octubre 25, 2009

JULIO GALARRETA GONZÁLEZ Y LA LITERATURA DE HUAMACHUCO

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE CIRO ALEGRÍA
 
VIII ENCUENTRO NACIONAL DE ESCRITORES "MANUEL JESÚS BAQUERIZO"
HUAMACHUCO
DEL 28 AL 31 DE OCTUBRE DEL 2009

 
 
Ponencia:
JULIO GALARRETA GONZÁLEZ Y LA LITERATURA EN HUAMACHUCO
 

Autor:
Armando Arteaga

Galarreta.

Julio Galarreta González., escritor y profesor universitario, se ocupó de mostrarnos los atributos de la literatura huamachuquina durante la segunda mitad del controvertido Siglo XX. Publicó un sinnúmero de libros dedicados a exaltar su pasión por la literatura de Huamachuco, una vivencia existencial singularizada en emocionantes recuerdos de las “estancias del tiempo” donde pasó parte de su infancia y de su juventud. Explicó los “símbolos humanos en la literatura” desde su experiencia de lector y de maestro, mostrándonos lo vasto de su conocimiento y su destreza pedagógica en la dedicación a la enseñanza de esta asignatura. Escribió sobremanera libros congéneres a la crítica y a la historiografía literaria, algunos referidos al estudio del valor estético en el lenguaje de las obras de autores coterráneos como Abelardo Gamarra “El Tunante”, César Vallejo, Ciro Alegría y Alcides Spelucín. Y, otras venturas literarias, para impedir el descalabro del olvido como aquel libro dedicado a “Simón Bolívar y Sánchez Carrión” (U.N.F.V., Lima, 1984), o este otro libro encarnizado y desempolvando la “Dimensión literaria de Ortega y Gasset” (U.N.F.V., Lima, 1979).


El maestro Julio Galarreta González nació el 28 de septiembre de 1918, en la ciudad de Huamachuco, capital de la provincia del mismo nombre en el departamento La Libertad, donde culminó sus estudios primarios. Realizó sus estudios secundarios en Trujillo en las aulas de los colegios Seminario de San Carlos y San Marcelo, San Juan y Moderno. Empezó a publicar sus poemas en el diario La Nación y algunas estampas provincianas en prosa en el diario La Industria. Ingresó a la Facultad de Letras y Pedagogía en la Universidad Nacional de Trujillo, mientras escribía en la revista “Crítica” dirigida por Oswaldo Pflucker. La dictadura de Oscar R. Benavides lo confinó en la prisión de El Frontón en razón de sus ideas políticas, lo mismo que el Gobierno de Manuel Prado, en El Sexto, hasta que recuperó su libertad en 1944. Desde junio de 1944 hasta marzo de 1946 vivió y conspiró en el sur peruano, entre Arequipa y Cuzco, colaborando con la formación del Frente Democrático Nacional que llevó a la Presidencia de la Republica al Dr. Luís Bustamante y Rivero. Luego de esta asonada experiencia reinicia sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, publicando además algunas crónicas y artículos en el diario Chan-Chan y en el semanario NorPerú. Inicio sus estudios de Pedagogía en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En Lima, en 1947. Fue, entonces, colaborador en las páginas del diario La Tribuna.


Julio Galarreta González terminó sus estudios de Educación en San Marcos y se graduó de Bachiller en Humanidades en la Universidad de Trujillo. En julio de 1951 publica su libro “El Perú en Abelardo Gamarra” en las Ediciones Trilce. Al mes siguiente, en agosto, fue llevado a prisión nuevamente por la policía política del dictador Manuel A. Odria acusándolo de realizar propaganda aprista por la publicación de este libro, un caso insólito. Recuperando su libertad por gestiones de la Federación de Estudiantes del Perú, y por intervención parlamentaria del Senador por Piura, Dr. Luciano Castillo. Un acontecimiento inexplicable de falta de tolerancia cívica en ese momento. Algo absurdo.


La obra literaria de Julio Galarreta González es innumerable y dispersa, caracteriza lo conciso de su experiencia docente en su mensaje estilístico que es conceptista, e incoativo, para con el terruño o la provincia, pero incorpora acertadamente la hondura espiritual de la vida interior de los seres humanos en los debates de los problemas de lo universal y lo didáctico dentro de la temática que aborda siempre, donde incursa lo ético sobre los sujetos activos de la historia literaria de Huamachuco. Su escritura es prospicua con los personajes que estudia y persiste en el camino heurístico de la investigación, busca como quería Antenor Orrego: “Llegar a la nacionalidad a través de la universalidad y llegar a la universalidad a través de la nacionalidad, he aquí la fórmula vital del hombre histórico. Aparentemente, parecen excluirse, pero, en realidad, ambas se integran y aclaran, ambas se organizan y se construyen. Universalidad sin nacionalidad es cosmopolitismo descaracterizado, nacionalidad sin universalidad es chauvinismo deshumanizado y ciego. El universo no debe eliminar a las patrias, la patria no debe devorar al universo". Indaga el ser histórico de nuestros pueblos americanos y de cada actor literario, en este caso el escritor paisano que estudia o reivindica.


Julio Galarreta González fue mi profesor en el colegio secundario, por eso mi respeto intelectual y admiración por el don entrañable y sobrenatural de su personalidad literaria que hasta ahora nos alcanza. Gran maestro, pulcro en todos sus gestos, elegante en el vestir y en la polémica, hombre de ideas amables y radicales, un visionario: un demócrata a carta cabal. Digo todo esto porque alguna vez terminamos discrepando con Galarreta: él desde la vereda de su militancia aprista y yo desde la otra vereda de mi ímpetu juvenil izquierdista, en tiempos de la dictadura de Velasco. Nunca dejamos de hablarnos y saludarnos, ningún reproche “in extremis”. Ni peleamos por culpa de nuestra ideas, al fin de cuentas “cada loco con su tema” decía, cada uno con lo suyo, cada cual con su manera de mirar las cosas. Al contrario, siempre hubo un mutuo respeto. Lo recuerdo algunas tardes cuando ya universitario, nos citábamos con el viejo Galarreta para charlar en el Café Mario (de la esquina de Tacna y La Colmena), mientras el maestro hacia un “break” para la tertulia literaria: a pesar de sus recargadas tareas en su cátedra de literatura en la Universidad Nacional Federico Villareal (U.N.F.V.). De él escuchamos por primera vez en tiempos del colegio los nombres de Leoncio Prado: la anécdota del legendario héroe de Huamachuco y sus tres golpes de su cuchara en la taza de café, del jurista y el tribuno José Faustino Sánchez Carrión “El Solitario de Sayan”, de Abelardo Gamarra “El Tunanate”, de Ciro Alegría, de Juan Espejo Asturrizaga, de Abraham Arias Larreta, de Felipe Arias Larreta, de Julio Garrido Malaver, de Antonio Samaniego, de Humberto Santillán Arista, de Teodoro Garcés Negron, y de Arístides Heredia Meiggs. Al escudriñar en la obra literaria de Julio Galarreta Gonzáles encuentro que han reseñado sobre su obra algunos escritores e intelectuales como Jorge Basadre, Luís Alberto Sánchez, Francisco Mostajo, Jorge Bacacorzo y Luís Flores Caballero, entre otros. Por lo que, sin estigmatizar nada, les recomiendo leerlo con atención. Allí vamos a encontrar con gran claridad el afecto que Galarreta sentía por los escritores de Huamachuco, allí hay un tremendo indicio de cortesía, una admiración ciudadana y cuidadosa por el alarife escritor provinciano, sin escamotear -por supuesto- el rigor literario.


Sánchez Carrión.

Galareta tiene una producción literaria extensa donde cuenta mucho la elocuencia de su prosificación. De una manera muy original ha estudiado a José Faustino Sánchez Carrión “El Solitario de Sayan” (n. el 13 de febrero de 1787 en la histórica ciudad de Huamachuco, según el historiador huamachuquino Nicolás Rebaza: “en la casona heredada de sus ascendientes al Corregidor de esa región”). El texto “José Faustino Sánchez Carrión” de Julio Galarreta González publicado en la revista "Tar Puy" (Junio, 1981), fue pórtico para sus otros dos libros acerca del tribuno huamachuquino: “Sánchez Carrión: Pasión y rumbo de la libertad” (U.N.F.V., 1982) y “Simón Bolívar y Sánchez Carrión” (U.N.F.V., 1984). Sánchez Carrión fue uno de nuestros próceres más sobresalientes. Su palabra elocuente avivó primero en favor por la Emancipación y cimentó después las bases de la Republica. Tribuno y Padre de la Republica, fue la personalidad más brillante del Primer Congreso Constituyente. Escribió en prosa y “visitado por las musas” también en verso, orador brillante, al que llamaron “El Solitario de Sayan” porque firmaba con este seudónimo sus “Cartas”. Murió en Lurín el 03 de junio de 1825: refiere así Pablo Uceda en su libro “Semblanza Histórica de Trujillo, Sánchez Carrión y Vallejo” (Trujillo, 1955). Sánchez Carrión escribió poesía de exaltación prerromántica y cívica como su oda-heroica a Baquijano y Carrillo dentro de las características planteadas por Fernando Herrera en el Siglo XVII. El 12 de noviembre de 1883 fue promulgada la Primera Constitución de la Republica, de corte liberal. Sánchez Carrión presidió la comisión que redactó esa Constitución. El libro “Bolívar y Sánchez Carrión” de Julio Galarreta aborda este “factótum”, la determinación del preámbulo de esa anarquía que sigue al Protectorado de San Martín que lo inclina a desear y propiciar la venida de Bolívar, a cuyo lado brillará en calidad de Secretario, primero, y de Ministro General, después. Su muerte fue misteriosa, pero Cayetano Heredia, médico y hombre probo, dio el testimonio de la autopsia.

Leoncio Prado (n. en Huanuco, el 26 de agosto de 1853), es otro personaje que tiene mucho que ver con Huamachuco. Luchó por la independencia de Cuba y de Filipinas, regresó al Perú por sus ideales de libertad cuando estalló la guerra entre Perú y Chile, despliega su actividad guerrillera y se une al ejercito de la Resistencia de Cáceres, cae herido en Huamachuco, donde el sanguinario coronel chileno Gorostiaga ordena su fusilamiento el 15 de julio de 1883, ya enfermo en su lecho de combatiente. La magnanimidad de su imagen histórica y legendaria le han merecido el interés de dos novelas: “Leoncio Prado” (1934) de Esteban Pavletich y “Leoncio Prado” (1979) de Raúl-Estuardo Cornejo.


Galarreta le ha dedicado lo más intenso de su obra literaria de crítico historicista al autor de “En la ciudad de pelagatos”. Su primer libro “El Perú en Abelardo Gamarra” (Ediciones Trilce, 1948), donde las elucidaciones son de una trascendencia importante, pues buscan el reconocimiento sobre el “meollo” literario de “El Tunante”. Lo rescata de la experiencia inefable del olvido, en la maquina del tiempo. Gamarra había permanecido en los extramuros de cierta ignorancia capitalina. A pesar de su importancia y la dispersión que caracterizaba entonces a la obra de Gamarra, padre del criollismo provinciano, hombre progresista y generoso activista de cierto “idealismo político y social” como le llama -también- Edmundo Cornejo Ubillus en ese aporte de Gamarra por el activismo periodístico: esa otra manera de interpretar la vida y la literatura, con pasión provinciana, en Gamarra. Galarreta ha publicado también sobre Gamarra: “Abelardo Gamarra en la crítica literaria (1972), “Abelardo Gamarra: Educador Peruano” (1972), y el “Homenaje a Abelardo Gamarra” (1974): recopilación que trae escritos de J.C. Mariátegui, J. Basadre, L.A. Sánchez, Clorinda Matto de Turner, Manuel Beltroy, Alberto Tauro, Augusto Tamayo Vargas, Jorge Puccinelli, Ciro Alegría, Alfredo Yépez Miranda, Francisco Mostajo, Abraham Arias Larreta, Alfredo Rebaza Acosta, Serafina Quinteras, Aurelio Arnao, Justo Fernández, Carlos Camino Calderón, Ladislao Meza, José Gálvez, Federico Blume, Benjamín Pérez Treviño, Clemente Palma, Armando Herrera, y el poeta huamachuqino Clomaggue (seudónimo de Clodomiro Magno Guevara).


Gamarra.
César Vallejo (Santiago de Chuco 1892-Paris, 1938), también mereció la atención de Julio Galarreta, su libro: “César Vallejo: Poeta Narrador Dramaturgo Ensayista” (1992) es un “guión de hierro” para hacer “azotacalles” en la obra de Vallejo, y seguir su itinerario de viajero por ciudades y “espacios culturales” como Santiago de Chuco, Huamachuco, Trujillo, Lima, Paris, Marsella, Niza, Biarritz, La Rochella, Madrid, Barcelona, Valencia, Burgos, Toledo, Málaga, Salamanca, San Sebastián, Guernica, Guijón, Roma, Florencia, Pisa, Génova, Venecia, Colonia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Varsovia, Moscú, Kiev, Kharkov, Volvogrado, Voronezo y Leningrado. Para estudiar a Vallejo desde varios ángulos y desde diversos escenarios.



Galarreta refiere que cuando nació Vallejo: “Santiago de Chuco, lar nativo de César Vallejo, era distrito de la provincia de Huamachuco, en 1892”. Santiago de Chuco se convirtió en provincia en 1903, cuando Vallejo tenía 11 años de edad. En 1905, al cumplir los 13 años, inició sus estudios secundarios en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco. Nicolás Rebaza, historiador huamachuquino, recuerda que “Vallejo vivió en la casa de la señora Depositario Galarreta, en la calle Balta, en el barrio de Cinco Esquinas”. En julio de 1920, cuando Vallejo ya había publicado “Los heraldos negros” (1918), visitó la ciudad de Huamachuco donde fue homenajeado por los alumnos y los profesores del San Nicolás, su antiguo colegio. Santiago Gastañaudi, su condiscípulo, refiere este recuerdo. Espejo Asturrizaga ha hecho perdurar este recuerdo en su libro: “César Vallejo: Itinerario del hombre”. En 1915, cuando Vallejo se graduó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, obsequió un ejemplar de “El romanticismo en la poesía castellana” para la Biblioteca del Colegio San Nicolás, con una dedicatoria donde da testimonió de su gratitud y del recuerdo hacia su Alma Mater y a Huamachuco. Otra grata evocación de Huamachuco salió de los labios de Vallejo en París. Esta semblanza está en el libro de Ernesto More: “Vallejo en la encrucijada del drama peruano”: “En una de las más dramáticas circunstancias de su vida de emigrado, en un parque parisino y ante una bella mujer que lo acompañaba, Vallejo, patético y reiterativo, nombró a la ciudad de su añoranza: Huamachuco…Huamachuco…Huamachuco…La dama le solicitó que le explique el significado de la misteriosa palabra, y el poeta, colocando en la mano femenina una moneda, le contestó: Es una deuda que tengo que pagar”.

El aporte de Galarreta al enfrentar la relación Vallejo-Huamachuco es haber podido integrar estos instantes y haberles dado un sentido de “gaudeamus” para explicar que toda obra literaria se define por la actitud del escritor ante el mundo como una manera de sentir, de vivir y de entender el lenguaje de las cosas. Las palabras del escritor o del poeta, son muchas veces justas, pero nunca pobres. La fe en las palabras elige casi siempre el fervor del poeta.

Alegría.

Ciro Alegría (Sartimbamba 1909-Lima 1967), despertó también el interés de Galarreta por la narrativa y el mundo campesino que en parte expresan las descripciones rurales de la sierra peruana norteña y los balseros de las márgenes de los ríos amazónicos en obras como “Los perros hambrientos” (1941) y “La serpiente de oro” (1935). Galarreta publicó “Ciro Alegía: La justicia social en El mundo es ancho y ajeno” (1987). Ciro Alegía es el narrador huamachuquino de mayor trascendencia y de reconocimiento mundial que se ha expresado en numerosas traducciones de sus novelas a otros idiomas. Y por lo que estamos celebrando este año el centenario de su nacimiento.

Alcides Spelucín, poeta, doctor en filosofía, y escritor liberteño, n. en Trujillo en 1897, que formó parte del grupo “Bohemia” de Trujillo (1915-1917) y que publicó “El libro de la nave dorada” (1926), también fue recipiendario del afán literario de Galarreta. Le dedicó varios estudios en revistas y publicó: “Alcides Spelucín: Hombre y Poeta” ((U.N.F.V., 1977). Poco se ha hablado de Spelucín, un vanguardista, hombre de una poesía magnifica, eléctrica y sonora, llena de fantasía, impulso de la palabra misma: “como un pájaro herido al que nadie ha curado”.


Galarreta ha realizado, también, varios antologías que destacan: “Poetas de La Libertad” (1978), “Poetas de Huamachuco” (1982), y “Huamachuco: Escritores y Maestros” (1987). Con estos estudios y aportes literarios ha reivindicado las obras literarias de algunos de sus coterráneos escritores: el profesor Víctor F. Moreno Sifuentes, por ejemplo, por su “Diccionario Popular Huamachuquino”, con 432 expresiones del habla popular. A través de Galarreta nos hemos acercado a otros escritores y poetas huamachuquinos: Nicolás Rebaza, escritor e historiador, magistrado que escribió: “Anales del departamento de La libertad en la guerra de la Independencia” (1898), y que Raúl Porras Barrenechea cita en sus “Fuentes históricas peruanas” (1952). Julio A. Chiriboga (1896-1956), catedrático de filosofía en San Marcos, publicó: “Algunas consideraciones acerca del valor” (1930) y “Reflexiones sobre pedagogía y filosofía” (1952). Alfredo Rebaza Acosta, historiador y maestro universitario, publicó el “Anecdotario del Perú”. Néstor A. Gastañadui S., poeta, publicó su libro “Kero” (1972), una recopilación de su obra poética, que recobra la algarabía del costumbrismo, la realidad arcaica del ruralismo, y el deslumbre del paisaje serrano. Clodomiro Magno Guevara “Clomaggue”, poeta, que incluye el “corpus” lingüístico huamachuquino en su poesía popular y el contexto frásico, el manejo de “regionalismos” y un vocablo campestre dentro de su poesía, sus poemas son de un gran sentimiento y belleza real, recrea la intensidad del espíritu campesino: “mi abuela Huamachuco me dio el ala/ con todo su poder para enrumbar”. Santiago Aguilar (1940), otro poeta, de quien he leído “Coral de Roca”, confirma la vigencia actual de esa expresión existencial dentro de la poesía liberteña, y que Galarreta nos ha ayudado a comprender mejor con sus criticas y estudios, cerrándose este circulo del fuego de esta poesía norteña. La creación literaria de Galarreta, coincide siempre e incluye como objeto de estudio: la obra y la vida, siempre los escritores y los poetas coterráneos que le han extendido la suprema plenitud de la recreación literaria, en donde él ha podido realizar la generosidad festiva de esa contemplación. La otra mirada creativa.

Por todo esto, rescato como obras mayores otros tres libros de Galarreta donde uno puede encontrarse con la objetividad y la peripecias literarias para hacer una ruta de la estilística como disciplina para este “critico practicante”, salido de él mismo: de su cantera propia, de una ciencia vivida con su experiencia de escritor y de profesor: Merecen ciertos halagos estos libros: “Estancia del Tiempo” (1966), “Símbolos humanos de la literatura” (1965), y “Dimensión Literaria de Ortega y Gasset” (1979), donde uno puede apreciar el valor literario de sus escritos y el “background” del maestro, que despertó en las nuevas generaciones la vocación de escribir y el hambre de leer, para descubrir al verdadero hombre nuevo, en un mundo invisible donde todo puede verse, y estudiarse. Estimuló la indagación literaria y la acción creativa, despidiéndose de todos nosotros en Lima, en 1998. Galarreta escribió siempre sobre lo que enseñó. 

A.A. en Huamachuco.