septiembre 24, 2012

ROGER SANTIVÁÑEZ, CUESTIONARIO Y POEMAS

ROGER SANTIVÁÑEZ, CUESTIONARIO Y POEMAS

El poeta peruano Roger Santiváñez (Piura, 1956), cuyos libros son una presencia habitual en nuestra librería, responde a nuestro cuestionario. Recientemente publicó Roberts Pool crepúsculos y reeditó El chico que se declaraba con la mirada. Un poco antes apareció en España Amaranth, precedido de Amastris, en la Colección Transatlántica de Amargord. Te dejamos aquí sus respuestas. Y, más abajo, algunos nuevos poemas.

Roger SantiváñezEn sociedades en las que todo está categorizado, marcado, ¿cómo puede el poeta desmarcarse? Es decir, si la misma etiqueta de “poeta” neutraliza la radicalidad de la poesía, ¿puedes pensar en alguna estrategia de desmarque crítico?
La única que se me ocurre es el desmarque por la vía del trabajo de lenguaje. Ahora bien, la etiqueta de “poeta” yo la identifico con la frase de Pessoa según la cual el poeta es un fingidor. Es decir, “poeta” es una máscara.  Una máscara detrás de la cual vive —goza y sufre— aquel ser humano “poeta”. Porque para ser poeta hay que fingir.  O sea, hay que fingir que uno vive como todo el mundo y no con esa conciencia y tormento de la muerte que vibra —como un aura— sobre nuestras cabezas. Además el fingimiento principal ocurre en el plano del lenguaje: nosotros inventamos un otro idioma (como se expresaría un sujeto angloparlante aprendiz de Spanish) porque el lenguaje de la poesía es autónomo. Desde este punto de vista, estamos fingiendo una lengua que no existe: la lengua poética. Sólo así puedo entender la radicalidad de la poesía, tal como tú la planteas. En este sentido, sólo un trabajo estricto con el lenguaje —una elaboración sui-generis si se quiere— podría desmarcarnos de lo categorizado y supermarcado (y en el supermercado por supuesto) de las sociedades capitalistas decadentes en las que sobrevivimos.              
Más allá de los estereotipos de la poesía —libertad de palabra, riqueza del mundo interior, expresividad de la subjetividad— ¿crees que la poesía tiene algún potencial crítico, transformacional? Dicho de otro modo, ¿no crees que la palabra poética es solipsista? ¿No crees que el capitalismo atraviesa directamente el lenguaje? ¿Y que, además, el poeta también acumula un capital cultural, participa del capitalismo, más allá de la pretendida excepcionalidad de la poesía?
Claro, el poeta acumula un capital cultural, como tú dices; sólo que es un “capital” inexistente en términos capitalistas, ya que no sirve para nada. Para ninguna inversión capitalista quiero decir. No creo que la poesía tenga algún potencial transformador, salvo que sea el enriquecimiento humano del personal que lee un poema. Definitivamente el poeta es un solipsista. Incluso, como escribió mi gran amigo el poeta Luis Alberto Castillo (hoy injustamente olvidado) en los días gloriosos de San Marcos 1975-1980: Poesía = Masturbación. No creo que el poeta —como tal— participe del capitalismo: al capitalismo le importa un bledo la poesía. ¿Que el capitalismo atraviesa el lenguaje? Por supuesto que sí, como lo atraviesa absolutamente todo. Pero yo sigo creyendo que una de las funciones fundamentales de la poesía es desalienar dicho lenguaje atravesado de o por el capitalismo. Aquí es donde entra a tallar (el verbo es exacto) el lenguaje radical, autónomo, de la poesía.
Amaranth¿Podrías mencionar alguna obra que te haya transformado, que haya puesto algo en marcha, que haya generado…? O, de lo contrario, ¿podrías construirte una genealogía?
Mi genealogía empezaría —sin duda— con Vallejo. Podría decir como Montalbetti una vez: Vallejo, Vallejo, Vallejo, Vallejo, Vallejo. Aquí ubico a Trilce. La verdad es que son bastantes los libros que me han transformado y/o empujado a la acción creadora.  Haciendo una criba en la memoria te diría: A mí me puso en marcha mucho la Antología de la poesía hispanoamericana de José Olivio Jiménez de 1970, que leí en el verano de 1974 en la calurosa Piura —mi ciudad natal en el tropical norte del Perú— cuando tenía 17 años (Huidobro, Lezama Lima, Gorostiza, Parra, Paz). Una temporada en el infierno de Rimbaud (edición de Visor).  Contra Natura  de Rodolfo Hinostroza. Los cuadernos ológrafos de Luis Hernández que llegaban a mis manos gracias a Luis La Hoz y Armando Arteaga.  En los extramuros del mundo de Enrique Verástegui. Reinos de Eielson. Cuando llegué a Lima, recién bajado del ómnibus TEPSA en 1975: Poesía completa de José Lezama Lima, un libro lindo de tapas celestes, Insulae Poetarum de Barral.   Poesía reunida de TS Eliot (versión de JM Valverde). Abolición de la muerte de Westphalen. El arte de la poesía de Ezra Pound (edición de Joaquín Mortiz, México). Así se fundó Carnaby Street de Leopoldo María Panero. El Aullido de Ginsberg. Por el 78 el Quasar de Mario Montalbetti. Y —desde aquellos días azules y hasta ahorita Personae y The Cantos del viejo fioca, a quien considero (no, eso es muy pretencioso) —según mi gusto, mejor— el más grande poeta de la historia (de mi historia en todo caso).
¿Participaste de alguna revista o colectivo? ¿Podrías contarnos de esa experiencia?
Cuando llegué a Lima —recién bajado, como te decía de mi TEPSA— conocí al grupo de novísimos poetas que frecuentaba el bar Palermo en La Colmena Izquierda. Verano de 1974. Al Palermo llegué siguiendo la pista que trazaba Estos 13 de JM Oviedo. Este grupito —una especie juvenil influenciada por Hora Zero aunque opuesta a ellos— lo conformaban Armando Arteaga, Juan Carlos Lázaro, Fredy Roncalla, Guillermo Falconí y Bernardo Rafael Álvarez.  Habiendo trabado amistad más íntima con Arteaga, él me llevó a conocer a Luis La Hoz y Oscar Aragón, con quienes tenía una suerte de grupo que a La Hoz le gustaba llamar El Oro de Acapulco —nombre tomado de un verso de Hinostroza con el que habían bautizado una hermosa plaquette suya de esa época—. Cuando entré a San Marcos (mejor dicho me trasladé desde la Universidad de Piura en 1975) fui acogido por la collera de la revista Hipócrita Lector que lideraban Marco Martos e Hildebrando Pérez, mis profesores. Con Arteaga y La Hoz lanzamos la revista AUKI impresa primero en Piura y luego en Lima hacia 1975.  Al año siguiente fundamos ESCRITURA con Luis Alberto Castillo (a quien mencioné líneas arriba) y Mito Tumi. En dicha revista tratamos de aglutinar a los jóvenes poetas de San Marcos como José Morales Saravia, Jorge Luis Roncal, Cromwell Jara, Carlos Orellana, Juan Luis Dammert, Rosa Natalia Carbonell.
Empezando 1977, un buen día visité a mi amigo Edgar O’hara —a quien había conocido en 1975 y quien era el artífice de rociadas reuniones sabatinas en un bar de la plaza San Francisco de Lima, al que llamábamos Melibea en homenaje a un excelente poema de Luis Alberto Castillo; aquelarres que juntaban a toda la poetería joven de San Marcos y la Universidad Católica. Con O’hara decidimos organizar un nuevo grupo. Les pasamos la voz a Enrique Sánchez Hernani, A Castillo, a Mito Tumi y a Guillermo Niño de Guzmán. Eso fue La Sagrada Familia. También estuvieron luego en LSF Marisol Bello, Guillermo Saravia, Luis Rebaza, Ernesto Mora, Eleonora Falco, Oscar Malca, Luis Angulo “Katongo”, Dalmacia Ruiz Rosas, Julio Heredia. Publicamos una revista con el mismo nombre del grupo, La Sagrada Familia, 4 números.
Después de la disolución de LSF, hubo un intento en 1980 de conformar una coordinadora de poetas y artistas jóvenes La Unión Libre pero esto no funcionó. Fue entonces que Jorge Pimentel nos propone a Dalmacia Ruiz Rosas —mi compañera de aquellas poéticas— y a quien redacta estas memorias, integrarnos a Hora Zero, grupo de la generación anterior a la nuestra. Y así lo hicimos. Durante 1981 me la pasé con los de HZ y con ellos aprendí y conocí el mundo de la calle y a la gente de mi país y su habla real, ya que hasta antes de eso, yo había vivido en dos burbujas sobreprotegidas: la de la pequeña burguesía acomodada piurana y la de mi vida zanahoria y académica en la Universidad de San Marcos.
Concluida mi experiencia con HZ, sentí que algo nuevo se estaba cocinando en la sociedad y en la poesía peruana. El Partido Comunista del Perú, conocido popularmente como Sendero Luminoso había empezado sus acciones armadas, el gobierno de Belaúnde era un fracaso absoluto, el narcotráfico y su ola de corrupción anegaba todas las esferas del espectro social —incluyendo las del poder político- entonces una solitaria tarde de invierno —reunido con Mariela Dreyfus en el café Wony del centro de Lima— decidimos fundar el Movimiento Kloaka, el cometa más rayado que pasó volando por el cielo de la poesía peruana. Kloaka editó un único número de su revista, lanzó manifiestos anarquistas por doquier y organizó distintos eventos en los que fusionaba poesía, rock and roll, pintura, teatro, fotografía y performance. Formaron parte de Kloaka y/o de su onda expansiva  —entre otros— Domingo de Ramos, José Antonio Mazzotti, Dalmacia Ruiz Rosas, el pintor Enrique Polanco, Rafael Dávila Franco, Rodrigo Quijano, Frido Martin, José Alberto Velarde, Julio Heredia, Mary Soto, Edián Novoa, Mario Wong, Guillermo Gutiérrez, Bruno Mendizábal, Fernando Bryce, Kilowatt , Medias Sucias (rock & roll proto subterráneo) y Delpueblo (rock fusión andina).
¿A qué te dedicas durante el día? ¿De qué vives?
Durante el día me dedico a escribir poesía desde muy temprano caminando con Butter por Cooper River Park contemplando el fluir silencioso de las aguas —Panta Rei— y los primeros atisbos del otoño. Luego me voy a Temple University donde enseño Composición y Lecturas Hispánicas. En Temple dispongo de —por lo menos— 3 horas investigando sobre lenguajes poéticos en el tercer piso de la biblioteca Paley. Vuelvo a mi jato y veo a los Phillies jugando baseball con mi esposa Kathy, quien es fanática de ellos. Después preparo mis clases y leo poesía hasa las 2 a.m. Vivo del aire, como se ve.
¿Tienes un blog? ¿Nos recomiendas alguno?
No tengo un blog, pero sí una buena amiga Elsa Costa, que fue mi alumna en Bennington College, quien —con atención por la que estoy profundamente agradecido— mantiene un blog con mi poesía denominado Junín 381 que —dicho sea de paso— es la dirección donde nací y viví hasta los 8 años en el centro de Piura, hasta que me mudé a Santa Isabel —en los suburbios en 1965— y allí ya fue otra nota. Recomendaría el blog del poeta Paul Guillén Sol Negro quien —gentilmente— acoge algunos escritos míos. Y ahora, éste, el tuyo naturalmente, que es nuevo y por el que apuesto al futuro. Muchas gracias.
Roger Santiváñez
18 de septiembre de 2012
Martello Tower, Collingswood, New Jersey /

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