LOS TRENES NUNCA REGRESAN/
ARMANDO ARTEAGA
Me leo nuevamente.
Han pasado miles de años cuando escribí
aquel poema.
El joven poeta le hurgaba la nariz
a la vieja muerte.
Te leo nuevamente.
Te escribo.
Te amé. No te amé, odié todas las tardes
ver tu cara en el espejo de la vida.
Había una contradicción, entre tú y yo.
Había una lucha de diferencias.
Eramos unos extraños conocidos.
No te hice caso, nunca
o, te hice caso?.
Pero ahora, jodes, demasiado.
Son tantos años, me aclamas
me reclamas,
un amor eterno, que nunca te tuve.
Todavía recuerdo ese viejo poema
que te escribí.
Es tuyo, el poema. Ya no es mío.
Lo releo, nuevamente, como un extraño
viajero impecable, intratable
insepulto,
infortunado amante,
inmarcesible ausente,
impertérrito,
injurioso,
lector de siempre.