mayo 23, 2012

ESQUEMA DE UNA EXPLICACION DE CHAPLIN / José Carlos Mariátegui

Imagen: Cherman
ESQUEMA DE UNA EXPLICACION DE CHAPLIN   1

José Carlos Mariátegui




El tema Chaplin me parece, dentro de cualquiera explicación de nuestra época, no menos considerable que el tema Lloyd George o el tema Mac Donald (si le buscamos equivalentes en sólo la Gran Bretaña): Muchos han encontrado excesiva la aserción de Henri Poulaille de que The Gold Rush (En pos del oro, La quimera del oro son traducciones apenas aproximadas de ese titulo), es la mejor novela contemporánea. Pero —localizando siempre a Chaplin en su país— creo que, en todo caso, la resonancia humana de The Gold Rush sobrepasa largamente a la del Esquema de Historia Universal de Mr. H. G. Wells y a la del teatro de Bernard Shaw. Este es un hecho que Wells y Shaw serian, seguramente, los primeros en reconocer. (Shaw exagerándolo bizarra y extremadamente, y Wells atribuyéndolo algo melancólico a la deficiencia de la instrucción secundaria).

La imaginación de Chaplin elige, para sus obras, asuntos de categoría no inferior al regreso de Matusalén o la reivindicación de Juana de Arco: el Oro, el Circo. Y, además, realiza sus ideas con mayor eficacia artística: el intelectualismo reglamentario de los guardianes del orden estético se escandalizará por esta proposición. El éxito de Chaplin se explica, según sus fórmulas mentales, del mismo modo que el de Alejandro Dumas o Eugenio Sué. Pero, sin recurrir a las razones de Bontempelli sobre la novela de intriga, ni suscribir su revaluación de Alejandro Dumas, este juicio simplista queda descalificado tan luego se recuerda que el arte de Chaplin es gustado, con la misma fruición, por doctos y analfabetos, por literatos y por boxeadores. Cuan do se habla de la universalidad de Chaplin no se apela a la prueba de su popularidad. Chaplin tiene todos los sufragios: los de la mayoría y las minorías. Su fama es a la vez rigurosamente aristocrática y democrática. Chaplin es un verdadero tipo de élite, para todos los que no olvidamos que élite quiere decir electa.

La búsqueda, la conquista del oro, el gold rush ha sido el capítulo romántico, la fase bohemia de la epopeya capitalista. La época capitalista comienza en el instante en que Europa renuncia a encontrar la teoría del oro para buscar sólo el oro real, el oro físico. El descubrimiento de América está, por esto sobre todo, tan íntima y fundamentalmente ligado a su historia. (Canadá y California: grandes estaciones de su itinerario). Sin duda, la revolución capitalista fue, principalmente, una revolución tecnológica: su primera gran victoria es la máquina; su máxima invención, el capital financiero. Pero el capitalismo no ha conseguido nunca emanciparse del oro, a pesar de la tendencia de las fuerzas productoras a reducirlo a un símbolo. El oro no ha cesado de insidiar su cuerpo y su alma. La literatura burguesa ha negligido, sin embargo, casi totalmente este tema. En el siglo décimo no, sólo Wagner lo siente y lo expresa en su manera grandiosa y alegórica. La novela del oro aparece en nuestros días: L'Or de Blaise Cendrars, Tripes d'Or de Crommelynk, son dos especimenes distintos pero afines de esta literatura. The Gold Rush pertenece, también, legítimamente, a ella. Por este lado, el pensamiento de Chaplin y las imágenes en que se vierte, nacen de una gran intuición actual. Es inminente la creación de una gran sátira contra el oro. Tenemos ya sus anticipaciones. La obra de Chaplin aprehende algo que se agita vivamente en la subconsciencia del mundo.

Chaplin encarna, en el cine, al bohemio. Cualquiera que sea su disfraz, imaginamos siempre a Chaplin en la traza vagabunda de Charlot. Para llegar a la más honda y desnuda humanidad, al más puro y callado drama, Chaplin necesita absolutamente la pobreza y el hambre de Charlot, la bohemia de Charlot, el romanticismo y la insolvencia de Charlot. Es difícil definir exactamente al bohemio. Navarro Monzó —para quien San Francisco de Asís, Diógenes y el propio Jesús serían la sublimación de esta estirpe espiritual— dice que el bohemio es la antítesis del burgués. Charlot es antiburgués por excelencia. Está siempre listo para la aventura, para el cambio, para la partida. Nadie lo concibe en posesión de una libreta de ahorros. Es un pequeño Don Quijote, un juglar de Dios, humorista y andariego.

Era lógico, por tanto, que Chaplin sólo fuera capaz de interesarse por la empresa bohemia, romántica del capitalismo: la de los buscadores de oro. Charlot podía partir a Alaska, enrolado en la codiciosa y miserable falange que salía a descubrir el oro con sus manos en la montaña abrupta y nevada. No podía quedarse a obtenerlo, con arte  capitalista, del comercio, de la industria, de la bolsa. La única manera de imaginar a Charlot rico era ésta. El final de The Goid Rush —que algunos hallan vulgar, porque preferirían que Charlot regresara a su bohemia descamisada— es absolutamente justo y preciso. No obedece mínimamente a razones de técnica yanqui.

Toda la obra está insuperablemente construida. El elemento sentimental, erótico, interviene en su desarrollo como medida matemática, con rigurosa necesidad artística y biológica. Jim Mc Kay encuentra a Charlot, su antiguo compañero de penuria y de andanza, en el instante exacto en que Charlot, en tensión amorosa, tomará con una energía máxima la resolución de acompañarlo en la busca de la ingente mina perdida. Chaplin, autor, sabe que la exaltación erótica es un estado propicio a la creación, al descubrimiento. Como Don Quijote, Charlot tiene que enamorarse antes de emprender su temerario viaje. Enamorado, vehemente y bizarramente enamorado, es imposible que Charlot no halle la mina. Ninguna fuerza, ningún accidente, puede detenerlo. No importaría que la mina no existiera. No importaría que Jim Mc Kay, oscurecido su cerebro por el golpe que borró su memoria y extravió su camino, se engañase. Charlot hallaría de todos modos la mina fabulosa. Su pathos le da una fuerza suprarreal. La avalancha, el vendaval, son impotentes para derrotarlo. En el borde de un precipicio, tendrá sobrada energía para rechazar la muerte y dar un volatín sobre ella. Tiene que regresar de este viaje, millonario. ¿Y quién podía ser, dentro de la contradicción de la vida, el compañero lógico de su aventura victoriosa? ¿Quién, sino este Jim Mc Kay, este tipo feroz, brutal, absoluto, de buscador de oro que, desesperado de hambre en la montaña, quiso un día asesinar a Charlot para comérselo? Mc Kay tiene rigurosa, completamente, la constitución del perfecto buscador de oro. No es excesiva ni fantástica la ferocidad que Chaplin le atribuye, famélico, desesperado. Mc Kay no podía ser el héroe cabal de esta novela si Chaplin no lo hubiese concebido resuelto, en caso extremo, a devorar a un compañero. La primera obligación del buscador de oro es vivir. Su razón es darwiniana y despiadadamente individualista.

En esta obra, Chaplin, pues, no sólo se ha apoderado genialmente de una idea artística de su época, sino que la ha expresado en términos de estricta psicología científica. The Gold Rush confirma a Freud. Desciende, en cuanto al mito, de la tetralogía wagneriana. Artística, espiritualmente, excede, hoy, al teatro de Pirandello y a la novela de Proust y de Joyce.

El circo es espectáculo bohemio, arte bohemio por excelencia. Por este lado, tiene su primera y más entrañable afinidad con Chaplin. El circo y el cinema, de otro lado, acusan un visible parentesco, dentro de su autonomía de técnica y de esencia. El circo, aunque de manera y con estilo distintos, es movimiento de imágenes como el cinema. La pantomima es el origen del arte cinematográfico, mudo por excelencia, a pesar del empeño de hacerlo hablar.2 Chaplin, precisamente, procede de la pantomima, o sea del circo. El cinema ha asesinado al teatro, en cuanto teatro burgués. Contra el circo no ha podido hacer nada. Le ha quitado a Chaplin, artista de cinema, espíritu de circo, en que está vivo todo lo que de bohemio, de romántico, de nómada hay en el circo. Bontempelli ha despedido sin cumplimientos al viejo teatro burgués, literario, palabrero. El viejo circo, en tanto, está vivo, ágil, idéntico. Mientras el teatro necesita reformarse, rehacerse, retornando al "misterio" medioeval, al espectáculo plástico, a la técnica agonal o circense, o acercándose al cinema con el acto sintético de la escena móvil, el circo no necesita sino continuarse: en su tradición encuentra todos sus elementos de desarrollo y prosecución.

La última película de Chaplin es, subconscientemente, un retorno sentimental al circo, a la pantomima. Tiene, espiritualmente, mucho de evasión de Hollywood Es significativo que esto no haya estorbado sino favorecido una acabada realización cinematográfica. He encontrado en una sazonada revista de vanguardia3, reparos a El Circo, como obra artística. Opino todo lo contrario. Si lo artístico, en el cinema, es sobre todo lo cinematográfico, con El Circo Chaplin ha dado como nunca en el blanco. El Circo es pura y absolutamente cinematográfico. Chaplin ha logrado, en esta obra, expresarse sólo en imágenes. Los letreros están reducidos al mínimum. Y podría habérseles suprimido totalmente, sin que el espectador se hubiese explicado menos la comedia.

Chaplin proviene, según un dato en que insiste siempre su biografía, de una familia de clowns, de artistas de circo. En todo caso, él mismo ha sido clown en su juventud. ¿Qué fuerza ha podido sustraerlo a este arte, tan consonante con su ánima de bohemio? La atracción del cinema, de Hollywood, no me parece la única y ni siquiera la más decisiva. Tengo el gusto de las explicaciones históricas, económicas y políticas y, aún en este caso, creo posible intentar una, quizá más seria que humorística.

El clown inglés representa el máximo grado de evolución del payaso. Está lo más lejos posible de esos payasos muy viciosos, excesivos, estridentes, mediterráneos, que estamos acostumbrados a encontrar en los circos viajeros, errantes. Es un mimo elegante, mesurado, matemático, que ejerce su arte con una dignidad perfectamente anglicana. A la producción de este tipo humano, la Gran Bretaña ha llegado —como a la del pur sang de carrera o de caza—, conforme a un darwiniano y riguroso principio de selección. La risa y el gesto del clown son una nota esencial, clásica, de la vida británica; una rueda y un movimiento de la magnífica máquina del Imperio. El arte del clown es un rito; su comicidad, absolutamente seria. Bernard Shaw, metafísico y religioso, no es en su país, otra cosa que un clown que escribe. El clown no constituye un tipo, sino más bien una institución, tan respetable como la Cámara de los Lores. El arte del clown significa el domesticamiento de la bufonería salvaje y nómada del bohemio, según el gusto y las necesidades de una refinada sociedad capitalista. La Gran Bretaña ha hecho con la risa del clown de circo lo mismo que con el caballo árabe: educarlo con arte capitalista y zootécnico, para puritano recreo de su burguesía manchesteriana y londinense. El clown ilustra notablemente la evolución de las especies.

Aparecido en una época de exacto y regular apogeo británico, ningún clown, ni aún el más genial Chaplin, habría podido desertar de su arte. La disciplina de la tradición, la mecánica de la costumbre, no perturbadas ni sacudidas, habrían bastado para frenar automáticamente cualquier impulso de evasión. El espíritu de la severa Inglaterra corporativa era bastante en un período de normal evolución británica, para mantener la fidelidad al oficio, al gremio. Pero Chaplin ha ingresado a la historia en un instante en que el eje del capitalismo se desplazaba sordamente de la Gran Bretaña a Norteamérica. El desequilibrio de la maquinaria británica registrado tempranamente por su espíritu ultrasensible, ha operado sobre sus ímpetus centrífugos y secesionistas. Su genio ha sentido la atracción de la nueva metrópoli del capitalismo. La libra esterlina bajo el dólar, la crisis de la industria carbonera, el paro de los telares de Manchester, la agitación autonomista de las colonias, la nota de Eugenio Chen sobre Hankow, todos estos síntomas de un aflojamiento de la potencia británica, han sido presentidos por Chaplin —receptor alerta de los más secretos mensajes de la época—, cuando de una ruptura del equilibrio interno del clown, nació. Charlot, el artista de cinema. La gravitación de los Estados Unidos, en veloz crecimiento capitalista, no podía dejar de arrancar a Chaplin a un sino de clown que se habría cumplido normalmente hasta el fin, sin una serie de fallas en las corrientes de alta tensión de la historia británica. ¡Qué distinto habría sido el destino de Chaplin en la época victoriana, aunque ya entonces el cinema y Hollywood hubiesen encendido sus reflectores!

Pero Estados Unidos no se ha asimilado espiritualmente a Chaplin. La tragedia de Chaplin, el humorismo de Chaplin, obtienen su intensidad de un íntimo conflicto entre el artista y Norteamérica. La salud, la energía, el élan de Norteamérica retienen y excitan al artista; pero su puerilidad burguesa, su prosaísmo arribista, repugnan al bohemio, romántico en el fondo. Norte­américa, a su vez, no ama a Chaplin. Los geren­tes de Hollywood, como bien se sabe, lo estiman subversivo, antagónico. Norteamérica siente que en Chaplin existe algo que le escapa. Chaplin estará siempre sindicado de bolchevismo, entre los neo-cuáqueros de la finanzas y la industria yanquis.

De esta contradicción, de este contraste, se alimenta uno de los más grandes y puros fenó­menos artísticos contemporáneos. El cinema consiente a Chaplin asistir a la humanidad en su lucha contra el dolor con una extensión y si­multaneidad que ningún artista alcanzó jamás. La imagen de este bohemio trágicamente cómi­co, es un cotidiano viático de alegría para los cinco continentes. El arte logra, con Chaplin, el máximo de su función hedonística y libertado­ra. Chaplin alivia, con su sonrisa y su traza do­lidas, la tristeza del mundo. Y concurre a la mi­serable felicidad de los hombres, más que nin­guno de sus estadistas, filósofos, industriales y artistas.



NOTAS:
1 Publicado en Variedades: Lima, 6 y 13 de Octubre de 1928. Y, con enmiendas de forma, en Amauta: Nº 18 (págs. 66-71); Lima, Octubre de 1928.
2 Debe recordarse que eran mudos los dos films de Chaplin, "explicados" por José Carlos Mariátegui; y que en 1928 apenas se iniciaban los ensayos para dar sonoridad y voz al cine
3 Pulso, Buenos Aires. Director: Alberto Hidalgo. (N. del A.).

Imagen: Elizabeth Celeste.

mayo 15, 2012

CHAC MOOL / CARLOS FUENTES

Cuento

Chac Mool

Carlos Fuentes



Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.

Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.

Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.

“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”

“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.

“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.

“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”

“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.

“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”

“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”

“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”

“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”

“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”

“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”

“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”

“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”

“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”

“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”

Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:

“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.

“Casi sin aliento, encendí la luz.

“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”

Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:

“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.

“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”

“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”

“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”

“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atrevía a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”

“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”

“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”

“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”

Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.

Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.

-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...

-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.
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1. Deidad azteca de la lluvia.
2. Filiberto no explica en qué lengua se entendía con el Chac Mool.





Obras
Novelas

La región más transparente, Fondo de Cultura Económica, México, 1958
Las buenas conciencias, Fondo de Cultura Económica, México, 1959
La muerte de Artemio Cruz, Fondo de Cultura Económica, Colección Popular, México, 1962
Aura, Ediciones Era, México, 1962
Zona Sagrada, Siglo Veintiuno Editores, México, 1967
Cambio de piel, J. Mortiz, México, 1967
Cumpleaños, J. Mortiz, México, 1969
Terra Nostra, J. Mortiz, México, 1975; Seix Barral, Biblioteca Breve 385, Barcelona, 1975
La cabeza de la hidra, Argos, Barcelona, 1978
Una familia lejana, Ediciones Era, México, 1980
Agua Quemada. Cuarteto Narrativo Fondo de Cultura Económica, México, 1983
Gringo Viejo, Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, México, 1985
Cristóbal Nonato, Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, México 1987
Constancia y otras novelas para vírgenes, Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme,           México, 1990. Contiene 5 novelas cortas: Constancia, La desdichada, El prisionero de Las Lomas, Viva mi fama y Gente de razón
La campaña (1990); México: Santillana. (Alfaguara)(2002)
Los años con Laura Díaz (México, Alfaguara, 1999)
Instinto de Inez, Alfaguara, México, 2001
La silla del águila, Alfaguara, 2003
Todas las familias felices, Alfaguara, 2006
La voluntad y la fortuna, Alfaguara, México, 2008
Adán en Edén, Alfaguara, México, 2009
Vlad, Alfaguara, México, 20104

Relatos y cuentos

Los días enmascarados, Editorial Novaro, Los Presentes, México, 1954. Contiene 6 relatos:
Chac Mool, En defensa de la Trigolibia, Tlactocatzine, del jardín de Flandes, Letanía de la orquídea, Por boca de los dioses y El que inventó la pólvora
Cantar de ciegos, J. Mortiz, México, 1964 (Serie del volador) ISBN 978-97-0749-017-8. Contiene 7 cuentos:
Las dos Elenas, La muñeca reina, Fortuna lo que ha querido, Vieja moralidad, El costo de la vida, Un alma pura y A la víbora de la mar
Chac Mool y otros cuentos, Salvat Editores, Barcelona, 1973. Con prólogo de José Donoso, contiene 7 relatos:
Chac Mool, Tlactocatzine, del jardín de Flandes, Las dos Elenas, La muñeca reina, Fortuna lo que ha querido, El costo de la vida y Un alma pura
Agua quemada, México: CREA, 1983 (Biblioteca Joven; 4) ISBN 968-16-1577-8. Contiene 4 relatos:
El día de las madres, Estos fueron los palacios, Las mañanitas y El hijo de Andrés Aparicio
Dos educaciones, Mondadori España, Madrid, 1991 ISBN 84-397-1728-8
El naranjo, Alfaguara, 1994. Contiene 5 relatos:
Las dos orillas (1991-92), Los hijos del conquistador (1992), Las dos Numancias (1992), Apolo y las putas (1991-92) y Las dos Américas (1992)
La frontera de cristal. Una novela en nueve cuentos (1995) 2. reimpr. Madrid: Santillana, 1996. (Alfaguara ) ISBN 968-19-0268-8 Incluye:
La capitalina, La pena, El despojo, La raya del olvido, Malintzin de las maquilas, Las amigas, La frontera de cristal, La apuesta y Río GRANDE, río bravo
Inquieta compañía, Alfaguara, 2004. Contiene 6 relatos:
El amante del teatro, La gata de mi madre, La buena compañía, Calixta Brand, La bella durmiente y Vlad
Cuentos fantásticos, Alfaguara, 2007. Contiene 8 relatos más una novela breve:
Chac Mool, Pantera en jazz, Tlactocatzine, del jardín de Flandes, Por boca de los dioses, Letanía de la orquídea, La muñeca reina, El robot sacramentado, Un fantasma tropical y Aura
Cuentos naturales, Alfaguara, 2007. Contiene 6 relatos:
Vieja moralidad, Las dos Elenas, Un alma pura, Malintzin de las maquilas, La sierva del padrey La línea de la vida
Carolina Grau, Alfaguara, México, 2010; 8 cuentos que pueden ser leídos como una novela:
El prisionero del castillo de If; Brillante; El hijo pródigo; Olmeca; La tumba de Leopardi; Salamandra; El arquitecto del castillo de If y El dueño de la casa

Ensayo

Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes, Lanin A Gyurko, University Press of the South, Nueva Orleáns, 2010
The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder, Lanin A Gyurko, University Press of the South, Nueva Orleáns, 2009
La nueva novela hispanoamericana, J. Mortiz, México, 1969 (colección Cuadernos de Joaquín Mortiz 4)
El mundo de José Luis Cuevas, Tudor Publishing Company, Nueva York, 1969
Casa con dos puertas, J. Mortiz, México, 1970
Tiempo mexicano, J. Mortiz, México, 1971 (colección Cuadernos de Joaquín Mortiz 11-12; recopilación de artículos publicados en periódicos
Cervantes o la crítica de la lectura, J. Mortiz, México, 1976 (colección Cuadernos de Joaquín Mortiz 42)
El Dragón y el Unicornio: La tensión del pensamiento entre las antiguas relaciones de sangre y las nuevas relaciones jurídico-estatales que surgieron con la civilización. Co-autoría Alejandro Carrillo Castro (Cal y Arena 1980)
Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana, Mondadori España, Madrid, 1990
El espejo enterrado, Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, México, 1992
Geografía de la novela, Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Contiene 13 ensayos:
¿Ha muerto la novela?, Jorge Luis Borges: La herida de Babel, Juan Goytisolo y el honor de la novela, Augusto Roa Bastos: El poder de la imaginación, Sergio Ramírez: El derecho a la ficción, Héctor Aguilar Camín: La verdad de la mentira, Milan Kundera: El idilio secreto, György Konrád: La ciudad en guerra, Julian Barnes: Dos veces el sol, Artur Lundkvist: La ficción poética, Italo Calvino: El lector conoce el futuro, Salman Rushdie: Una conclusión y una carta y Geografúa de la novela
Tres discursos para dos aldeas. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1993 (Colección Popular 489) ISBN 950-557-195-X
Nuevo tiempo mexicano, Aguilar, México, 1994
Retratos en el tiempo, con Carlos Fuentes Lemus, Alfaguara, México, 1998
Los cinco soles de México: memoria de un milenio, Seix Barral, Biblioteca Breve, Barcelona, 2000. ISBN 84-322-1063-3
En esto creo, Seix Barral, Barcelona, 2002
Contra Bush, Aguilar, México, 2004
Los 68, Grijalbo, México, 2005
La gran novela latinoamericana, Alfaguara, Madrid, 2011

Teatro

Todos los gatos son pardos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1970
El tuerto es rey J. Mortiz, México, 1970 (Teatro del volador)
Los reinos originarios, Seix Barral, Barcelona, 1971
Orquídeas a la luz de la luna. Comedia mexicana, Seix Barral, Biblioteca Breve 494, Barcelona, 1982
Ceremonias del alba, Mondadori España, Madrid, 1991. Reescritura hecha por Fuentes en 1990 de Todos los gatos son pardos; en esta reestructuración, introdujo nuevos personajes y situaciones

Libretos de ópera

Santa Anna, libreto para la ópera homónima sobre el político y militar mexicano Antonio López de Santa Anna, del compositor cubano José María Vitier

Premios y reconocimientos

1972 miembro de El Colegio Nacional.
1972 Premio Mazatlán de Literatura por Tiempo mexicano. Fuentes rechazó el galardón en protesta por la política del gobierno de Sinaloa contra el movimiento estudiantil en la universidad de dicho estado5
1976 Premio Xavier Villaurrutia por Terra Nostra6
1977 Premio Rómulo Gallegos por Terra Nostra
1979 Premio Internacional Alfonso Reyes
1984 Premio Nacional de Literatura de México7
1987 Premio Cervantes
1992 Legión de Honor
1992 Premio Internacional Menéndez Pelayo
1994 Premio Grizane Cavour
1994 Premio Príncipe de Asturias
1994 Medalla Picasso de la Unesco
2000 Doctorado honoris causa por la Universidad Veracruzana
2000 Doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Sinaloa8
2001 miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua.
2004 Premio Real Academia Española de creación literaria 2004 por En esto creo9
2008 Premio Internacional don Quijote de la Mancha
2009 Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Quintana Roo
2009 Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica
2009 Premio González Ruano de Periodismo, otorgado por la Fundación MAPFRE, por el artículo El Yucatán de Hernán Lara Zavala10
2009 Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Veracruz
2009 Homenaje Nacional a Carlos Fuentes
2010 Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras11
2011 Premio Formentor de las Letras 2011 en reconocimiento a toda su obra
2011 Doctorado Honoris Causa en la Universidad Michel de Montaigne

El cine y Fuentes

Gran aficionado al cine, escribió guiones para numerosas películas, como Las dos Elenas, filme corto basado en su cuento homónimo y dirigida en 1964 por José Luis Ibáñez (director de otra cinta, Las dos cautivas, también basada en una historia de Fuentes), El gallo de oro (1964, junto con Gabriel García Márquez y el director de la película Roberto Gavaldón), Un alma pura (1965), Tiempo de morir (1966, junto con Gabriel García Márquez), Pedro Páramo (adaptación de la novela de Juan Rulfo, con Carlos Velo, director, y Manuel Barbachano Ponce, 1967), Ignacio (también adaptado de un cuento de Juan Rulfo, 1975). El mexicano Juan Ibáñez rodó en 1965 Un alma pura, Sergio Olhovich filmó Muñeca Reina en 1972 y en 1988 Orlando Merino realizó el mediometraje Vieja Moralidad. Estos tres filmes se basan en relatos homónimos del libro de cuentos de Fuentes Cantar de ciegos.

Su novela La cabeza de la hidra fue llevada al cine en 1981 por el director mexicano Paul Leduc con el título de Complot Petróleo: La cabeza de la hidra y guion del propio Fuentes. El argentino Luis Puenzo filmó en 1989 Gringo viejo. Filmó la serie televisiva El espejo enterrado, que se comienza a difundir en 1992 y sobre cuya base publica el libro homónimo.

El profesor Lanin A. Gyurko, de la Universidad de Arizona, ha demostrado, en The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder (New Orleans: University Press of the South, 2009) y Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South, 2010), la influencia de Carlos Fuentes sobre el cine norteamericano y la del cine sobre la obra literaria de este.


Los Caifanes: Guión de Carlos Fuentes.

mayo 10, 2012

EXPOSICIÓN DE VIRGILIO GÓMEZ EN OAXACA-MÉXICO

VIRGILIO GÓMEZ
E n  M e m o r i a

 * EXPOSICIÓN

 * VIDA Y OBRA DE VIRGILIO GÓMEZ
Mesa Redonda con Juan Manuel Hernández, Carlos Moreno Derbez,
Edgar Saavedra y Ulises Torrentera
 
 * Teatro COLECTIVO CERO MAYA


* Concierto del grupo  PICHANCHA


 
 Miércoles 16 de mayo, 2012

19:00 hrs. Entrada libre
 


 

BIBLIOTECA HENESTROSA

Porfirio Díaz 115, esquina con Morelos, Centro Histórico, C.P. 68000 Oaxaca de Juárez, Oaxaca
Tel. 516-9715 Fax 516-9750 bibliotecahenestrosa@yahoo.com.mx
Twitter: @BiblioHenestros Facebook: Biblioteca Henestrosa
www.bibliotecahenestrosa.com
 
VIRGILIO

 
Desde las calles de una ciudad que ha perdido hasta las piedras originales de sus calles, que ha sido devastada por sexenios de abulia cultural y creativa, te vemos sentado en una de las mesas del café del portal, asiendo un libro y una idea y por supuesto una ironía sobre las desgracias que nos rodean a diario.
Virgilio es la risa que ya no tenemos porque se nos está agotando también la paciencia para vivir esta ciudad. Sin la ironía cáustica de Virgilio, los días se nos hacen más lentos, más torpes, menos habitables.
La ciudad lo extraña y nosotros podemos ahora reunirnos para recordarlo a ver si así regresan los días de la risa, los días de la feroz crítica y los días de esa conspiración contra el tedio y la repetición que nos ahoga.
Vamos a recordarlo el día 16 de mayo del 2012 en la Biblioteca Henestrosa. Porque solamente así vamos a lograr mover un poco esas losas que aplastan el humor, la risotada inmisericorde contra los “otros unos” que invariablemente son esos otros, los formales, los serios y comportados, los políticamente correctos, los responsables de la desgracia política, ética y cultural de nuestra ciudad.
Para hablar de Virgilio el pintor, el marxista, el militante, el maestro y el amigo, te esperamos y para hablar nada más, una revuelta contra el silencio que Virgilio no habría permitido que lo rodeara ni aun en esta ausencia que lo evoca.
Por eso vamos a hablar con él para que el silencio profanado nos regrese la risa. Y la alegría que Benedetti –su entrañable camarada- también se está cansando de defender él solo.
Patricia Álvarez