MIGUEL GUTIERREZ:
LA EXPOSICIÓN MULTIPLE DE LA
VIOLENCIA
Armando
Arteaga
Miguel Gutiérrez
Ante un
contundente lujo de detalles y gran cantidad de datos, por donde asoman los
personajes y recursos literarios que tiene la prestigiosa narrativa y la
investigación ensayística de Miguel Gutiérrez, no resulta fácil dar un
testimonio preciso: golpear exactamente en el clavo de la pared para colgar el
respectivo cuadro expresionista que se necesita ubicar en la pared en blanco, y
tener el criterio ponderable, que siempre se debe tener en cuenta, para ser
sinóptico, objetivo, correcto, paciente, o contradictorio, puede ser; que da el
resultado de una lectura analítica y sintética (al mismo tiempo) frente a la
expectante obra literaria de mi paisano escritor; y ofrecer un respetado
argumento de festejo o de rigor, para hacer seguimiento de esa mirada tenaz que
tiene Miguel Gutiérrez acerca del pasado colectivo de Piura a través del
cristal de lo fantástico y de lo histórico, para mirar las virtudes publicas y
los vicios privados de la gente de un país, o de una región abordada; y ofrecer
un respetado argumento critico de esa obra literaria: que se reparte en la
novela y en el ensayo literario, y que, por momentos resulta abundante y
abrumador, milimétricamente hablando, casi imposible de hacer un inventario
exclusivo y veraz: de esa trayectoria de la dehiscencia piurana.
Miguel Gutiérrez
ha demostrado siempre ser un escritor de gran rigurosidad, un profesor dotado
de un increíble “background” literario y
político (fue mi profesor, junto con Abelardo Oquendo, en la asignatura de “Lenguaje”, en la universidad de ingeniería, en la
facultad de arquitectura, en los tiempos de estudios generales), y también es un respetado y admirado amigo
desde cuando conversábamos de literatura en la década del setenta en El Tivoli,
ese café de La Colmena (ubicado en el primer nivel de ese edificio tomado del
estilo de Mies Van der Rohe que tanto les gustaba a los firmantes del
manifiesto del Grupo Espacio), en sus mesas discretas y modernas, que parecían
encerradas en una enorme pecera por la larguísima mampara de vidrio que daba
hacia la gran calle, entre tazas humeantes de café y mucho humo de tabaco.
Empecé a leer
con atención a Miguel Gutiérrez desde la esperada publicación de su primera
novela “El viejo saurio se retira” que
se abre en la violencia dramática, del
tiempo y de la vagancia y la rebeldía juvenil, de ese cuadrivio de adolecentes
piuranos que nos revelaba, como dijo
Washington Delgado: “con fuerza inusitada
un ambiente provinciano y un proceso social asaz realista”. Desde las
primeras páginas nos sorprende la despiadada ironía; llama la atención el
aspecto formal de la parte social y “exhibicionista” de la juventud piurana,
freudiana y “una picaresca” como la llamó José Miguel Oviedo en un artículo
celebratorio, pero punzante y acido en el Suplemento Dominical de El Comercio:
“La novela no quiere agradar, sino irritar y no cuesta nada imaginar que sobre
ella se cernirá el escandalo: es agresiva, destemplada, insolente, injuriosa, y
cargada de veneno desde el epígrafe: “Si
vas a Piura:/ la gonorrea es muy segura (anónimo, siglo XVII)”. Piura se
ve, es el primer objeto que quiere aniquilar, pero el ánimo flamígero se
extiende a zonas más amplias: la letal vida de provincia, las mentiras
institucionales, la corrupción social, la educación religiosa sobre todo. Construir una novela con tanto descaro y
tanto ardor acusatorio es el ambicioso propósito de Gutiérrez. No es poco para un primer libro, ni deja de
constituir material interesante para la crítica”.
El “boom” literario latinoamericano fue un camino forzado, un proceso
tendiente a la creación de aparatos
publicitarios que concentraron la atención de lectores comunes en un
determinado numero de narradores publicitados en diarios y revistas no siempre
merecedores de prestigios diversos, estos juegos y artíficos del marketing literario fueron un pie forzado,
impidieron ver a otros narradores de obras valiosas, ante la imposición forzada
de valores ineficaces y de falsos best-sellers, imposición de “ondas” que
ocupaban un moda temporal literaria.
¿Quién es quién, por ejemplo, en
la narrativa peruana de ese momento? Me quedaba con Mario Vargas Llosa, total
“La ciudad y los perros” y “La casa verde” me parecieron insuperables, esta ultima toda una gran
novela de una gran estructura. ¿Quién es
quién, por ejemplo, en la narrativa piurana de ese momento? Hasta entonces me
quedaba con Francisco Vegas Seminario,
“Taita Yoveraque” y “Montoneras”, me parecieron excelentes novelas y me siguen
pareciendo todavía. Después vinieron “Conversación en La Catedral” y “La guerra
del fin del mundo”. La cosa se ponía
cada vez más redonda, pero a la vez cuadrada para los rurales de la prosa, raíz
cuadrada a la enésima para los urbanos de la prosa, y, para que nuevos narradores emprendieran
proyectos ambiciosos de novelas totales.
Algo más, Daniel Camino me había mostrado un guión cinematográfico de la
novela “El espejo” de Fernando Angell de Lama, que quería llevar al cine: la
epopeya de la ocupación marítima del hombre piurano que llevaba aquel escueto
epígrafe: Al puerto de Paita, en donde nací, y a su pueblo. Había, pues todo una “summa” de argumentos, personajes, ambientes y
escenarios: mar, desierto, bosques, andes de Ayabaca y Huancabamba, para la tentación siguiente de nuevas
ficciones sobre temas piuranos.
Pero insisto, en
la prosa de “El viejo saurio…” había un desafío… de la obsesión piurana
candente para la narrativa, que Miguel Gutiérrez hacía brotar en esa novela
tomando el segmento de la alocada juventud que viene con el acné en la cara:
Nació en Piura y desde muy churre conoció la cólera.
De niño fue el terrible Coloradito, pero cuando una
pelambre tupida le broto por todos los poros, se convirtió en el magnifico
Pavudo.
…
Dicen que le gustaba todo lo que volara; por ejemplo,
nadie lo ganaba fabricando avioncitos de papel y dicen también que en tiempos
de las cometas la suya era la que se elevaba más alto, y que cuando llegaba a
Piura el circo de los Hermanos Caballini, el numero que más le gustaba era el
de las Águilas Humanas.
Años más tarde,
Miguel Gutiérrez en “Celebración de la novela” (1996) reivindica su obra como
algo muy suyo, personal, salido con mucho cariño de su propia creatividad,
sorprendiendo a quienes suponen esa
novela como un ensayo advenedizo de un
escritor primerizo, algo que me parece es todo un merito, lleno de enorme
sinceridad:
“Como declaré en una oportunidad, fue una novela que
escribí con mucho humor, con mucha irreverencia y con esplendida
ignorancia. Pero definitivamente no me
arrepiento de haberla publicado. Creo
que existen algunas buenas páginas de prosa, no está nada mal la creación de un
ambiente provinciano y los personajes son divertidos y poseen una cierta
hondura. Muchos años después, con ese mismo espíritu de humor e irreverencia
escribí “La violencia del tiempo”.
Muchas claves
para entender la narrativa de Miguel Gutiérrez están en ese libro “Celebración
de la novela”, es algo que se vuelve patético.
La imaginación “pathos” piurana
en la novelística y el rigor montaignestico en la ensayística de Miguel Gutiérrez
(“La Generación del 50: Un mundo dividido”), son dos constantes que van en su
obra literaria: una va por la explicación y descripción de la violencia
histórica, y la otra, por el
deslumbramiento del género narrativo como factor decisivo en la vida de los
seres humanos. En la novela, es muy a lo Rabelais, abarcando la pugna
social y la pugna política, el roce entre autoridad e individualidad, buscando
diversos espacios de la vida diaria, erudición, pensamiento y fantasía, algo
muy renacentista. En el ensayo, tiene
representación de cierta erudición, pasión y conocimiento, lectura y manejo de escritores clásicos y modernos, a
lo Montaigne, pretende lo mismo que
Montaigne en sus ensayos: la búsqueda del conocimiento, la inseparable
razón estética e intelectual para hallar
las contradicciones de la vida, ensayos
llenos de una enorme masa de erudición literaria, sin animo de
deslumbrar sino de enseñar (que esas contradicciones existen), y son el meollo
de las cosas simples de la vida. Por lo
que comprobamos, ese deslumbramiento en “Celebración de la novela” por
Kafka, y
su descubrimiento de sus primeros años universitarios de la novela norteamericana, de tres nombres
mayores: Faulkner, Dos Passos, y Hemingway, en algo que nos ayuda a comprender mejor
la narrativa de Miguel Gutiérrez.
Algunas escenas de las novelas de Miguel Gutiérrez entran en el
universo de lo real-fantástico, a pesar de tener prioridad una visión concreta de lo real, tal
el caso de “Hombres de camino”, aunque
el referente es lo histórico, muchas de las historias de vidas
de Isidoro Villar, o de Sansón Carrasco,
o de Rodolfo Lama Farfán de los Godos, o de Bauman de Metz, lindan con
lo fantástico, y la leyenda. ¡Pero si en
el fondo la vida de Isidoro Villar me enorgullecía hasta la casi fatuidad!
exclama un personaje interno de la novela.
Para los que conocemos “la escena de la vida piurana” sabemos que
Isidoro Villar es Froilán Alama, que Sansón Carrasco es Enrique López Albújar,
y que Bauman de Metz: aventurero o no, participó en el levantamiento de la
Comunidad de San Francisco de Chalaco que con una montonera de 60 hombres entró
en el corazón de la ciudad de Piura el 2 de enero de 1883, enarbolando una
bandera roja a los gritos de “!Viva La Comuna”.
El hilo conductor de lo narrativo entre lo real y lo fantástico en las
ficciones de “Hombres de camino” por momentos nos llevan a recurrir y echar
mano a la “Introducción a la literatura fantástica” de Tzvetan Todorov, por lo siguiente: “Un
postulado no necesita pruebas; pero su eficacia puede ser medida por los
resultados a los que se llega cuando se lo acepta. Como creemos que la
organización formal no se deja captar en el nivel de las imágenes mismas, todo
lo que pueda decirse de estas últimas será aproximado. Habrá que contentarse
con probabilidades en lugar de manejar certezas e imposibilidades. Retomando
nuestro ejemplo muy elemental, el bosque y el mar pueden encontrarse a menudo
en oposición, y formar así una “estructura”, pero no deben estar en oposición;
en tanto que lo estático y lo dinámico forman obligatoriamente una oposición,
que puede manifestarse en la del bosque y el mar. Las estructuras literarias
son otros tantos sistemas de reglas rigurosas, y lo que obedece a
probabilidades son tan sólo sus manifestaciones. El que busca las estructuras
en el nivel de las imágenes observables rechaza, al mismo tiempo, todo
conocimiento seguro”.
En el “Descanso de los caminantes”,
Bioy Casares insiste en escudriñar el problema del acto de escribir: “Escribir. Cuando yo era joven, un viejo escritor me explicaba:
"Escribir lo que no has de publicar no es escribir. Escribir borradores
no es escribir. Corregir no es escribir". Este tema es uno de los
dilemas de Miguel Gutiérrez, hasta el límite de la responsabilidad y el
compromiso soportable en una entrevista en “Celebración de la novela”,
contrastada con el dilema de la lectura: para la formación del escritor. Lo mismo su admiración por Beckett, que me recordó uno de los
objetivos centrales de la obra de Beckett: el más pequeño acto puede trastornar
el universo. Este es uno de los temas centrales de la obra de Beckett. Una
mosca impotente bajo el pulgar puede trastornar al mar y al cielo: siempre la
realidad y la ficción que delimitan los territorios de la poesía. Recordar su
poema La mosca:
Entre la escena y yo
el cristal
vacío salvo ella
el cristal
vacío salvo ella
vientre a tierra ceñida por sus
negras tripas
antenas locas alas enredadas
patas curvas boca succionando en el vacío
golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible
impotente bajo mi pulgar
trastorna al mar y al cielo
antenas locas alas enredadas
patas curvas boca succionando en el vacío
golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible
impotente bajo mi pulgar
trastorna al mar y al cielo
El
más pequeño acto puede trastornar el universo. Este es uno de los temas
centrales de la obra de Beckett. Una mosca impotente bajo el pulgar puede trastornar
al mar y al cielo. La poesía francesa de Beckett prefigura al personaje
beckettiano desarrollado más tarde en su narrativa: un hombre solo, en la
oscuridad de un cuarto se pregunta cómo ha llegado hasta ahí. Se trata de
Molloy, de Malone. El Belacqua de Dante, a las puertas del Infierno no espera
nada, salvo la memoria.
El absurdo de las cosas, la más
extravagante hilaridad, convertido en lector de por vida de Beckett: ubicuidad
admirativa que también recupera Miguel Gutiérrez en su estupendo artículo: “Beckett y la
“Secta del perro”.
Para
terminar, diré que la novela-ensayo más celebrada de Miguel Gutiérrez: “La
violencia del tiempo” me parece estupenda y de gran nivel narrativo, aunque por
momentos me resulta densa, algo asmática como “La montaña mágica” de Thomas
Mann: novela total, enciclopédica, balzaciana. La querella entre lo antiguo y
lo moderno, donde las pasiones se caldean hasta los extremos, las razones
fútiles, las rencillas entre hombres y mujeres, los encuentros fronterizos, los
argumentos que esgrimen los bandos sociales, el artificio y la belleza del
desierto piurano, los espíritus superficiales ahogados en el olvido, pero
recuperados en la memoria increíble del narrador furtivo, un tiempo de violencia:
recuperado por este gran novelista que
es Miguel Gutiérrez. Las violentas
escaramuzas en torno a problemas tribuales y triviales, que por momentos
parecen derrotas individuales, que nos
vuelven la mirada hacia Martín Villar, donde Cangará: bien podría ser el único
lugar del mundo después del diluvio, la “terra nostra” piurana (por
elucidar algo del novelístico epicentro
de Carlos Fuentes).
(Publicado en la Revista Siete Vientos N- 28)