APROXIMACIÒN A LA LITERATURA PIURANA
POEMAS DE FLORENCIO DE LA SIERRA
Imagen: Armand.
YANTUMA *
ESTE es el poema que cantan los siglos,
el más hondo y altivo de los hombres
que orgullosos de la eternidad de su destino,
dejaron clavada su esperanza
como un puñal quemante
en el cuenco azul de la leyenda.
Este es el poema calcinado
al rigor del grito,
de la raza de tendones de piedra,
que los tallanes modelaron
en el crisol astronómico del tiempo,
y la hicieron más altiva
en las fogatas rojas de la arcilla.
Desde entonces:
por nuestras venas corre a torrentes
la púrpura más antigua del Sol.
Allí, tendidos como un retazo de sombra
hemos nacido al abrigo de broncas montañas,
escuchando del puma
cómo en pedazos rompe al silencio
y cómo queda golpeando el eco
sobre el yunque de las yermas cordilleras.
En nuestras pupilas llenas de horizontes
brilla el destello del relámpago,
y al poblarse la noche
de luciérnagas y estrellas,
en nuestras miradas arde
la llamarada volcánica de la Tierra.
En las auroras que cerca del cielo amanecen
somos el primer vigía del alba,
y en la pascua traviesa de las aves,
el canto primitivo de la mañana.
El silencio pétreo de las rocas,
el panorama plúmbeo de los pajonales,
las sombras peregrinas de la noche
son el liminar de nuestra cabana.
Somos estirpe, que el rayo modeló
al estallido quemante de la piedra.
Somos antenas de trovadores, rebeldes
por la voz telúrica de los siglos,
jamás cautivos por el Inca Tupac Yupanqui.
Y somos raza ayavaquina, flor de fuego
que al pie del enhiesto Yantuma,
tiene grabada su gloria
con un sólo grito de sangre.
HA MUERTO EL YAYÁN DE LA MANADA *
DE FELINOS maullidos
se retuerce la vorágine de las fuentes,
y cómo se vuelca el yayán de la manada
sobre la sangre que corre
derramando moribundos silencios.
Es el puma de encrespados bramidos,
en el fúnebre silencio de la hondonada,
estrangula al yayán de la manada.
Sólo el cóndor tras el silbo de los vientos,
otea al dolor de la tarde, y se aleja
salpicado de rojos crepúsculos.
Ha muerto el yayán de la manada.
Mariquita Culquicóndor,
india hermosa, como todas las acuarelas
florecidas en el jardín de la Sierra Peruana.
A carrera abierta se avienta gritando,
—Es la hija de Pascual el curandero—
estremece a las ondas
con estruendos de huaraca chacarera:
anima,
toto, totooooo,
asiteber,
cuje, cuje, cujeee
Y los perros como corren desparramando
al follaje vespertino de la tarde;
saltan el alegre rumor de las vertientes,
gruñen las curvas de los caminos,
y se pierden por los horizontes talados,
dejando en las pampas, iracundos ladridos.
En hileras de blancos copos de nieve,
se apretujan los rebaños,
y caminan en cortejo de duelo
con la cabeza prendida al dolor de la Tierra,
y corren en tropel de balidos
al olor de la sal pastoril.
Pero falta el yayán de la manada,
murmuran con qué pena los indios,
con esa pena tan honda
que se anuda como un grito en la garganta.
Mientras llega la noche, surcando senderos,
las ovejas rumiando pedazos de neblina,
balan de rato en rato, tristes de pena.
Pronto llegará la mañana con balidos de consuelo.
y el "inga" del zambo Dañel,
será el nuevo señor de la manada.
(Del libro: “Aúllan los perros”).
PRIMAVERA
De la ventisca de las montañas
las aves con las auroras
azules de su canto,
tu nombre madrugan a gorjear.
Así, llega la primavera
con el mensaje de la luz;
en los Andes florece
con la salida del Sol-
Viene del paraje del silencio
en busca de la estancia del rocío,
y reposa en donde el musgo crece
a orillas del silencio y el río.
llega ceñida la frente
de luceros y neblinas
que la Luna en menguante
con el cielo comenzó a tejer.
Los pastores en la Sierra,
alegres madrugan a cantar;
los arrieros en el valle
amanecen silbando también.
Los audaces pescadores
al remo de su barca,
al rumor de las olas
cantan su serenata al mar.
Las flautas de la mañana
celebran esta canción;
el Sol como un niño travieso
en el ramaje se esconde.
Juega a la ronda del follaje,
con el viento que corre
por los prados silbando
el amanecer de esta tierna canción.
OTOÑO
CUANDO el verano triste se aleja
de los campos ayer florecidos,
las hojas comienzan a caer
con la brisa de las neblinas.
De nuevo la infancia en el follaje,
en las campiñas su hermoso retoñar;
los alegres pajarillos en el bosque
comienzan sus cantigas a cantar.
Con la bruma de la tarde solitaria
en bandadas revolotean las golondrinas,
se remontan ufanas por las sementeras,
en busca de los nidos primitivos.
Con otoño en la cumbre
preludia el aguacero;
los pastores en las jalcas
tañen la canción de la Sierra.
Del follaje en noches de otoño,
brota el rumor de invierno,
con el viento y las auroras
de canciones se llena la Tierra.
De nuevo los inquietos pajarillos
entre las ondas columpian su canto,
al son del viento silba que silba,
la cantiga más antigua del cielo.
Con la presencia pastoril de otoño,
el almácigo comienza a crecer,
crecen los gorgoritos del agua,
florece la sonrisa del labrador.
VERANO
DONDE están los pajarillos
que al ramaje de las cordilleras,
la gracia de tu presencia
todo el día no cesaban de cantar?
Dónde están las mariposas
que todas las mañanas,
al pétalo de las flores
llegaban a revolotear?
Dónde está el pastor
que al medio día,
bajo la brisa de tu sombra
se reclinaba a reposar?
Hoy que al torbellino de la noche
pensativa se acerca la Luna;
en la raíz de tu silencio,
duerme el secreto de las hormigas.
Y cuando al solar primitivo
de tu querencia, el viento
con la mañana dialogan tu ausencia,
en vano, buscan las huellas de tu partida.
INVIERNO
QUE el páramo arrecie en la cumbre,
los zorzales con la porfía de su canto
preludian a las neblinas,
la inocencia del invierno.
Y cuando entre relámpagos y truenos
su sombra matizada de alboradas se apunta,
recién el mugido de los toros del alba
amanece retando al huracán de los cerros.
Los puquios con el vaho de las montañas
se llenan de neblinas y canciones
con la noticia de la lluvia que cantando
viene del aprisco de las cordilleras,
Los nidos se cubren de alegres aleteos,
en el amanecer de cada retoño
reverdece la esperanza de la crisálida,
y del travieso picaflor.
De nuevo en los campos palpita la siembra.
Dios en el barbecho, es el primer labrador,
las palomas al soplo helado del viento
escarban el secreto que conserva la Tierra.
Entonces es cuando el día exhala
la fragancia de la greda mojada
con el arado que en silencio cultiva
a la semilla que silente germina.
(Del libro: “Capullos de Rocío”).
IX
TODO lo que a solas estoy aprendiendo
con el lenguaje primitivo del viento,
con el arrullo musical de las aves,
con el aliento generoso de la noche,
voy formando el mosaico de las palabras
para cuando llegue la primavera
con la armonía de nuevos cantares
siga creciendo la canción de los pueblos
al son de la danza universal del agua.
XIX
No canto a las auroras de nublados silencios
a la nostalgia avarienta del olvido.
Tengo la fragancia de una rosa
con los cinco pétalos del cariño.
No canto al hombre huérfano de amor,
al aullido de la negligencia envejecida.
No canto a la pústula enloquecida
de aquél que añora la sombra de un abrigo.
Canto a la dignidad fecunda del hombre
al músculo honesto del trabajo.
Aquél que del aliento de los surcos vive,
lejos de la anatema de los pobres.
No hay torbellino que atormente
al oasis azul de mi cerebro.
No lamento esperanzas fenecidas...
por la ausencia de un nido musical.
El temblor nido de mis manos encallecidas,
jamás han llegado al infierno maldito del metal...
No vivo oculto de las miradas del pueblo,
en la guarida de palacios de cristal.
No tengo una sola parva de trigo
para el huerto florecido del hogar
Amo el secreto azul del destino,
al rocío, junto a la estrella del labrador.
No ponzoño a la inocencia del trovador.
No dejo sin nido a los pajarillos,
sin pan a los labriegos que cultivan
la fragancia fecunda de la flor.
XX
SOY fruto del amaranto del Ande.
He crecido en la raíz del árbol y la piedra.
Vengo desde donde el almácigo se yergue
al ímpetu glacial de la cordillera,
y donde el agua florece
al son de la cantiga de invierno.
Y he crecido con el rocío y la neblina,
celebrando la danza de la lluvia sobre la hierba.
Junto al arado con rumores de siembra
donde las plantas gallardas crecen
con la sonrisa universal del aguacero.
Y vengo donde la sombra del arco iris
de júbilo anida, en el canto de las aves
y donde la mirada de la tarde posa
en las pupilas del crepúsculo y la cordillera.
Con el haz de esta cosecha de canciones
y de verdes recuerdos de siembre,
me voy cantando el nombre de la mañana,
de la noche que dulcemente me arrulla,
bajo su lámpara encendida de luceros.
(De “La Danza de las Serpientes”).
*Voces Ayavaquinas
Yantuma: Cerro en donde existe vestigios de culturas remotas.
Yayàn: Reproductor, Señor de la manada.