diciembre 27, 2021

EL CUENTO PIURANO: UNA TRAYECTORIA IMPECABLE Armando Arteaga

EL CUENTO PIURANO:

UNA TRAYECTORIA IMPECABLE

Armando Arteaga

Siempre es un riesgo aventurar opiniones sobre un problema candente: el cuento piurano. Los historiadores de la literatura regional piurana tocan siempre con prudencia los preferentes asuntos rurales que se contraponen sobre  los asuntos urbanos, cuando tienen que señalar  sus preferencias sobre las bondades  temáticas del cuento  piurano.

No es nada difícil ubicarlos cronológicamente a los escritores para alguna antología, lo importante se vuelve una desconfianza tradicional cuando hurgas sobre el material que conforman libros, autores, representatividad de la producción narrativa, y abordar la problemática del ámbito cultural en donde se desenvuelven los puntos de vista distintos de los cuentistas piuranos.



“Esto que parece cuento no lo es, pero puede tomarse como tal” -emprende Enrique López Albújar (1872-1966) en su cuento “La tristeza del Faucett” de su libro “La diestra de Don Juan” (1973), donde su reciedumbre norteña llega a mostrar los extremos de su interioridad vital-. Cuentos pioneros publicados tardíamente por el patriarca, textos diversos e intensos donde Piura lejos de guiñarle el ojo, tiene  una mirada enigmática confrontada a respuestas de cuestiones existenciales urbanas.

 


Lo rural, es cierto, tiene en “Cuentos de  Don Miguel” (1963), del religioso y antropólogo  huancabambino: Justino Ramírez Adrianzén (1906-1985), la reivindicación humanista y el advenimiento de la épica de una cultura agraria. Relatos de divergencias costumbristas,  con un reproche a la feudalidad, inmersos de ironía moralizante. “Yo me llamo Antón”, es un relato corto y moderno, lejos de las tediosas descripciones de otros narradores indignados por la cuestión social.


Cuando Rómulo León Zaldívar (1885-1969) publicó sus “Cuentos Piuranos” (1958), es claro que, llega tarde esa narrativa al debate académico, pero pretende recuperar un largo silencio;  sus cuentos insisten en exaltar aspectos tradicionales: “Acciones borran pasiones”, supone la exuberancia localista que recupera y denuncia la realidad, de entonces, tal como ocurre: el realismo, un testimonio, un documento.


La realidad piurana siempre ha sido una verdad candente para los narradores,  de allí,  hay que  entender el interés de José  Diez Canseco (1904-1949) en sus “Estampas Mulatas” (1930) al abordar en su cuento “El velatorio” la conversación iconoclasta, el fallido intento de rebuscan en el lenguaje callejero la expresión violenta del suburbio, la venganza del personaje burlado.

También, Hildebrando Castro Pozo (1890-1945),  expresa con su libro “Celajes de la sierra (Leyendas y cuentos andinos)” (1923): una narrativa lúdica, socialmente hablando, pero marginada en el mundo urbano. Tiene una intención de denuncia, sus  méritos y valores se dan en el aspecto de rescatar valores humanos, tal el caso del  texto: “Rumor de noche buena”.





El cuento piurano como género literario alcanza lectores más exigentes  con sus propios entusiasmos regionales con la aparición de libros como “Horizontes de sol” (1957) de Raúl Estuardo Cornejo Agurto (1936- 2017), el primer narrador que introduce el personaje de “Froilán Alama” en dos de sus cuentos; Teodoro Garcés Negrón (1897-1981) quien en su libro “La embestida del carnero y otros cuentos norteños” (1897-1981) presenta en su cuento “Mi amigo el despenador” el ancestral tema de la eutanasia; Francisco Vegas Seminario (1899-1988), aunque gran novelista, escribió estupendos cuentos en dos libros notables: “Chicha, sol y sangre/  Cuentos Piuranos” (1946) y “Entre algarrobos” (1955), de donde destaca justificadamente por estructura y lenguaje: “Taita Dios nos señala el camino”; Jorge E.  Moscol Urbina (1916-2001), periodista que escribía con el seudónimo de “JEMU” publicó sus “Cuentos Sechuras” (1964) y “La Despenadora” (1944): un muestrario de excelentes recursos narrativos donde destacó “La respetación”, infaltable creación literaria llena de humor piurano; y Juan Antón y Galán (1928-2009) editó dos libros de cuentos: “La Respuesta de San Jacinto/ Relatos Piuranos” (1968) y “El churuco/ Cuentos y Leyendas” (1990), por el contexto y el  clima narrativos, ficciones de sello costumbrista.

 

 



Esta primera etapa del desarrollo del cuento piurano que ocupa casi todo el siglo XX se cierra con reconocimiento al primer libro de cuentos “Los Jefes”  de Mario Vargas Llosa, Premio “Leopoldo Alas” 1958, España. Tanto en “Los Jefes” y en “El desafío”, son cuentos que  ubican escenarios donde la realidad piurana es protagonista principal. En “Los Jefes”, la deslumbrante dimensión exacta de un realismo contundente nos muestra Piura con su torturante calor acostumbrado: “El pavimento hervía: parecía un  espejo que el sol iba disolviendo”. Lo mismo, el escenario del centro urbano de Piura: “Salimos. Hasta el borde de los escalones que vinculaban el colegio San Miguel con la Plaza Merino se extendía una multitud inmóvil y anhelante”. En “El desafío”, el cuento impone el escenario piurano del bar, el río Piura, y la ciudad, un hombre que ve morir a su hijo en un duelo a cuchillo. Un relato lineal, narrado en tiempo pasado y en primera persona.

Durante todo el siglo XX,  el cuento piurano se ha debatido entre la dicotomía de la consolidación de su tradición y la ruptura con esta tradición. Lo rural y lo urbano se han mantenido como ejes consagratorios de su propio lenguaje. El realismo literario ha sido la tendencia más fuerte. Dentro de una suma de sucesos narrados y  el desarrollo de temas posibles: a la épica piurana le faltó mayores propuestas. Los escritores piuranos,  han consolidado un conjunto de cuentos  publicados que lamentablemente no están ni estudiados ni catalogados   en  las pocas antologías del cuento piurano publicadas. L a narrativa piurana a través del cuento ha caminado su propio sendero muchas veces a tientas y con tiesura.


diciembre 19, 2021

AUGUSTO LUNEL Y/O “ESTAMOS EN CONTRA DE TODAS LAS LEYES, EMPEZANDO POR LA LEY DE LA GRAVEDAD” / Armando Arteaga

Lunel en México

 

AUGUSTO LUNEL

Y/O

“ESTAMOS EN CONTRA DE TODAS LAS LEYES,

EMPEZANDO POR LA LEY DE LA GRAVEDAD”

 

Por Armando Arteaga

 


 Cuando uno lee los poemas del libro “Los Puentes” (1955) de Augusto Lunel, se tiene la impresión de estar ante un despliegue de imágenes, aparentemente inexplicables, que revelan un mundo onírico, rehusado y confuso, influido por la realidad existente. 

 

El ojo infinito de la poesía de Augusto Lunel -como un hontanar de imágenes- parece esperar que el brillo de una navaja metálica anuncie la rasgadura de esa visión atávica y escurridiza de ciertos paradigmas del mundo “occidental”;  como en los primeros planos del filme “Le chien  andalou” (“Un perro andaluz”, 1920) de Luis Buñuel, cuando la navaja rasga el ojo,  produciendo un derrame de imágenes.  En estos poemas de Lunel,  las imágenes van ortopédicas y sesgadas en una especie de grito existencial. 

 


Se presume el contraste, donde pronto asoma el cuerpo de la historia,  desangra la vida humana, y la histeria social del hombre contemporáneo que ocupa un escenario incierto; hambre de amor y hombre con odio al prójimo: el horror por las intermitentes guerras interoceánicas y fulgurosas explosiones nucleares, la invasión de una polución total del universo, y la infección contagiosa de una política internacional corrupta en favor de un poder central, único e imperial. 

 

Las imágenes se desbordan como abyectas escenas inusitadas, son provocaciones de acontecimientos insólitos que aparecen desenfrenadas, surgen de lo ilusorio, imágenes que invaden como un conjunto de irreverentes iconografías solapadas.  Una lectura aceptable de estas imágenes, que nos perturban por insólitas, van desde lo semántico,  persisten acápites escenográficos, acaso también, imantadas al consenso de cierto desprecio por la historia,  por sucesos que, nos llevan hacia una posible religión moderna: las acciones drásticas, acosadas por penurias humanas, eclipsadas situaciones vivenciales, o por el temor al cáncer urbano, u otras enfermedades desastrosas, tenebrosas, que azotan la belleza de la tierra y sus fronteras naturales. 

 

Elijamos que, hasta aquí, es este sistema del capitalismo en que vivimos, un “apocalipsis now”, y el poeta es el único ser que puede mirar el mismo fuego del futuro (invención primitiva)  con desobediencia civil, y sin tener que quedarse ciego, ante la intensa luz de los conocimientos humanos, en la búsqueda de cierta resurrección, de la aparente eternidad de las cosas, ni “quemarse” como individuo ante la civilización, con las palabras en la sangre hirviente, el lenguaje ortodoxo  como una herramienta de su postura, para encontrar la verdad de las cosas.  Sordo de azul, el poeta tiene que enfrentar el misterio de la creación y seguir la peripecia del destino del hombre, desde una “prisión dorada”: la poesía.  Desde esa pertenencia, o mirada fugaz, es la perspicua observación del poeta hacia la realidad, lo que,  en verdad, lo transforma en un ser pertinaz.

 


El surrealismo ha presumido siempre de una omnipotencia de la poesía contra el poder, tiene el poeta un afán de trascender, expresa la autenticidad de las cosas frente a la sociedad maquillada, mecanizada, o parametrada, por absurdas leyes éticas y sociales, soportadas sobre falsos y arbitrarios criterios.  Lunel es uno de los poetas más provocadores del surrealismo peruano y latinoamericano.  El surrealismo de Lunel es político, es revolucionario (esa palabra que a otros les da asco), quiere que se transforme la vida, quiere que se cambien “la condición humana”, al igual que André Malraux: Lunel presiente “el carácter catastrófico de nuestra época”.  Lunel es un disturbador letal del establishment, con sus palabras atávicas de amautas incas o mayas, es el embajador de una nueva belleza emocional: “intenta dar a los hombres conciencia de su propia grandeza, que ignoran casi siempre”. 

 

Del perfil literario de Augusto Lunel poco se sabe, apenas en el “Diccionario manual de literatura peruana y materias afines” (U.N.M.S.M., 1966) de Emilia Romero de Valle, se refieren a él  advirtiéndonos que se trata del seudónimo de Augusto Gutiérrez, que nació en Lima, en 1923, y que publicó su libro “Los Puentes” (México, 1955).  Un misterio lleno de timidez abruma su biografía de escritor: un solo libro…, hasta entonces.  Lunel siempre vivió en el silencio literario total. 

 


Fue también en el año de 1971, en que Lunel vuelve a romper el absoluto silencio cuando la Universidad Nacional de Educación, publica en la Serie “La Flor de Cantuta” (poesías), su pequeño y discreto libro “Espejos paralelos” (1971) con el reducido tiraje de 300 ejemplares, y con seis ilustraciones del profesor y poeta piurano Manuel Velásquez Rojas (hijo del legendario poeta ayabaquino Juan Luis Velásquez, amigo de Vallejo en la vanguardista y resistencia francesa, quien vivió también en México, fue secretario de Trotsky, en los momentos no siempre coincidentes que Breton agitó el ambiente intelectual mexicano, con César Moro,  y los surrealistas mexicanos); y la caratula de Pablo Medina V.

 

En la revista “Auki” N- 3 (1976), por el entusiasmo de sus integrantes (La Hoz, Arteaga, Santiváñez, y Aragón) se publicaron poemas de Lunel; donde se confesó también una admiración literaria por Rodolfo Milla, el autor de la columna “La Pistola de Señales” en la revista “Idea”  de Manuel Suarez Mirabal:   revista donde se puede entender algunas de las elucubraciones estéticas de los poetas surrealistas peruanos. Confesa y pública admiración, que empezó en esas lecturas,  por “Los puentes”  de Lunel que nos llevó a publicar algunos de sus increíbles poemas como “El cuerpo alucinado”, “El día tiene veinticuatro veranos”,  “La magia dorada”, “La sombra de la luz”, y “El habitante del sol”, entre otros poemas.  Lunel siempre fue un desconocido total en el panorama de la poesía peruana del Siglo XX.  Tuvo que aparecer nuevamente el poeta Luis la Hoz rescatando en su antología “Diez aves raras de la poesía peruana” (2007)  donde publica poemas de Lunel junto a otros “raros”.

 


La imaginación de Lunel  es de las más atrevidas del surrealismo, tiene una facultad científica y de desarrollo de la “analogía”  para enfrentar la lógica de la realidad.  Nunca pierde la “anosmia” frente a la podredumbre social, delira ansiosamente entre los estragos del dolor humano para lograr con su poesía para lograr importaciones hacia el centrobárico de su interés por el absurdo, capaz de lograr sensibilizar hasta en el mas mínimo detalle de lo anfractuoso, que es el duro devenir, de este itinerario histórico del hombre contemporáneo. 

 La poesía surrealista en el Perú.

 

 

octubre 02, 2021

POEMA CONCRETO

Poesia concreta: produto de uma evolução crítica de formas. dando por encerrado o ciclo histórico do verso (unidade rítmico-formal), a poesia concreta começa por tomar conhecimento do espaço gráfico como agente estrutural. espaço qualificado: estrutura espácio-temporal, em vez de desenvolvimento meramente temporístico-temporal, em vez de desenvolvimento meramente temporístico-linear. daí a importância da déia de ideograma, desde o seu sentido geral de sintaxe espacial ou visual, até o seu sentido específico...


POEMA CONCRETO 
CONTRA LA PESTE/  MUNDO PESTE






POEMA CONCRETO (A)

POEMA CONCRETO (A)



julio 01, 2021

VALDELOMAR EN PIURA

VALDELOMAR EN PIURA

Armando Arteaga

 


Pocos piuranos saben que la ciudad de Piura fue visitada siempre por viajeros y personajes ilustres que han ido dejando huellas, escritos, testimonios en periódicos y revistas,  de épocas  y estilos de vidas cuando la fotografía no estaba a la mano de los sucesos cotidianos, y era el apunte dibujado que perennizaba el tiempo efímero de entonces.  Todavía la experiencia literaria no era tan valorada, salvo el periodismo que ha guardado recuerdos, vivencias, anécdotas, en las crónicas de sus autores. Mucho después vino el libro a consolidar ciertas verdades. Dos autores, en especial han seguido el itinerario de Abraham Valdelomar en Piura: César Ángeles Caballero  y Javier E. Chesman.

El fidelísimo seguimiento que Javier E. Chesman hace del itinerario de Abraham Valdelomar en su libro “Valdelomar en Piura”, desde que tomara el tren en la Estación de Paita, en la ambientación con lugares entrañables, el autor de “Tristitia”  recorre las calles del centro histórico de la ciudad de Piura: “el Municipio, con las grandes arquerías de sus portales y, al lado, la Cárcel, mirando de frente a  la estatua de la libertad.  Hacia la izquierda la Iglesia Matriz -hoy Catedral- y el edificio de la Duncan Fox”.

Existen fotografías, de 1920,  aproximadamente, de  la ciudad de Piura,  que recuperé en formato pequeño, y  que estaban en posesión de un viejo fotógrafo del barrio de Castilla cuya tienda estaba frente al cine: Don Arnaldo Pulache, tenía los negativos en sepia grabados en láminas de vidrios, tesoros que no quiso vender en aquel entonces, y ojalá algún coleccionista pueda aun conservarlos.

Valdelomar en su estadía en Piura, se hospedó en el Hotel Colón, y vivió la “causerie” literaria, imponiendo la moda de la camisa “sport”, los lentes quevedos con cintillo, el clavel encarnado en el ojal del saco, el  pañuelo blanco en el bolsillo del pecho,  y cubría la cabeza con un sombrero de fieltro ligeramente ladeado que tajo de Lima, aunque en algunas fotografías aparece también con el famoso sombrero de paja toquilla de Catacaos o de Loja.

Valdelomar vivió en Piura una temporada agitada con un grupo de piuranos que cultivaban el quehacer literario, animando  las costumbres tradicionales de la ciudad. En “Estampas Piuranas”  y en  “Anecdotario Norteño”,  de José Vicente Razuri, se pueden hallar los únicos y más completos perfiles de aquellos personajes de la bohemia piurana que acompañaron a Valdelomar.   

Fueron frecuentes los paseos por los distintos barrios de Piura donde se podía admirar el tipismo de las viejas  calles, angostas y polvorientas, con sus casas de paredes convexas, semidestruidas por el terremoto de   1912. En los periódicos de la época, dan noticias del escándalo literario de Valdelomar en Piura. Entonces, Piura, ya era, también, una ciudad cosmopolita.

Los paseos por Piura en busca de temas literarios realizados por Valdelomar, según los recuerdos de José Vicente Razuri, siguieron casi ininterrumpidamente. Solía salir a pasear por la Plaza de Armas, se sentaba en algunas de esas bancas que están frente a la Iglesia Matriz, debajo de dos grandes ficus y un centenario algarrobo. A su vista estaban los veinticuatro  tamarindos que, en la época de Balta, sembrara el Alcalde Reusche. La plaza estaba siendo embellecida con claveles, mastuerzos, malva olorosa, floripondios, rosas blancas y campanillas.

La gira cultural norteña de Valdelomar, por las ciudades de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura,  lo animan y lo confirman para un mayor interés político y literario.  Valdelomar ya tenía contactos con escritores de la literatura ecuatoriana, su poema “La ciudad de los tísicos” publicado en la revista “Mundo Limeño” se lo dedica a Medardo Ángel  Silva, poeta de   “La Generación Decapitada”. Dos poemas, que firmó,  escritos en Piura, son de gran importancia: “La Danza de las Horas” y “Angustia” (dedicado a Aurelio Román G.). Existen afiches, fotografías, documentos, y  otras publicaciones, de la presencia en Piura de Valdelomar.

Valdelomar les da -con este contacto- hacia los escritores piuranos de la época un mayor prestigio, que son “los modernistas piuranos”: Ricardo I. Mendoza (1860-1922), que escribió: “Un manojo de poesías, recopilados por sus hijos” (Piura, 1917);  y Ricardo César Espinoza (1869-1926) que fundó “La  Unión Piurana”, y otros, todos ellos: azules y profanos, adoradores de la “tristissima nox”,  poetas que se atormentaban en la musicalidad de las palabras y el confidencialísimo de algunos paraísos artificiales. Y, Piura no vivía entonces lejos del mundanal ruido, o  del escándalo frívolo de la poesía que tanto le gustaba a Valdelomar.   

 

 


febrero 24, 2021

El secuestro| Un cuento de Armando Arteaga





EL SECUESTRO 

Armando Arteaga


CAMBIAR  toda la merca-.  Fue la consigna.

Kike “El Tiburón” se amarró los zapatos, miró el cielo azul-azul con cierta nostalgia, contagiándose con la sonrisa de Lalo “Sanguijuela”.

Se limpió el sudor.  Lavó sus manos en La Pila de la Plaza Mayor.  En cunclias Toño “El Cuadro” temeroso contemplaba su cajetilla de cigarros Winston.

Fuimos muy de mañana en la búsqueda de El Jefe, debería entregarnos el billete.  Subimos por la escalera de escape. El Portero del edificio nos preguntó: ¿A dónde van?.  Kike contestó indiferente: buscamos al señor Peres Ochoa.  El Portero abrió la boca, una enorme cueva oscura, nos mostró sus dientes amarillos, podridos de nicotina,  y dijo: Sexto Piso, 604.

Toño, el claustrofóbico,  subió solo por el  ascensor.  Vaña, la Loba, la única mujer de la banda, nos esperaría aquella noche.

El Jefe estaba colérico.  Han venido muy temprano –nos dijo-.  Trabajamos con disciplina –le contestamos-.

-Nos ofreció unos whiskys, pero no le aceptamos.  Frunció el ceño de la frente, tomó sus anteojos, entró en la otra habitación, luego de unos minutos, apareció más relajado, y nos entregó a cada uno: tres paquetes.

Peres Ochoa se vistió rápidamente, no se perfumó, no hubo dinamita. Bajamos  por las escaleras, en largo silencio, subimos al Cadillac de El Jefe, rumbo al Aeropuerto Jorge Chávez. Nos separamos, yo me escondí entre la disparatada multitud y su bullicio.

Una mujer pelirroja se rascaba una nalga con la mano derecha, muy de cerca un policía la miraba, perverso, con ojos mañosos.

La multitud vive su propio ritmo.  Esperamos el avión.  El avión llegó y enseguida busqué a El Gafas, que al asomar a la escalinata me saludaba con la mirada.  Oí, alguien decía: I last my dog, llora pues hijo de perra, murmuré.  Me acerqué a El Gafas y le entregue los paquetes. La “hoster”  estaba linda.

Vi que El Jefe conversaba con El Gafas, y nos abandonaban.

En la puerta principal  del aeropuerto, Kike esperaba.  Toño hizo detener un taxi, y Lalo palpó la navaja que llevaba escondida en el bolsillo derecho de su casaca.

El Gafas es un hijo de perra  -dijo Toño-.  Ladra el puta –sacando la mano del Cadillac para saludar a la mujer pelirroja, flaca-.

Al toque de diana, me llevo a tu hermana, al toque de lista, le paso revista.-observó-. Moviéndose las gafas.

Kike sonreía, y dirigiéndose al Jefe avisó con un pequeño grito destemplado: ¡Tarea cumplida!, señores.  Nos vamos. Señor Peres Ochoa ya entregamos los paquetes.  Buen pase, tigres, dijo Toño. Nos palmeo el hombro mientras decía:  Muy bien, muchachitos. Muy bien.

Lalo simulaba estar serio.  Rosquete a la vista –pensó-, después de mirarlo, mientras El Gafas hablaba solo: se bañará en la ducha, y Vaña –mientras tanto- se pintaba las uñas de los pies con glass rojo, se desnudaba.

Tocamos el timbre, no sonó.  No hay electricidad en esta casa, comprobó.  Después de oletearnos largamente nos prometió volver mañana, muy lechuza, ¿iré tempranito?, putona.

Lalo se puso a llorar.  Es un millón de cocos. Kike se fue a la peluquería y se afeitó. No están mal los morlacos. Y Toño imaginaba que su dulce Vaña ande de concubina con cualquiera, coño, y  El Gafas le ordene traer una taza de café.

-Por las noches bebíamos anís-. Lalo tocaba la guitarra.  Después, salíamos a la calle, tristes, monótonos, nos echábamos a caminar pateando piedras y latas, silenciosos. Perezosos.

 

 

NOS ORDENARON la tarea.  ¿Quién sería esa mujer pelirroja, flaca?.

Empujaron la puerta: allí estaban Vaña y El Gafas en una misma cama, ¿saltaron?, ¿conspirábamos?, ¿groseros?, ¿qué bacán?, ¿pleito?.

Como la pitri-mitri pintamos las paredes y les pegamos a un policía.  Un viejo se reía, caminaba lento, caminaba cojeando, era tuerto, tampoco usaba barba, a pesar de viejo,  sordo y tembleque.  Miraba, sonámbulo, y las carcajadas se oían a lo lejos.  La mujer del empresario sollozaba en la otra habitación, semi-enterrada, sin ninguna contemplación por ese insólito embarazo que confesó.

Corrimos, Bo Marley es el cantante de reage que todavía  ocupa el primer lugar del hit-parade en la insólita Isla de Jamaica, cannabis pura.  Me comunique con El Gafas.  El Jefe  lo llamó también  por teléfono, y Vaña suspiró por la falta de su marido valenciano, coño, de un martillo que le mueva el bombo.

Prendí la radio portátil.  Raphael se va de gira musical a México. “Rosquete a la vista”, salta al ojo su mala costumbre.  Kike toca la guitarra y se incha como un globo.  Inflalo más y veras.  Pincha ese globo, ¡boom!... Meditamos:

 

Y mi sexo acaricio tu sexo

es neto buscarte, es neto.

 

La frescura del mar subió

subió sobre nosotros dos

que fuimos solitarios en la arena.

 

Llegó esa libertad, llegó el marido

Tú fuiste mi mujer casi oprimida.

 

La carne en un silencio de nostalgia

marina en nuestros ojos niños, finos.

 

Los peces muertos lloraban sin lágrimas

y el agua nos cubría, nos cubría.

 

¡Policías!. Sos muy aburridos, chicos, -dijo Vaña-.

-Ínflalo más, ...y veras. ¿A lo mejor nos vamos todos al mismísimo infierno?, ay esa Vaña cada día más putona.

Toño comprendiendo que “El amor es triste” acarició sus cabellos, apagó, pero enseguida volvió a prender  la radio, levanto un pie por los aires y se puso melancólico en sus modales. ¿Tenemos velas? –alguien preguntó-.

 

La muy lechuza, en la oscuridad: Lalo espera unos minutos en el más oscuro rincón del prostíbulo-bar, huachafea a la pestaña, a la mirada arrastradita, ¿cuánto cobras?, una cuba libre, un pisco sour, jode esperar...

Al final, ...El Gafas vacacionará en Viña del Mar y yo soy un cojudo buscando mecas para el week-end –pensaba Lalo-. Pintando paredes a mi nadie me gana, dijo Toño.  La Virginidad Produce Cáncer, Consuma Lo Que El Perú Produce, Tome Coca Cola, La chispa de la vida, Prohibido Prohibir, una lluvia de avisos inundaban las paredes.  La cojudes es que somos menores de edad  y  la película es para mayores de 21 años.  Si la cosa no funciona.  Nos vamos en cana por  el mismo water todos –contestó Kike-. 30 años de prisión.

Silenciosos caminábamos por los barracones del Puerto Callao, por Acapulco, Kike y su amigo El Marinero se arrastraban con una botella de cerveza Voll-Damm.  Seguimos buscando a El Gafas.  Nos ordenaron la tarea.

-Que El Gafas regresa de Viña del Mar y se vuelve con dos bailarinas que son de la gran flauta.  Toño masticó su chicle Adams, saludó a un  cura (¿comeechaooo? Elegante: apestaba a licor barato y hablaba de mujeres pecadoras en las puertas del infierno.  Lalo fornicó mentalmente al aire libre, saludo tres veces al cura, muy parecido al hermano Leoncio del colegio secundario.  Lalo se tocó el mentón, tosió, preguntó: ¿qué hora es, ah?, ya son las once, le contesté, happy-happy, seguimos buscando... Ahora sí, final feliz.

 

EL JEFE AVERIGUÓ: ¿cómo van los trabajos?, quedó satisfecho.

Los árboles elásticos, estáticos,  equidistaban en la vereda: simétricos.  El asfalto de la pista era una raya negra con un perfecto olor a mariscos, y Vaña estaba regia con una mini-falda jeans, calzones rosados usa –decía Lalo-, se los he visto cuando fuimos a la playa La Herradura, y ahora tiene el cuerpo bronceado, bronceadísima.

El Gafas no tiene frío, se coloca los guantes de cuero negro.  El Gafas no tiene frío y fuma el último Winston, botando el humo muy despacio.

 

¡Caracho, ... y  el billete!.  El Jefe se irá a Europa llevándose a Vaña, llevándose los paquetes.  Toño tocando la guitarra se muerde las uñas.  Y El Jefe, cocodrilo, comiendo uvas en el río.

-Botas cafichas- en voz baja murmura Lalo-, lustrándoselas, y Kike bebe una coca-cola añorando a Vaña.  Y El Gafas Esteban debe de estar imaginando calata a Miss Universo de la fotografía, ¿buen culantro?, ¿buena ruda?, buena suerte, mala muerte,  ¿una fotografía de la agraviada? -indica el policía-, la señora del empresario mira la cámara, mala señal, ...los forajidos la tenían recluida en una  celda, en una casa de una barriada de Villa María del Triunfo, irá a su casa residencial de La Planice, ahora, la señora está cansada, señores periodistas, no más preguntas por ahora, se acabó el show...  En la radio portátil canta Leo Dan, recordar es volver a vivir, estoy traumada doctor, dice la señora, canta Charles Aznavour, canta Roberto Carlos, Canta el Pollo Fuentes, canta Enrique Guzmán, canta Pedrito Rico, canten maricones, no ven que nos vamos por el water...

Caprichos al final: botas cafichas para Lalo, quisiera una sortija de oro, un brasier para Vaña, un collar para el perro de la señora, el billete del empresario puro papel arrugado, para El Gafas condones y fotos de mujeres calatas, hace el inventario el policía, se abraza al otro policía, la rescatamos viva, ilesa, un poco cansada, todos los forajidos están reducidos a cero, mi comandante.

Kike fuma. Lalo acaricia sus botas.  Toño, lagartija, maleante.  Y el aire refresca el ambiente.

-Y la mujer secuestrada, la esposa del empresario, dónde habrá terminado, tirada sobre el césped de un solitario parque de esta enorme ciudad, ...pueblo sin compasión, canta Paul Anka.

-¿Y la recompensa llegará?, reclama bruscamente Kike.  Un comercial y regreso. La radio portátil se ha quedado prendida, sola,  como la ciudad de noche, ... y la señora.

-En tres minutos más me largaré de este inmundo país -dormita El Gafas-.  A mi me da asco todo esto –reclamó la rica “hoster”-.

 

 

 

 

enero 21, 2021

LOS TRENES NUNCA REGRESAN





 


LOS TRENES NUNCA REGRESAN/ 

ARMANDO ARTEAGA

Me leo nuevamente.
Han pasado miles de años cuando escribí 
aquel poema.
El joven poeta le hurgaba la nariz 
a la vieja muerte.
Te leo nuevamente. 
Te escribo. 
Te amé.  No te amé, odié todas las tardes
ver tu cara en el espejo de la vida.
Había una contradicción,  entre tú y yo.
Había una lucha de diferencias.
Eramos unos extraños conocidos. 
No te hice caso, nunca
o, te hice caso?.
Pero ahora, jodes, demasiado.
Son tantos años, me aclamas 
me reclamas, 
un amor eterno,  que nunca te tuve.

Todavía recuerdo ese viejo poema 
que te escribí.

Es tuyo,  el poema. Ya no es mío. 
Lo releo, nuevamente,  como un extraño 
viajero impecable,  intratable 
insepulto,
infortunado amante,
inmarcesible ausente,
impertérrito, 
injurioso, 
lector de siempre.