Poemas de Isaac Felipe Azofeifa Bolaños

SE OYE VENIR
LA LLUVIA
La casa de mi
infancia es de barro del suelo a la teja,
y de maderas apenas
descuajadas, que en otro tiempo obedecieron
hachas y azuelas en
los cercanos bosques.
El gran filtro de
piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca
sombra.
Yo amo su silencio,
que el fiel reloj del comedor vigila.
Me escondo en los
muebles inmensos.
Abro la despensa
para asustarme un poco
del tragaluz, que
hace oscuros los rincones.
Corro aventuras
inauditas cuando entro
en el huerto
cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de
la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el
grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo
triste riega en el aire quieto,
paz y sueño
sabrosos.
Cuando venían las
lluvias miraba los largos aguaceros
desde el ancho
cajón de las ventanas.
Nunca huele a
tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia
primero en el aire venir como un gigante
que se demora,
lento, se detiene y no llega,
y luego, están ahí
sus pies sobre las hojas, tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos
deprisa, tan deprisa, los árboles,
el césped, los
arroyos,
los alambres, los
techos, las canoas.
Pero también su
llanto desolado,
su sinrazón de ser
triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi
infancia, para siempre.
Llueve en mi alma
ahora, como entonces.
AL ALBA
SIEMPRE
El alba es un
camino.
Por el alba se
llega a la dulzura.
El aviso general de
los gallos abre a la luz las puertas de la tierra.
El aire reparte una
casta voz de campanas.
Un trino de pájaro
rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco
de la madrugada.
El árbol duerme
vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel
compañía, dices
palabras irreales
para salvar el sueño
que se aleja en el
agua sutil de la noche.
Despierta tiritando
en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una
sombra, un soplo, nada.
Y amanece.
Vida, mi vida, al
alba siempre.
Isaac Felipe Azofeifa Bolaños
Se
dedicó a la poesía, a la crítica literaria, a la docencia y a la política y en
todos estos campos dejó una huella indeleble e imperecedera. Como poeta,
Azofeifa cantó al amor, al erotismo, a la mujer, al dolor del prójimo y a las
tribulaciones del mundo. Por eso, se le ha considerado como el poeta más
importante del siglo XX en su país. Azofeifa fue además docente, primero en el Liceo de Costa Rica y luego en la Universidad de Costa Rica, siendo parte
del comité de evaluación que inició la construcción de las pruebas de admisión
a dicha universidad, siendo por aquel entonces filólogo y profesor de estudios
generales.