ARMANDO ARTEAGA: LO
WANKA, NO MANKA
Esta entrevista fue realizada
por Ricardo Quesada en la bucólica ciudad de Xauxa en el marco de la Feria del
Libro de Xauxa en Abril del 2010. Los
acontecimientos que desembarcaron en la premura de la forma de vida que
anunciaba ya su muerte prematura, y que
llevó a Ricardo en sus ultimas estancias a vivir angustiadamente en diversas ciudades de la sierra central
(específicamente en la Región Junín) del que era un profundo conocedor de su
realidad social e histórica, Esta
re-encuentro con Ricardo motivo esta conversación con Armando Arteaga, que
quedó como un testimonio de esa amistad
mutua, y admiración de
amigos, que ambos se profesaron.
Ricardo Quesada: ¿Qué piensas de la sociedad
wanka actual? ¿Vivimos la destrucción de nuestra tradición wanka por esa fuerza
que nos infiere la modernidad actual, actitud nefasta que hemos escogido padecer como
colectivo humano?
Armando Arteaga: Me parece que la sociedad wanka actual esta bombardeada de infartos
que van matado la originalidad de su tradición.
Estos infartos van cambiando sus transfiguraciones sociales andinas
(rurales) por otros espacios culturales urbanos. Son movimientos telúricos invisibles que van
destruyendo diversas partes del cuerpo “wanka”, trenzado de diversidades
históricas que tiene su corazón en Huancayo (como centro, como ciudad
importante).
Ricardo Quesada: El proceso destructivo de la
cultura wanka entonces avanza…
Armando Arteaga: Se vive un proceso destructivo de la cultura ecológica andina que va
cambiando, …y eso hasta me parece dialectico, por otra realidad que es una
irrealidad enfermiza del capitalismo,
que por lo demás deslumbra a las masas con ese instinto consumista de lo
tecnológico moderno, y depredador de
todo vestigio nativo.
Ricardo Quesada: Todos los días vamos perdiendo
nuestra identidad sin darnos cuenta que nos vamos “aculturando”.
Armando Arteaga: Creo que en todas las regiones del país se observa un instinto
destructivo en contra de lo autentico, a cambio de un deseo de parecerse (en
aciertos y errores) a la centralista Lima.
Aunque también creo que la mirada wanka no manka, es un proceso que ha
empezado lentamente desde hace unas tres décadas, esa autodestrucción endiosa
su propio universo. Huancayo en la
visión de Arguedas en “Cambio de cultura en las comunidades económicamente
fuertes” ya en 1958, al referirse al valle del Mantaro y Huancayo, tenía cierto
optimismo por la cultura quechua, pensaba que sabría resistir y
sobrevivir. Yo creo que ya desde esos
tiempos de Arguedas el proceso destructivo había empezado, la incorporación de
esas comunidades wankas a la economía moderna. El buldogzer destructivo de la
cultura capitalista tiene su mejor expresión en la arquitectura de los modernos
edificios de su centro histórico, en la calle Real, llena de proyectos de
“arquitectura chicha”, que es otro tiempo, que va borrando la memoria de los wankas. No digo que esa arquitectura de casonas anterior
sea puramente andina, era mestiza, pero se ha ido vulgarizando eclécticamente su
nueva arquitectura hacia lo urbano de “mal gusto”. Es una arquitectura de
fachadas, donde importa muy poco el espacio interior (arquitectónicamente
hablando), con esas mayólicas de acabados en las fachadas han sacado el “baño”
a la calle.
Ricardo Quesada: ¿Esa muerte del pasado es algo
natural, o es cierta irresponsabilidad porque rechaza lo mejor de la cultura
wanka: lo ritual, lo mágico, aunque lo festivo permanece? ¿O es un cansancio
que trae su vejez?
Armando Arteaga: Mira Ricardo, tu mismo eres un moderno, vienes del rock y ahora te has
asimilado al wayno, es esa brusquedad
que mueve a la gente dentro de los procesos sociales y culturales. Lo wanka no
es algo viejo. Es algo que nos recuerda
la congoja indígena de los wankas, los taramas, los xauxas, en fin, avasallados
primero por los incas y después definitivamente por lo español. Y a partir de lo que observa Arguedas: el “american
way life” importado desde Lima en los andes centrales. Muchas veces la cultura wanka me parece muy
moderna, suena perfectamente moderna en lo musical, por ejemplo, desde los años
30 cuando incorporaron el saxo como instrumento musical de predominio en sus
bandas musicales andinas. Los wankas en los sesenta eran muy “nuevaoleros” (acuérdate de “Los Datsun´s” de Huancayo, pioneros
del rock peruano), y modernos.
Hay que leer “País de Jauja” de Edgardo Rivera Martínez para advertir
cierta exterioridad moderna en la vida de la sierra central. Muchas veces la cultura wanka me ha resultado
casi adolescente, pero tiene su “espejo roto”. Mejor, hay que buscar “El espejo enterrado” de
los wankas, citando ese estupendo libro de Carlos Fuentes donde reconstruye la “imagen
rota” mexicana. El “espejo roto” wanka
fue roto, hecho trizas ya, por la primera piedra lanzada por los hermanos
Bolaños con sus revistas vanguardistas y por los hermanos Parra del Riego,
tanto en novela como en poesía.
Ricardo Quesada: A eso iba, lo wanka siempre se
ha mantenido muy atento a los cambios, al vanguardismo desde los tiempos de
Vallejo, o la gente del Boletín Titikaka, o Aquelarre de Arequipa.
Armando Arteaga: El narciso indígena wanka está muy devaluado actualmente. Lo wanka
tiene un desorden que lo delata de un tiempo muy atrás, los wankas (incluyo
aquí a los taramas y los xauxas) resistieron a los inkas y a los españoles,
aunque el modelo colonial implantado a las comunidades del Mantaro impulsaron
cierta independencia económica de esta zona, y eso tocó las puertas de la
cultura también. Lo resplandecerte de lo wanka está en las calles de Huancayo,
ese detalle de su destello es un detalle muy importante, históricamente
hablando, lo veo como algo muy avanzado de las expresiones andinas modernas
(donde incluyo lo “pokra”, lo “wari”, y
lo “altiplánico”), por momentos, me resultan expresiones muy huachafas también, imitan
demasiado el mundo criollo, al que discretamente le tienen cierta estima y
respeto, pero además cierto rencor.
Ricardo Quesada: Son varias caras de un mismo
rostro. ¿Esa mascara “fénix” es un
sentimiento legitimo moderno, o es un síntoma tradicional de su “huaconada”
autentica? ¿O, le falta creatividad a lo wanka?
Armando Arteaga: No, no le falta nada a la cultura wanka, al contrario tiene muchos
atributos de importación. A mi me interesó mucho allá por los años setenta las
vicisitudes del Cholo Fermin en los “Cardiogramas” (1946) de Clodoaldo Alberto
Espinoza Bravo, un poeta tan vanguardista, lo mismo que los “Polirritmos” y esa
“Loa del Fut-bol” de Juan Parra del Riego, y otro vanguardista como Julian
Petrovick con esos gestos tales como
“Cinema de Satán” (1926) y “Naipe adverso” (1929). La poesía wanka siempre estuvo en avanzada,
muy libre, experimentando lo nuevo, metida en esa modernidad por la que el
hombre wanka siempre ha tenido una increíble admiración. Es más, la narrativa de Carlos Parra del
Riego (hermano de Juan) es irónica y agónica, no solo porque describe asuntos
muy humanos al enfrentar el “mal del siglo” de del paso de este habitante
solitario por el “Sanatorio” Olavegoya
de Xauxa, algo de ese “suicidio” intelectual (o llámale, si quieres: suplicio) ya
vivían los franciscanos del Convento de Ocopa creando sus estrategia para
entrar a “occidentalizar” la amazonia con sus predicas cristianas hacia los
campas, es sorprendente ver todos esos libros de esa enorme biblioteca que
tienen y sobre todo el ambiente monacal y de tranquilidad que expresa su
paisaje natural, que es una verdadera “oda a la vida retirada”. En fin, yo creo que lo wanka esta vigente
siempre en la cultura de la sierra central, se va transformando, digamos que se
metamorfosea, estar cerca a Lima (a unas
poca horas de viaje) es un factor
también de perturbación, pero la literatura de Junín tiene grandes narradores, me acuerdo de
Adolfo Vienrich (de Tarma), de Miguel A. Martínez, de Pedro S. Monge, de Augusto Mateu, de Serafín Delmar, de Eleodoro
Vargas Vicuña, de Julián Huanay (aunque este se salió del escenario rural, para
entrar en lo urbano propiamente).
Ricardo Quesada: Del momento actual, qué te
interesa?…
Armando Arteaga: Me interesa de esa modernidad, y también post-modernidad andina, para
llamar a este momento de alguna manera, algunos escritores de mi generación
como Sergio Castillo y Gerardo García Rosales.
El pensamiento critico de Manuel Baquerizo y la visión histórica de
Waldemar Espinoza. Ojo: hay que volver a
leer con atención esos libros que hablan algunos aspectos interesantes, y que es bueno siempre recordar, de la gente del Valle del Mantaro: “Monografía
de Huancayo” de Nemesio A. Ráez, y a
José Varallanos “Huancayo, síntesis de su historia”. Ahora si quieres, creo que no han perdido
vigencia en el imaginario popular, escuchando a Picaflor de los Andes: “Yo soy huancaíno”
o a “Flor Pucarina”: “Trencito macho”, dos iconos de la expresión popular wanka. O busca la ternura del violín wanka de Zenobio
Dagha Sapaico. O, si quieres revisar
parte del cosmopolitismo wanka, algo de
Antonio Saba, o de Conrado Juaniz.
Gracias, Ricardo, por este encuentro en Xauxa.