AQUEL EPISODIO DEVASTADOR
Por Armando Arteaga
Este es el viejo Café Miami
Donde solía tomar jugos de papaya.
Aquí hablé contigo de muchas cosas
olvidadas.
Recuerdo exactamente el seguimiento
de una temporada
acabada, diluida, clausurada, me disculpas.
No sirvo para guardar secretos.
De frente, queda Quilca, el camino real
de los yungas al piti-piti,
o la escritura underground
de nuevos inquilinos, achorados, pankekes
escritores nuevos, libreros de viejo
rockeros y lokeros, pegados al asfalto,
a la marimba musical de los graffitis anarkos
a la caña cajamarquina o abancayina dulce,
y al pan con plátano de una frutera verde
invasora con megáfono en mano:
¡a sol la palta¡.
Quilca, o la escritura natural de la calle.
Hacia la izquierda:
El parque, las palomas, las muchachas
y mil moscas azules sobre la basura, pero
¿qué es la basura?:
botellas de plástico, latas de cerveza
y conservas de atunes, sucios periódicos
y cajas de maderas oxapampinas para frutas
comidas o podridas.
Aquí un hambriento ha llorado su desgracia.
Ya sin estomago ha regresado el hambriento
en casaca de cuero negro, mismo Kilowat
para ver la representación
teatral del Tío Vania de Chéjov.
El hambriento es un excombatiente del tedio
Y una pequeña nausea dispara por la ventana
conejos de anisados
y recibe tenues rayos solares.
Son apenas las 4 y 10 de la tarde, y el sol
No muere todavía. Disimula tu alegría, aquella
pequeña dicha de abril tornado es pasajera.
Todo está en ruinas.
Tú eres un navegante más en este mar
de incertidumbres. Tú eres un vagabundo más
en esta ciudad. No olvides eso.
Vives apenas este dulce episodio de observar
la tarde. Todo esto es efímero. Estas lúcido
porque eres joven y tienes el oficio permanente
para la observación.
No eres nada en esta esquina del Miami.
Mira por la ventana:
el tiempo, las moscas, el perro cojo de la historia.
Mira la tarde:
Observa el pequeño detalle tembloroso de aquellas
manos lavando la ropa sucia en el patio
del callejón de Palomeque.
Callejón de un solo caño, tome una pasteurina.
Mira ropa tendida en el cordel de patio, una aspirina.
Y una mujer negra canta:
Ay amor si supieras que te extraño... Mira el patio,
la nostalgia en su ultimo round,
casi en la lona, mira lorna:
cómo se desmorona la calle,
la vieja casona republicana.
Ya no hay más ciudades eternas.
Solo hay ciudades que mueren.
Un oscuro designio las perturba.