noviembre 17, 2015

MIGUEL GUTIERREZ: LA EXPOSICIÓN MULTIPLE DE LA VIOLENCIA

MIGUEL GUTIERREZ:
LA EXPOSICIÓN MULTIPLE DE LA VIOLENCIA

                                                                            Armando Arteaga    

            
Miguel Gutiérrez


Ante un contundente lujo de detalles y gran cantidad de datos, por donde asoman los personajes y recursos literarios que tiene la prestigiosa narrativa y la investigación ensayística de Miguel Gutiérrez, no resulta fácil dar un testimonio preciso: golpear exactamente en el clavo de la pared para colgar el respectivo cuadro expresionista que se necesita ubicar en la pared en blanco, y tener el criterio ponderable, que siempre se debe tener en cuenta, para ser sinóptico, objetivo, correcto, paciente, o contradictorio, puede ser; que da el resultado de una lectura analítica y sintética (al mismo tiempo) frente a la expectante obra literaria de mi paisano escritor; y ofrecer un respetado argumento de festejo o de rigor, para hacer seguimiento de esa mirada tenaz que tiene Miguel Gutiérrez acerca del pasado colectivo de Piura a través del cristal de lo fantástico y de lo histórico, para mirar las virtudes publicas y los vicios privados de la gente de un país, o de una región abordada; y ofrecer un respetado argumento critico de esa obra literaria: que se reparte en la novela y en el ensayo literario, y que, por momentos resulta abundante y abrumador, milimétricamente hablando, casi imposible de hacer un inventario exclusivo y veraz: de esa trayectoria de la dehiscencia piurana.

Miguel Gutiérrez ha demostrado siempre ser un escritor de gran rigurosidad, un profesor dotado de un increíble “background”  literario y político (fue mi profesor, junto con Abelardo Oquendo, en la asignatura de “Lenguaje”,  en la universidad de ingeniería, en la facultad de arquitectura, en los tiempos de estudios generales), y  también es un respetado y admirado amigo desde cuando conversábamos de literatura en la década del setenta en El Tivoli, ese café de La Colmena (ubicado en el primer nivel de ese edificio tomado del estilo de Mies Van der Rohe que tanto les gustaba a los firmantes del manifiesto del Grupo Espacio), en sus mesas discretas y modernas, que parecían encerradas en una enorme pecera por la larguísima mampara de vidrio que daba hacia la gran calle, entre tazas humeantes de café y mucho humo de tabaco.

Empecé a leer con atención a Miguel Gutiérrez desde la esperada publicación de su primera novela  “El viejo saurio se retira” que se abre en la violencia dramática,  del tiempo y de la vagancia y la rebeldía juvenil, de ese cuadrivio de adolecentes piuranos que nos revelaba,  como dijo Washington Delgado: “con fuerza inusitada un ambiente provinciano y un proceso social asaz realista”. Desde las primeras páginas nos sorprende la despiadada ironía; llama la atención el aspecto formal de la parte social y “exhibicionista” de la juventud piurana, freudiana y “una picaresca” como la llamó José Miguel Oviedo en un artículo celebratorio, pero punzante y acido en el Suplemento Dominical de El Comercio: “La novela no quiere agradar, sino irritar y no cuesta nada imaginar que sobre ella se cernirá el escandalo: es agresiva, destemplada, insolente, injuriosa, y cargada de veneno desde el epígrafe: “Si vas a Piura:/ la gonorrea es muy segura (anónimo, siglo XVII)”. Piura se ve, es el primer objeto que quiere aniquilar, pero el ánimo flamígero se extiende a zonas más amplias: la letal vida de provincia, las mentiras institucionales, la corrupción social, la educación religiosa sobre todo.  Construir una novela con tanto descaro y tanto ardor acusatorio es el ambicioso propósito de Gutiérrez.  No es poco para un primer libro, ni deja de constituir material interesante para la crítica”. 

El “boom” literario latinoamericano fue un camino forzado, un proceso tendiente a la creación  de aparatos publicitarios que concentraron la atención de lectores comunes en un determinado numero de narradores publicitados en diarios y revistas no siempre merecedores de prestigios diversos, estos juegos y artíficos del  marketing literario fueron un pie forzado, impidieron ver a otros narradores de obras valiosas, ante la imposición forzada de valores ineficaces y de falsos best-sellers, imposición de “ondas” que ocupaban un moda temporal literaria.  ¿Quién es quién, por ejemplo,  en la narrativa peruana de ese momento? Me quedaba con Mario Vargas Llosa, total “La ciudad y los perros” y “La casa verde” me parecieron  insuperables, esta ultima toda una gran novela de una gran estructura.  ¿Quién es quién, por ejemplo, en la narrativa piurana de ese momento? Hasta entonces me quedaba  con Francisco Vegas Seminario, “Taita Yoveraque” y “Montoneras”, me parecieron excelentes novelas y me siguen pareciendo todavía. Después vinieron “Conversación en La Catedral” y “La guerra del fin del mundo”.  La cosa se ponía cada vez más redonda, pero a la vez cuadrada para los rurales de la prosa, raíz cuadrada a la enésima para los urbanos de la prosa,  y, para que nuevos narradores emprendieran proyectos ambiciosos de novelas totales.  Algo más, Daniel Camino me había mostrado un guión cinematográfico de la novela “El espejo” de Fernando Angell de Lama, que quería llevar al cine: la epopeya de la ocupación marítima del hombre piurano que llevaba aquel escueto epígrafe: Al puerto de Paita, en donde nací, y a su pueblo.  Había, pues todo una “summa”  de argumentos, personajes, ambientes y escenarios: mar, desierto, bosques, andes de Ayabaca y Huancabamba,  para la tentación siguiente de nuevas ficciones sobre temas piuranos. 

Pero insisto, en la prosa de “El viejo saurio…” había un desafío… de la obsesión piurana candente para la narrativa, que Miguel Gutiérrez hacía brotar en esa novela tomando el segmento de la alocada juventud que viene con el acné en la cara:

Nació en Piura y desde muy churre conoció la cólera.
De niño fue el terrible Coloradito, pero cuando una pelambre tupida le broto por todos los poros, se convirtió en el magnifico Pavudo.
Dicen que le gustaba todo lo que volara; por ejemplo, nadie lo ganaba fabricando avioncitos de papel y dicen también que en tiempos de las cometas la suya era la que se elevaba más alto, y que cuando llegaba a Piura el circo de los Hermanos Caballini, el numero que más le gustaba era el de las Águilas Humanas.   

Años más tarde, Miguel Gutiérrez en “Celebración de la novela” (1996) reivindica su obra como algo muy suyo, personal, salido con mucho cariño de su propia creatividad, sorprendiendo a quienes  suponen esa novela como  un ensayo advenedizo de un escritor primerizo, algo que me parece es todo un merito, lleno de enorme sinceridad:

“Como declaré en una oportunidad, fue una novela que escribí con mucho humor, con mucha irreverencia y con esplendida ignorancia.  Pero definitivamente no me arrepiento de haberla publicado.  Creo que existen algunas buenas páginas de prosa, no está nada mal la creación de un ambiente provinciano y los personajes son divertidos y poseen una cierta hondura. Muchos años después, con ese mismo espíritu de humor e irreverencia escribí  “La violencia del tiempo”. 

Muchas claves para entender la narrativa de Miguel Gutiérrez están en ese libro “Celebración de la novela”, es algo que se vuelve patético.  La imaginación “pathos”  piurana en la novelística y el rigor montaignestico en la ensayística de Miguel Gutiérrez (“La Generación del 50: Un mundo dividido”), son dos constantes que van en su obra literaria: una va por la explicación y descripción de la violencia histórica,  y la otra, por el deslumbramiento del género narrativo como factor decisivo en la vida de los seres humanos.  En la novela,  es muy a lo Rabelais, abarcando la pugna social y la pugna política, el roce entre autoridad e individualidad, buscando diversos espacios de la vida diaria, erudición, pensamiento y fantasía, algo muy renacentista.  En el ensayo, tiene representación de cierta erudición, pasión y conocimiento, lectura  y manejo de escritores clásicos y modernos, a lo Montaigne, pretende lo mismo que  Montaigne en sus ensayos: la búsqueda del conocimiento, la inseparable razón estética  e intelectual para hallar las contradicciones de la vida, ensayos  llenos de una enorme masa de erudición literaria, sin animo de deslumbrar sino de enseñar (que esas contradicciones existen), y son el meollo de las cosas simples de la vida.  Por lo que comprobamos, ese deslumbramiento en “Celebración de la novela” por Kafka,  y  su descubrimiento de sus primeros años universitarios de  la novela norteamericana, de tres nombres mayores: Faulkner, Dos Passos, y Hemingway, en algo que nos ayuda a comprender mejor la narrativa de Miguel Gutiérrez. 

Algunas escenas de las novelas de Miguel Gutiérrez entran en el universo de lo real-fantástico, a pesar de tener  prioridad una visión concreta de lo real, tal el caso de  “Hombres de camino”, aunque el referente es lo histórico, muchas de las historias  de vidas  de Isidoro Villar, o de Sansón Carrasco,  o de Rodolfo Lama Farfán de los Godos, o de Bauman de Metz, lindan con lo fantástico, y la leyenda.  ¡Pero si en el fondo la vida de Isidoro Villar me enorgullecía hasta la casi fatuidad! exclama un personaje interno de la novela.  Para los que conocemos “la escena de la vida piurana” sabemos que Isidoro Villar es Froilán Alama, que Sansón Carrasco es Enrique López Albújar, y que Bauman de Metz: aventurero o no, participó en el levantamiento de la Comunidad de San Francisco de Chalaco que con una montonera de 60 hombres entró en el corazón de la ciudad de Piura el 2 de enero de 1883, enarbolando una bandera roja a los gritos de “!Viva La Comuna”.  El hilo conductor de lo narrativo entre lo real y lo fantástico en las ficciones de “Hombres de camino” por momentos nos llevan a recurrir y echar mano a la “Introducción a la literatura fantástica”  de Tzvetan Todorov, por lo siguiente:   “Un postulado no necesita pruebas; pero su eficacia puede ser medida por los resultados a los que se llega cuando se lo acepta. Como creemos que la organización formal no se deja captar en el nivel de las imágenes mismas, todo lo que pueda decirse de estas últimas será aproximado. Habrá que contentarse con probabilidades en lugar de manejar certezas e imposibilidades. Retomando nuestro ejemplo muy elemental, el bosque y el mar pueden encontrarse a menudo en oposición, y formar así una “estructura”, pero no deben estar en oposición; en tanto que lo estático y lo dinámico forman obligatoriamente una oposición, que puede manifestarse en la del bosque y el mar. Las estructuras literarias son otros tantos sistemas de reglas rigurosas, y lo que obedece a probabilidades son tan sólo sus manifestaciones. El que busca las estructuras en el nivel de las imágenes observables rechaza, al mismo tiempo, todo conocimiento seguro”.
En el “Descanso de los caminantes”, Bioy Casares insiste en escudriñar el problema del acto de escribir: “Escribir. Cuando yo era joven, un viejo escritor me explicaba: "Es­cribir lo que no has de publicar no es escribir. Escribir borradores no es escribir. Corregir no es escribir". Este tema es uno de los dilemas de Miguel Gutiérrez, hasta el límite de la responsabilidad y el compromiso soportable en una entrevista en “Celebración de la novela”, contrastada con el dilema de la lectura: para la formación del escritor.  Lo mismo su admiración por Beckett, que me recordó uno de los objetivos centrales de la obra de Beckett: el más pequeño acto puede trastornar el universo. Este es uno de los temas centrales de la obra de Beckett. Una mosca impotente bajo el pulgar puede trastornar al mar y al cielo: siempre la realidad y la ficción que delimitan los territorios de la poesía. Recordar su poema La mosca:
Entre la escena y yo
el cristal
vacío salvo ella
vientre a tierra ceñida por sus negras tripas
antenas locas alas enredadas
patas curvas boca succionando en el vacío
golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible
impotente bajo mi pulgar
trastorna al mar y al cielo
El más pequeño acto puede trastornar el universo. Este es uno de los temas centrales de la obra de Beckett. Una mosca impotente bajo el pulgar puede trastornar al mar y al cielo. La poesía francesa de Beckett prefigura al personaje beckettiano desarrollado más tarde en su narrativa: un hombre solo, en la oscuridad de un cuarto se pregunta cómo ha llegado hasta ahí. Se trata de Molloy, de Malone. El Belacqua de Dante, a las puertas del Infierno no espera nada, salvo la memoria.  El absurdo de las cosas, la más extravagante hilaridad, convertido en lector de por vida de Beckett: ubicuidad admirativa que también recupera Miguel Gutiérrez  en su estupendo artículo: “Beckett y la “Secta del perro”.
Para terminar, diré que la novela-ensayo más celebrada de Miguel Gutiérrez: “La violencia del tiempo” me parece estupenda y de gran nivel narrativo, aunque por momentos me resulta densa, algo asmática como “La montaña mágica” de Thomas Mann: novela total, enciclopédica, balzaciana. La querella entre lo antiguo y lo moderno, donde las pasiones se caldean hasta los extremos, las razones fútiles, las rencillas entre hombres y mujeres, los encuentros fronterizos, los argumentos que esgrimen los bandos sociales, el artificio y la belleza del desierto piurano, los espíritus superficiales ahogados en el olvido, pero recuperados en la memoria increíble del narrador furtivo, un tiempo de violencia: recuperado por  este gran novelista que es Miguel Gutiérrez.  Las violentas escaramuzas en torno a problemas tribuales y triviales, que por momentos parecen derrotas individuales,  que nos vuelven la mirada hacia Martín Villar, donde Cangará: bien podría ser el único lugar del mundo después del diluvio, la “terra nostra” piurana (por elucidar  algo del novelístico epicentro de Carlos Fuentes).     

                

(Publicado en la Revista Siete Vientos N- 28)