agosto 11, 2015

CONTEMPLACIÓN / ARMANDO ARTEAGA






CONTEMPLACIÓN / ARMANDO ARTEAGA


El dorso
El dorso
El cuerpo femenino
La nalga
El puerto
El viento
Entre tus piernas
Tu sexo
Alado de gaviotas
Una herida
La flor negra
Tú no existes
Difícilmente
Tú no existes
Pradera inmensa
Una ciudad
Espacio
Cadencias
Hembra que duerme
Dunas
Placeres terminales
Rostro limpio
Montaña desnuda
Playa azul
La vida es así
Página tras página
Desnuda
La ciudad
El sueño
Y el otro sueño
Desnuda
Solitaria



 Poema publicado en "10 Aves Raras de la Poesía Peruana"














agosto 02, 2015

Poemas de Isaac Felipe Azofeifa Bolaños


Poemas de Isaac Felipe Azofeifa Bolaños






SE OYE VENIR LA LLUVIA


La casa de mi infancia es de barro del suelo a la teja,
y de maderas apenas descuajadas, que en otro tiempo obedecieron
hachas y azuelas en los cercanos bosques.
El gran filtro de piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca sombra.
Yo amo su silencio, que el fiel reloj del comedor vigila.
Me escondo en los muebles inmensos.
Abro la despensa para asustarme un poco
del tragaluz, que hace oscuros los rincones.
Corro aventuras inauditas cuando entro
en el huerto cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo triste riega en el aire quieto,
paz y sueño sabrosos.

Cuando venían las lluvias miraba los largos aguaceros
desde el ancho cajón de las ventanas.
Nunca huele a tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia primero en el aire venir como un gigante
que se demora, lento, se detiene y no llega,
y luego, están ahí sus pies sobre las hojas, tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos deprisa, tan deprisa, los árboles,
el césped, los arroyos,
los alambres, los techos, las canoas.

Pero también su llanto desolado,
su sinrazón de ser triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi infancia, para siempre.

Llueve en mi alma ahora, como entonces.




AL ALBA SIEMPRE


El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las puertas de la tierra.

El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta tiritando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.

Vida, mi vida, al alba siempre.


Isaac Felipe Azofeifa Bolaños
(Santo Domingo de Heredia, Costa Rica 11 de abril de 1909 - San José, 3 de abril de 1997) fue uno de los más importantes intelectuales costarricenses.
Se dedicó a la poesía, a la crítica literaria, a la docencia y a la política y en todos estos campos dejó una huella indeleble e imperecedera. Como poeta, Azofeifa cantó al amor, al erotismo, a la mujer, al dolor del prójimo y a las tribulaciones del mundo. Por eso, se le ha considerado como el poeta más importante del siglo XX en su país. Azofeifa fue además docente, primero en el Liceo de Costa Rica y luego en la Universidad de Costa Rica, siendo parte del comité de evaluación que inició la construcción de las pruebas de admisión a dicha universidad, siendo por aquel entonces filólogo y profesor de estudios generales.