Entrevista al poeta Róger Santiváñez: «La poesía puede ocuparse, servir o vincularse a lo que mejor le parezca, siempre y cuando permanezca siendo poesía»
Por: Mario Pera
Róger Santiváñez es uno de los poetas peruanos cuya obra ha sido destacada desde la publicación de su primer poemario, Antes de la muerte (1979), contando a la fecha con más de una docena de poemarios en su haber. En el 2006, publicó una compilación de la de su obra, bajo el título de Dolores Morales de Santiváñez. Selección de poesía (1975-2005), luego de lo cual ha continuado publicando poemarios que han sido bien recibidos por la crítica especializada, y el público lector.
Santiváñez estudió Ciencias de la Información y Artes Liberales en la Universidad de Piura, realizando luego su traslado a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en el año 1975, para realizar estudios de Literatura. Mientras cursaba sus estudios universitarios, se hizo miembro de los grupos literarios La sagrada Familia y Hora Zero (2da fase); años más tarde, fundó el movimiento Kloaka, con el que obtuvo gran reconocimiento, y el que fue base para muchos poetas peruanos de la generación de los 80.
Posteriormente, viajó becado a los Estados Unidos de América, en donde realizó estudios de doctorado en Literatura Latinoamericana en Temple University, obteniendo un Ph. D. en dicha especialidad. En el año 2005, su poemario Eucaristía lo hizo merecedor del Premio de Poesía José María Eguren de Nueva York, que, como hecho anecdótico, compartió con el poeta peruano Maurizio Medo.
En la actualidad, es docente de Español avanzado en Temple University, y de Poesía latinoamericana en Rutgers University. Reside en la ciudad de Filadelfia, E.E.U.U. En esta entrevista, Róger Santiváñez comenta y opina sobre diversos temas relacionados a la literatura, a la poesía en particular, y a su obra literaria.
1. Róger, nuestro país, el Perú, es uno muy complejo en distintos ámbitos como en lo social, lo económico, lo político, etc. Para ti, que has conocido de cerca y por varios años el circuito literario-poético peruano enmarcado en ese entorno nacional, ¿qué consideras que implica el ser un poeta en el Perú?, más allá de la visión que se tiene del poeta como un sujeto melancólico y acongojado.
Ser poeta en el Perú no se lo deseo ni a Superman, es lo que decía Manuel Morales —el increíble autor de Poemas de entrecasa (1969)— según me contaba Jorge Pimentel cuando me invitó a integrarme a Hora Zero en 1980. Por otro lado, es cierto que el poeta es melancólico y acongojado: siempre me acuerdo algo que me contó mi amigo José Mazzotti cuando entrevistó a una hermosa presentadora de la televisión peruana a fines de los 80s, María Claudia Zavalaga. Mazzotti la entrevistó para La República, y le preguntó: ¿Te gusta la poesía?, y ella le respondió: No, porque es muy triste. Poco después, esta chica tan bonita falleció. ¿Ya ves que tenía razón? Ya la sentía —como se dice—.
Sin duda, por los motivos que tú citas no solamente ser poeta, sino simplemente ser en el Perú es algo difícil. Yo —personalmente— desde niño no podía comprender el abuso y la opresión que se manejaba contra lo que, oía mencionar, eran llamados indios y/o cholos. Eso me rayaba el alma. Por eso fui católico de izquierda, y después maoísta hacia la adolescencia y juventud. En suma, era una situación intolerable para mi sensibilidad. Entonces —como poeta— quise poner mi arte al servicio de la revolución proletaria, y expresar a las masas explotadas. Algo de esto se trasluce en mi primer cuaderno Antes de la muerte (1979).
Además, ser poeta en el Perú significa enfrentarte, primero, con tu propia familia. Por ejemplo, mi hermano mayor pensaba que yo me había vuelto loco: ¿poeta? ¿Qué es eso? O sea, en el entorno pequeño-burgués en el que yo crecí, tú podías ser ingeniero, médico, abogado, etc., pero poeta jamás. Felizmente que mi padre era un hombre culto que apreciaba la poesía y el arte —siendo abogado y maestro universitario—, y él me apoyó resueltamente en mi vocación por la poesía. Yo tuve que luchar mucho por imponer mi libertad y mi vocación contra un medio que —en general— es opuesto al arte y a la creación. Y jamás cedí un milímetro, siempre puse primero, y por encima de todo, a la poesía. Y así sigo.
Por otro lado, una vez le escuché decir a Mirko Lauer que ser poeta en el Perú implicaba no sólo componer versos, sino ser un agitador —abrir conciencias— y una especie de maestro de escuela. Eso fue lo que quise ser cuando fundé el Movimiento Kloaka (1982). Actualmente ya no vivo en el Perú desde hace once años, pero mi subversión continúa: ahora en el ámbito estricto del lenguaje.
El corazón zanahoria (1era ed. 2002 y 2da ed. 2006) prosa poética de Róger Santiváñez |
2. Asimismo, ¿por qué crees que en un país como el Perú, con carencias de todo orden, existe una cantidad importante de personas que toman el rumbo de la poesía, y la producción poética nacional no declina?, ¿tal vez sean estas carencias las que motivan a los poetas nacionales a escribir?
No sé francamente si sean las carencias. Lo que sí puedo decirte, basado en mi experiencia personal, es que las condiciones —por más difíciles que sean— jamás serán óbice para el surgimiento de un poeta con vocación profunda y verdadera. Es decir, la poesía nace donde tiene que nacer, brota, como los geranios, en cualquier parte; es como la libido que marcha sobre la Tierra —bella y desconsiderada, Hinostroza dixit—.
3. Estudiaste en un colegio católico, dirigido por sacerdotes jesuitas. ¿Ello ha influido en tu poesía? ¿La visión y la firmeza de la formación jesuita han teñido o tiñen aún tu poesía de la mística que en los últimos tiempos muestra? Pienso aquí en tus poemarios Eucaristía, Santísima Trinidad o Santa María.
Un par de sacerdotes jesuitas —Charlie Ruidavest y Santiago García de la Rasilla— a quienes aquí rindo homenaje, fueron fundamentales en el despegue de mi vocación poética. Mi formación católica se la debo a mi mamá —devota carmelita—, quien en la primera infancia me llevaba diario a la misa de las 6.00 de la mañana en la Virgen del Carmen en Piura.
Asumí el materialismo dialéctico cuando me hice marxista en mi juventud sanmarquina. Posteriormente, fueron regresando aquellas primas imágenes carmelitas, las cuales adquirieron un sentido y visión poéticos. Creo, con Ezra Pound, que Dios es un estado de la mente. A él me acojo.
Cuadernos de Berlioz I con El oro de Acapulco, publicación con poemas de Luis La Hoz y Óscar Aragón |
4. Has sido partícipe de varios movimientos de la poética nacional peruana, fuiste miembro de los grupos Auki, La Sagrada Familia, Hora Zero 2da. etapa y fundaste el Movimiento Kloaka. En relación a ello, ¿cuál consideras que es la importancia de la formación de grupos o talleres dedicados al estudio, a la crítica o a la creación literaria y, en particular, poética?
Los considero de vital importancia en el momento de la formación de un poeta. El grupo que se inicia con El Oro de Acapulco —como le gustaba decir a Lucho La Hoz— y que editó Auki (1975), fue central cuando yo empezaba en la poesía. La Hoz, Armando Arteaga y Oscar Aragón me ayudaron mucho a comprender lo que es escribir un poema.
La Sagrada Familia (1977) fue un colectivo de grandes amigos reunidos en un bar de la plaza San Francisco del centro de Lima —jóvenes poetas de San Marcos y de la Católica— estudiando y descubriendo juntos el arte de la poesía: Edgar O’Hara, Luis Alberto Castillo, Enrique Sánchez Hernani y el narrador Willy Niño de Guzmán. Yo era el más chiquillo de todos ellos. Fue una muy grata experiencia que —lamentablemente— destruyó el impacto que causó en nuestras inexpertas sensibilidades la feroz lucha de clases que se vivió en el Perú tras la caída del reformismo velasquista y el nuevo gobierno fascistoide de Morales-Bermúdez.
Como dije líneas arriba, fui invitado —junto con mi musa de entonces, la poeta Dalmacia Ruíz-Rosas— por Jorge Pimentel a integrarme a Hora Zero 2da fase (1981), y acepté porque estaba convencido de que dicho Movimiento representaba —desde su fundación en 1970— a las masas populares urbanas —la nueva Lima— forjada por la avalancha migratoria que transformó la ciudad circa mediados y fines de los 60s. Con Hora Zero yo conocí al verdadero Perú. Salí de mi burbuja pequeño-burguesa universitaria y viví la calle, supe cómo era la gente de mi país de carne y hueso. Y también algo central para la poesía: cómo habla.
La Sagrada Familia (1977) fue un colectivo de grandes amigos reunidos en un bar de la plaza San Francisco del centro de Lima —jóvenes poetas de San Marcos y de la Católica— estudiando y descubriendo juntos el arte de la poesía: Edgar O’Hara, Luis Alberto Castillo, Enrique Sánchez Hernani y el narrador Willy Niño de Guzmán. Yo era el más chiquillo de todos ellos. Fue una muy grata experiencia que —lamentablemente— destruyó el impacto que causó en nuestras inexpertas sensibilidades la feroz lucha de clases que se vivió en el Perú tras la caída del reformismo velasquista y el nuevo gobierno fascistoide de Morales-Bermúdez.
Como dije líneas arriba, fui invitado —junto con mi musa de entonces, la poeta Dalmacia Ruíz-Rosas— por Jorge Pimentel a integrarme a Hora Zero 2da fase (1981), y acepté porque estaba convencido de que dicho Movimiento representaba —desde su fundación en 1970— a las masas populares urbanas —la nueva Lima— forjada por la avalancha migratoria que transformó la ciudad circa mediados y fines de los 60s. Con Hora Zero yo conocí al verdadero Perú. Salí de mi burbuja pequeño-burguesa universitaria y viví la calle, supe cómo era la gente de mi país de carne y hueso. Y también algo central para la poesía: cómo habla.
Posteriormente y desengañado de la izquierda, y ante la distinta situación que vivía el país —la insurrección armada de Sendero Luminoso, la corrupción y el narcotráfico copando las altas esferas del poder, y la incapacidad del gobierno belaundista para resolver los problemas urgentes de las masas— todo eso me llevó a una posición cercana al anarquismo y a la negación; fue allí cuando fundé el Movimiento Kloaka —junto a Mariela Dreyfus— para romper con todo, como rezaba la consigna que ella acuñó.
El estado de revuelta poética denominado Kloaka fue para nosotros (Novoa, Gutiérrez Lyma, Velarde, De Ramos, Soto, Heredia y Polanco) una especie de taller literario y vivencial. Una comunidad artística auténtica (llegamos hasta comer del mismo plato) leíamos y discutíamos nuestros textos, estábamos muy cohesionados interiormente. Formábamos una muy linda hermandad, justo ahora en 2012 y 2013 queremos celebrar la memoria de lo que fue Kloaka 30 años después. En la onda expansiva del Movimiento también participaron Mazzotti, Dalmacia Ruíz-Rosas, Dávila-Franco, Quijano, Bryce, Frido Martin, Bruno Mendizábal, la banda de fusión Delpueblo y Kilowatt, una suerte de presubte que murió antes de tiempo.
Cuando uno es joven y empieza a escribir, los colectivos son buenos por la intensa relación humana y poética que nos proporcionan. Luego, ya cada uno debe seguir su propio camino. Recordemos al gran Lucho Hernández: Solitarios son los actos del poeta / como aquellos del amor y de la muerte.
Izq.: Manifiesto del movimiento Kloaka fundado, entre otros, por Róger Santiváñez en 1982. Der.: Foto del grupo literario La Sagrada Familia, en el que participó Santiváñez entre los años 1977-79. |
5. Actualmente, y desde hace varios años, resides en E.E.U.U., ¿el cambio de ambiente, de cultura, de idioma, ha marcado tu obra poética? ¿Qué elementos consideras que ha aportado a tu poesía el hecho de residir en un país con una cultura tan distinta y heterogénea como la de los E.E.U.U.?
De hecho el cambio de entorno va a influir en tu expresión poética. En mi caso, yo volví a mi etapa de estudiante universitario en los Estados Unidos, y ahora de profesor. En mis últimos años en Lima, llevé una vida bastante desordenada, bohemia —era una suerte de poete maudit— y toqué fondo. Tuve que salir de Lima para evitar morirme. Y todo por seguir a pié juntillas las máximas de Rimbaud, sobre todo aquella que promueve el minucioso y radical desorden de los sentidos. Paré un segundo antes de la tumba y me fui a mi natal Piura, donde me encerré durante un año en la casa familiar. Luego —recuperado— tenía que seguirme yendo: por eso me vine a los Estados Unidos, para reinventarme.
Volví así a la vida académica que no vivía desde mis tiempos sanmarquinos. La vida, entonces, se volvió más apacible, contemplativa, dedicada al estudio de los lenguajes poéticos y a la creación. Esto —naturalmente— produjo un cambio en mi escritura. La nueva vida y su paz. Ingresé a Temple University, donde hice mi Ph. D. y conocí a mi esposa Kathy. Con ella entré también en una dimensión mística. Pero el cambio de lenguaje poético ya lo había empezado en Lima, en la soledad creativa de un departamento que compartía con Mabel Sarco en Pueblo Libre. Allí —en solitario—, principié mis exploraciones en lo que después supe era el neo-barroco y fui coincidiendo con él. Este trabajo lo he continuado aquí en USA, y ya compartiendo inquietudes con José Kozer, Eduardo Espina y con Roberto Echavarren, Reynaldo Jiménez y Eduardo Milán, que viven en América Latina. A todos ellos les debo mucho. De modo que el ambiente influye, claro, pero tengo que decir que llevo mi memoria de lo vivido en el Perú muy adentro, y eso aflora siempre en lo que escribo, ya sea en el tono, en un recuerdo, en un giro verbal, o en el tratamiento general de la poesía como sonido, es decir, música.
Otro elemento sería mi profundización en el estudio y la lectura de Pound, que siempre fue —desde mi juventud peruana— uno de mis más amados poetas universales.
Primeros números de la revista Auki, del grupo literario del mismo nombre, en el que participó el poeta Róger Santiváñez entre los años 1974-76. |
6. Róger, la poesía como sabes es muy absorbente para quien la escribe, requiere de tiempo, paciencia y trabajo constante por parte del autor, en tu caso, ¿has tenido que renunciar o abandonar algo que te causaba satisfacción por el hecho de ser poeta, por o para escribir poesía?
Cuando vivía en Lima tuve que renunciar al trabajo, al matrimonio y a todo lo que sería una vida normal entre comillas. Lo hice para mantenerme exclusivamente en la poesía. Esta lucha me costó años. Pero sobrevivía y casi a salto de mata. Aquí es un tanto diferente, aunque el trabajo en la universidad, a veces, le impide a uno dedicarse a la creación como quisiera.
Pero al menos, el remanso de los campus universitarios y la bucólica que me rodea en las praderas de Collingswood, me ayuda bastante a seguir en la poesía. Igual el apoyo y el amor de mi esposa. Cuando era joven en Lima, tuve que abandonar el cine y el rock que me fascinaban para dedicarme —en cuerpo y alma— a la poesía, porque ella es una amante celosa, única y absorbente. Y si la dejas, puede que ella no regrese jamás. Hay que vivir en estado de poesía, como me dijo Marco Martos en 1973, cuando yo me iniciaba. Eso es muy cierto. Si no estás en y con la poesía todo el tiempo, ella te deja y se acabó.
Eucaristía (2004), poemario con el que Santiváñez se hizo merecedor del Premio de Poesía José María Eguren de Nueva York en el 2005, premio que, además, compartió con el poeta peruano Maurizio Medo. |
7. Para un sector, la poesía además de ofrecer la posibilidad de expresarse artísticamente, debe comprometerse con la mejora de la sociedad; sin embargo, para otro sector, la poesía como arte debe mantenerse aislada de la denuncia de los males que aquejan a la sociedad. En tu opinión, ¿la poesía debe o no servir y vincularse con la denuncia social, la crítica del medio en el que se vive?
La poesía puede ocuparse, servir o vincularse a lo que mejor le parezca, siempre y cuando permanezca siendo poesía. El tema no interesa en las artes, sino la forma, la manera en que presenta el acabado del trabajo. Hay grandes poemas políticos o politizados o históricos; pero son, primero que nada, grandes poemas. Así como hay poemas sobre cualquier otras cosa. Como te digo: el tema es irrelevante en el arte. Lo que interesa es la expresión. Yo —personalmente— pensé en la época que empezaba a escribir que la poesía podría coadyuvar al cambio de la sociedad para mejorarla. De esa onda recuerdo —por ejemplo— el poema «Cinco razones puras para comprometerse» de Cesáreo Martínez, brillante performance. Pero ahora aquella no es mi prioridad como poeta. Actualmente, lo que me interesa es el trabajo de lenguaje.
Yo —lógicamente— sigo pensando que esta sociedad hay que transformarla para mejor. Pero creo en la subversión de la palabra, en la invención de nuevos sonidos para la creación poética. Estoy por la experimentación radical fónica. Trabajo la materia verbalis (Eielson) para producir insospechadas conexiones musicales. He allí lo subversivo para mí en la poesía de hoy. Porque el lenguaje poético de uno (andando el tiempo, Westphalen dixit) va evolucionando.
Durante el imperio del conversacionalismo me fascinaba la idea de re-crear el habla cotidiana de la gente en el poema, siguiendo el apotegma poundiano Poetry is speech. Pero, en esa búsqueda extrema, aterricé en las playas neobarrocas, sumido en la elaboración de la secuencia fonética, enhebrando el poema como un textil (de texto) configurado por una fantasía verbal que se plasma con la belleza de la música. Otra idea central: el lenguaje de la poesía no es referencial, sino que posee autonomía propia.
Universidad de Temple (Filadelfia - E.E.U.U.), en la que el poeta se desempeña como catedrático. |
8. En nuestro país se ha debatido hace poco la reinstauración del antiguo Premio Nacional de Poesía, ¿consideras que es importante la reinstauración de este premio? ¿Qué aportaría a la poética nacional la reposición de un premio de este tipo?
La verdad no sé si aportaría algo o no. Es decir, a la poesía en sí no le aporta nada. Podría aportar a los poetas para un respiro pecuniario, que siempre es bueno. Recuerdo que ese premio —que la gente lo llamaba de fomento a la cultura— era interesante, y a veces se premiaban cosas bacanes (por decir, los Comentarios reales de Antonio Cisneros o Cuaderno de quejas y contentamientos de Marco Martos), pero otras tantas no era así. Los premios, en realidad, son algo muy relativo: cabría preguntarse —por ejemplo— ¿qué premio de poesía ganó César Vallejo?
El poeta Róger Santiváñez leyendo sus textos. |
9. Por primera vez en el Perú, se realizará el Festival Internacional de Poesía de Lima (FIPLima), un nuevo intento por acercar a la poesía a la mayor cantidad posible de personas. Siendo uno de los poetas nacionales invitados a participar en el mismo, ¿qué expectativas tienes en relación a este festival, inédito en el Perú? Y, ¿qué opinas de la realización del mismo?
Opino lo mejor naturalmente; es una gran iniciativa por la cual debemos felicitar a Renato Sandoval, por supuesto, y me siento muy honrado con la invitación.
La expectativa que yo tengo, es la de leer mi poesía ante el más vasto auditorio que sea posible: es bueno que la poesía llegue a todos los corazones. Y también re-encontrarme con algunos amigos poetas, y conocer a otros.
Igualmente importante, es la posibilidad de poner la poesía a la orden del día, y tener ocasión de conversar y debatir sobre ella con todo tipo de personas convocadas por su misterio y su belleza.
Dolores Morales de Santiváñez. Selección de poesía 1975-2005 (2006), publicación que compila la obra poética de Róger Santiváñez. |
10. Para concluir Róger, ¿quisiéramos saber si te encuentras elaborando algún nuevo proyecto literario? ¿Si tienes algún nuevo poemario por publicarse?, pese a la reciente publicación de tu poemario Roberts Pool Crepúsculos (2011), quizá tengas en mente una antología de tu obra.
Bueno, una nueva antología todavía no: en 2006 salió una recopilación de mi obra denominada Dolores Morales de Santiváñez. Selección de poesía (1975-2005).
Tengo un nuevo libro inédito que he trabajado los dos últimos años, titulado Virtú, cuya edición prepara la Editorial Fuga de Santiago de Chile. También en Cajamarca —Perú— se prepara una reedición de El chico que se declaraba con la mirada.
Biodata
Róger Santiváñez. Piura - Perú, 1956. Ha publicado en poesía: Antes de la muerte (1979), Homenaje para iniciados (1984), El chico que se declaraba con la mirada (1988), Symbol (1991), Cor Cordium (1995), Santa María (2001), Eucaristía (2004), Dolores Morales de Santiváñez. Selección de poesía (1975-2005) (2006), Amastris (2007), Labranda (2008), Amaranth precedido de Amastris (2010) y Roberts Pool Crepúsculos (2011); y, en prosa poética narrativa: Santísima Trinidad (1997), Historia Francorum (2000) y El corazón zanahoria (1era ed. 2002 y 2da ed. 2006).
De: La Convención. Ver: