junio 29, 2013

Recordando a don Felipe Buendía / María Luz Crevoisier

Recordando a don Felipe Buendía
  noticia principal

María Luz Crevoisier. Periodista

Nuestras artes. Buendía fue un animador cultural que desapareció hace poco más de una década. Dedicado a múltiples géneros artísticos, dejó tras de sí un legado caracterizado por un profundo amor a la ciudad que lo vio nacer y que le inspiró varias de sus obras.

Lima será siempre el centro de nuestros sueños, de la nostalgia o pesares, pero jamás de nuestra indiferencia. Tiene y tuvo sus detractores, como Concolorcorvo, Ricardo Palma, Sebastián Salazar Bondy, César Moro o el mismo escritor norteamericano Henry Melville, al decir del escritor chalaco Eduardo Arroyo; pero en contrapartida también sus grandes cantores, así como los compositores criollos Chabuca Granda, Alicia Maguiña, Luis Felipe Pinglo o el cronista Alfonso Mejía "El Corregidor", además de otros, entre los que contamos a don Felipe Buendía del Coral (1927-2002).

Buendía nunca quiso exiliarse de esta tres veces coronada villa, pues pese a que la ciudad iba ensanchándose hacia los conos, él, fiel a sí mismo, se quedó viviendo entre Barrios Altos y el Rímac, para perpetuarlos en bellos dibujos, acuarelas y óleos o encantadoras semblanzas como Por la subida de Santa Ana, fechada el 10 de diciembre de 1988 en La Crónica, además de otras en diferentes diarios.

Cariño al terruño

Esta fidelidad lo llevó a tratar de vivir todas las vidas, pues transitó por la poesía, canto, baile, narrativa y pintura –generalmente paisajística–, en los que desplegó quizá su mayor destreza. También incursionó en el teatro y el cine, poniendo la misma pasión en todas estas esferas de la creatividad.

Lima fue el eje central de su existencia viajera, pues se iba y regresaba para dedicarse a estos afanes y a la tertulia o bohemia, como lo testimonian quienes fueron sus compañeros en esas memorables reuniones en algún café de la plaza San Martín. 

A once años de su fallecimiento, sus amigos de entonces hicieron un recuento de su vida y obra en el homenaje y coloquio A mi Lima, que se realizó hace unas semanas en el Museo Metropolitano de Lima y que organizó el municipio limeño.

Sentido homenaje 

Entre estos ponentes estuvieron el periodista Ismael Pinto, quién señaló que pese a que la obra de Buendía es profusa, no está catalogada en ninguna reseña o enciclopedia. En el recuerdo Por su parte, el periodista Manuel Velásquez Rojas hizo una semblanza de Buendía, señalando que como cineasta es el creador de la escuela limeña. El psiconanalista Max Hernández mencionó que su obra teatral Cuando el sol se apaga fue el intento de este autor esencialmente surrealista de teatralizar el trauma de Cajamarca.

El escritor Armando Arteaga, amigo de esas inolvidables tertulias de café que el internet y el celular están dejando de lado, habló de la literatura fantástica de Buendía, que lo acercan a la ciencia ficción, como la que practicaran José Adolph y Clemente Palma. 
Este simpático e informal evento contó con la animación de sus hijos, el también escritor Bruno Buendía Sialer, quien realizó un profuso trabajo de recopilación de  los escritos de su padre,  que serán editados próximamente con el título A mi Lima,  y Carla, quien proporcionó valiosos datos complementarios. 

Adelantó, por ejemplo, que está por reeditarse El baúl y Meredí, texto que mereció el premio de cuento del Ateneo de La Laguna Tenerife (España) y que fuera publicado en 1984.

Obras

l Algunas obras suyas son la novela poema Teología del Sol (París, 1952) y La tragedia de Petrópolis (1941).
También escribió la obra Las nuevas galas del emperador (1960) y el libro Cuentos de laboratorio (1976).


Publicado: 29/06/2013 
Ver: 
  
Diario El Peruano

junio 28, 2013

El crítico Julio Ortega sobre los 50 años de Rayuela

El crítico Julio Ortega sobre los 50 años de Rayuela 

El reconocido crítico literario y doctor por Brown University dictó una charla en la Casa de la Literatura Peruana al cumplirse medio siglo de la publicación de esta gran novela de Julio Cortázar.

 

 *


 Ver: 

http://www.youtube.com/watch?v=Oj_-Sth0LWQ&feature=youtu.be

junio 22, 2013

UN ANCASHINO CON MENTE UNIVERSAL (Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y Diplomático, Félix Álvarez Brun) / Bernardo Rafael Álvarez

UN ANCASHINO CON MENTE UNIVERSAL (Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y Diplomático, Félix Álvarez Brun)

UN ANCASHINO CON MENTE UNIVERSAL (Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y Diplomático, Félix Álvarez Brun)[1]
Es considerado por la prestigiosa Enciclopedia Lexus, de Colombia, como uno de los “grandes forjadores del Perú”.

Nació en la ciudad de Pallasca[2]. Hijo (el penúltimo de los varones) de don Manuel Jesús y doña Alejandrina. Sus estudios primarios los cursó en la Escuela 293, a cuyos profesores –maestros, en realidad- siempre recuerda con cariño: Alonso Paredes, Miguel Elías Villavicencio y Víctor Arnoldo Ramos[3]. Aún púber y “primarioso”, puso de manifiesto su inteligencia e inclinación por los estudios aunque, como él mismo llegó a reconocer, fue tal vez el más inquieto y travieso de los alumnos; no obstante lo cual, y por justificadas razones, fue invitado a impartir durante una corta temporada, lecciones referidas a astronomía en la escuela de mujeres de la localidad. Su vocación docente, aún niño, comenzaba a exteriorizarse.
La educación secundaria la inició y continuó, hasta el cuarto año, en el Colegio Nacional San Juan de Trujillo, culminándola en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe de Lima. En esta etapa, su interés por la cultura, venido desde la niñez gracias a que fue contagiado por su padre –lector cotidiano e impenitente-, iba acrecentándose
Al empezar la década del 40, ingresa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sigue estudios en la Facultad de Letras, convirtiéndose en uno de los más conspicuos discípulos de eminentes catedráticos e intelectuales de la talla de Julio C. Tello, el padre de la arqueología peruana, y Raúl Porras Barrenechea[4], historiador, maestro y diplomático de sobresaliente relevancia   quien, con la perspicacia que le era inherente pudo reconocer en su alumno las excepcionales cualidades y los méritos por los cuales la Universidad de San Marcos lo convirtió en auxiliar de la cátedra de Historia del Perú -Conquista y Colonia- que dictaba el prestigioso maestro. Poco tiempo después, la Cancillería lo incorporó como Ayudante en la Dirección de Asuntos Culturales. Para entonces, ya se había matriculado en la Facultad de Derecho
Unos años después, en 1948, el maestro Porras es designado por el Presidente José Luis Bustamante y Rivero, a la Embajada del Perú en España y su delegación, integrada, entre otros, por Manuel Mujica Gallo y Guillermo Lohmann Villena, también contó con la presencia del destacado estudiante de Letras y de Derecho, que viajó en la condición de Tercer Secretario del Servicio Diplomático. Esta misión duró poco: todos sus miembros solicitaron su pase a disponibilidad, o se retiraron, como protesta por el agravio a los símbolos patrios en el Consulado de Valencia y la pusilánime e indecorosa actitud del gobernante que hacía poco había asumido el poder derrocando al Mandatario democráticamente elegido. Es decir, la decisión de dar término a la misión y emprender el retorno, se hizo –como no podía ser de otro modo- en olor de patriotismo y dignidad.  
Su corta permanencia en España, sin embargo, le permitió al joven intelectual pallasquino vivir dos experiencias valiosísimas: escuchar, con provecho superlativo, las lecciones que el más egregio filósofo español, José Ortega y Gasset, dictaba en el Instituto de Humanidades de Madrid; y, codo   a codo con el doctor Porras, desempolvar legajos, de difícil lectura -que pudieran haber sucumbido víctimas del tiempo, la humedad, las polillas y los roedores-, desentrañando, gracias a su destreza en la tarea heurística y paleográfica, invalorables informaciones de primera mano acerca de la vida del Inca Garcilaso de la Vega en Montilla, ciudad que cobijó, anónimamente, al autor de Los Comentarios Reales  durante treinta años.
Tras su regreso a la Patria se graduó en Historia y posteriormente en Derecho, obteniendo en ambos campos el doctorado respectivo. Ya dictaba cátedra en San Marcos y, desde cerca de diez años atrás, clases de Historia en el Colegio Nacional Alfonso Ugarte; y, después, en la Pontificia Universidad Católica del Perú, el curso de Historia del Derecho Peruano.
La Historia, disciplina a la que se dedicó con entusiasmo y acendrado cariño, comenzaba ya a dar sus frutos y reconocimientos. En 1955 se hizo merecedor del Premio Nacional Inca Garcilaso de la Vega, por la biografía de José Eusebio de Llano Zapata y, luego, por su trabajo titulado La Ilustración, los Jesuitas y la Independencia Americana, fue galardonado en el Premio  Javier Prado con  publicación de   la    obra por el Ministerio de   Educación. En mérito al valor de su desempeño intelectual, llegó a ser incorporado como miembro de número de la Academia Nacional de Historia y de la Sociedad Peruana de Historia, y elegido Presidente del Instituto Raúl Porras Barrenechea, Centro de Altos Estudios e Investigaciones Peruanas de la Universidad de San Marcos, entre otras Instituciones e importantes Comisiones, como la Comisión Peruana de Alto Nivel para el Patrimonio del Mundo, gracias a cuyas gestiones la UNESCO reconoció como patrimonio mundial a Machu Picchu, a Chavín de Huántar, al Parque Nacional del Huascarán y   a otros monumentos y santuarios que son riqueza inalienable e irrepetible de nuestro país[5].  
Como diplomático, ha sido condecorado con la Orden del Sol del Perú, Orden San Carlos de Colombia, Orden Vasco Núñez de Balboa de Panamá, Caballero de Madara de Bulgaria y La Gran Cruz de Plata de Austria, habiendo cumplido a cabalidad y con prestancia las representaciones como Delegado Alterno ante la UNESCO y Embajador ante Panamá y Bulgaria, y dirigido la Academia Diplomática del Perú.  
Por su destacada trayectoria docente, fue distinguido   como profesor emérito de la Universidad Decana de América y reconocido por el Estado peruano con las Palmas Magisteriales, en el grado de Amauta.
A toda esta apretada e incompleta reseña de la vida y obra de nuestro ilustre paisano, hay que sumar el hecho de que a él se debe   más de una veintena de obras, entre las que merece ser destacado, por lo valioso para nosotros los ancashinos, el libro Ancash, una historia regional peruana    que es, probablemente, el trabajo más riguroso, integral y bello que se haya escrito sobre el pasado fértil de este Departamento cuyo Club representativo en la Capital, como muestra de gratitud y dignidad, debiera reeditar.

Pero no podemos dejar de mencionar, porque forma parte insoslayable de su existencia, que cuando terminaba la década del 50 y poco antes de fallecer el doctor Porras –que fuera su más entrañable maestro, consejero y amigo-, contrajo enlace matrimonial con quien es el amor de su vida, Dora Espejo Fernández, la querida Dorita. 
La vida y obra, altamente meritoria, que honra y debe enorgullecer a los ancashinos y a la cual se ha dedicado esta brevísima semblanza, corresponde (¿a quién más?) al “erudito, historiador y varias veces académico”[6], que es sin duda uno de nuestros valores nacionales, el doctor Félix Álvarez Brun  , quien “con la capacidad de síntesis y el sentido de emoción peruanista” -que elogiara Aurelio Miró Quesada[7]- ha señalado, lúcidamente, que el Perú es “una continuidad en el tiempo y una totalidad en el espacio, dentro de cuyos parámetros se entretejen todas aquellas virtudes, defectos y esperanzas que constituyen nuestra personalidad nacional.”[8]



[1] El título de la presente semblanza se lo debemos al recordado Maestro Luis Alberto Sánchez, quien escribió –respecto de Ancash, una historia regional peruana lo siguiente: “...libro de un historiador enamorado del paisaje, de un ancashino con mente universal.”
[2] “…un pueblito de la sierra peruana, poco favorecido por la naturaleza –ya que sufre la escasez del líquido elemento para regar sus chacras y calmar la sed satisfactoriamente la sed de sus pobladores-, pero es bello, saludable y acogedor: por sus paisajes infinitos, por su clima y por el calor imantado de su gente, que es capaz de atraer al más distante de los humanos, convirtiéndolo en huésped perpetuo de su corazón” (B.R. Álvarez. Historia de un eclipse, 2001)
[3] Félix Álvarez Brun: Sierra de mi Perú, 1998.
[4] También a Luis E. Valcárcel, Mariano Iberico, Jorge Basadre…
[5] Ha desempeñado, igualmente, el cargo de Secretario General de la Comisión Nacional del V Centenario del Descubrimiento de América y la Presidencia de la Comisión Nacional del Centenario  de Víctor Andrés Belaúnde.
[6] Carlos Eduardo Zavaleta: Discurso de recibimiento, como nuevo Académico, en el Instituto Ricardo Palma.
[7] Aurelio Miró Quesada en: Perú: presencia e identidad, Lima, 1992.

junio 20, 2013

Cuaderno de las desilusiones: Poemario de Juan Cristóbal que refuerza el olvido / Por Maynor Freyre

Cuaderno de las desilusiones
Poemario de Juan Cristóbal que refuerza el olvido
 
Por Maynor Freyre

Foto: Cuaderno de las desilusiones
Poemario de Juan Cristóbal que refuerza el olvido
Por Maynor Freyre
Cuando un poeta se compromete con el mundo y no trata de idealizarlo o edulcorarlo, puede sucederle lo que al ángel de Klee, denominado Angelus Novus, que al decir de Walter Benjamín se trata del ángel de la historia que ha vuelto el rostro hacia el pasado avizorando una catástrofe. Es la negación. La antítesis de aquel erróneo dicho de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Se trata ahora de opinar sobre el III tomo de una saga que empezó con Hórridas mañanas y Kafka, poemarios ambos que evidenciaban el desengaño del poeta frente a los años vividos y a las esperanzas frustradas frente a sus sueños de juventud que pretendió alcanzarlos con la acción. Esto va explicado con el texto A manera de prólogo que antecede a los poemas de esta tercera parte de la saga titulada Cuaderno de las desilusiones, editada por el Grupo Editorial Arteidea en abril de este 2013.
Compuesto por treinta poemas, más una coda de dos poemas y un poema epílogo, el libro te enfrenta a una serie de interrogaciones, como por ejemplo estas del poema 9(mentira): “¿los compungidos pueden engatusar a los niños? / ¿los orates al desconcierto del muro? / ¿los imberbes a las retamas del sueño? /¿los indiferentes a los peñascos del alba? / ¿a las retahílas del viento? ¿al botín de la guerra? / ¿hacerse agua y hundirse en la niebla?”. Cómo podremos observar aquellos que hemos seguido el itinerario creativo poético de Juan Cristóbal, este ha retornado al lenguaje surrealista con el que se iniciara para hacerse estas preguntas irónicas, tal vez dirigidas a sí mismo.
El cuestionamiento empieza con el mundo, para seguir con el desarraigo, la tristeza, las ilusiones, la muerte… Y así van desfilando en esta retahíla que desfila frente a una especie de muro de los lamentos, los estados anímicos, la degradación física producto del transcurso de los años que supieron enfrentase a la mentira, a la derrota, a los odios, a la deslealtad, a la impostura. Que se enfrentaron en un combate desigual por desaparecer la marginación y la pobreza produciendo llanto, quejidos y aullidos, recibiendo maltrato por la militancia y el compromiso.
En la coda la cantuta  las preguntas dejan paso a las aseveraciones: “los canallas / tras una penosa ausencia de agonías y palabras / de abismos y tristezas / no los dejaron ver el color de las estrellas / el recuerdo de sus madres Sólo el relampagueante hilo de la muerte”.  De esta manera testimonia una de los más horrendos crímenes de Estado cometidos en el mundo: el vil asesinato por el grupo Colina de nueve estudiantes y un profesor, Hugo Muñoz, de la Universidad Nacional de Educación del Perú. La segunda coda es uchuraccay y finaliza con una admonición terrible: “Pues en Uchuraccay Donde todos somos culpables / –según los innumerables y abominables testigos-- / nadie reclama a los muertos A los nuestros / enterrados una mañana como frutas podridas / al pie de la soledad y de los ríos”. 
El EPÍLOGO va dedicado al viejo gasfitero de su barrio, San Miguelito, empezando por reconvenirlo: “me dijeron que estabas destrozado cortado amarrado preso / incomunicado que no podías ver la perdiz que surcaba tus entrañas… //… habías desaparecido como esa fuerza que impulsa las raíces / de las rocas / entre las fronteras y los muros más infernales de tu barrio”. El poeta, por un proceso deductivo nos lleva desde una visión del mundo (“¿Es bueno conocer el misterio de la vida?) –el mundo existe mientras nosotros existimos—hasta el obrero artesano de su barrio encargado de desatorar los retos excrementicios de nuestras casas. Honorable e imprescindible ocupación, para que el mundo no prosiga convirtiéndose en cada vez más escatológico gracias al sistema consumista imperante.
(Lima, 20 de junio, 20013)
Juan Cristóbal


Cuando un poeta se compromete con el mundo y no trata de idealizarlo o edulcorarlo, puede sucederle lo que al ángel de Klee, denominado Angelus Novus, que al decir de Walter Benjamín se trata del ángel de la historia que ha vuelto el rostro hacia el pasado avizorando una catástrofe. Es la negación. La antítesis de aquel erróneo dicho de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
 
Se trata ahora de opinar sobre el III tomo de una saga que empezó con Hórridas mañanas y Kafka, poemarios ambos que evidenciaban el desengaño del poeta frente a los años vividos y a las esperanzas frustradas frente a sus sueños de juventud que pretendió alcanzarlos con la acción. Esto va explicado con el texto A manera de prólogo que antecede a los poemas de esta tercera parte de la saga titulada Cuaderno de las desilusiones, editada por el Grupo Editorial Arteidea en abril de este 2013.
 
Compuesto por treinta poemas, más una coda de dos poemas y un poema epílogo, el libro te enfrenta a una serie de interrogaciones, como por ejemplo estas del poema 9(mentira): “¿los compungidos pueden engatusar a los niños? / ¿los orates al desconcierto del muro? / ¿los imberbes a las retamas del sueño? /¿los indiferentes a los peñascos del alba? / ¿a las retahílas del viento? ¿al botín de la guerra? / ¿hacerse agua y hundirse en la niebla?”. Cómo podremos observar aquellos que hemos seguido el itinerario creativo poético de Juan Cristóbal, este ha retornado al lenguaje surrealista con el que se iniciara para hacerse estas preguntas irónicas, tal vez dirigidas a sí mismo.
 
El cuestionamiento empieza con el mundo, para seguir con el desarraigo, la tristeza, las ilusiones, la muerte… Y así van desfilando en esta retahíla que desfila frente a una especie de muro de los lamentos, los estados anímicos, la degradación física producto del transcurso de los años que supieron enfrentase a la mentira, a la derrota, a los odios, a la deslealtad, a la impostura. Que se enfrentaron en un combate desigual por desaparecer la marginación y la pobreza produciendo llanto, quejidos y aullidos, recibiendo maltrato por la militancia y el compromiso.
 
En la coda la cantuta las preguntas dejan paso a las aseveraciones: “los canallas / tras una penosa ausencia de agonías y palabras / de abismos y tristezas / no los dejaron ver el color de las estrellas / el recuerdo de sus madres Sólo el relampagueante hilo de la muerte”. De esta manera testimonia una de los más horrendos crímenes de Estado cometidos en el mundo: el vil asesinato por el grupo Colina de nueve estudiantes y un profesor, Hugo Muñoz, de la Universidad Nacional de Educación del Perú. La segunda coda es uchuraccay y finaliza con una admonición terrible: “Pues en Uchuraccay Donde todos somos culpables / –según los innumerables y abominables testigos-- / nadie reclama a los muertos A los nuestros / enterrados una mañana como frutas podridas / al pie de la soledad y de los ríos”.
 
El EPÍLOGO va dedicado al viejo gasfitero de su barrio, San Miguelito, empezando por reconvenirlo: “me dijeron que estabas destrozado cortado amarrado preso / incomunicado que no podías ver la perdiz que surcaba tus entrañas… //… habías desaparecido como esa fuerza que impulsa las raíces / de las rocas / entre las fronteras y los muros más infernales de tu barrio”. El poeta, por un proceso deductivo nos lleva desde una visión del mundo (“¿Es bueno conocer el misterio de la vida?) –el mundo existe mientras nosotros existimos—hasta el obrero artesano de su barrio encargado de desatorar los retos excrementicios de nuestras casas. Honorable e imprescindible ocupación, para que el mundo no prosiga convirtiéndose en cada vez más escatológico gracias al sistema consumista imperante.
(Lima, 20 de junio, 20013)


junio 18, 2013

RECORDANDO A ARTEAGA (TERRA ÍGNEA) / Por Leoncio Bueno



RECORDANDO A ARTEAGA (TERRA ÍGNEA)*
Por Leoncio Bueno





El tiempo, sólo el tiempo puede ser la mayor riqueza, el tesoro supremo de los seres humanos. Debe considerarse extraordinariamente rico aquel  -o aquellos- que disponen de tiempo para hacer lo que desean, inclusive, por ejemplo: poemas. Aunque al final sólo se llegue a hacer un poema con el cual se justifique ciertamente la vida entera... Aún sí para llegar a realizar ese dichoso poema se haya tenido que emplear toda la vida -haciendo otros- valió la pena vivir y comprender sufrimientos en la oscuridad. Finalmente,  para vivir,  el sublime instante, el de haber logrado el verdadero amor: el poema inmortal; si este se da en la edad adulta, tanto mejor, sé vencer las sombras...



Amo a la poesía
porque la poesía es siempre mi muchacha,
mi linda loquita que me quiere siempre igual.
Para ella yo no envejezco nunca.
Ni ella envejece nunca para mí.
Es siempre inquieta, fina iluminada
me encanta y me enamora y le gusta lo que hago.
Es fiel hasta la muerte en las buenas o en las malas
                      en la salud o en la enfermedad
y nunca me saca la vuelta con nadie,
aunque me vea que ya no la veo,
aunque me vea que se me caen los pelos o los dientes,
que no puedo ganarme los billetes para invitarle un lonche
Ella, siempre me celebra y me canta, me dice bondadosa:
Ven, tómame, ¡soy toda tuya!. Y yo le creo
Me coloco a su lado y le leo mi último poema
o, le canto... “y con mi brocha, acabo de pintarte toda, toda....” .
Al oírme me dice “baila conmigo”
Me encanta verla siempre tan pícara, sabrosa y sedienta de sexo,
eternamente fresca, florecida que es una bendición.

Así  es ella, ni misses ni pasarelas tienen su cutis, tan fino

Nunca me exige nada, toda ella de jazmín, de grana
Alas,  cálida de amor;
sin arrugas en la  cara pese a que tiene tantos siglos
Nunca letal, ni viperina como las brujas angurrientas
Más bien dulce como los néctares salvajes diciéndome
                                            como dice A.A.
“El tiempo se ha marchado, quiero que sobreviva la Belleza”.
¡Váyanse al cuerno todos, con todos sus demonios!.
Venga la poesía la que siempre es una fiel muchacha.
Venga a poner al mundo de cabeza para morirme de la risa.     
                                    
Leoncio Bueno


( *A propósito de la publicación del libro “Terra Ígnea” de Armando Arteaga.)

TRES POEMAS DE VICIOS PUBLICOS Y DE VIRTUDES PRIVADAS/ ARMANDO ARTEAGA


TRES POEMAS
DE VICIOS PUBLICOS Y DE VIRTUDES PRIVADAS/

ARMANDO ARTEAGA



 MONTSERRAT

Recuerdo esa nariz de oro catalana
    para el vino,
vino que nunca vino,
ni volvió a venir,
en este despistado viaje.
Me acuerdo que nunca vino.


SOLO EN EL VIAJE

Subo
por el ascensor

Abro
la puerta

Del departamento
En el piso 22
que lo divido
entre 7

Enciendo
el televisor

Bajo
el volumen
atormentado
por la bulla
donde una mujer
fumadora
enciende
un cigarrillo

Siento
smog
en la habitación
nicotina
cáncer
terminal

la mujer fuma
sonrisa
brillante

espera
sin recelo
la muerte

sin mirarme
a los ojos
me mira
camina
hacia mi
está vestida
con el vestido negro
de la muerte

Mi fantasía
está desnuda
ahora
con el cuerpo
más estupendo
la abrazo
estamos en la playa
es el video
del año
pasado
en Punta del Este

Detengo
la imagen
con el zapping

Llueve
Afuera
Llueve

Es lluvia
en mi pensamiento

La vuelvo a mirar

Camina por la pasarela
de la vida
toda ella
llena de vida

Bajo la lluvia

Pero es solo
En el video

Porque ella
está muerta
Ya no está
conmigo

Y esto
debe terminar.

Y yo ya no estoy
con ella.

Hago nuevamente
zapping

voy a la imagen
serena del televisor

otro aviso
para fumadores:

Fumar
puede ser
dañino
para  la salud…

Imágenes
que me tienen
podrido,
impaciente,
esperando
nuevamente
en un terminal
terrestre
nuevamente
esperando
el ómnibus
para viajar.


EN EL CARBONE

Visito una vez al mes
este bistró para beber un par de “capitanes”
sentir la magia del chilcano y picar aceitunas secas
   y panes
y trozos de pescados  fritos en el afán del escabeche.

Vengo hasta aquí,
tal como lo hacía Efraín Urquizo, mi tío solterón
que bajaba hasta estas fondas de mala muerte
no por poesía  del hastió,
                          ni por masoquismo.  De puro comelón.
Vengo porque me gusta sentir el pisco acholado
y  la canada dry, con el pejerrey en maridaje con el ají
y la cebolla dando vueltas alrededor del mismo tema.

Me siento en el fisterra,
                       en el fin de la tierra,  mirando al horizonte.
La materia primera de la vida
                                          es la poesía verídica de las cosas.

El hambre de madre lleva a los solterones
a cualquier olor de cocina, a los ajos
a las emes, a las p(a)utas  de mi blend
a los pallares y a los garbanzos, son delicias
que mastican lentamente su cansancio, y la soledad
su disgusto por la vida.  No se crean, pues, en este recodo
todo ese rollo del complejo de Edipo y la bebida.

Vengo,  a recordarlo, porque Efraín, mi tío,  era bueno y solitario.
Como yo, escritor, metiéndole palo a todos y al mundo entero,  
con su crítica total, expresionista,  al fin de cuentas.
Como yo.  Y porque el poema necesita de observadores
científicos de las cosas que suceden  en la vida.
A pesar de todos estos detalles, siempre vanos
Y hasta sosos, de hablar de traumas y de asuntos familiares.

No, no, no, la poesía no perdona nada,
                                           menos asuntos sentimentales.

Efraín tenía una enseñanza buena,  de cero en conducta para
la poesía, decía, sonriente, siempre, al final de su banquete:
Un poema malo, no es el fin del mundo, es algo peor que eso.