Diez aves raras en el oscuro cielo de nuestra poesía.
Juan Carlos Làzaro
Los poetas seleccionados son Vicente Azar, el único de esa tan venida a menos promoción de los años 30; Augusto Lunel y Pedro Gori, de la del 50; Walter Curonisy, de la del 60, y de la del 70 Juan Bullita, Guillermo Chirinos Cúneo, Enriqueta Belevan, Patrick Rosas, Óscar Aragón y Armando Arteaga.
Según el antologista, con el término de “aves raras” ha querido referirse a “una serie de autores que, dentro del concierto de nuestra poética”, provocan “una sensación como de pájaros solitarios, de aves que de repente volaron una sola vez y no regresaron más; o que tal vez continúan volando en espacios extraños, tan cerrados que pareciera que no existen”. La definición, como se aprecia a primera vista, es contundente y nítida y en ella bien cabría el 50 por ciento de los poetas peruanos.
Marginales
En consideración de este último aserto, precisamente, los autores que más impresionan por el extremo “secreto” en que se ha mantenido su obra –pese a su evidente calidad– y la marginalidad de sus vidas respecto a los cenáculos literarios, vienen a ser Lunel, Gori, Curonisy, Belevan y Aragón. Lo lamentable es que el antologista no ilustra en absoluto sobre sus casos ni intenta ninguna explicación respecto a este “olvido de sí mismos y de los demás”, desaprovechando así una magnífica ocasión para introducir al lector en el oscuro horizonte en que vuelan esas aves raras.
Lunel, por ejemplo, fue un surrealista que en algún momento mantuvo vínculos internacionales con artistas de su misma estirpe, pero cuya depresión lo llevó de a pocos al apartamiento total. Gori, seudónimo de Rodolfo López Ródenas, sufría las mofas de sus compañeros sanmarquinos, que lo descalificaban como poeta y lo llamaban no Pedro Gori, sino Pedro Gorila. Curonisy es autor de una alucinante oración a Allen Ginsberg y, después de su etapa de beatnik, ha construido y atiende un hotel en un paraje edénico de Trujillo. Belevan, mujer de impresionante belleza salida verdaderamente de una pintura antigua, discurre por las apartadas calles sanisidrinas vestida rigurosamente de negro. Y Aragón cumple desde el anonimato citadino, en la administración de un restaurante de Lima, con “los olvidos” prometidos en su único libro de poesía.
Buena elección
Lo que está fuera de discusión, en cambio, es el buen gusto con que se ha realizado la selección de los poetas y de sus poemas. Son los que ha escogido el antologista con criterios muy personales, pero no equívocos. ¿Faltan otros? Desde luego que faltan muchos, como lo reconoce el propio La Hoz, cuyo libro también es una invitación a proseguir la tarea de volar por los cielos desconocidos de nuestro parnaso al rescate de otras deslumbrantes aves raras.
Por todas estas razones el libro que comentamos no sólo se justifica, sino que se hace necesario. Es parte de esa imprescindible revisión del proscenio poético peruano –reconocido como uno de los más valiosos de la lengua castellana–, pero por ahora todavía superpoblado no de aves raras, sino de aves de carroña, por obra de ciertas hegemónicas e impunes aves de rapiña.
Pagina Cultural. Diario Expreso, sábado, 02 de junio de 2007.
http://www.expreso.com.pe/edicion/index.php?option=com_content&task=view&id=2946&Itemid=37