor alúmbranos con tu luz divina
porque la compañía eléctrica nos cortó la luz terrena...”.
Esta es una historia de la vida alegre,
aunque vuelvo a repetir
tiene algo de triste, de pasillo, de yaraví,
tiene una manera deliciosa y simple de ser. Y es
bastante diferente:
“fue conpuesto al rromance, por muchos males
e daños, que fasen muchos e muchas a otras
con sus engaños, e por mostrar synples fablas
e versos estraños”. ¿Qué
hace esta cita del Arcipreste de Hita en mi poema?
¿Es España una pena?. Olé por las penas.
Nosotros vamos siempre al revés, en vals menor,
en mal mayor, en sol, en luna,
en nada, en todo, en ¡mucho gusto!...
Aquí no pasó nada. Aquí van a pasar muchas
cosas,
quedemonos un rato más, cuervo, no se me deprima
en esta ciudad,
usted, se acuesta menchevique y al día siguiente
se levanta bolchevique.
Estamos en el mismo centro del invierno. Abríguese
de veras.
Esto no nos impide
gozar,
vivir la vida
amar,
pensar en sexo,
vivir en música de saxo, en jazz, en rock, vivir
en una melodía más llevadera que el silencio
que invade este país. Es esta una historia
ocasional.
¿Es este un poema de un latinoamericano?
Es un monólogo desde las tinieblas, un rebuscarme
un mirarme de lejos
un bajar escaleras, un conflicto.
No escribo tampoco: “Un Libro de Buen Amor”.
Para mí, Copenhaue tiene nombre de mujer:
Hay una muchacha recién salida de la fábrica.
Me mira y se enamora. Yo también doy vueltas
en la cama y pienso en ella.
Aquí no hay salvación.
No hay generaciones frente a frente, ni padres,
ni hijos.
Seguimos el retrato actual de la dura realidad.
Aquí hay una muchacha que me espera, se acuesta
conmigo, que hacemos el amor,
que compartimos solidariamente
el pan, la leche, el vino,
y aveces hasta el dinero, una cama, unos libros,
unos discos extraños, una pintura
recortada de Antonio Saura,
unas piedras de sílice.
Aquí hay una muchacha que me goza, se va, se des-
pide de mí con un beso
habla solo en danés
dice que me ama
me habla en un idioma que no conozco
no sé cual es su nombre. Fuimos plenos
en 1976.
¿La amé?...
Estuve aquí con ella, era rubia y delgada.
La lluvia vuelve ahora en su ballet,
me da lo mismo,
sí, sí, anduve en el fandango, sí:
Estuve aquí con ella, no recuerdo si era rubia
o negra. Eso fue el año pasado en N. Y. Era delgada
y usaba cola de caballo, hablaba de Otoño
en el Aranjuez del Concierto. Eso fue hace
unos meses en Obrajillo. Eso lo escribí ayer.
Aquí, frente a la estatua del obispo-guerrero
Absalón, fundador,
Aquí hay una muchacha que me explica de cómo
los romanos llegaron hasta aquel finisterre
mientras pateaban lechugas y melocotonos
de los campos gallegos, de los catalanes
jodidos por los castellanos, unos pueblos
invadían a otros –allende los mares-,
sed de espacio, expansión de fronteras:
Tupa Ynga en Oceanía, navegando, por la ruta
del sol. De eso estaba yo hablando
en eso pensaba que era “la vida misma”,
“la misma vaina”. El conquistador y el conquis-
tado, y/o viceversa.
Estuve aquí con ella, era flaca y parlaba
de su tierra
de nadie,
de algo que para esa dama era algo perfectamen-
te familiar. Pero lo curioso,
lo ridículo era
diríamos “la ausencia de historia” para terminar
con toda esta retórica...
Todo esto no era más que..., un hombre, una mu-
jer, un país. Ya les dije que era una historia
medio cómica, una fotografía
dije que era una historia una fotografía
un alter ego,
un
laberin-
to de cosas,
un hombre, una mujer, una historia de amor.
La historia estuvo aquí.
Yo estuve aquí con ella, era alta
y delgada,
y estabamos solos..., haciendo dudar el tiempo.
Frente a una estatua
mirando perdidos la ciudad...
*Del libro: "Callejòn sin salida" de Armando Arteaga publicado por Uniòn Libre Editores en 1986.
Nadie se pone de acuerdo en este diálogo
Nos hemos quedado perdidos en boleros
“en la vida hay amores que nunca”...
La lluvia al besar la vereda hace un espejo
perfecto.
No hay peor sordo que el que no quiere ver
Esa imagen que camina sumergida en su propio
fantasma,
soy yo,
siempre el yo, en mí atavismo latino y árabe
sin otra familia que unas cuantas palabras
y un país.
Estos pasos perdidos que suenan bien
al otro lado de la calleja
y bajo la noche
son míos y prestados
los heredé de los chavines, de los vicus, de los chimús,
soy yo y mis pasos,
Chan Chan, soy yo, la calle, soy yo, en mí escuálida
vagancia por el Cuzco
(en el valle del Urubamba),
sin otro rumbo que el de un viejo tren, veloz
ensueño, y en mí país
ni todo es maravilloso
ni tremendamente dramático, es tan universal
este conflicto de ser yo?
un chavín?, un vícús?, un chimú?
vagando por las calles del Cuzco en 1973
(¡en el ombligo del mundo!)
perdido más tarde en Kahuachí y después de Kuélap:
Oír el canto es tan difícil como ver el vuelo
del pájaro,
palpar el mar, es tan deseado como oír el sol,
observar la kella.
Esta es una historia medio cómica
y tiene algo de triste.
Constatación de una irracionalidad
como en el poema del chileno Enrique Moro:
“Señor por favor alúmbranos con tu luz divina
porque la compañía eléctrica nos cortó la luz terrena...”.
Esta es una historia de la vida alegre,
aunque vuelvo a repetir
tiene algo de triste, de pasillo, de yaraví,
tiene una manera deliciosa y simple de ser. Y es
bastante diferente:
“fue conpuesto al rromance, por muchos males
e daños, que fasen muchos e muchas a otras
con sus engaños, e por mostrar synples fablas
e versos estraños”. ¿Qué
hace esta cita del Arcipreste de Hita en mi poema?
¿Es España una pena?. Olé por las penas.
Nosotros vamos siempre al revés, en vals menor,
en mal mayor, en sol, en luna,
en nada, en todo, en ¡mucho gusto!...
Aquí no pasó nada. Aquí van a pasar muchas
cosas,
quedemonos un rato más, cuervo, no se me deprima
en esta ciudad,
usted, se acuesta menchevique y al día siguiente
se levanta bolchevique.
Estamos en el mismo centro del invierno. Abríguese
de veras.
Esto no nos impide
gozar,
vivir la vida
amar,
pensar en sexo,
vivir en música de saxo, en jazz, en rock, vivir
en una melodía más llevadera que el silencio
que invade este país. Es esta una historia
ocasional.
¿Es este un poema de un latinoamericano?
Es un monólogo desde las tinieblas, un rebuscarme
un mirarme de lejos
un bajar escaleras, un conflicto.
No escribo tampoco: “Un Libro de Buen Amor”.
Para mí, Copenhaue tiene nombre de mujer:
Hay una muchacha recién salida de la fábrica.
Me mira y se enamora. Yo también doy vueltas
en la cama y pienso en ella.
Aquí no hay salvación.
No hay generaciones frente a frente, ni padres,
ni hijos.
Seguimos el retrato actual de la dura realidad.
Aquí hay una muchacha que me espera, se acuesta
conmigo, que hacemos el amor,
que compartimos solidariamente
el pan, la leche, el vino,
y aveces hasta el dinero, una cama, unos libros,
unos discos extraños, una pintura
recortada de Antonio Saura,
unas piedras de sílice.
Aquí hay una muchacha que me goza, se va, se des-
pide de mí con un beso
habla solo en danés
dice que me ama
me habla en un idioma que no conozco
no sé cual es su nombre. Fuimos plenos
en 1976.
¿La amé?...
Estuve aquí con ella, era rubia y delgada.
La lluvia vuelve ahora en su ballet,
me da lo mismo,
sí, sí, anduve en el fandango, sí:
Estuve aquí con ella, no recuerdo si era rubia
o negra. Eso fue el año pasado en N. Y. Era delgada
y usaba cola de caballo, hablaba de Otoño
en el Aranjuez del Concierto. Eso fue hace
unos meses en Obrajillo. Eso lo escribí ayer.
Aquí, frente a la estatua del obispo-guerrero
Absalón, fundador,
Aquí hay una muchacha que me explica de cómo
los romanos llegaron hasta aquel finisterre
mientras pateaban lechugas y melocotonos
de los campos gallegos, de los catalanes
jodidos por los castellanos, unos pueblos
invadían a otros –allende los mares-,
sed de espacio, expansión de fronteras:
Tupa Ynga en Oceanía, navegando, por la ruta
del sol. De eso estaba yo hablando
en eso pensaba que era “la vida misma”,
“la misma vaina”. El conquistador y el conquis-
tado, y/o viceversa.
Estuve aquí con ella, era flaca y parlaba
de su tierra
de nadie,
de algo que para esa dama era algo perfectamen-
te familiar. Pero lo curioso,
lo ridículo era
diríamos “la ausencia de historia” para terminar
con toda esta retórica...
Todo esto no era más que..., un hombre, una mu-
jer, un país. Ya les dije que era una historia
medio cómica, una fotografía
dije que era una historia una fotografía
un alter ego,
un
laberin-
to de cosas,
un hombre, una mujer, una historia de amor.
La historia estuvo aquí.
Yo estuve aquí con ella, era alta
y delgada,
y estabamos solos..., haciendo dudar el tiempo.
Frente a una estatua
mirando perdidos la ciudad...
*Del libro: "Callejòn sin salida" de Armando Arteaga publicado por Uniòn Libre Editores en 1986.
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