diciembre 11, 2009

VIDA PERPETUA: HUELLAS DE UNA LECTURA/ CLAUDIA SALAZAR

Vida Perpetua: Huellas de una lectura
Claudia SalazarNew York University


Vida Perpetua es un poemario que, comprensiblemente, ha encontrado pocas interpretaciones y estudios en el ámbito de la crítica literaria. Digo comprensiblemente, no como una justificación a este silencio crítico, sino como un reconocimiento de que estamos frente a un poemario que está hecho para provocar incomodidad en los lectores. Dudo que un poemario como éste motive pocas reflexiones, pero puedo imaginar que su estructura y su búsqueda (perpetua) de un más allá del sentido provocan cierta desazón en los lectores. Se trata de un poemario escrito para el desasosiego, hecho para desamortiguar nuestros presupuestos cognitivos, para removernos, para retar nuestras percepciones, en un movimiento que pretende revolucionar (aquí el verbo no es gratuito) la concepción misma de lo poético. Propongo en este ensayo dejar unas huellas de mi lectura. La idea de huellas de lectura es parte de la poética que Ramírez Ruiz articula en este poemario, publicado en 1978.Las tres partes que conforman Vida Perpetua organizan un recorrido a través de la concepción de la poesía integral, elemento clave de la poética de Juan Ramírez Ruiz. La idea de lograr una “poesía integral” implica que ningún ámbito de la realidad queda fuera de lo poético: “Realidad, Realidad / nada tuyo he proscrito de mi página!”, dice la voz poética en una exclamación que abarca la totalidad. Los mecanismos estéticos a través de los cuales se revela este proceso de integración son presentados en las tres partes de Vida perpetua.La primera parte configura un mundo totalmente caótico, de cabeza, donde los significantes se desplazan a través de la página en un juego con la página en blanco que nos remite a Mallarmé. En el primer poema, titulado “Post Festum”, se asigna un número a cada palabra y posteriormente se nos hace partícipes del juego de recombinación, llevando la idea de lo literario como máquina de significaciones a su representación más literal. El poemario en sí mismo es una máquina de perpetuas recombinaciones y construcción incesante de significaciones nuevas. Podríamos pensar aquí en el manido concepto de la “Obra Abierta” de Umberto Eco, pero la poética de Ramírez Ruiz se formula en una pregunta que nos lleva al terreno de lo lúdico: “¿Puede la poesía salir a jugar? / ¿Puede salir la Revolución a jugar?”, preguntas que se repiten a lo largo del poema “Al nombrar viviendo”. Esta presencia de lo lúdico en Vida perpetua se relaciona con el aparente caos que gobierna la primera parte del poemario, donde el “rioqueprosiguesinrepetirsuaguas” recorre heracliteanamente el proyecto poético de Ramírez. Este proyecto abre el poemario con el caos esencial del mundo, como si se tratara del momento de la creación del universo. Lo lúdico aparece como una manera de organizar este caos originario. El primer poema “Post festum” extiende una invitación al lector para detenerse y participar en las recombinaciones que propone. Tal tarea puede ser difícil porque hace volver una y otra vez sobre las mismas palabras que no están dispuestas de una manera particularmente clara a nivel tipográfico. El yo poético manifiesta un fuerte recelo de “El ojo del que vigila: un ojo de hacha” presentado en el poema Partitura. Este ojo vigilante es el que organiza la gramática, la historia y la cultura a través de lo institucional y, en primera instancia, del lenguaje. La propuesta de una poética lúdica invoca una clara voluntad vanguardista de liberar a los significantes de sus cargas semánticas y detenerse en la pureza objetiva del signo. Podemos ver que Vida perpetua propone una revisión de la lingüística estructuralista, exponiendo la arbitrariedad del signo y denunciando la violencia represiva de la gramática. Lo represivo de lo gramatical se desplaza hacia diversas instituciones: “verdes cloacas / en el horizonte / apesta la Universidad y la Biblioteca, / la manzana es un bofe sanguinolento, /el Derecho es un estanque de vómitos actuales, / el Ministerio es un charco de ranas inmortales.”El yo poético se encuentra en constante movimiento en esta primera parte, como un flaneur que circula en una ciudad distópica. La mezcla de referentes culturales se aglutinan yuxtaponiendo la cultura occidental y la indoamericana: “Polvo de Hattusa, Alepo, Chavín, / hurgué bajo la piedra Lecia”. En este tenor, el poema “Discusión” presenta toda una serie de personajes históricos relacionados con las problemáticas del colonialismo y neocolonialismo, equiparando la vigilancia gramatical y la del discurso histórico. La violencia de los procesos de colonización es la vertiente central que queda representada: “odio entonces imanta piedras y /hierba sobre la antigüedad de la sangre / y la Historia solo fluye por la grieta que violenta”. La mirada de Ramírez Ruiz ironiza a estos personajes construyendo diálogos anacrónicos entre ellos, como una recurrencia al tópico del mundo como un gran teatro donde no somos más que personajes del drama de la vida: “– ‘Eso es consuelo para estúpidos’, airado replica el Vigilante rompiendo el Orden./ nuestro trabajo es no seguir a ningún Orden y no, no basta con censar los pantanos…’ ” Reducir la potencia creativa del poemario de Ramírez Ruiz a sus elementos puramente lúdicos, sería limitar nuestra lectura. Encuentro en Vida perpetua otros elementos que integran su concepción de la poesía integral. Entre éstos, un elemento esencial es la presencia del cuerpo y de lo erótico como elemento organizador del caos primordial. El discurso distópico que señalamos anteriormente, se detiene con la intervención de lo erótico: “todo derivado de las raíces genitales, /del deseo sexual por lo mejor visto”, y en un verso que se repite varias veces a lo largo del poemario: “El cuerpo, paraíso, de otro cuerpo”. En el poema “Pro Wilmith” busca atravesar lo histórico-cronológico a través de un recorrido por el cuerpo de la amada, estableciendo una relación indestructible entre la historia y la materialidad del cuerpo porque “Cuerpos, / sólo cuerpos expone la dura tierra al infinito”. Se insiste en la relación entre palabra, cuerpo e historia: “Y después pienso con minúscula / y Mayúscula: Una RaíZ ExistE / para TodO lo TerrestrE, Un solo FuturO / sopla lo DiáfanO, la dulcísima letra / para todo CueRpo”El cuerpo no se presenta como una metáfora sino que se produce un llamado a la materialidad del cuerpo del propio lector, incluyéndolo en esa realidad que no es expulsada de las páginas del poemario: “Sin cuerpo no hay poesía / y lo vivo / no deja / de ser visto / como la mano que este libro coge”. La poesía integral involucra el cuerpo de quien lee, como si la poesía pudiera escapar de los límites del libro impreso y se produjera una fusión armoniosa entre lo erótico, lo poético y el silencio. El cuerpo del lector es parte la poesía integral. El silencio es reconocido como parte ineludible de la creación poética, tal como lo expresa el poema Ikiru: “Florece, otra vez, aquí, el ciclo perpetuo: Palabra /Silencio /Palabra / Silencio /Otra vez palabra / Pura geometría fonética: Ajeno es el silencio / no nuestro”. Frente a lo ajeno del silencio, la voz poética reclama su capacidad de recuperar las voces no escuchadas: “Todo el orbe es cuerpo por quién suplicar. / Y es algo el silencio, un brillo en la ‘hora novena’; / y yo ese brillo beso para recoger rumor: / una poética hacia las bocas silenciadas.” La segunda parte de Vida Perpetua es la más breve de todo el poemario y vuelve con decisión sobre el mecanismo lúdico de las recombinaciones. Diversos poemas tienen sus “Notas para el poema”, que ofrecen una manera de cómo leerlos y cuáles combinaciones intentar, como si el yo poético explicara la decodificación de lo escrito. Incluso se presenta una “Guía de aplicación” en la cual se construyen dos poemas en base a la organización aleatoria de números y versos.La tercera parte es, probablemente, la más audaz de Vida perpetua pues trata de llevar a cabo una elaboración de su proyecto de poesía integral, tratando de deconstruir los presupuestos normativos y arbitrarios de la comunicación lingüística. Vemos así en el poema I: “biseccionar lo próximo y lo propio / (la idea del origen) / biseccionar la racionalidad / (nuestra herencia). / La belleza del mundo tiene todos los nombres. / Y qué es tomar o dejar, Berceo? No hay pacto, / no hay alianza perpetua con las palabras, y alto / como las mayúsculas / es el reclamo de los cuerpos”. Veo aquí un desplazamiento de la confianza en el signo, para construir una textualidad que lleva al extremo la noción de la arbitrariedad del signo, vaciándolo finalmente de todo significado que le haya sifo atribuido por la cultura. Ya que no existe una alianza perpetua con las palabras, sólo existe una vida que sí es perpetua, liberada del peso del signo. Si el significado de las palabras son conformadas en base a la arbitrariedad de la cultura, Ramírez Ruíz configura su propio sistema de signos y sus propios referentes culturales, denunciando la pobreza tanto de lo gramatical: “El alfabeto es una estatua mezquina / sus vastas legiones me aterran”, como de lo histórico: “No hay tribu, / no hay historia / La tierra es un planeta sin prestigio, /el mundo es el resto de esta página.”El silencio, que había sido señalado como algo ajeno, es ahora integrado a lo estético y lo erótico: “Aunque haya tierra (blanco) / entre uno y otro cuerpo / los amantes practican la belleza de aniquilar el espacio.” Se construye así una poética de la integración que abarca una erótica de lo comunitario donde la separación y la alienación son eliminadas. Frente al ojo vigilante de la primera parte que separa con su hacha los discursos y los cuerpos, lo erótico permite una integración no solo de los individuos sino también de la poesía a la Realidad que queda integrada en su totalidad. Ramírez Ruiz ataca la problemática de la representación en su poema IX: “y mientras húmedos gamos se exponen a la luna, /por fatiga hay mímesis / por ocio hay repetición.” […] “un mito yace entre mis manos / porque Realidad no calca las historias”. Había mencionado la incomodidad que puede causar en el lector una poesía tan exigente como la de Vida Perpetua debido precisamente a su configuración de perpetua máquina de significación. Ramírez Ruiz dona una extrema vitalidad al poemario con la finalidad de alejarlo de la repetición constante del sentido. Esta repetición se originaría, según su poética, en la fatiga de la arbitrariedad del signo. Cabe preguntarnos cómo sería posible la comunicación sin este elemento arbitrario al que nos somete el lenguaje. Responde el poeta: “pues Infierno es permanecer / en lo (a) Legible”. Recordemos que en la primera parte encontramos varias veces la relación entre el cuerpo y el paraíso. El cuerpo es entonces, aquello que no se puede leer y que nos permite escapar al imperio de la Gramática, que es el imperio del Orden: “Gramática es el nombre de la trampa, / del circo y de la arena.” La pasión erótica es aquello inefable que permite explorar la infinitud de los sentidos posibles de lo poético. La escritura de Vida Perpetua, como lo señala casi al final de su tercera parte, en una nota casi explicatoria de su poética, “está pues separada de la esfera de los nombres, separada de cualquier código de algún sistema. No desea controlar el sentido, no quiere ningún poder para imperar, no autoriza, ni provee interpretaciones. Es libre. Las decisiones que la mente asuma, en el momento de su relación con los trazos, no aguardan aquí programadas.” Estas notas explicatorias corresponden al más decidido teórico del movimiento Hora Zero. Consecuente con sus propias teorías y poética, Juan Ramírez Ruiz ensaya en Vida Perpetua una aplicación de sus propuestas, concluyendo la tercera parte con seis poemas compuestos completamente en base a las variaciones aleatorias de significantes numerados anteriormente. Estos significantes pueden ser letras, números y otro tipo de símbolos. Esta serie de recombinaciones serían lo que Ramírez Ruiz llama “huellas de una lectura personal” en base a los símbolos previamente dispuestos por él. Es posible afirmar que el último poema de Vida Perpetua es el que asume cabalmente su poética integral, acumulando libremente sobre la página una serie de signos a los cuales difícilmente se les puede atribuir algún significado que pueda llamarse gramatical. Liberados del ojo vigilante, los significantes fluyen sobre el espacio en blanco sin ser sometidos al nombre (la Ley) que todo lo vuelve rígido. Finalmente, la poesía ha salido a jugar.


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