Domingo, 12 de marzo de 2006
MIRKO LAUER
Poetas en espacio exterior
"Sigue habiendo poetas que eligen no vivir en el Perú, pero probablemente ni ellos saben por cuántos años".
Por Mirko Lauer.
También para los poetas morir fuera del país es un asunto personal. Pero la impresión es que hay un elemento generacional en ello, la sensación de que antes más poetas morían en el extranjero. Este extrañamiento incluso es, sobre todo por la autoprofetizada muerte de César Vallejo en París, parte de la imagen convencional de lo poético.
No hay cómo saber si José Santos Chocano habría vuelto de no haber sido, justicia poética, asesinado en un tranvía de Santiago de Chile. Pero lo que vino después del modernismo fue una diáspora de poetas peruanos que, a la corta o a la larga, terminaron sus vidas en el exterior. Los longevos incluso escamoteándose a toda forma de presencia en el Perú.
Murieron jóvenes, antes que Vallejo pero también enfermos, Juan Parra del Riego en Uruguay y Carlos Oquendo de Amat en España. Pero el exilio se llevó vidas largas, como las de Xavier Abril, en Uruguay, Alberto Hidalgo en Buenos Aires, Juan Luis Velásquez en México, Blanca del Prado en el Río de la Plata.
Los exilios iniciados a comienzos del siglo XX quizás son más fáciles de entender que los de ahora. Lima era culturalmente sosa al 100% comparada con otras ciudades, incluso de América Latina. Para los jóvenes radicales además dura y peligrosa. Hubo momentos en que todo empujaba a buscar oxígeno en el exterior.
En cuanto al retorno, los viajes eran más decisivos, y toda partida tenía algo de emigración. Pero eso no lo explica todo: los poetas tienden a ser muy viajeros, en la medida de sus posibilidades, y una gran mayoría de ellos siempre terminó eligiendo volver de sus exilios, impuestos por los gobiernos o autoaplicados por la curiosidad.
A partir de un momento los vuelos comerciales empiezan a borrar las fronteras existenciales, entre ellas las del exilio. Sigue habiendo poetas que eligen no vivir en el Perú, pero probablemente ni ellos saben por cuántos años. El signo de los tiempos ya no es la separación radical, sino la tentación de vivir en dos o más lugares a la vez.
Hoy tenemos poetas con vidas hechas sobre todo en el extranjero –como Cecilia Bustamante, Leopoldo Chariarse, Américo Ferrari, Carlos Henderson o Julio Ortega- pero resulta difícil pensar en ellos como exiliados. Mantienen formas activas de presencia en el país, y el Perú mismo tiene maneras de afirmar su presencia literaria en otros países.
Pero algo, y probablemente mucho, se pierde con estas ausencias transitorias o definitivas. La distancia geográfica no deja de ser un comentario, sobre el poeta transterrado y sobre el medio local. Como si en el fondo no hubiéramos sido aquí más capaces de hacer algo más amable y acogedor de nuestra república de las letras.
(C) 2006 Diario La República
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