FOTOS: ROCIO BARRIENTOS GALLEGOS.Con la congresista Hilaria Supa en la presentación del libro, en desagravio por las ofensas que sobre su persona profirieron los eméticos y escarabajos con oficio de letrado, en contra de mi idioma, mi historia, mi cultura y mi nación que es el Perú, sentenció Ugo Facundo Carrillo Cavero.
LA POESÍA DE UGO FACUNDO CARRILLO CAVERO EN EL ESPACIO KECHWA DE LA LITERATURA ACTUAL APURÍMEÑA
Por Armando Arteaga
Por Armando Arteaga
Hace un par de semanas en la Alianza Francesa en la presentación del libro "Baladas de un perro sin pelos en la lengua": Juan Carlos Lázaro, Guillermo Falconi, Ugo Facundo CarrilloCavero, Julio Heredia y Armando Arteaga.
La publicación del libro “Baladas de un perro sin pelos en la lengua” y de "La Memoria del Agua" de Ugo Facundo Carrillo Cavero me permite volver a insistir en la importancia del tema prono andino hacia la reivindicación del “runapa siminpi” como una de las lenguas más importantes para la creatividad literaria y permisible para propalar su vigencia lírica. Muchos escritores han insistido en seguir escribiendo y pensando en “runapa siminpi”, asunto que nos parece de vital importancia. Se trata de fortificar un idioma y no poner a prueba la vigencia del “runapa siminpi” con el aporte de nuevas obras literarias, al fin de cuentas los escritores y los poetas purifican el idioma de sus pueblos con sus “textos” literarios publicados, y ayudan a la transparencia de nuevos mensajes en directo, teniendo en cuenta la esencia natural de nuestra cultura andina.
En realidad, se ha venido postergando el debate sobre la relación proteica entre poesía y lengua “runa siminpi”, y todos lo sabemos: lengua hegemónica del Tawantinsuyu, que a partir de la publicación de la “Gramática” de Fray Domingo de Santo Thomás (Valladolid, 1560) empezó a llamarse “kechwa”, y cuyo origen es antiquísimo, según Markham: “los kechwas habitaron en los valles de Abancay y Andahuaylas, posteriormente esta región fue invadida por los Chancas, y sus pobladores se sometieron o emigraron a otros lugares”. Y, por sugerencia de César A. Guardia Mayorga, en su “Diccionario Kechwa”, probablemente los fundadores del Tawantinsuyu descendieron de estos ayllus “kechwas” difundiendo el “runa simi” y desarrollando elementos culturales análogos.
Creo que en esta perspectiva de la poesía “kechwa”, me parece algo digno de ser resaltado es el caso del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que firmaba con el seudónimo de Kilku Waraka, gran amauta a quién conocí en su estancia de Canas en la “movida” del Cusco rebelde de los años setenta donde ya era todo un personaje de leyenda para la poesía “kechwa” del Siglo XX, quien ha sido el único escritor y poeta entre los pocos que fueron con cierto nivel literario de prestigio -sin sentir la sombra influyente del árbol literario de José María Arguedas- que ha perdurado como piedra-signo. Porque no se trata solo de escribir poemas en “runapa simin”, se trata de avanzar en la naturaleza misma de la esencia poética de las cosas, se trata de universalizar el contenido de este modelo lingüístico de apertura, y con visión propia, remitiéndose siempre a la condición social del hombre andino en tanto que es un ser hablante. No es asunto del “anthropos” explicando el "ser" mismo. Si la antropología ha tratado al hombre como objeto de estudio, aquí la poesía se acerca a la filosofía donde el hombre es objeto-sujeto.
No quisiera ser injusto con esto, al observar el panorama histórico del proceso literario apurimeño, de omitir en esta memoria, por rapidez, la obra poética de Lily Flores Palomino (Abancay), quien en su libro “Troj” (1971) irrumpió con rigor literario este presado camino de la poesía “kechwa” en Apurímac, y que ha mantenido una postura libre y bilingüe kechwa-castellano siempre con renovada madurez donde puede observarse el aporte de su obra poética en libros posteriores como “Phawaq Titi” o “Proyectil” (1985), y “Waqalliq Takin” (19899, en donde para esta poesía no es fácil viajar en los rieles de un tren hacia los conflictos de tierra adentro, o mejor: en las líneas paralelas del gran riel del ferrocarril estimulante de la tradición y la modernidad al mismo tiempo. Siempre me ha parecido de una destacada actitud comprometida la poesía de Lily Flores Palomino, que asume también el dilema del género y otras cuestiones imprescindibles y claves para entender la modernidad de la poesía actual apurimeña. Ya Mariátegui hizo su respectiva apreciación sobre el problema de la dualidad cultural en “7 Ensayos…”: “El dualismo quechua-español del Perú, no resuelto aún, hace de la literatura nacional un caso de excepción que no es posible estudiar con un método valido para los literatos orgánicamente nacionales, nacidos y crecidos con la intervención de una conquista”. Suceso que me parece todavía dura en el ámbito cultural, problema que abre otro debate.
Desde tiempos inmemoriales, en la noche de la historia, destaca la literatura oral de los Chancas, olvidados y ninguneados por los cronistas y la memoria colectiva de las panacas cusqueñas. Los chancas fueron derrotados por los incas –sus contemporáneos con quienes friccionaron- en la batalla de Yahuar Pampa, no aceptando esta derrota, los huestes chancas huyeron hacia la selva del actual departamento de San Martín, aún hoy por Lamas encontramos a los descendientes chancas llamados “las Tribus de Ancku Wallokc” por Víctor Navarro del Águila, pionero de la antropología andina. Y, para los que quieran ahondar en el tema, pueden encontrar mayores reflexiones arqueológicas e históricas en los libros de Gerardo Quintana: “Andahuaylas: Prehistoria e Historia” (1967), y “Los Chancas” (Historia, 1976). Testimonios de la presencia chanca se encuentran por todo el territorio del departamento de Apurímac, y de la presencia inca las tenemos -por ejemplo- en las ruinas arqueológicas de Sondor, frente a la laguna de Pacucha. Yo mismo, como un aporte personal, he encontrado un documento colonial firmado por el Cacique y Gobernador Elías Balboa de Carvajal sobre la Comunidad de Uranmarca que nos remite hasta 1218 en plena configuración de la nación chanca, y sabemos Uranmarca era una de las etnias principales de las tribus de Anta Waylla. Al costado de Uranmarca, frente al Pampas, duermen aún la ciudadela de Paccayranra, que es uno de los aportes urbanísticos más extensos de los chancas, y el Mollo-Mollo inca en Uranmarca, que son testimonios irrebatibles de la presencia chanca, quienes tuvieron una tecnología y un bagaje cultural diferente a los incas.
La publicación del libro “Baladas de un perro sin pelos en la lengua” y de "La Memoria del Agua" de Ugo Facundo Carrillo Cavero me permite volver a insistir en la importancia del tema prono andino hacia la reivindicación del “runapa siminpi” como una de las lenguas más importantes para la creatividad literaria y permisible para propalar su vigencia lírica. Muchos escritores han insistido en seguir escribiendo y pensando en “runapa siminpi”, asunto que nos parece de vital importancia. Se trata de fortificar un idioma y no poner a prueba la vigencia del “runapa siminpi” con el aporte de nuevas obras literarias, al fin de cuentas los escritores y los poetas purifican el idioma de sus pueblos con sus “textos” literarios publicados, y ayudan a la transparencia de nuevos mensajes en directo, teniendo en cuenta la esencia natural de nuestra cultura andina.
En realidad, se ha venido postergando el debate sobre la relación proteica entre poesía y lengua “runa siminpi”, y todos lo sabemos: lengua hegemónica del Tawantinsuyu, que a partir de la publicación de la “Gramática” de Fray Domingo de Santo Thomás (Valladolid, 1560) empezó a llamarse “kechwa”, y cuyo origen es antiquísimo, según Markham: “los kechwas habitaron en los valles de Abancay y Andahuaylas, posteriormente esta región fue invadida por los Chancas, y sus pobladores se sometieron o emigraron a otros lugares”. Y, por sugerencia de César A. Guardia Mayorga, en su “Diccionario Kechwa”, probablemente los fundadores del Tawantinsuyu descendieron de estos ayllus “kechwas” difundiendo el “runa simi” y desarrollando elementos culturales análogos.
Creo que en esta perspectiva de la poesía “kechwa”, me parece algo digno de ser resaltado es el caso del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que firmaba con el seudónimo de Kilku Waraka, gran amauta a quién conocí en su estancia de Canas en la “movida” del Cusco rebelde de los años setenta donde ya era todo un personaje de leyenda para la poesía “kechwa” del Siglo XX, quien ha sido el único escritor y poeta entre los pocos que fueron con cierto nivel literario de prestigio -sin sentir la sombra influyente del árbol literario de José María Arguedas- que ha perdurado como piedra-signo. Porque no se trata solo de escribir poemas en “runapa simin”, se trata de avanzar en la naturaleza misma de la esencia poética de las cosas, se trata de universalizar el contenido de este modelo lingüístico de apertura, y con visión propia, remitiéndose siempre a la condición social del hombre andino en tanto que es un ser hablante. No es asunto del “anthropos” explicando el "ser" mismo. Si la antropología ha tratado al hombre como objeto de estudio, aquí la poesía se acerca a la filosofía donde el hombre es objeto-sujeto.
No quisiera ser injusto con esto, al observar el panorama histórico del proceso literario apurimeño, de omitir en esta memoria, por rapidez, la obra poética de Lily Flores Palomino (Abancay), quien en su libro “Troj” (1971) irrumpió con rigor literario este presado camino de la poesía “kechwa” en Apurímac, y que ha mantenido una postura libre y bilingüe kechwa-castellano siempre con renovada madurez donde puede observarse el aporte de su obra poética en libros posteriores como “Phawaq Titi” o “Proyectil” (1985), y “Waqalliq Takin” (19899, en donde para esta poesía no es fácil viajar en los rieles de un tren hacia los conflictos de tierra adentro, o mejor: en las líneas paralelas del gran riel del ferrocarril estimulante de la tradición y la modernidad al mismo tiempo. Siempre me ha parecido de una destacada actitud comprometida la poesía de Lily Flores Palomino, que asume también el dilema del género y otras cuestiones imprescindibles y claves para entender la modernidad de la poesía actual apurimeña. Ya Mariátegui hizo su respectiva apreciación sobre el problema de la dualidad cultural en “7 Ensayos…”: “El dualismo quechua-español del Perú, no resuelto aún, hace de la literatura nacional un caso de excepción que no es posible estudiar con un método valido para los literatos orgánicamente nacionales, nacidos y crecidos con la intervención de una conquista”. Suceso que me parece todavía dura en el ámbito cultural, problema que abre otro debate.
Desde tiempos inmemoriales, en la noche de la historia, destaca la literatura oral de los Chancas, olvidados y ninguneados por los cronistas y la memoria colectiva de las panacas cusqueñas. Los chancas fueron derrotados por los incas –sus contemporáneos con quienes friccionaron- en la batalla de Yahuar Pampa, no aceptando esta derrota, los huestes chancas huyeron hacia la selva del actual departamento de San Martín, aún hoy por Lamas encontramos a los descendientes chancas llamados “las Tribus de Ancku Wallokc” por Víctor Navarro del Águila, pionero de la antropología andina. Y, para los que quieran ahondar en el tema, pueden encontrar mayores reflexiones arqueológicas e históricas en los libros de Gerardo Quintana: “Andahuaylas: Prehistoria e Historia” (1967), y “Los Chancas” (Historia, 1976). Testimonios de la presencia chanca se encuentran por todo el territorio del departamento de Apurímac, y de la presencia inca las tenemos -por ejemplo- en las ruinas arqueológicas de Sondor, frente a la laguna de Pacucha. Yo mismo, como un aporte personal, he encontrado un documento colonial firmado por el Cacique y Gobernador Elías Balboa de Carvajal sobre la Comunidad de Uranmarca que nos remite hasta 1218 en plena configuración de la nación chanca, y sabemos Uranmarca era una de las etnias principales de las tribus de Anta Waylla. Al costado de Uranmarca, frente al Pampas, duermen aún la ciudadela de Paccayranra, que es uno de los aportes urbanísticos más extensos de los chancas, y el Mollo-Mollo inca en Uranmarca, que son testimonios irrebatibles de la presencia chanca, quienes tuvieron una tecnología y un bagaje cultural diferente a los incas.
Ugo Facundo Carrillo Cavero leyendo sus poemas.
La oralidad de la poesía apurimeña es algo que llega aún hasta nuestros días. Se ha trabajado muy poco en este asunto, existen pocas publicaciones sobre el tema, Arguedas es una excepción , por lo que saltaré al pórtico de la literatura en tiempos del Virreynato donde podemos citar a dos escritores tardíamente rescatados, por un lado: Pedro Espinosa de los Monteros (1628), que era Cura y Vicario del pueblo de San Grabiel de Guancarama, en Andahuaylas, que compuso un soneto para “La conquista de Antequera” y autor de “El aprendiz de rico” como lo refiere Luís Alberto Sánchez en su libro “Los Poetas de la Colonia y de la Revolución”. Y, por otro lado: Josefa Francisca de Azaña y Llano (Abancay, 1696), monja que escribió su “Coloquio a la Natividad del Señor”, texto rescatado por Alberto Tauro.
Pero, quien ocupó con mayor empeño la grandeza apurimeña de esta parte histórica de este proceso de la literatura apurimeña es Juan de Espinosa Medrano, indio natural de Calcauso, que en realidad se llamaba Juan Chancahuaña, creo es uno de nuestros más grandes escritores de la literatura latinoamericana del barroco, y de todos los tiempos. Y, aunque he inventariado más de 400 estudios sobre “El Lunarejo” de diversos escritores algunos de los más representativos que van desde Damaso Alonso y Luís Jaime Cisneros, de Luís Loayza y Mario Vargas Llosa, hasta estudios de escritores apurimeños como J. Agustín Tamayo Rodríguez y Antonio Centeno Zela, acerca de su excelsa y diversificada obra literaria escrita en kechwa, castellano y latín, donde sobresale “El Apologético a favor de Góngora”, obra renacentista, llena de barroquismo y culteranismo. Esta obra literaria que es inmensa, permanece todavía olvidada, lo mismo que la obra del arcediano Justo Apu Sahuauraura.
Por el espacio literario apurimeño han divergido con acierto las opiniones y testimonios de Ricardo Palma (1833-1919) en su tradición “Por beber en copa de oro” donde retrata parte de la idiosincrasia del pueblo de Tintay en Aimaraes. Manuel González Prada en sus “Baladas Peruanas” destaca la épica constructiva de “El Puente del Apurímac”. Los viajeros Charles Wiener y Ernest W. Middendorf han descrito significativos testimonios cuando han visitado algunos de sus paisajes y ciudades. Antonio Raimondi llamó a Apurímac: el papel arrugado, destacando la morfología geológica y orográfica de sus territorios. Así mismo, José de la Riva Agüero en sus “Paisajes Peruanos” visitó el Santuario de la Virgen de Cocharcas. Por decir algunos “textos" donde Apurímac destaca y aporta al carácter y esplendor de nuestra literatura apurimeña donde la literatura de Andahuaylas ocupa un prestigioso espacio literario.
La poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero viene a sumar y a formar parte de esta fuerza resultante para imponer nuevas obras literarias. Le otorga más prestigio a la literatura andahuaylina y al proceso cultural apurimeño. Apurímac, aparentemente un región de contrastes y diferencias, tiene un gran potencial literario, gracias al impulso creativo de sus escritores, sus gentes y sus pueblos. Arguedas como sabemos ocupa gran parte de esta poesía kechwa y abre la modernidad de esta, destaca también su narrativa, y resulta por demás reincidente. Muchas escenas y paisajes de su obra literaria recurren y recorren los espacios de Apurímac, siempre diversos, sobre todo en Andahuaylas, tal el caso de “Los ríos profundos”. José María Arguedas es el escritor que representa una nueva alternancia para la narrativa y la poesía apurimeña, desde “Los ríos profundos” hasta su poética de “Oda al Yet” y la poesía oral recopilada como “Carnaval de Tambobamba”, donde también tiene su equivalente regional en la narrativa de Manuel Robles Alarcón “Lloje Runa” con dos novelas “Sara Cosecho” y “Los Perros Vagabundos”. Y, me parece también recordar cierta oralidad poética de esta línea literaria “kechwa” de apertura donde destaca toda una generación de escritores apurimeños entre los que se encuentran los trabajos de poetas andahuaylinos como Juan José Flores (“Huambar/ Poetastro/ Aca Cautinaja”), Jorge Flores Ramos (“Poemas Matinales”, “El paisaje, el hombre y la vida”, y sus cuentos “El Grito”), Julio César Sanabria Hermoza (“Canto a Apurímac”), los poemas metafísicos de Abel Gutiérrez Ocampo, Erasmo Montoya Obregón, Hugo Tello Prado (de quien recuerdo siempre su estupendo poema “Sabascha”), del neo-indigenismo de Erasmo Montoya Obregón, Blequer Alarcón Silvera, Luís Rivas Loayza, René Alarcón Montoya y Luz Samanez Paz. En esta pléyade no pueden obviarse dos nombres que son los cimientos de la saywa poética del imperio del río que habla poderoso: Sixto Gutierrez Bendezú y José González Castañeda.
La dialéctica de la poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero en este libro “Baladas de un perro sin pelos en la lengua” es inseparable de la dialéctica histórica y social del espacio social kechwa, donde se da un razonamiento lógico para llamar a cada cosa por su nombre. Se burla de los polos estéticos y políticos occidentales, logrando una sincera unidad entre forma y contenido en cada uno de sus poemas. Si el historicismo de los “Cantos” de Pound son una tentativa de síntesis del pasado y el presente para mejorar el futuro: ¿y qué escritor representa mejor que Pound al hombre que ha intentado comprender la vida moderna mediante el estudio del pasado? Si la vida del poeta es la vida de todos como decía Gérald de Nerval, o desde que Platón expulsó a los poetas de su famosa República, dudamos de las instituciones, o tal como escribió Enrique Lihn.: el poeta es el ojo imperdonable del que todo lo ve. La poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero juega en los parámetros de esta estética para escudriñar el pasado de su aldea andina que es al fin de cuentas su casa: su universo poético, por eso están siempre presentes en sus poemas personajes universales del mundo cultural andahuaylino como el viejo conspirador Juan Barrio y el fotógrafo Leopoldo Velasco, los médicos Hugo Pesce Pescetto y Ernesto Che Guevara, por citar solo algunos testimonios actuales y vigentes. La poesía como frágil manjar, tal como sentenció en su “Testamento ológrafo” Sebastián Salazar Bondy. El hombre no debe soñar con sistemas perfectos que nadie necesita, el hombre siempre ha buscado un lugar para lo autentico, su lengua, no importa que sea de perro, mejor si es libre e imaginativa: sin pelos en la lengua. LA POESÍA COMO UN LUGAR PARA LO AUTENTICO.
Pero, quien ocupó con mayor empeño la grandeza apurimeña de esta parte histórica de este proceso de la literatura apurimeña es Juan de Espinosa Medrano, indio natural de Calcauso, que en realidad se llamaba Juan Chancahuaña, creo es uno de nuestros más grandes escritores de la literatura latinoamericana del barroco, y de todos los tiempos. Y, aunque he inventariado más de 400 estudios sobre “El Lunarejo” de diversos escritores algunos de los más representativos que van desde Damaso Alonso y Luís Jaime Cisneros, de Luís Loayza y Mario Vargas Llosa, hasta estudios de escritores apurimeños como J. Agustín Tamayo Rodríguez y Antonio Centeno Zela, acerca de su excelsa y diversificada obra literaria escrita en kechwa, castellano y latín, donde sobresale “El Apologético a favor de Góngora”, obra renacentista, llena de barroquismo y culteranismo. Esta obra literaria que es inmensa, permanece todavía olvidada, lo mismo que la obra del arcediano Justo Apu Sahuauraura.
Por el espacio literario apurimeño han divergido con acierto las opiniones y testimonios de Ricardo Palma (1833-1919) en su tradición “Por beber en copa de oro” donde retrata parte de la idiosincrasia del pueblo de Tintay en Aimaraes. Manuel González Prada en sus “Baladas Peruanas” destaca la épica constructiva de “El Puente del Apurímac”. Los viajeros Charles Wiener y Ernest W. Middendorf han descrito significativos testimonios cuando han visitado algunos de sus paisajes y ciudades. Antonio Raimondi llamó a Apurímac: el papel arrugado, destacando la morfología geológica y orográfica de sus territorios. Así mismo, José de la Riva Agüero en sus “Paisajes Peruanos” visitó el Santuario de la Virgen de Cocharcas. Por decir algunos “textos" donde Apurímac destaca y aporta al carácter y esplendor de nuestra literatura apurimeña donde la literatura de Andahuaylas ocupa un prestigioso espacio literario.
La poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero viene a sumar y a formar parte de esta fuerza resultante para imponer nuevas obras literarias. Le otorga más prestigio a la literatura andahuaylina y al proceso cultural apurimeño. Apurímac, aparentemente un región de contrastes y diferencias, tiene un gran potencial literario, gracias al impulso creativo de sus escritores, sus gentes y sus pueblos. Arguedas como sabemos ocupa gran parte de esta poesía kechwa y abre la modernidad de esta, destaca también su narrativa, y resulta por demás reincidente. Muchas escenas y paisajes de su obra literaria recurren y recorren los espacios de Apurímac, siempre diversos, sobre todo en Andahuaylas, tal el caso de “Los ríos profundos”. José María Arguedas es el escritor que representa una nueva alternancia para la narrativa y la poesía apurimeña, desde “Los ríos profundos” hasta su poética de “Oda al Yet” y la poesía oral recopilada como “Carnaval de Tambobamba”, donde también tiene su equivalente regional en la narrativa de Manuel Robles Alarcón “Lloje Runa” con dos novelas “Sara Cosecho” y “Los Perros Vagabundos”. Y, me parece también recordar cierta oralidad poética de esta línea literaria “kechwa” de apertura donde destaca toda una generación de escritores apurimeños entre los que se encuentran los trabajos de poetas andahuaylinos como Juan José Flores (“Huambar/ Poetastro/ Aca Cautinaja”), Jorge Flores Ramos (“Poemas Matinales”, “El paisaje, el hombre y la vida”, y sus cuentos “El Grito”), Julio César Sanabria Hermoza (“Canto a Apurímac”), los poemas metafísicos de Abel Gutiérrez Ocampo, Erasmo Montoya Obregón, Hugo Tello Prado (de quien recuerdo siempre su estupendo poema “Sabascha”), del neo-indigenismo de Erasmo Montoya Obregón, Blequer Alarcón Silvera, Luís Rivas Loayza, René Alarcón Montoya y Luz Samanez Paz. En esta pléyade no pueden obviarse dos nombres que son los cimientos de la saywa poética del imperio del río que habla poderoso: Sixto Gutierrez Bendezú y José González Castañeda.
La dialéctica de la poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero en este libro “Baladas de un perro sin pelos en la lengua” es inseparable de la dialéctica histórica y social del espacio social kechwa, donde se da un razonamiento lógico para llamar a cada cosa por su nombre. Se burla de los polos estéticos y políticos occidentales, logrando una sincera unidad entre forma y contenido en cada uno de sus poemas. Si el historicismo de los “Cantos” de Pound son una tentativa de síntesis del pasado y el presente para mejorar el futuro: ¿y qué escritor representa mejor que Pound al hombre que ha intentado comprender la vida moderna mediante el estudio del pasado? Si la vida del poeta es la vida de todos como decía Gérald de Nerval, o desde que Platón expulsó a los poetas de su famosa República, dudamos de las instituciones, o tal como escribió Enrique Lihn.: el poeta es el ojo imperdonable del que todo lo ve. La poesía de Ugo Facundo Carrillo Cavero juega en los parámetros de esta estética para escudriñar el pasado de su aldea andina que es al fin de cuentas su casa: su universo poético, por eso están siempre presentes en sus poemas personajes universales del mundo cultural andahuaylino como el viejo conspirador Juan Barrio y el fotógrafo Leopoldo Velasco, los médicos Hugo Pesce Pescetto y Ernesto Che Guevara, por citar solo algunos testimonios actuales y vigentes. La poesía como frágil manjar, tal como sentenció en su “Testamento ológrafo” Sebastián Salazar Bondy. El hombre no debe soñar con sistemas perfectos que nadie necesita, el hombre siempre ha buscado un lugar para lo autentico, su lengua, no importa que sea de perro, mejor si es libre e imaginativa: sin pelos en la lengua. LA POESÍA COMO UN LUGAR PARA LO AUTENTICO.
Julio Heredia, moderador del debate, por la Alianza Francesa.