diciembre 19, 2010

LA POESÍA DE GUILLERMO FALCONÍ Y EL HABITO DE MIRAR AL HOMBRE COMO INSECTO EN EL DEVENIR HISTÓRICO

LA POESÍA DE GUILLERMO FALCONÍ Y EL HÁBITO DE MIRAR AL HOMBRE COMO INSECTO EN EL DEVENIR HISTÓRICO



Por Armando Arteaga


Foto: Ana María Chagra. Armando Arteaga y Guillermo Falconí: "Cazando la noche" en Canta.

Desde los tiempos del filósofo francés Augusto Comte el estudio de lo social para analizar los fenómenos que accionan el avance de la sociedad se ha sustentado en la sociología como el centro principal del acontecimiento de lo científico-social: desde el estudio teológico hasta el estudio metafísico, en lo sucesivo. Comte aportó el estudio positivista: “los hombres buscarían leyes sociales científicas de la vida social y serían capaces de guiar su destino en términos de las leyes descubiertas y verificadas”. Lo social empezó a ser determinado como una filosofía de la historia, en un intento de explicar las leyes del desarrollo biológico del hombre y aún la adaptación de nuevos conceptos de la biología hacia la sociedad. Para los evolucionistas “lo social” es un “proceso”. La sociedad es un ente orgánico y funciona así. Se pueden explicar los procesos sociales mirando la vida de lo animal sin importar mucho lo imaginativo y racional del hombre. El hombre es animal puro y en muchos casos, como registra su historia, un animal compulsivo y peligroso, e inconsciente frente a su propia conciencia histórica, socialmente hablando. Este sentir parece ser el aporte reflexivo de la “visión poética” del libro “Cazador de la noche” (Lima, Diciembre, 2009, ediciones Sol & Niebla) de Guillermo Falconí (Canta, 1950).

Guillermo Falconí mira nuestra historia actual con una mirada de entomólogo desde su propio discurso “social”, “político” y “poético”, enfrentando el proceso de socialización indicado, del hombre contemporáneo,dentro del esquema también de la antropología cultural. El hombre “cazador de imágenes” desde la noche de la historia tiene en lo “mitológico” un potencial imaginativo para su propio “desarrollo cultural”. Narrador de historias, cazador de imágenes, o poeta, debe dar testimonio de su paso por la historia, debe hacer siempre un inventario de su vida. Guillermo Falconí, cazador “nómada” o “sedentario” de la sociedad moderna, se ha propuesto seguir cazando imágenes poéticas en sus “textos” literarios como un diestro campesino espanta luciérnagas en el infinito de la noche o atrapa “estrellas móviles” en el cielo serrano. Falconí, en “Cazador de la noche”, ha expresado las propias inquietudes de algunos maestros como George Simmel, o Max Weber, o Leopold von Wiese, o Emile Durkheim, o Hobhouse, para citar algunos “pocos” alucinados, capaces de incendiar la pradera “cultural” desde su propia visión de la historia humana (como acontecimiento nefasto).

La conciencia de lo mirado y la travesía de la experiencia social vivida que se refleja en la escritura, denota la inminencia de cierta lucidez para observar la historia. Es cierto, no es tampoco, un “Informe para una academia”, algo kafkiano. Es más bien, un esfuerzo para entablar un dialogo. Hurgar en lo histérico de lo histórico para atrapar el eslabón del discurso histórico del horror y del error humano. Eso es lo que aporta la poesía de Guillermo Falconí. La palabra mirándose en su propio espejo, como en “La Mirada” del venezolano Guillermo Sucre, nos deja una “summa” de visiones para ser rechazadas o aceptadas -a regaña dientes-en la memoria de sus atentos y escardados lectores a quienes hieren los desastres sociales e históricos. Renace en estas imágenes el fulgor de una poesía hecha para volver a la contemplación de la naturaleza de las cosas, para recobrar el instante del pasado: encontrar cada una de las heridas narcisistas de toda una generación (la del 70) donde navega el poeta. Guillermo Falconí, poeta setentero, provinciano (pero metropolitano), nacido en Canta (la sierra de Lima), pero que, participó activamente en la acción callejera y poética del centro de Lima, y militó en la movida contestataria de la contra-cultura de los poetas urbanos “antiestablisment” del final del Siglo XX.

"Cazador de la noche", libro surrealista.

Guillermo Falconí vuelve, para removernos todos los escombros históricos acumulados de este siglo del cambalache. Es uno de los poetas: llegando tarde a publicar en los horarios actuales, aunque estuvo desde muy temprano con nosotros al empezar la década del setenta. Estudió antropología en San Marcos. Falconí, acaba de reunir algunos de sus inhallables poemas que fueron publicados en las revistas locales desde la década del setenta en este libro llamado “Cazador de la noche”. Ha regresado, con su poesía, casi en el último adiós de la Generación del 70, cuyos integrantes ya están en la madurez de sus hazañas literarios. El poeta Jorge Pimentel abre el libro con un poema “recordando al agitado ángel”, empujando las puertas del activismo literario, de entonces, cuando éramos “poetas de Café”, recordando El Cordano. Y, Falconí, ha regresado, para ser, tal vez, en este todavía adiós proteico, el último mohicano que apague la luz de esa casa ilusoria de ciertas “iluminaciones” pasando por el infierno de nuestra conciencia social. Es un provocador –todavía- que quiere despertarnos con bruma inconsciente, incluyendo al vecindario, para fregarnos la onda de viejos infalibles. Falconí tiene una ventaja para mirar desde la poesía el suceso histórico diferente, tiene la instrumentación científica y técnica de la antropología, aunque le pone el lado sentimental y emocional de ser el veedor precavido de lo eugenésico de nuestra especie, présbita para horrorizarse con las desfachateces de la estupidez humana, y para tener también su propia versión de las cosas.

La poesía de Falconí es heredera de la tradición de los mayores aportes de la poesía norteamericana: Roethke, Bishop, Rukeyser, Schwartz, Shapiro, Viereck, Nemerov, Wilber, Levertov, donde aveces el poema se escribe de manera irracional, hasta hacerse un “texto” de carácter surreal e ilógico, aparentemente, donde se puede leer o encontrar otros contextos culturales, otros códigos y otras significaciones, autónomas y tipologías claras del concepto extremo de la libertad creadora, de una escritura cuasi automática, siempre cerca del verso proyectivo experimental que impulsó Charles Olson, precursor de los beatniks y de toda esta nueva poesía moderna que impuso la fuerza de la imagen en lo poético.
Foto: Armand. Guillermo Falconí: Poeta de la Generación del 70.

Sabemos que la crítica literaria en nuestro medio se halla mediatizada, colabora con la distorsión que le conviene al sistema. En nuestro país la ausencia de una posición crítica y la transformación de esta en una disparatada charlatanería periodística, que solo asume el contraste: o la diatriba, o la desmesurada franela, a cargo de personajes literarios que fuguen de promotores literarios de editoriales y vendedores de libros, han sembrado la mediocridad en nuestro panorama literario actual. Esta situación innoble no permite ver con objetividad el suceso literario independiente, libre de perjuicios y de resueltos intereses, que nada tienen que ver con la poesía y la literatura, impidiendo tener claridad objetiva respecto al nivel valorativo de cualquier escritor.

Lo ideológico, también pesa, impidiendo una sinceridad diáfana ante la obra literaria. Tal ha sido el caso, para impedir ver calidad literaria en el prestigio literario de varios poetas de la Generación del 70 como Guillermo Falconí, Ugo Carrillo, Juan Carlos Lázaro, Oscar Aragón, Luis La Hoz, Patricia Saldarriaga, Inés Cook, Abelardo Sánchez León, Mario Montalbetti, Bernardo Álvarez, Walter Márquez, Omar Aramayo, Sigfredo Burneo, Eduardo Ninamango, Juan Félix Cortés, José Enrique Briceño Berrú, Boris Espezúa, Cesáreo Martínez, Jorge Roncal, Nicolás Matayoshi, Gonzalo Espino, Cromwell Jara, Vladimir Herrera, José Luis Ayala, Otilia Navarrete, Gaspare Alagna, Luís Alberto Castillo, y Fredy Roncalla, entre otros, poetas de gran nivel con obras consagradas que casi nunca son tomados en cuenta  ni estudiadas con el debido respeto, disturbando el verdadero proceso literario de esta poesía del setenta, apareciendo versus otros poetas de obras raquíticas, endebles, sosas y mojigatas, como parte de una versión oficial, sin tener en cuenta la aptitud cuestionadora de esta poesía frente a los valores confusos que le deparan al individuo como ser social.

De esa dura adversidad, Guillermo Falconí levanta su propia mirada para volver la vista atrás del tiempo vivido, sin el temor de convertirse en estatua. Falconí pertenece a esa estirpe de poetas que toda realidad la ve desde lo dialectico, desde el sentimiento critico de la observación despiadada de los seres humanos y las cosas de la vida, sometiéndolos al devenir de la historia. Muy bien, para él, se cayó el Muro de Berlín, pero allí está su testimonio de lucha contra todas las taras e idioteces que impone este capitalismo devorador y estúpido, lo mismo contra el totalitarismo stalinilista, burocrático que impidió el verdadero desarrollo de la libertad creadora de los desposeídos, para llegar a un nivel de vida donde se respete la critica, la discrepancia, la diferencia, y el aporte nuevo de la creación: asuntos que todavía no han sido superados a pesar de que la guerra fría ya pasó.

Con una visión de entomólogo, Falconí ve a los seres humanos como insectos. Empieza su viaje por la historia como testimonio en el embrollo bélico de Afganistán donde contrastan: “los peces y los barcos que naufragan”. Bangladesh, es otra parte de este atropello contra la ecuanimidad de la humanidad: “donde un viejo busca fortuna en el fondo del mar”. Hace un rescate de lo rural, indagando en la belleza de la naturaleza misma, a la manera de Robert Frost: “contempla los arroyos y se cubren de blanco las cascadas”. El mito del vacío existencial en la selva de la vida del poeta también es asumido, simplemente el poeta acepta su vida exagerada: “Ahora estoy agitado”, expresa. Dos poemas de gran fábrica expresan la madurez, pero también la manera surreal de enfrentar la realidad: “Un caracol en la niebla” y “Tarde de perros”, son poemas que convocan la fiebre interior que padece el poeta frente a su tiempo vivido, ante la historia que mueve los trotes humanos. Falconí no parece haber perdido el humor, para ser irónico frente a la posición soluble y solvente desde la izquierda, al recordarnos que por boca del viejo Karl Marx: “El hombre es un ser genérico”. El poeta, como ser social, no le teme ni siquiera a “Las puertas de la nada” donde va sediento de “rock and roll” y de verano asfixiante donde aspira a beber el jerez mediterráneo. El amor, tiene varias paradojas y parajes, tropezándose y citando a G. Bataille, a Borges, a Kafka, a Pound, a Artaud, asume la vocación libertaria del poeta excelso, su militancia para con la vida libre y la belleza de las cosas: “La construcción de diferentes tonos en la memoria”. Lo cierto que este “Cazador de la noche”, nos pone frente a la historia con su poesía recordada, por momentos llena de escenarios oníricos donde todo es posible, a lo Fellini, a lo De Sica, a lo Visconti. Su “Luna temprana”, con la que siempre han soñado los verdaderos poetas, extraviándonos en un indescifrable bosque de versos barrocos y neo-realistas.

Salve, poeta Guillermo, después de leer tu libro, también “Golopa mi corazón en la cerveza: On the black magic woman…” La memoria, también, se me deshoja en el espacio literario de la vida. Mirando las estrellas que traerán también los grandes pronósticos de los “pobres diablos” del mundo en las fiestas andinas del futuro que todavía nos esperan. Eres el penúltimo surrealista de nuestra generación. Los hombres como los poemas son los cadáveres exquisitos de la historia.

Foto: Ana María Chagra. Guillermo "Zorro"  Falconí: ¿De dónde son los canteños?.