Tu mala canallada. Cielo abierto
Eloy Jáuregui
Estoy mirando el mar aquí en Supe, y ese puerto existe, a la manera de Blanca Varela, maestra. "¡Oh, mar de todos los días,/ mar montaña,/ boca lluviosa de la costa fría!" Es que vine a Barranca porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal "Negro" Néstor. Mi madre me lo dijo. Y vine invitado al I Festival Latinoamericano de Poesía "Cielo Abierto". Qué maravilla. Un centenar de poetas peruanos, la mayoría jóvenes, y un puñado de escritores latinoamericanos, de Chile, de Uruguay, de Guatemala y de México. Qué asombro.
Los poetas somos de una rara consistencia. Todos somos hermanos porque somos cómplices de un pasmo de prodigios. Con aquello que el panadero, el escribano, el lenguaraz articulan su monserga, el poeta construye el reino de la libertad. Sí, señor. Y goza de humor y padece de alegría. Y sufre de felicidad y detesta la tristeza. No frieguen con Vallejo que era un cholo triste. ¡Fuera marrullero! César Miró me contaba que jamás escuchó a peruano tener la carcajada más grandiosa que la de Vallejo de París.
Y fue el poeta John López el de la quimera de reunirnos. Vaya locura. Un poeta es un ser peligrosísimo. ¿Pero cien? Un maretazo de belleza más dinamita. Ellas bailaban reggaetón y declamaban de su pasión por la vida. Ellos atacaban el recato a punta de venablos apropiados de los cielos. Y recitamos por las plazas, por los mercados, frente a la playa y de alaridos allá en la Ciudad Sagrada de Caral. Y reclamos por el sexo anoréxico y el medio ambiente y la nicotina. Que cada uno de nosotros era un iluminado. Y hace una semana, allá en el Norte Chico que le dicen, otra vez fui feliz y gracias a la poesía.
López y su gente de Anábasis y todos los municipios del lugar descentralizaron el acto del poema y lo pusieron para ser comido como el pan de todos. Como lo hizo en su momento Hora Zero. Y con Armando Arteaga y Óscar Limache, viejos marineros, nos encontramos con aquel espíritu que nos hizo hermosos de jóvenes. Y vamos que le seguimos dando a la tinta y al romance. Y vamos que creemos en el país y su hemoglobina. Y vamos, cuervo. Y vamos Pérez y Gómez y Chafloque y Campuñay. Que hay amor en esta tierra. Que hay arte. Que hay poesía. Muchísimas gracias.
Los poetas somos de una rara consistencia. Todos somos hermanos porque somos cómplices de un pasmo de prodigios. Con aquello que el panadero, el escribano, el lenguaraz articulan su monserga, el poeta construye el reino de la libertad. Sí, señor. Y goza de humor y padece de alegría. Y sufre de felicidad y detesta la tristeza. No frieguen con Vallejo que era un cholo triste. ¡Fuera marrullero! César Miró me contaba que jamás escuchó a peruano tener la carcajada más grandiosa que la de Vallejo de París.
Y fue el poeta John López el de la quimera de reunirnos. Vaya locura. Un poeta es un ser peligrosísimo. ¿Pero cien? Un maretazo de belleza más dinamita. Ellas bailaban reggaetón y declamaban de su pasión por la vida. Ellos atacaban el recato a punta de venablos apropiados de los cielos. Y recitamos por las plazas, por los mercados, frente a la playa y de alaridos allá en la Ciudad Sagrada de Caral. Y reclamos por el sexo anoréxico y el medio ambiente y la nicotina. Que cada uno de nosotros era un iluminado. Y hace una semana, allá en el Norte Chico que le dicen, otra vez fui feliz y gracias a la poesía.
López y su gente de Anábasis y todos los municipios del lugar descentralizaron el acto del poema y lo pusieron para ser comido como el pan de todos. Como lo hizo en su momento Hora Zero. Y con Armando Arteaga y Óscar Limache, viejos marineros, nos encontramos con aquel espíritu que nos hizo hermosos de jóvenes. Y vamos que le seguimos dando a la tinta y al romance. Y vamos que creemos en el país y su hemoglobina. Y vamos, cuervo. Y vamos Pérez y Gómez y Chafloque y Campuñay. Que hay amor en esta tierra. Que hay arte. Que hay poesía. Muchísimas gracias.
Diario La Republica 08-09-2007