septiembre 07, 2009

RAQUEL JODOROWSKY: LA MAGIA DE LA REALIDAD

Somos N° 1187, 5/9/9, pp. 50-51 (El Comercio).
La magia de la realidad

Hace 82 años nació Raquel Jodorowsky Prullansky en una mina de cobre en el norte de Chile. Descendiente de judíos, su familia viajó hace casi cien años desde Ucrania hasta el desierto de Atacama, huyendo de la bestialidad de los cosacos y la persecución de los zares. Al Perú llegó muy joven para estudiar arqueología, enamorarse, ser madre, escribir, pintar y salir adelante sola, con ingenio, humildad y agallas. Su ingrato hermano, Alejandro Jodorowsky, es un famoso escritor, cineasta e ilusionista que vive en España. Nuestra Raquel ha escrito veinte libros y algunas maravillosas obras suyas siguen buscando un editor. Al permitirnos entrar en su mundo, Raquel nos mostró la vida como un hermoso regalo. Vale la pena.

Entrevista: María Luisa Del Río Labarthe
Foto: Leslie Seartes


¿Cómo se siente en este momento de su vida?

Uno siente que llega a la madurez, cambia de pensamiento, de manera de ver el mundo, de personas. En la madurez se aclaran los pensamientos, vivo con menos ilusiones, ahora entro en la magia de la realidad. Mi poesía también ha cambiado.

¿Empezó a escribir de niña?

Sí, en el desierto, en la arena. Como mi padre y mi abuela hablaban otro idioma, yo no hablaba con ellos, tenía que hablar español, entonces me pusieron en un colegio donde iban las hijas de los mineros y los pescadores. Con ellas aprendí a hablar castellano. A los seis años escribí un libro que se llama CUENTOS DEL NORTE. Conservo el periódico de la oficina salitrera donde publicaron un poema mío. Como no entendía matemática me pasaba la hora escribiendo. En esa época te corregían por escribir con la izquierda, yo era zurda y me pegaban con reglazos, me acostumbré con la derecha.

¿Por qué emigró a Chile toda su familia?

El zar hizo un gueto en Ucrania para mantener aislados a los judíos, solo podían caminar alrededor de tres cuadras, no podían salir, ni estudiar ni nada. Mi papá hablaba cinco idiomas, hasta chino, y nunca pudo entrar a la universidad. De tanto en tanto venían los pogroms, grupos de cosacos que entraban al gueto, robaban todo, violaban a las niñas y se llevaban el dinero. Entonces un millonario de Estados Unidos reunió a toda esa gente y la embarcó. Chile fue uno de los países que abrió las puertas. Venían cientos de personas en la cubierta del barco, todos apiñados, y a los que se enfermaban los botaban al mar para que no contagiaran al resto; a mi tío lo tiraron. Todas estas familias desembarcaron en el desierto de Atacama, todo era arena, campamentos mineros, ahí tuvo que trabajar mi padre y ahí nacimos mi hermano Alejandro y yo. Se acababa una veta y había que ir a otro lugar, así fue mi infancia. Luego mis papas se separaron y cuando yo terminé el internado nadie me fue a buscar.

¿Nunca más vio a sus padres?

Hace unos años supe que mi padre estaba vivo en Israel y mi madre viva en Italia, pero que se había juntado con un hombre muy joven que se gastó todo su dinero y la dejó. Me enteré que mi mamá había estado averiguando en la embajada de Perú si yo vivía aquí y un día se apareció con el pelo blanco, y me dijo: soy tu madre. La hice pasar Y se quedó unos años conmigo hasta que murió de cáncer acá en mi casa, hace dos o tres años.

Me contó una vez que una de sus abuelas no hablaba.

Mi abuela materna, la mamá de ese chico que tiraron al mar porque se enfermó en el barco. Ella sufrió mucho, antes de eso los cosacos habían matado a su hijita de cinco años y se la trajeron sin cabeza, solo porque era judía y la encontraron jugando fuera del gueto. Hacía todo, cocinaba, cosía, bordaba, pero nunca hablaba.

Hay una constante en su obra, una conexión fuerte con la naturaleza. ¿De dónde viene ese vínculo?

Yo me saqué una beca a los 16 años, terminando mi colegio en Chile, para estudiar arqueología en el Perú. Llegué al Cusco y en ese momento se inauguraba el camino inca, subimos unos cinco poetas agarrándonos de las malezas como gatos hasta Machu Picchu porque no había mucho camino. Ahí descubrí el mundo, YO venía de un internado de niñas Y mi contacto con la naturaleza era nulo.

Por eso será que su poesía habla de culturas precolombinas y sitios sagrados.

Después del Cusco me fui a pasar un tiempo a la selva amazónica, viajaba en camiones. Tenía 20 años y andaba con una maleta y un florero de porcelana que me había comprado. Vivía entre los shipibos, una vez, viajando entre tribus, se paró una mariposa azul en mi hombro y me llenaron de collares y de regalos, porque para ellos se trataba de un espíritu que me estaba visitando. Pasé un año por ahí trabajando en excavaciones, parece que los incas se refugiaron por esos lugares de la selva cuando llegaron los españoles. Después vine a Lima a seguir haciendo trabajo de campo. Luego me casé con un peruano que ha muerto el año pasado.

¿Tiene hijos?

Uno, Daval. Su papá Y yo nos separamos cuando él era niño. No podía enseñar lo que había aprendido porque me faltaba el título y me dediqué a vender ropa en el garaje de una amiga en Miraflores. Había aparecido el deporte de la tabla hawaiana Y se me ocurrió hacer ropa especial. Hacía camisetas pintadas con mis poemas, pantalones de colores para los hombres, la juventud se volvió loca. Vendía tanto que pude comprar esta casa. Eran los años 69 Y 70, la época hippie. Puse un aviso en las afueras del cine Pacífico que decía: Ropa para él, para ella Y para los otros también... así que empezaron a venir los gays (risas). También vendía tablas hawaianas de segunda mano.

¿La tecnología la asusta?

Es parte de la magia de la realidad. Aprieto una letra en el Internet Y converso con mi nieto que está a miles de kilómetros de distancia Y veo las fotos de mi bisnieta. ¿Eso no es magia? HOY día un poeta hindú me hizo una entrevista desde la India , Yo me maravillo, nunca pensé que iba a poder manejar el Internet pero aprendí en 30 días con un maestro.

¿Piensa en la muerte?

Sí, el año pasado me operaron de cáncer y estoy bien, pero estuve tres días dentro del hospital aislada mientras iba tomando la radio. Te aíslan, te pasan la comida por un hueco Y todo lo que tocas lo tienes que botar tú misma al tacho. En esos tres días pensé en la muerte y no tuve miedo, pensé que quizás uno se termina para pasar a otra etapa, a otra cosa, y así no me sentí mal, ni vómitos ni llantos. Pero sí pensé en qué va a pasar cuando muera, y tengo un deseo: quiero volver a Atacama, donde nací, es un deseo de cerrar un anillo de poder. Yo he viajado, he dado la vuelta al mundo, pero quiero que me entierren allí porque por algo nacemos en un lugar.

¿Qué hace todos los días?

Me levanto y me siento a escribir y ordenar mis escritos de 6 a 9 de la mañana. Eso puedo hacerlo tranquila porque estoy sola, nadie me interrumpe. Mi soledad no la siento, esta llena de cosas, me encanta, me gusta salir pero no podría convivir con un amor todo el día dentro de la casa, por ejemplo, mi soledad es algo maravilloso a lo que he llegado, llena de trabajo, tengo muchas cosas por publicar Y me encantaría encontrar editores.

¿Cuáles han sido sus temas en los últimos años?

Te leo algo: En estos papeles quedo/ y queda el amor que me alumbró/ que venga el tiempo con su otoño/ y desparrame mis hojas / en la emoción del hombre/ o si no que venga el tiempo igual/ que haga polvo, ceniza, aire mi decir/ y nunca sepa nadie / lo que junto a mis huesos / ardió, ardió, ardió.