UN ANCASHINO CON MENTE UNIVERSAL (Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y Diplomático, Félix Álvarez Brun)
UN ANCASHINO
CON MENTE UNIVERSAL (Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y
Diplomático, Félix Álvarez Brun)[1]
Es considerado por la prestigiosa
Enciclopedia Lexus, de Colombia, como uno de los “grandes forjadores del Perú”.
Nació en la ciudad de Pallasca[2]. Hijo (el penúltimo de los
varones) de don Manuel Jesús y doña Alejandrina. Sus estudios primarios los
cursó en la Escuela 293, a cuyos profesores –maestros, en realidad- siempre
recuerda con cariño: Alonso Paredes, Miguel Elías Villavicencio y Víctor
Arnoldo Ramos[3].
Aún púber y “primarioso”, puso de manifiesto su inteligencia e inclinación por
los estudios aunque, como él mismo llegó a reconocer, fue tal vez el más inquieto
y travieso de los alumnos; no obstante lo cual, y por justificadas razones, fue
invitado a impartir durante una corta temporada, lecciones referidas a
astronomía en la escuela de mujeres de la localidad. Su vocación docente, aún
niño, comenzaba a exteriorizarse.
La educación secundaria la inició y continuó,
hasta el cuarto año, en el Colegio Nacional San Juan de Trujillo, culminándola
en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe de Lima. En esta etapa, su
interés por la cultura, venido desde la niñez gracias a que fue contagiado por
su padre –lector cotidiano e impenitente-, iba acrecentándose
Al empezar la década del 40, ingresa en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sigue estudios en la Facultad de
Letras, convirtiéndose en uno de los más conspicuos discípulos de eminentes
catedráticos e intelectuales de la talla de Julio C. Tello, el padre de la arqueología
peruana, y Raúl Porras Barrenechea[4], historiador, maestro y
diplomático de sobresaliente relevancia
quien, con la perspicacia que le era inherente pudo reconocer en su alumno
las excepcionales cualidades y los méritos por los cuales la Universidad de San
Marcos lo convirtió en auxiliar de la cátedra de Historia del Perú -Conquista y
Colonia- que dictaba el prestigioso maestro. Poco tiempo después, la
Cancillería lo incorporó como Ayudante en la Dirección de Asuntos Culturales.
Para entonces, ya se había matriculado en la Facultad de Derecho
Unos años después, en 1948, el maestro Porras
es designado por el Presidente José Luis Bustamante y Rivero, a la Embajada del
Perú en España y su delegación, integrada, entre otros, por Manuel Mujica Gallo
y Guillermo Lohmann Villena, también contó con la presencia del destacado
estudiante de Letras y de Derecho, que viajó en la condición de Tercer
Secretario del Servicio Diplomático. Esta misión duró poco: todos sus miembros
solicitaron su pase a disponibilidad, o se retiraron, como protesta por el
agravio a los símbolos patrios en el Consulado de Valencia y la pusilánime e
indecorosa actitud del gobernante que hacía poco había asumido el poder
derrocando al Mandatario democráticamente elegido. Es decir, la decisión de dar
término a la misión y emprender el retorno, se hizo –como no podía ser de otro
modo- en olor de patriotismo y dignidad.
Su corta permanencia en España, sin embargo,
le permitió al joven intelectual pallasquino vivir dos experiencias
valiosísimas: escuchar, con provecho superlativo, las lecciones que el más
egregio filósofo español, José Ortega y Gasset, dictaba en el Instituto de
Humanidades de Madrid; y, codo a codo
con el doctor Porras, desempolvar legajos, de difícil lectura -que pudieran
haber sucumbido víctimas del tiempo, la humedad, las polillas y los roedores-,
desentrañando, gracias a su destreza en la tarea heurística y paleográfica,
invalorables informaciones de primera mano acerca de la vida del Inca Garcilaso
de la Vega en Montilla, ciudad que cobijó, anónimamente, al autor de Los
Comentarios Reales durante treinta años.
Tras su regreso a la Patria se graduó en
Historia y posteriormente en Derecho, obteniendo en ambos campos el doctorado
respectivo. Ya dictaba cátedra en San Marcos y, desde cerca de diez años atrás,
clases de Historia en el Colegio Nacional Alfonso Ugarte; y, después, en la
Pontificia Universidad Católica del Perú, el curso de Historia del Derecho
Peruano.
La Historia, disciplina a la que se dedicó
con entusiasmo y acendrado cariño, comenzaba ya a dar sus frutos y
reconocimientos. En 1955 se hizo merecedor del Premio Nacional Inca Garcilaso
de la Vega, por la biografía de José Eusebio de Llano Zapata y, luego, por su
trabajo titulado La Ilustración, los Jesuitas y la Independencia Americana, fue
galardonado en el Premio Javier Prado con publicación de la obra
por el Ministerio de Educación. En
mérito al valor de su desempeño intelectual, llegó a ser incorporado como
miembro de número de la Academia Nacional de Historia y de la Sociedad Peruana
de Historia, y elegido Presidente del Instituto Raúl Porras Barrenechea, Centro
de Altos Estudios e Investigaciones Peruanas de la Universidad de San Marcos,
entre otras Instituciones e importantes Comisiones, como la Comisión Peruana de
Alto Nivel para el Patrimonio del Mundo, gracias a cuyas gestiones la UNESCO
reconoció como patrimonio mundial a Machu Picchu, a Chavín de Huántar, al
Parque Nacional del Huascarán y a otros
monumentos y santuarios que son riqueza inalienable e irrepetible de nuestro
país[5].
Como diplomático, ha sido condecorado con la
Orden del Sol del Perú, Orden San Carlos de Colombia, Orden Vasco Núñez de
Balboa de Panamá, Caballero de Madara de Bulgaria y La Gran Cruz de Plata de
Austria, habiendo cumplido a cabalidad y con prestancia las representaciones
como Delegado Alterno ante la UNESCO y Embajador ante Panamá y Bulgaria, y
dirigido la Academia Diplomática del Perú.
Por su destacada trayectoria docente, fue
distinguido como profesor emérito de la
Universidad Decana de América y reconocido por el Estado peruano con las Palmas
Magisteriales, en el grado de Amauta.
A toda esta apretada e incompleta reseña de
la vida y obra de nuestro ilustre paisano, hay que sumar el hecho de que a él
se debe más de una veintena de obras,
entre las que merece ser destacado, por lo valioso para nosotros los
ancashinos, el libro Ancash, una historia
regional peruana que es, probablemente, el trabajo más
riguroso, integral y bello que se haya escrito sobre el pasado fértil de este
Departamento cuyo Club representativo en la Capital, como muestra de gratitud y
dignidad, debiera reeditar.
Pero no podemos dejar de mencionar, porque
forma parte insoslayable de su existencia, que cuando terminaba la década del
50 y poco antes de fallecer el doctor Porras –que fuera su más entrañable
maestro, consejero y amigo-, contrajo enlace matrimonial con quien es el amor
de su vida, Dora Espejo Fernández, la querida Dorita.
La vida y obra, altamente meritoria, que
honra y debe enorgullecer a los ancashinos y a la cual se ha dedicado esta
brevísima semblanza, corresponde (¿a quién más?) al “erudito, historiador y varias veces académico”[6],
que es sin duda uno de nuestros valores nacionales, el doctor Félix Álvarez Brun , quien “con
la capacidad de síntesis y el sentido de emoción peruanista” -que elogiara
Aurelio Miró Quesada[7]- ha señalado, lúcidamente,
que el Perú es “una continuidad en el
tiempo y una totalidad en el espacio, dentro de cuyos parámetros se entretejen
todas aquellas virtudes, defectos y esperanzas que constituyen nuestra
personalidad nacional.”[8]
[1]
El título de la presente semblanza se lo debemos al recordado Maestro Luis
Alberto Sánchez, quien escribió –respecto de Ancash, una historia regional
peruana lo siguiente: “...libro de un historiador enamorado del paisaje, de un
ancashino con mente universal.”
[2]
“…un pueblito de la sierra peruana, poco favorecido por la naturaleza –ya que
sufre la escasez del líquido elemento para regar sus chacras y calmar la sed
satisfactoriamente la sed de sus pobladores-, pero es bello, saludable y
acogedor: por sus paisajes infinitos, por su clima y por el calor imantado de
su gente, que es capaz de atraer al más distante de los humanos, convirtiéndolo
en huésped perpetuo de su corazón” (B.R. Álvarez. Historia de un eclipse, 2001)
[3]
Félix Álvarez Brun: Sierra de mi Perú,
1998.
[4]
También a Luis E. Valcárcel, Mariano Iberico, Jorge Basadre…
[5]
Ha desempeñado, igualmente, el cargo de Secretario General de la Comisión Nacional
del V Centenario del Descubrimiento de América y la Presidencia de la Comisión
Nacional del Centenario de Víctor Andrés
Belaúnde.
[6]
Carlos Eduardo Zavaleta: Discurso de recibimiento, como nuevo Académico, en el
Instituto Ricardo Palma.
[7] Aurelio
Miró Quesada en: Perú: presencia e
identidad, Lima, 1992.