diciembre 27, 2005

AVISTAR/ POEMAS DE ARMANDO ARTEAGA


SPLEEN
Tengo pena por aquella gaviota
Y por mi timidez
Yo la perdí
Qué torpe fui con ella y qué sincero
Yo que la amaba
Yo que la sigo amando todavía
Adónde iré a buscarla
En qué lugar del puerto
Trieste ha de ser mi bel por ella
Y el sueño vuelve, vuelve su rostro
Yo sé que es mi ilusión amarla
Volverla a encontrar
Con su chaqueta roja y la sonrisa
Pero todo es inútil
Desde hace tanto tiempo
Yo estoy cansado de ser yo
De llamarme Gerald
De ir hasta el mar, mirar los barcos
Y sentirme el ser más infeliz de la tierra.



ODA AL CINZANO

Amo el invierno
Y no renunciaré jamás
a la belleza de incendiar
los árboles de un bosque en el otoño.
A pesar de que en tu frente
puedo besar lo que más amo: el lujo
de una idea, el oro
de un sueño, el olvido.
Yo no renunciaré ni a la amistad del fuego.
Soy pues lo que se dice un loco sin delirios.
Y al olvidar mis locuras siento infinidades
de lluvias donde nunca ha llovido el otoño.
El árbol donde me arrecuesto es mi sombra.
Tengo eternamente entre mis manos una fruta nocturna.
Estoy de acuerdo con la vida:
La vida debe ser dulce y embriagadora como el Cinzano.
De lo contrario yo me contradigo. Nada ha sucedido.
Tu nombre me persigue o es la vida
que me lleva en sus ríos cual pez menos dorado.
Yo con desdén toco el violín de la memoria.
La vida me persigue, no me deja. Estoy vencido.




AL POETA DEL HOTEL INGLATERRA


Por ser un inconforme
Lo llamaron traidor, lo condenaron
A morir con una soga en el cuello.
Por ser un vago
Lo premiaron con una vida de pobreza.
Lo odiaban. Nadie jamás acertó
a llamarlo por su nombre.
Y un cuervo fue su amigo en las tabernas.
Por ser más bello hasta con la belleza
las mujeres más célebres lo amaron.
Y él amó la belleza.
Nos fue dejando con su vida esa belleza.
Varios libros de poemas. Y una vida dudosa.
Por no creer ya ni en el vino, fue escoria
Dentro de la escoria, un ágata en infortunios.
Murió por suerte. Ya andarán por allí
Diciendo que era amigo de la muerte. A veces.




MIS BELLOS ZAPATOS MARRONES


Mis bellos zapatos marrones
Tienen dudas de morir en la guerra
De los duros caminos de la vida
Y de la estupidez.
Ya en las fronteras de los extraños pensamientos
Tienen miedo del ratón que pudiesen matar
De un veloz pisotón por descuido.
No desean vivir humillados para siempre
Por el mal uso del tiempo, solitarios, mongos,
Mirando el mar desde los acantilados
Sino vagar por las calles de un país de maletas
Quieren viajar, irse lejos, buscar otros veranos
¿Cómo las golondrinas?.
¿Cansados ya de tanta poesía?.
Dos amigos, se aman y se odian, Marx y Rimbaud
Sueñan cambiar el mundo.
Aman el ocio
Tienen frío.
La primavera es tal vez la muchacha donde habitaron
un día.
Antes que toda esta felicidad termine, sea ilusión
de zapatero.
Una vaca que fue la mejor del establo...
¿Quién ha de usar mis zapatos un día de fiesta
o en funeral?.
¿Quién leerá un libro de poemas, dirá lluvia
y saldrá a caminar sobre la lluvia?.
¿Quién se estará preguntando
ante la vitrina de una zapatería
y se sentirá muy triste, si aquellos fueron
los amigos de antaño que escribían poesía
y se fueron muriendo conmigo?.
-Nadie se acuerda ahora.



POEMA


Vuelve el amor
Casa de tiempo mejores, vuelve
el gato negro al sofá
vuelve el sonido del agua, la hoja
cuando cae
en el silencio del otoño, la sorpresa
(del espectáculo
vuelve ebrio el vino
y el vestido de la noche
vuelve la fantasía de los animales en el zoo
y el circo pobre de gitanos
vuelve la otra infancia,
pero de ti nada...



ESTAS POBRES IMÁGENES



arrojadas por la calle
tuertas, cojas, pordioseras
vienen en cada gesto y nada
las detiene, ni la insolencia
desprendida de los bares
entre esperas, baladas y cervezas
llevan esas cadencias de amantes
que las hacen célebres y nos lastiman,
recorren las chabolas, las páginas mejores
de una novela y mueren,
pero nos dejan el dolor de una uña partida
tan crueles, que nos anuncian
atroces pensamientos en la piel
en la mirada,
como oscuros designios
que nos vuelven, a lugares no vistos
en el mismo baile, en el aroma de la hierba
presagio, o álamo que cae por el hacha del fuego,
van en el ave más libre y la insistencia,
ciegas, paralíticas, obscenas
así como son,
tan despiadadas vienen que un día
se transforman en el pulóver, en las nalgas
de una muchacha, o en el tranvía
que alguna vez reconocemos
entre afiches de reloj-pulsera Seiko
y muebles 501
de cosas que envejecen pronto,
el zapato en la mierda, oh poesía.



DOWNTOWN



Salgo con bruma
a deambular
por el conflicto de la urbe.
Voy por el ghetto de la noche. Las calles:
Escritura de los transéuntes o de la acción
dispersa de vagos y poetas. Palpo el dorso
de la asfixia, la hebra inicial del caos.
Me pierdo en laberintos, me repito.
Voy por la topografía del lomo de una iguana
y oscuros pasadizos me conducen a este zigurat.
Reunión de imágenes rotas, y luego, se bifurcan:
Oh, el deterioro de un tugurio,
la vendedora de pescado, etc.
Ver es también escribir. Y alguien escribe
sobre un papel-madera y deja el aviso
encontrado sobre la puerta del cuarto
en el Hotel Europa: “Te esperé. Salí a comprar
zapatos”. Y en la ciudad, el amor es solo
un imprevisto
a la cuestión de una época. El Tigre
va entre la gente como anónimo amante:
violín al viento.
Imagino un dossier de inquietudes.
Fascinaciones.
Voces inmunes se las lleva el gentío de la calleja.
El Tigre sale del cine. Se perfuma con dinamita.
Camina por la avenida, primevo. Se tutea con mike
a toda remington.
Va en el poema del forofo andando yunque
en vez de martillo.
Nadie hace un sumario de su vida.
Nadie regresa a pie –y cansado- a su bohío
después del laburo.
Nadie tiene una amiga -ominosa- viviendo en Río.
Nadie cae como una h-o-j-a en el Parque del Otoño.
Solo yo. Extravagante y puto, doblo el espinazo
de la zozobra.
Solo yo, la calle, el Tigre, el papel.
Duramen, pobres dunas.
Zonas perdidas en instancias perdidas.
Lo glíptico.
Todo puede escribirse.
Tengo ciudades. Contengo multitudes.


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