Por Armando Arteaga
Eugenio Montale, nacido en Génova en 1896, al igual que Salvatore Quasimodo, Cesare Pavese, y Guiseppe Ungaretti, es casi una isla dentro del archipiélago que parece ser el panorama de la poesía italiana de este siglo. La Academia Sueca acaba de otorgarle el Premio Nobel de Literatura 1975, y Montale es además el zenit más admirable y perceptible de la crisis y decadencia de la cultura europea. El rasgo más sutil de su poesía es el ocaso.
Y esta vez, el premio reservado para los grandes escritores “integrados” dentro del orden establecido recae en un inconforme del bloque de occidente. Pero, es que, el Premio Nobel tiene una interpretación burguesa de “recuperación objetiva” del sistema, que es como explica Jean Paúl Sartre: “algo así como un pasaporte al Olimpo, y por lo tanto, una manera de institucionalizar y alienar”.
Eugenio Montale: Premio Nobel.
Sin embargo, otros son los caminos de la poesía de Montale. De difícil lectura, sus poemas subrayan una dramática y delatadora mixtura entre el universo del poeta y su deseo de captar la tumultuosa realidad (que en sus textos poéticos se le evade). Para Montale, el mundo es tal como ser: dinámico, adviene en la indiferencia y está destinado a la muerte, pero la palabra es la luz de la traducción y la comprensión hacia lo posible y lo relativo.
Contempla el mundo sin significación, vano al hombre: esa materia oscura, en un horizonte incierto. La única forma de liberación en este mundo escondido y extraño es la nostalgia. En su poesía melancólica, y advita, los hombres viven en un tiempo sin espera, como en los espacios narrativos de Franz Kafka y en la angustia órfica de Dino Campana. Su reflexión discurre en el amanecer, cuando el sol coincide con el mundo, en aquel paisaje donde naturaleza y pesimismo tienden a confundirse y en donde flora y fauna habitan como elementos, y fenómenos enredados entre sí, plagados de relaciones metafísicas, de negaciones, de rebuscamientos, y de reconstrucciones inacabadas que oscurecen y vuelven herméticos sus poemas.
En cada forma, un caos de imágenes, un dolor metafísico, una existencia quebrada, una evocación de nada, un esfuerzo por humanizarlo todo. La búsqueda de una visión interior objetiva, aún cuando Montale ha afirmado feliz su posición anti-hermética, sus libros no han llegado a ser populares ni han logrado apartarse del "hermetismo" como escuela literaria. Todo su discurso poético alcanza a veces un increíble y desconocido patetismo de confesión autobiográfica que nos descubre una trágica experiencia, expuesta a través de diversos estados psicológicos, sin nexos visibles entre sí.
Sus poemas expresan -en este sentido- con mayor énfasis el desgarramiento de la ideología burguesa. Montale ha dicho: “la poesía es para mí, no una forma de iluminación, sino la libertad, una forma de conocimiento de un mundo oscuro que sentimos en torno a nosotros y que está en nosotros mismos”.
Ásperos, desolados, llenos de un malestar, sus poemas: ni lógicos ni irreales, parecen poseer el sonido de la resaca marina, un laberinto de presencias y ausencias, tristezas móviles e inmóviles que determinan el espacio, el objeto, el motivo final que alude cada poema, y sus limites de recreación en cada una de las obsesiones del poeta.
Contempla el mundo sin significación, vano al hombre: esa materia oscura, en un horizonte incierto. La única forma de liberación en este mundo escondido y extraño es la nostalgia. En su poesía melancólica, y advita, los hombres viven en un tiempo sin espera, como en los espacios narrativos de Franz Kafka y en la angustia órfica de Dino Campana. Su reflexión discurre en el amanecer, cuando el sol coincide con el mundo, en aquel paisaje donde naturaleza y pesimismo tienden a confundirse y en donde flora y fauna habitan como elementos, y fenómenos enredados entre sí, plagados de relaciones metafísicas, de negaciones, de rebuscamientos, y de reconstrucciones inacabadas que oscurecen y vuelven herméticos sus poemas.
En cada forma, un caos de imágenes, un dolor metafísico, una existencia quebrada, una evocación de nada, un esfuerzo por humanizarlo todo. La búsqueda de una visión interior objetiva, aún cuando Montale ha afirmado feliz su posición anti-hermética, sus libros no han llegado a ser populares ni han logrado apartarse del "hermetismo" como escuela literaria. Todo su discurso poético alcanza a veces un increíble y desconocido patetismo de confesión autobiográfica que nos descubre una trágica experiencia, expuesta a través de diversos estados psicológicos, sin nexos visibles entre sí.
Sus poemas expresan -en este sentido- con mayor énfasis el desgarramiento de la ideología burguesa. Montale ha dicho: “la poesía es para mí, no una forma de iluminación, sino la libertad, una forma de conocimiento de un mundo oscuro que sentimos en torno a nosotros y que está en nosotros mismos”.
Ásperos, desolados, llenos de un malestar, sus poemas: ni lógicos ni irreales, parecen poseer el sonido de la resaca marina, un laberinto de presencias y ausencias, tristezas móviles e inmóviles que determinan el espacio, el objeto, el motivo final que alude cada poema, y sus limites de recreación en cada una de las obsesiones del poeta.
La "forza" poètica de Umberto Saba.
Casi toda la poesía italiana post-Dannunzio es una reacción, una actitud “critica” diferente, aunque aparentemente "semejantes" a la rígida situación anti-dannunzíana de Gian Pietro Luciní, pasando por los primeros “crepusculares”: Mariano Maretti, Fausto Maria Martini, Carlo Chiaves, nos encontramos con esta crisis existencial. La experiencia de los “crepusculares” alcanza una verdadera intención simbólica y moral, totalmente opuesta al antifaz de la evasión e ilusión del eclecticismo que agitó D’annunzio, y que terminó transformándolos al nacionalismo chovinista, el fascismo, el colonialismo y el "esteticismo" que tanto defendieron.
Los “crepusculares” fueron una respuesta local e itálica: habitaron su mundo de aburrimiento y cansancio ante la vida, y se adhirieron. a la melancolía, a la ironía y al escepticismo. La figura más importante de los “crepusculares” fue sin lugar a dudas Guido Gozzano: sentimental en sus patéticas figuras de las provincias, sus grises paisajes de Turín, sus locos sueños de amor. Sergio Corarzini es también otro representante importante de los “crepusculares”: murió muy joven de tuberculosis (el mal del siglo), con sus frustraciones, y su “Pequeño Libro Inútil”, que resulta ser un manifiesto de la sensibilidad "crepuscular". Es un verdadero hallazgo de plenitud, junto a otros poetas como Carlos Pallini, tangencial a los “crepúsculos” de Gozzano, y Nino Oxila, muerto en la primera guerra mundial, y su deliberada expresión del “hombre medio” en contraposición al “superhombre” de D´annunzio.
Discutido, pero gran poeta: Guiseppi Ungaretti.
La poesía italiana del siglo XX supera los tres nombres de Ungaretti, Quasimodo y Pavese. Mientras sucumbe D´annunzio¨, aparece la “forza” de Umberto Saba y el subjetivismo de Dino Campana, Arturo Onofri, Vincenzo Cardarelli, y Giovanni Titta Rosa. Abriendo el camino a los “herméticos”: Guiseppe Ungaretti, Luigi Bartolini, Giorgio Vigolo, Eugenio Montale, Adriano Grande, Carlo Betocchi, Sergio Solmi, Salvatore Quasimodo, Adriano Vercelli, Scipione (Gino Bonichi), Ugo Gallo, Sandro Penna.
El neo-realismo afianzara sus mejores tendencias en Cesare Pavese, Leonardo Sinisgalli, Alfonso Gatto, Beniamino Dal Fabbro, Atilio Bertolucci, Antonia Pozzi, Luigi Fiorentino, Vittorio Sereni, Mario Luzi, Alessandro Parronchi, Incola Ghiglione, Margherita Guidacci, y Bruno Nardini. La cumbre más alta de este neo-realismo la expresa la dialéctica poesía de Pier Paolo Pasolini, y de las nueva tendencias empezando a vislumbrar el otro desencanto del panorama actual donde "in surgen": Luciano Erba, Raféale Andreassi, Alfredo Giuliani, Elio Pagliarani, Inisero Cremaschi, Cesare Ruffato, Alberico Sala, Edoardo Sanguineti, Antonio Porta (Leo Paolozzi), Nanni Balestrini, y Emilio Isgro.
El neo-realismo afianzara sus mejores tendencias en Cesare Pavese, Leonardo Sinisgalli, Alfonso Gatto, Beniamino Dal Fabbro, Atilio Bertolucci, Antonia Pozzi, Luigi Fiorentino, Vittorio Sereni, Mario Luzi, Alessandro Parronchi, Incola Ghiglione, Margherita Guidacci, y Bruno Nardini. La cumbre más alta de este neo-realismo la expresa la dialéctica poesía de Pier Paolo Pasolini, y de las nueva tendencias empezando a vislumbrar el otro desencanto del panorama actual donde "in surgen": Luciano Erba, Raféale Andreassi, Alfredo Giuliani, Elio Pagliarani, Inisero Cremaschi, Cesare Ruffato, Alberico Sala, Edoardo Sanguineti, Antonio Porta (Leo Paolozzi), Nanni Balestrini, y Emilio Isgro.
El "hermético" Salvatore Quasimodo, su poesìa oscureciò "los crepusculos" brillantes de los "crepusculares".
Ya Mariátegui al comentar en la revista Mundial (19/07/1929) la “Antología de la Poesía Italiana Contemporánea” de Lionello Fiume y Armand Henneuse, asumía la arbitrariedad del difícil oficio del antologista: “Es raro que la Antología salga indemne de la critica. La Antología no puede aspirar, razonablemente, sino a ser un muestrario aproximado de la poesía o la prosa de un pueblo o de una época”.
Creo que toda antología es arbitraria, pero si tuviese que realizar alguna “Antología de la Poesía Italiana del Siglo XX”, alrededor de Montale pondría los nombres de todos estos poetas italianos que he citado, así creo que estaría conjugando con certeza el Panorama Actual de la Poesía Italiana del Siglo XX.
Creo que toda antología es arbitraria, pero si tuviese que realizar alguna “Antología de la Poesía Italiana del Siglo XX”, alrededor de Montale pondría los nombres de todos estos poetas italianos que he citado, así creo que estaría conjugando con certeza el Panorama Actual de la Poesía Italiana del Siglo XX.
Washington Delgado con Giuseppe Ungaretti en San Marcos 1963
(*)Publicado en la revista "L’eclisse", Roma, Estate, diciembre 1975.
(Del libro "Escritos desterrados").