Deslumbrante
1- Conocí la minificción en 2002, en un curso de Lauro Zavala, a
quien le agradezco el haber compartido su pasión con sus alumnos. Y la
redescubrí seis años después, en Buenos Aires. Lo que más me atrae de
este género es el deslumbramiento que despierta.
Irrupciones
2- Algunas ideas para minificciones me surgen de la lectura; a veces
en el acto mismo de leer o al recordar alguna lectura previa (puede ser
alguna novela, poema o minificción; otras veces puede ser un ensayo, o
incluso una nota del periódico la que desencadena el tema de escritura).
En otras ocasiones puede ser un suceso de la vida o algún diálogo
escuchado lo que despierta en mí el deseo, a veces irrefrenable, de
escribir.
Trozos de papel
3- La minificción me puede surgir en cualquier momento: entonces la
escribo en cualquier trozo de papel: casi siempre traigo fichas en mi
bolsa, sino escribo esos embriones de minis en cualquier trozo de papel.
He escrito algunas en el reverso de tickets de banco o incluso del
supermercado, que aparentemente sería lo más antiliterario que existe.
Pero esos chispazos los traslado a la computadora para afinarlos,
pulirlos y dejarlos resplandecientes (por lo menos esa es la intención) y
eso siempre lo hago por la mañana, recién levantada, que es cuando no
pienso en nada que no sea la escritura.
Ni una palabra de más
4- Casi siempre las minis me surgen como chispazos, son momentos de
felicidad. Algunas han emergido de mí casi idénticas a como han quedado;
en otras he realizado un proceso de limpiarlas, acicalarlas,
perfumarlas, hasta dejarlas presentables. Me parece que la minificción
demanda un trabajo cuidadoso con el lenguaje. En una buena mini no debe
de sobrar ni una sola palabra y debemos tratar de que cada una de las
palaras que la forman sea la idónea. Creo que varios de los consejos de
Quiroga y de Cortázar pueden ser valiosos para la minificción.
Final feliz
5- Como en mí siempre han despertado una fascinación muy especial los
finales sorpresivos, disfruto mucho cuando la mini escrita me conduce a
un final sorpresivo; tal vez sea uno de los elementos que más gozo.
Pero, me parece que no en todas las minis (como no en todos los cuentos)
es indispensable un final sorpresivo para escribir una mini feliz.
Preferencias
6- Mis minicuentos son un poco como hijos: algunos me encantan porque
me parecen bien logrados, otros no tanto pero siempre les encuentro
justificaciones. De otros autores, sin pretender ni por asomo ser
exhaustiva, me gustan: “Amor 77” del gran Julio Cortázar. “Literatura”,
de Julio Torri. “En el ascensor”, de Orlando Van Bredan. “Pelea”, de
Cristina Araujo García. “Cortísimo suceso”, de Armando Arteaga. “Tango”,
de Mario Goloboff. “El crimen perfecto”, de Eduardo Galeano. “El
dominio”, de Fernando Iwasaki. “Año nuevo”, de Inés Arredondo. “Diálogo
amoroso”, de Sergio Golwarz y “Canción cubana”, de Guillermo Cabrera
Infante. Hay dos autoras que son mis favoritas en minificción y me sería
muy difícil elegir una sola mini de ellas: Ana María Shua y Luisa
Valenzuela.
Como un orfebre
7- Creo que el gran reto del microrrelato es comprender que por su
breve extensión demanda gran esmero en el lenguaje. Cada una de las
palabras que forman una minificción debe haber sido revisada, pesada,
vista desde todos los ángulos y permanecer sólo si su presencia es
indispensable. Su escritura se podría comparar con la labor de un
orfebre o de un hacedor de camafeos: cuanto más pequeña sea, más
cuidadoso y delicado debe ser el proceso de elaboración.
Virósica
8- Deseo y espero que la magia de la minificción se expanda por todo
el mundo hispanoparlante y ejerza su influjo de fascinación y
deslumbramiento en un sinfín de lectores. Y como la minificción es
contagiosa, imagino un mundo de escribientes de microrrelatos.
Ver:
http://www.cuentosymas.com.ar/blog/?p=11233
Ver:
http://www.cuentosymas.com.ar/blog/?p=11233