Con José Estrada Morales en Piura.
SOBRE “LOS LÍMITES DEL ODIO"
Por Armando Arteaga
"Los limites del odio" editado por Milla Batres.
¿Porqué escribir un libro entre los limites de la historia y la poesía sobre un acontecimiento tan nefasto como es la Guerra del Pacifico?
La literatura forma parte del arte, por eso se habla de “arte literario”, la poesía es una expresión literaria, una de las más exigentes a pesar del uso indiscriminado que se hace del término “poesía” para referirse a cualquier manifestación del pensamiento, que puede ser de sumo interés pero que no expresa belleza y por lo tanto no es una verdadera poesía.
La historia puede ser muy interesante, y esto independientemente de la gran importancia que ella tiene para el conocimiento de la propia identidad de un pueblo. La historia sin embargo, no atrae a todos y los pocos que se sienten atraídos por ella reciben por lo general una respuesta frustrante de la realidad: No existen muchos textos y los pocos que existen tienden a perderse en un lenguaje demasiado académico, sin contar también que dados los escasos tirajes su precio es prohibitivo para la mayoría de los peruanos que, se encuentran a diario con problemas de supervivencia.
Los textos de historia pues son poco atrayentes, poco asequibles o de difícil alcance para la mayoría de la gente, la que no es culpable de no conocer la Historia, porque inclusive los más afortunados que tuvieron acceso a una educación supuestamente completa (por lo menos secundaria) no la aprendieron bien por contar con maestros poco expertos en pedagogía y porque los programas oficiales no la tratan con rigor científico didáctico.
Entonces pues, en este contexto de indolencia y malestar educativo, entra a tallar la poesía. Si la poesía, entendida en su verdadero significado, es expresión de belleza, la historia se hace atrayente si expresada a través del arte literario. Y esto porque el hombre, por su propia naturaleza se inclina siempre a la belleza (por ejemplo es difícil que a los hombres les gusten las mujeres feas o les guste más un día obscuro, nebuloso y tempestuoso que un día primaveral, lleno de luz, flores y pájaros). A través de la expresión artística la Historia se ofrece como una mujer hermosa a los hombres, como un día colorido y luminoso, como un objeto de oro o plata contrapuesto a un objeto de fierro oxidado.
La Historia es un sucederse de hechos que van formando la identidad de una nación. Está compuesta de sucesos felices algunos, y cruentos o fatigosos otros. Pero en el devenir de los pueblos, algunos hechos tienen mayor trascendencia que otros y de estos últimos suelen haber uno o dos que constituyen una verdadera tragedia o hecatombe nacional. Podría acercarse a los primeros la independencia política del Perú entre 1821 y 1824, y se identifica plenamente con los segundos la más grande tragedia peruana: la ominosa guerra de agresión anglo-chilena.
Y aquí llegamos al quid del asunto, la respuesta a la pregunta del por qué se haya escrito “Los límites del odio – El tramonto del Amor”. No se puede concebir que un hecho histórico tan deleznable que marcó trágicamente los destinos del pueblo peruano, sea ignorado por este pueblo peruano que lo sufrió en carne propia, y que aún continúa sangrando con sus heridas nunca cicatrizadas, a modo de un mendigo vagabundo que sigue caminando por caminos pedregosos, lacerantes, sin saber que gran parte de esas piedras fueron producto de la hecatombe de la guerra de agresión chilena, sin saber que las bestias que afilaron sus colmillos para desgarrar sus carnes, han vuelto de nuevo a afilarlos y continúan en acecho esperando la ocasión más propicia, como ya en 1879, para volver a incrustarlo, esta vez en las mismas entrañas de su esencia. Desconocer la verdad histórica de esta abominación es casi como un acto suicida. La misma incuria de 1879 se manifiesta hoy, con el agravante de la alta complicidad de sus actuales gobernantes con la amenaza que se cierne sobre nuestra patria.
Los dos espacios culturales del libro “Los limites del odio”, tanto en lo histórico como en lo poético, están bien fundamentados ¿Qué has pretendido realizar con la publicación de este libro, en esta coyuntura siempre polémica?
Fusión de poesía e historia.
La pregunta me ofrece ocasión para discernir breve, y espero también claramente, sobre un aparente prejuicio respecto a la conjugación del arte literario con la Historia. Si en cierto modo la novela histórica recurre mucho más a la ficción, al inventar el novelista escenas y conversaciones en el contexto de un suceso histórico, no sucede, necesariamente, lo mismo con la poesía. El poeta puede expresar la historia sin inventarla, en este caso recurre a metáforas, pero siempre reconducidas a un hecho histórico y real, y de él no existen distorsiones. Utiliza el lenguaje para decir con música o con imágenes altamente cromáticas (y aquí está su arte) lo que de otra manera podría aparecer quizás aburrido referir.
En el caso de “Los límites del odio – El tramonto del amor” se da una situación particular que no se aparta de los criterios poco antes enunciados. La primera parte es narrativa y está redactada en el lenguaje más sencillo que haya podido. Ella tiene un doble objetivo: primero, hacer justamente entendible la descripción de los aspectos históricos de que trata, y la segunda, servir de introducción para una mejor comprensión de la parte poética. La primera parte está centrada sobre todo en la exposición de las verdaderas causas de la guerra de rapiña chilena y en la demostración de la absoluta inconsistencia de los falsos argumentos expuestos por los gobernantes chilenos para justificar su abominable conducta. De paso se describen escenas que nunca nos enseñaron en las aulas ni primarias, ni secundarias y hasta osaría decir ni universitarias; escenas sobre el horror de los desastres y atropellos chilenos y el de las matanzas ordenadas fría y calculadamente por los artífices de tan nefasta guerra como la de Chorrillos inmediatamente después de la Batalla de San Juan.
En lo que se refiere ya a la parte poética, ella es un verdadero resumen de toda la guerra de agresión chilena (pomposa y engañosamente denominada “Guerra del Pacífico”) Comprende el período que va de la misma declaración chilena de guerra del 5 de abril de 1879 hasta la traidora batalla de Huamachuco del 10 de julio 1883. Pero no se queda allí sino que va mucho más allá en el pasado, porque el carácter pérfido y traidor de los gobernantes chilenos arranca desde los mismos albores de la independencia peruana. De este modo en un entero capítulo se cuenta las artes y artimañas de los gobernantes y militares chilenos, coludidos con una sarta de traidores militares peruanos, para destruir el más grande proyecto post-independencia, cual era el de construir una verdadera nación peruana con la Confederación Perú-Boliviana. En poesía metrada y rimada se narran las causas, los motivos, las acciones y las consecuencias de tan odiosa guerra, triste y luctuoso precedente de la más abominable guerra de 1879. Con ellos se pone de manifiesto pues que Chile ha constituido siempre una especie de quiste repugnante profundamente incrustado en los pies de un perennemente cojo Perú.
El poeta norteamericano Archibald Macleish dice que: “Un poema no ha de significar, sino ser”. En su libro “Conquistador”, y en especial en su poema “Constructores de Imperio”: trabaja ya la relación entre lo cotidiano de la vida de los hombres y el suceso histórico destructivo, por lo demás de algo tan traumático como es la guerra, ¿crees que la poesía debe servir para la denuncia de estas atrocidades que dejo esta guerra con Chile?
Con Elvira Castro en Piura.
Desde luego, pero no con un fin de pura imprecación del infame pasado chileno respecto a su acción depredatoria en Bolivia y Perú, no sólo para decir que Chile es un atroz y feroz enemigo del Perú, como en efecto lo es, sino para que el Peruano sin identidad la readquiera, porque un peruano que no conoce su pasado, es como una simple nebulosa, un poco de polvo movido por la fuerza sinérgica del organismo humano, de la naturaleza, sin saber de dónde viene y por lo tanto con un futuro nebuloso tambien,dado que no conoce a los causantes de su desgracia, los cuales con la careta del niño bueno le esconden el puñal de su traición.
La importancia que espero que tenga este libro está antes que todo en la exposición, clara, precisa y documentada de las verdaderas causas de la guerra. No es que estas causas no se conocieran. Fueron expuestas desde los mismos inicios de la guerra y en plena agresión chilena en obras inmortales como las del sabio inglés Clements Markhan, las del diplomático italiano Tommaso Caivano y las del preclaro peruano Mariano Felipe Paz Soldán, y de otros autores, con publicaciones casi contemporáneas en Inglaterra, España, Italia, Argentina y otros países.
El problema es que estas obras se quedaron enterradas en el pasado y aún en ese mismo pasado sólo pudieron ser conocidas por estrechos círculos de intelectuales. En los años que siguieron también se ha escrito bastante sobre la materia, pero la divulgación de tantos escritos ha quedado siempre limitada a los ambientes académicos y en la mayoría de los casos al interno de obras voluminosas y muy costosas como las del insigne Jorge Basadre o de Vargas Ugarte, para hablar de las más conocidas no más.
Pero la triste realidad es que el pueblo, en el transcurso de los años no ha recibido ningún tipo de información sobre la Historia en general y sobre el desastre de la guerra de rapiña en particular; y la poca información que hemos tenido como estudiantes ha sido pésima y selectiva, se ha tratado de ocultar siempre los hechos más bochornosos que podían “enlodar” la ya enlodada figura de los gobernantes, íntimamente vinculados a las clases oligárquicas, que fueron las culpables de la derrota.
Y por esta misma razón, de ser los descendientes de los culpables de la derrota los que inmerecidamente han venido gobernando al país, ellos han tratado de tergiversar las causas de la derrota, y cuando no era posible, de ocultarlas, de no difundirlas. Por otra parte, aquellos autores que con gran tino y sagacidad han entrado a escudriñar y a exponer las verdaderas causas de la guerra de rapiña chilena, no han podido ser divulgados debido al escaso tiraje y al elevado costo de sus obras, limitadas por el espíritu de lucro de las casas editoriales.
He aquí por qué el libro “Los límites del odio” ha tratado de exponer en el lenguaje más simple posible hechos que nunca se divulgaron.
¿Qué piensas puede pensar el ciudadano común y corriente chileno, el hombre de a pie cuando lea tu libro “Los limites del odio”?
José Enrique Briceño Berrí: varios libros publicados en castellano e italiano.
Por experiencia propia, como por testimonios de amigos y conocidos, he constatado que la gran mayoría de los peruanos no conoce su historia. El conocimiento de la historia no se queda en el simple dato de un suceso, en la narración cronológica de un conjunto de hechos. Yo no conozco la historia si me limito a creer por ejemplo que Ramón Castilla fue el que abolió la esclavitud, como delictivamente nos obligan a creer los textos oficiales de historia. Conozco la Historia si descubro finalmente que esto no es verdad, si reparo en que un demagógico decreto dado por Castilla en Huancayo en 1854, cuando él inclusive carecía de poder, tenía como único objetivo ganarse adeptos en sus luchas caudillescas contra Echenique y sus partidarios. No conozco la historia si no sé que la “liberación” de los esclavos negros fue un enorme negociado de sus propietarios que se desprendieron de ellos a peso de oro, y que la esclavitud negra oficial (porque en la realidad los negros siguieron siendo esclavos) fue substituida por la esclavitud china. No conozco la historia si no comprendo que esa revolución fomentada por Castilla para conquistar el poder paralizó al país por un año, que su alto costo quitó recursos al Estado para su desarrollo y que costó al país más de cuatro mil muertos, produciendo cientos o miles de viudas, huérfanos y mutilados.
Del mismo modo, no me basta saber que Chile tuvo como pretexto un tratado o alianza defensiva entre Perú y Bolivia para justificar a los ojos del mundo su ominosa agresión. Debería yo más bien saber que los gobernantes chilenos habían mandado al borde de la bancarrota a su patria; que el pueblo chileno se moría de hambre frente a la obra de desfalco de sus gobernantes, que quiénes gobernaban Chile no eran los representantes del pueblo chileno, sino los accionistas de una compañia anglo-chilena que había adquirido ilícitamente yacimientos minerales en Bolivia y que en defensa de sus intereses privados mandaron a la muerte a miles de chilenos a matar a miles de bolivianos y peruanos. Esto es conocer la historia.
Entonces pues, si un “ciudadano común y corriente chileno” como dices, lee “Los límites del odio” la primera reacción que puede tener es la de incredulidad (porque han vivido siempre navegando entre las hermosas como falsas páginas de su “gloriosa historia”). La reacción no sería igual en todos si lo leyeran más de uno o dos, dependiendo del estrato cultural y social de cada uno. En una persona de escasa cultura –como por desgracia es la situación de la mayoría de los chilenos- o completamente ignorante, se puede esperar una reacción bárbara de un orgullo herido que los lleve a denostar aún más a los odiados peruanos. Si se trata de una persona medianamente culta, la diferencia no es mucha, pero quizás comience a entrarle la duda sobre su verdadero pasado histórico. Si se trata de una persona culta, a condición de que no sea un prevenido o fanático chauvinista, seguramente le portará un momento de reflexión que le impulse a escudriñar con mayor fuerza en su hasta entonces “luminoso” pasado.
Tu pregunta hubiese sido completa si hubiese tenido también como objeto la reacción de los peruanos que leyesen el libro. Aquí, obviamente la reacción sería más uniforme, independientemente del grado cultural del lector – que aquí también como en Chile la mayoría de los peruanos no brillan por su cultura (pero esto no es objeto de diatriba porque en su gran parte no depende de ellos)-. En este país en donde hasta muchas personas instruidas ignoran completamente los pormenores de la guerra de rapiña chilena, la primera reacción sería una mezcla de indignación y dolor; indignación tanto respecto a Chile por los horrores que cometieron, como respecto a los gobernantes peruanos por haberles ocultado su pasado. Y dolor porque la lectura de este libro se presenta como una espina que rasga su corazón de peruanos ante el oprobio chileno, ante el dolor y muerte de tanto peruano caído bajo los feroces cuanto inhumanos e irracionales criminales que por cuatro años destrozaron el Perú despojándolo de toda su riqueza y de su mismo patrimonio cultural. Un amigo peruano que había leído el libro me dijo inclusive que había llorado ante la crudeza de ciertos pasajes en que se narran con documento a la mano los actos de crueldad y de barbarie chilenos.
¿Cómo ubicas este libro en este proceso de globalización que actualmente vivimos? ¿Estamos cada vez más integrados, y de esto no se salva la poesía?
Con su hermana Elvira.
La globalización es un concepto, por desgracia, pincipalmente económico, donde se ha impuesto este elemento en la peor de sus manifestaciones: la audacia de los codiciosos, de los especuladores, del “affare” y del “business”, es decir la carroña negociantista de los traficantes de la muerte. Del sistema mundial de la información y comunicación tecnológica se han apoderado desgraciadamente, repito, las fuerzas más espurias de las corrientes económicas: el mercantilismo, la especulación, la competencia desleal, la corrupción, y también la idiotez.
En un mundo en donde prevalece el mercantilismo, la poesía, contrariamente a lo que se podría esperar del extraordinario avance de las comunicaciones, viene sepultada por dos corrientes aparentemente contradictorias:
Una: el egoísmo, la metalización. Nadie sino los mismos poetas o los que se creen poetas visita un sitio de poesía. Claro, los que poseen un blog o un sitio de poesía, corren el riesgo de una falsa vanagloria al ver su sitio visitado cientos o miles de veces, sin ponerse un momento a pensar que la gran mayoría de esas veces las visitas duran escasos segundos si no fracciones de segundo. Los navegadores buscan más: mercancías a buen precio, música rock o ensordecedora, imágenes eróticas y pornográficas, espectáculos y diversiones, noticias en general. Y la poesía, pobre cenicienta, siempre relegada, queda en la cola de una gradación de visitas.
La otra corriente: El hecho de tener fácil acceso a internet para crearse un blog permite a muchísima gente abrir uno y llamarlo de poesía. Millones de inocentes seres se autotitulan poetas. Sigo pensando que ser poeta no sea nada fácil, y que escribir poesía sea un verdadero arte, uno de los más difíciles, por eso me sorprende, que en el curso de tan poco tiempo, tan difícil arte sea dominado por millones de seres. El “título” de poeta es pues uno de los más usurpados en esta época de globalización. En este contexto, la verdadera poesía, viene sepultada por toneladas de chatarra ruidosa o podridos estropajos y corre el riesgo de desaparecer.
Siendo extremadamente sensible a la belleza, el poeta ama la naturaleza, ama el orden natural de las cosas. Cuando la armonía de la naturaleza viene turbada por la acción depredadora del hombre, cuando el orden natural de las cosas viene turbado por actos criminales, se está lesionando la justicia. Son actos de injusticia el mantenimiento de la pobreza y la miseria de las grandes masas sin que quienes sean llamados para resolverlos muevan un dedo en este sentido. El hambre del pueblo, la elevada mortalidad infantil, la deforestación de la selva, la contaminación de los ríos y tierras adyacentes por actividades mineras sin control y a beneficios de muy pocos, son situaciones de injusticia que mueven a la rebeldía de las personas sensibles, y entre estas a los poetas porque el verdadero poeta es sensible a la justicia.
La invasión del capital chileno en negro contubernio con capitalistas y gobernantes peruanos es doblemente peligrosa y conlleva un alto grado de injusticia. Y aquí entra a tallar la Historia, los precedentes nefastos que constituyen señales premonitorias de un futuro negro para nuestra patria. No encaja en el concepto de justicia, que una Nación depredadora, después de haber masacrado por cinco años a otra nación, después de haber arrasado sus campos e incendiado sus ciudades, después de haber destruido completamente su economía, y haber mantenido por más de cincuenta años ocupado parte de su territorio torturando a sus habitantes, y terminando por despojarle de un entero departamento, litorales y mares incluídos, venga al Perú aprovechándose de sus difícil situación económica y, con ayuda de los aludidos negociantes y gobernantes peruanos, se apropie de los principales sectores de actividad económica, aún de carácter estratégico, amenazando seriamente su seguridad. Es el triunfo de la ignominia perenne chilena, es el triunfo de los bellacos antipatrias peruanos.
Cómo son de actuales (y lo serán siempre) las magistrales palabras de Manuel González Prada cuando decía que Chile, resuelto el problema de Arica y Tacna habría de suscitar nuevas complicaciones para mantener al Perú en continuo jaque y que “el día que aparente olvidarnos o finja sentimientos benévolos, será cuando piense más en nosotros y fragüe mayores perfidias en nuestro daño” y que Chile habría de buscar frívolos achaques para denigrarnos y acometernos, porque “persigue la obra sistemática y brutal de imprimirnos en la cara un afrentoso estigma, de clavarnos un puñal en el corazón”. Y los hechos lo han demostrado en abundancia: el país que nunca respetó un tratado, exige el respeto de tratados atribuyéndole a los mismos pactos inexistentes, como el hecho de inventados límites marítimos, y para mayor afrenta en base a territorios y mares vilmente depredados al Perú; el país que garantizó un tratado de paz con Ecuador, a escondidas le vendía armas a este país para atacar al Perú.
Por ultimo, ¿cómo ubicas tu libro dentro del proceso de la poesía peruana, y dentro del proceso de la poesía piurana, insisto que también me interesan las literaturas regionales?
Con algunos escritores del Centro Hispanoamericano de Escritores en Piura (CHAL).
Como tengo miedo de no ser poeta y más aún de los millares (¿o millones?) de poetas que se dice existan en el Perú, no quisiera que éstos me juzguen y manden a un pelotón a fusilarme por el hecho de quererme introducir en su territorio, por el hecho de pretender escarbar en su poesía con el gran riesgo de herirla.
Te parecerá un poco irónica esta expresión, pero tiene un fondo de verdad, y ello no quita que existan excelentes poetas en nuestro medio. Lo que pasa es que no estoy a la altura de hacer un serio examen crítico sobre el proceso de la poesía peruana contemporánea.
En lo que respecta a mi libro puedo tratar de ubicarlo en el contexto general y no exegético de la poesía peruana. La idea más simple que me viene es que de poesía épica no se escriba mucho y hasta dudo que la misma poesía del libro “Los límites del odio” sea de carácter épico, puesto que no se pone como meta cantar y exaltar grandes acciones heroicas (aunque pretenda hacerlo con algunas de ellas). Lo que persigue el libro es, como dijimos al inicio, usar el arte poético para hacer atrayente el contacto del peruano con la Historia, y de paso difundir hechos poco conocidos con el inmodesto propósito de ayudar a la formación de una conciencia nacional. Por esto me resulta imposible ubicarlo por no conocer textos parecidos con los cuales poder hacer una comparación.
El concepto de literatura regional es también bastante difícil de concretar. ¿Se habla de literatura regional en función de las personas o en función del los argumentos tratados? Si es en función de la proveniencia de las personas, entonces puede ser regional un escrito literario de un piurano aunque trate exclusivamente argumentos limeños y en el caso extremo sólo de países extranjeros. Si es en función del argumento tratado (paisaje, costumbres, acontecimientos de la zona) entonces un extranjero que trate de argumentos piuranos, produce literatura regional, literatura piurana. Mi modesto parecer me induce a pensar que la literatura regional debiera tomar en cuenta ambos conceptos, o por separado o concomitantes. En este contexto, “Los límites del odio” no es sino una piedrecita, algo diversa de las piedras mayores, una especie de “patito feo y despistado” que espera que alguien se dé cuenta de que existe para poder ser halagado con su lectura.