octubre 29, 2012

LA OBSERVACIÓN DE "LO REAL" EN LA POESÍA DE ARMANDO ROJAS/ POR ARMANDO ARTEAGA



LA LITERATURA EN PIURA

LA OBSERVACION DE “LO REAL” EN LA POESÍA DE ARMANDO ROJAS

POR ARMANDO ARTEAGA

Intentando, a manera de preámbulo,  proponer una metodología de  aproximación, o de análisis literario,  en  los textos poéticos de Armando Rojas, pues su obra tiene los mecanismos imponderables de una enunciación ontológica hacia “la observación de lo real”, desde un punto de vista de impetuosidad aparente,  por la ocurrencia de lo disonante: en la experiencia de la vida,  y de “recepción”  hacia lo histórico,  al inquirir en  la naturaleza de las cosas. Para intentar, tal envergadura, es de suponer, la resistencia de su obra poética,   a través del importuno social en la historia y dentro de un cuestionamiento: del detrimento humano y cultural atestado, y ubicado en el proceso poético peruano y piurano actual.  Y, es que,  la obra de nuestro poeta en cuestión, contiene la “supervivencia” literaria respectiva, con sus efectos  vanguardistas e influencias tradicionales,  para abordar en ella,  una “estética” de la “recepción literaria”.  

 El poeta Armando Rojas

Desde la perspectiva que ofrecen las distintas etapas de la semiótica,  o de los síntomas del lenguaje,  y de la poética de lo crepuscular,  en este final del debate entre  la modernidad y la postmodernidad: la muerte de la realidad, o la realidad expulsada de la realidad;  la “teoría critica”  de las interrogaciones filosóficas de las que hablaba Gianni Vattimo: disolución y caducidad  de una visión providencial de lo histórico, es posible un abordaje.  Para disertar y valorar en su justa dimensión la poética de Armando Rojas, o en   las aportaciones de las dudas,  o en las alas de Dédalo: desde “Bosques” (Lima, 1973) hasta  “El sol en el espejo” (Paris, 1983), es necesario  esta mirada por “lo real” para hurgar en sus poemas, y  divagar con ellos por la historia, la hermenéutica y la lingüística.  El interés central de “la recepción literaria”  en  los poemas de Armando Rojas radica en “la resistencia” cultural de la exposición  del discurso solemne  de su obra, y de critica a la condición postmoderna. La realidad como un montaje  de la razón que se desmorona. La “teoría de la recepción” necesita de los elementos metodológicos que le permitan saber cómo se ha entendido y valorado la obra en el transcurso del proceso historio al que pertenece,  y contar con las categorías descriptivas para detectar de qué manera esta obra literaria o poética se constituye en un objeto mediador entre la cambiante actitud receptiva y la influencia de las normas estéticas en el lector de una época.

Junto a la propuesta puramente teórico-metodológica que trata de dar cuenta de “una manera de resistencia al simplismo”,   de la lectura de los  poemas desde una interpretación que asume la pluralidad de sus formas, y de los complejos mecanismos de su  “recepción poética”: un amplio  territorio de sus  libros soporta el contraste  de estos resultados, resistiendo el análisis de sus  poemas excepcionales, textos poéticos que dieron lugar a fenómenos de “recepción” extraordinaria.  La “teoría de la recepción”, aunque se interesa por el “objeto estético”, centra su atención en el “artefacto” como punto de partida para todas las concreciones.  El “objeto” estético donde el “artefacto”  y el lector se encuentran, esa variable,  supone: echar mano de la lingüística y de la semiótica.  

Por esta vez, no interesa hacer un sumario  de lo superviviente en el modelo avant-garde de la poesía de Armando Rojas. La obra de arte se manifiesta como signo en su estructura interior, desde  su relación con la realidad,  y también,  en su relación con la sociedad, con su creador y sus lectores: receptores.  Asume “la recepción de la literatura” (en Francia Robert Escarpit, Noël Salomon, y René Andioc; además ver revista “Poétique” N- 39, septiembre de 1979; lo mismo en España, Hans Robert Jauss y Leonardo Romero Tobar),  el estudio de las relaciones culturales y sociales de su entorno,  y las compara entre ellas, desechando los orígenes. Lo mismo,  Jan Mukarovsky  (“Arte y semiología”  y “Escritos de estética y semiótica del arte”): eligió el término “artefacto” para el texto literario una vez complementado en la escritura o en la imprenta.  El concepto de “artefacto” (o “texto” para otros teóricos de la “teoría de la recepción”) es para Mukarovsky el “objeto estético”. 

Algunos estudios de  Uwe Hohendahl (1987), de Peter Bürger (1987) y del propio Hans Robert Jauss (1993) han teorizado sobre sus principales problemas y han desarrollado las tesis de la “teoría de la recepción”, de las cuales nos ocuparemos tangencialmente y nos apoyaremos en el presente trabajo para aproximarnos a la obra poética del poeta peruano y piurano Armando Rojas.

En cuanto a la ausencia de metodologías exactas  para estudiar las obras literarias a partir de la teoría de la recepción, se puede contemplar la aplicación de algunos de sus conceptos. Uno de ellos es el de la “indeterminación”. Es decir, a través de la detección de las principales ambigüedades o espacios vacíos en los textos literarios y el análisis de su funcionamiento para la construcción de sus valores literarios y estéticos de una obra, se podrán detectar un conjunto de posibles formas de leer un texto, si se establece la relación con los aspectos que si se expresan  en la obra. Un estudio cuidadoso de la etapa lingüística de los poemas nos puede llevar a deducir la multiplicidad significativa de los mismos,  dentro de los parámetros contemplados por esta teoría, tanto en el caso de lo narrativo como en el de lo poético de cualquier texto, que es más o menos la síntesis del pensamiento de Peter Bürger en “Problemas  de investigación de la recepción” en “Estética de la recepción” (1987)

La aplicación del concepto “indeterminación” predice cierto grado de subjetividad en el que influye  la percepción previa de la obra por parte del crítico, el ángulo desde el cual se pretende analizarla y, por supuesto, los conocimientos acerca de la obra y de la teoría literaria supuestamente concebida; en otras palabras, el estudio de una obra desde esta perspectiva depende del horizonte de expectativas culturales tanto de un lector como de un conjunto de lectores o público. El “artefacto” es el símbolo,  el  significado materialmente expuesto, “el objeto estético” es el significado correlativo del  artefacto en la conciencia colectiva de los lectores.  

 Desde “Bosques” (Lima, 1973) hasta  “El sol en el espejo” (Paris, 1983), es necesario  esta mirada por “lo real” para hurgar en sus poemas.


No en vano, los libros que publicó Armando Rojas eran “artefactos poéticos”, pensados gráficamente  y poéticamente, su intención era captar receptores, para muchas concreciones supuestas en los “textos poéticos”.  Por eso,  llega su expresión, a esta conclusión de  “la trivialidad del mal” en la condición humana (a la manera de Hannah Arendt): dentro de una “sociedad secreta a plena luz”, donde “lo superfluo” es como el resultado de un “sinsentido” de las cosas,  el dilema que  trata siempre de borrar la diferencia entre el  heroísmo perverso del crimen  y la virtud histórica de la sociedad contemporánea:

Conclusión

El hombre es su deseo y a medida
Que cunde la sombra es real
Pues qué vivir sino el acto de un deseo
A menudo se advierte ese camino
Nos sujeta una sólida pisada
Proclámanos real el fondo puro de una cuchara
Y no lo reconocemos
El reverbero dejamos pasar porque la sombra perturba
Tiran los miembros y nos someten
Pasado el astuto muestra mentidos confines
No el centro el suelo dibujándose en la sangre
Y al que tendremos como un sueño a las criaturas
O las sombras a un rostro
Allí convergen las fontanas
El rayo azul de la delicia
Cuando se logra tal precisión el deseo nos conduce
E interminada va la silueta en las tinieblas
Adonde acechan anatomías glaucas
Y esa precisión (en su máximo poder) no viene de fuera
De muy hondo procede
Y es tierna mas implacable
Hasta volvernos al principio
El descubrimiento de la efigie extraviada
Perseguida en sueños
Candorosamente forjada hacia lo alto
El hombre es justamente su materia
Ceñido en un cuerpo es todo el mundo
Y los espacios que una creación despliega
Originalmente verdad luego armonía
Todas las yemas dispuestas a lo lejos
Así la vida vuela
Eternidad abre tus alas

¿Qué sucede cuando estamos ante un poema que propone una relación áspera e insidiosa entre la realidad y la verdad? ¿El discurso de la poesía debe ser algo consecuente y afirmativo de la realidad, aunque este lleve congoja? ¿Debe ser específico, esencial, disturbado? ¿La poesía debe hablar de la verdad de las cosas, aunque existan muchas maneras experimentales de hacer de esta supuesta verdad una sola, esta realidad que es visible y precisa, es un asunto relativo, sin vigencia real, cuando el poema nos anuncia la distorsión de la realidad misma? Podemos ver aquí, el desprecio histórico actual, por el personalismo,  en una sociedad que no tiene rostro, que ha desembocado en este desastre, en una sociedad impersonal, en un “yo” incapaz de abrirse y extenderse hacia la experiencia del “nosotros”:

Desastre de los cuerpos

Vivo este cuerpo con la certeza que el silencio
                                                [ha de ser total
Todos los años sacudidos por una furiosa angustia
                                               [vienen a decírmelo
Ved pues lo vivido
Una cabeza dos manos cinco sentidos en pos del universo
Astros rotos perdiéndose aquí y allá.
Todo lo que una existencia fue quemando al precio de su
    designio
Como si vivir fuera al embate de un futuro sádico y feraz

Ved aquí mi cabeza
La ligera luz de mis tobillos
El cauce todavía visible de mis párpados
Vedme aquí en un derrumbamiento de cenizas
Para que otro viento más cruel
Y despiadado me disperse

Vida mía dorso que fue estrella
Dios que eras humano al contacto de mi corazón
Tornen a ti los más puros elementos
Y seas lo que mis labios en su mayor prodigio
De altivez y cólera no saben repetir
Mis dedos no pueden gobernar y más bien perdidas
Flechas lanzan por el yermo del cielo

A pesar de la mudez ya absoluta
A pesar de los miles de planetas que rotan vagantes el
    desastre
A pesar de la desolación de los cuerpos y sus alas de
    plomo

Seas


 Bosques

 Puede ser que esta poesía se vuela hermética, se transforme en surreal, o en un texto mallermeano que tenemos que aprender con ciertas técnicas surgidas del método, del estudio puramente del lenguaje, de una aproximación inteligente al artificio verbal explicitado. Muchas veces el lector supone cierto barroquismo en el poeta, una inseguridad asumida en lo que describe o propone, una actitud crítica ante lo que está queriendo trasmitir en su mensaje.

La poesía es el lenguaje donde se luce mejor la posible dificultad intelectual, para asumir los problemas universales del hombre contemporáneo, en medio del escenario cultural e histórico actual, tan divergente, es el mejor medio para explicarse lo inexplicable.  Eso hacen los poetas cuando publican algún texto “inexplicable”.  No encuentro motivos para que el poeta simplifique su mensaje cuando aborda algún tema complejo y difícil de la vida, no tiene porque simplificarlo, vulgarizarlo, si quiere ofrecer una lectura verdadera de la realidad.  El poeta es libre de abordar y usar el medio que lo defina más tarde como un comunicador, después de todo: la poesía es también comunicación:

Fin del mundo que no tiene fin

El oquedal cruje ¿has pulsado las otoñales violas?
Se oye la sibila ¿trota el sol degollado en el vacío?
Mundo que no tiene fin mundo que no tiene fin
Cantan las hechiceras en las ondas
Del otro lado del cieno los ángeles musitan
¿Comienza tu reposo
                            la errante quietud de lo vivido?
Primera testa Insaciada quimera
                                                  Crujido chillido bramido
Resuella el viento su fatiga en las hojas
La certitud su río helado
Mas qué campana suena aquí
                                             lo terso taladrando
Sin dios sin lar no tiemblo
El coro de los ángeles prosigue su estribillo
Ópalo ópalo ópalo pelaje enarbolado
Pero escuchas bajo tanto zureo
Agazapado finjo que me oyes
Como abeja presumo las flotadoras mieles
Es noche de brujas
El viejo tiempla su laúd como yo las afelpadas vidas
Ya no recuerdo esa tonada pero imagino la malévola
                                                                     [estación
El muerto por las estrellas perseguido
La flauta mágica no responde a sus belfos
La misma eternidad le tuerce los cartílagos
Vejete súcubos atrocidades mías
que como un beso al cuerpo me condenan
y en la consciente luz siempre he lamentado
¿Sólo el vuelo de un fósforo
despliega la ilusión repentina de la muerte?
Mundo que no tiene fin ópalo ópalo ópalo
Si estalla la oreja queda la cúpula el marfil la oscilante
                                                                      [armonía
La espiral se pierde el néctar de su fluido escapa
¡Tu sueño en la redoma permanece!
Ah dios criba lunar parpadeos
Un beso la niebla célibes mirtos sellan la grieta
Éter ovalante que vuelves boca arriba
Tiempo sin apariencia poseído
Esta desdicha aquellos bucles contaminan la luz
Córtalos si puedes
Tiende la banda de bólidos blanquísimos
Tu mano guía los desesperados
La núbil dama de rubíes
                                      ¡Delirantes pasiones!

La afectividad poética es un acierto para suponer un tono de voz, una impostación del habla, una manera de escritura.  Es bueno, cuando un poema tiene alguna esencia  de perplejidad, de desconcierto por la realidad, de duda en lo filosófico, de oposición para enfrentar la racionalidad de las cosas, de construcción retorica para enfrentar la realidad. El poeta siempre ha tenido una relación de desconfianza ante la verdad y la realidad, los poetas usan el meta-lenguaje de las palabras para suponer encuentros y desencuentros con la realidad que auscultan y analizan. Usan el “análisis del lenguaje” para supuestamente enfrentar una realidad, pero su mensaje es de cierta desconfianza; parecería que la palabra se queda corta para describir la realidad asumida, y la desconfianza es total para abordar con sinceridad la realidad total de las cosas:

El sol en el espejo

Una tarde. Un fresno se inclina inexorable;
la fronda que se instala.
A contrafuego, abajo, el muslo;
atada la muñeca desatada en lo fugaz del óleo.
Va a llover; cielos furiosos, verdes.
Una tarde no como otras.
Ni tú ni yo mas los murientes reinos en los ojos
y un frío en las entrañas.
Una tarde poblada de lanzas, de tambores
y de más cerca el desgarrado giro de los ópalos.

Tinieblas. Soledad. Se adormece el acerbo
De más en más ceden los mármoles.
Tu rodilla sitia el corazón del suelo.
Un llorar en la piedra; más adentro, en el túmulo.
Brasas. La carne duele.
La pavesa ligera traspone la muralla.

Se escuchan trinos.
Argucia de lo oscuro. Nunca es mañana
mas la memoria del sol en el espejo.
No amanece y abres la ventana.
Nunca sorprendes las vírgenes leonadas.
Hoy siempre hoy bajo amargos ojuelos.
Aunque fustiga el viento muy temprano
dominas ángeles y bestias.

El poeta celebra haber encontrado parte de la verdad y de la realidad, sospecha incertidumbres humanas en el peregrino paisaje de nuestra cultura. Instala y propone la sospecha de lo incierto en todos los problemas de la tierra.  En cierto modo, creo que en eso consiste el aporte de la poesía de Armando Rojas.

 Armando Rojas y Xavier Abril

Su poesía es un divagar por los “bosques interiores” de la vida, a su manera, es la crónica de un viajante, celebra hallarse perdido en los bosques y los otoños más diversos, desde sus primeros poemas de “Bosques” (Lima, 1973) hasta los últimos de “Tras la breve luz del día” (París, 1983),  ira reconociendo sus propias impresiones y pensamientos básicos de su postura, donde hechiza el paisaje “trakliano”,  y denota a sus habitantes más cercanos. De allí que “El habitante” me parece un poema fundamental para abordar la estética y la visión que tiene la poesía de este poeta mallarmeano, por momentos, y en otros instantes, surrealistas, romántico, hermético:

EL HABITANTE

Sin ser otro se sintió reír
Me estoy volviendo viejo pensó
apoyado aún entre los sueños que como un dios
lo habitaban a esa hora nula
Me estoy volviendo viejo y sordo gritó
armado en los rumores cada vez más intensos
más perfectos de la carne plateada
Tapó como pudo su vergüenza con las primeras hojas
con los guijarros fieles a sus labios
La frente estalló contra el aire sólido
Había muerto el zancudo en su mano
El planeta invisible aún brillaba
Ama tus muertos dijo y besó las vidas deshechas
el torbellino entonces pálido
El alma de la alhucema permanecía quieta
Como el vientre de Nazca soñó o pensó
Daba lo mismo al centro de la cabeza verde
Ah ah borrón del cuerpo en el verano sigiloso
que un simple aleteo trasporta en el agua
Los círculos cedieron bajo el peso
la hoja de azafrán se ocultó en el cántaro
En Nazca volaría la mariposa del tiempo irreal
Una tres veces se oyó el escándalo de pétalos
El quién vive del espíritu sobresaltándose
Las aves de la piel unieron los infiernos con el cielo
ah fluyente ah flotador ah flavo
La estrella de los pies en los ojos humanos
Resplandecía en la aladierna
Con estrépito los pétalos cayeron
El ojo palpitó detrás de la penumbra
Oh últimos centelleos anclando en el vacío
Muslos por debajo de la quietud sin límites
Insuflaba el día en las aves guturales
Nazca dijo recordándose
¡Quién podía desligar los soles de su cabeza muerta

 Armando Rojas, en París, en la tumba de César Vallejo, con otros poetas y amigos peruanos, entre ellos: José Antonio "Pocho" Rios.

Armando Rojas Adrianzén  nació el 20 de Octubre de 1945, en Huancabamba, Piura.  Murió en París, el 27 de Junio de 1986.  Dirigió, editó e imprimió la revista Altaforte, revista de poesía y prosa en español y en francés. Lo mismo que los  cuadernos de poesía de la colección Quipu. Publicó “Bosques” (1973) con ilustraciones y diseño gráfico de Víctor Escalante. Entre 1978-1979 editó dos volúmenes: S&Q (que recoge tres series de poemas, una carpeta en forma de cartera en cuyo interior aparecen  48 billetes de cartón a manera de naipes, y en cada uno de estos billetes-cédulas venía impreso un poema),  y “Tras la breve luz del día” (objeto que parecía un libro litúrgico que reúne 15 poemas con versiones francesas  a contra página, con un grabado de tinta negra, impreso a mano por el autor y por el grabador Jacques Vernière). En 1983, publicó “El sol en el espejo”, con poemas traducidos al francés y con litografía de Leoncio Villanueva. Todos, libros “artefactos” de poemas “objetos”.

La mejor semblanza de la obra del poeta Armando Rojas la ha escrito Álvaro Uribe, y es bueno recordarlo: “Casi todos los escritores dan por terminada su labor cuando ponen el punto final al manuscrito. De ahí en adelante su obra, que acaso vuelve a pasar fugazmente por sus manos en la revisión de galeras, ya no les pertenece. Editores, linotipistas, correctores, impresores, distribuidores y libreros median entre el autor y el lector. Módica deidad de un panteísmo editorial, Rojas fue todos sus intermediarios. Escribió los poemas, escogió la tipografía, corrigió las pruebas, imprimió los folios, distribuyó los ejemplares entre los lectores que conocía o deseaba y llegó a ser vendedor para completar el precio de la edición. Sus libros son una prueba luminosa de que la galaxia Gutenberg no habrá de eclipsarse mientras haya quien experimente el placer físico de la página impresa”.

Sus poemas son muchas veces clónicos, se repiten los fantasmas y las obsesiones, se viaja por esos bosques con cierto desamparo y los habitantes son interminables (aunque con las mismas definiciones humanas).  Se viaja por el camino  de cierto vacio, son  migraciones extrañas en la vida como la de los pájaros, una convivencia urbana insospechada y ambigua se confirma sobre la muerte de lo rural y lo natural de la vida, senderos que se bifurcan entre realidad e irrealidad.  

La poesía de Armando Rojas por momentos es de una experiencia totalizadora y de una gran percepción, que aspira a tener una lucida hiperconciencia, con una exactitud pictórica de la realidad y un matiz vanguardista tomada de todos los “ismos”, que va a moverse pendularmente de cierta racionalidad hacia el delirio simbolista y surrealista, buscando identidades humanas en el presente  exuberante y el pasado deslumbrante: tiene un efecto desintegrador de la racionalidad humana e ilustra la propia historia contemporánea. 

Breve Antología Poética.  Diseño Víctor Escalante.  Selección de poemas Ricardo Silva-Santisteban.  Publicada con motivo del Homenaje realizado por el Centro Social Cultural Huancabamba-Piura

Sus poemas vienen de la tradición de “Trilce”  de Vallejo, de “La tortuga Ecuestre”  de Moro, mucho del “purismo formal” de “Surcando el aire oscuro”  de Sologuren, son poemas insistentes en una forma muy elegante de expresar la vida, extraña, simple, de ternura y de soledad.   Sería injusto e inexacto, por la universalidad de su poesía, encasillar la obra poética de Armando Rojas solo en el panorama de la poesía peruana y piurana contemporánea, pero sería aún más desacertado, desdeñar e ignorar el portento nativo de su  origen huancabambino: no tener en cuenta la particularidad  de su piuranidad admitida en el gesto anunciador de su mensaje poético cuando se refiere a espacios naturales de su propio origen, a secuencias de episodios familiares, dentro de lo semiótico de su poesía y la pluralidad de códigos que esta posee.  Nadie puede ignorar la apertura directa e inicial de su poema “Montes” dedicado a sus padres, cuando irrumpe con el localismo piurano ñija, interjección épica y ancestral usada por los campesinos de la serranía huancabambina, a grito pelado,  realizado en los enfrentamientos con “garantizado” para dirimir alguna ofensa o diferencia insalvable.

El poeta grafica y edita: esperanza, decepciones, incertidumbres, confusas escenas del deterioro memorial humano donde no resulta extraño para cualquier lector reconocerse en cualquier verso o  episodio humano. Álvaro Uribe (Universidad Nacional Autónoma de México, 2012),  refiere del poeta: “El hacedor de libros había alcanzado el equilibrio entre el esplendor sonoro de sus poemas y el eco visual que les debe la imprenta”.


Ver:

Homenaje al poeta Armando Rojas en el Centro Social Cultural  Huancabamba-Lima:
20 de Octubre del 2012