junio 28, 2007

EL ZORRO DE DON NICOLAS/ UN CUENTO DE ARMANDO ARTEAGA



EL ZORRO DE DON NICOLAS
 
Por Armando Arteaga






Alguna vez estuve en Vito.
Un comunero llamado Telesforo Choquehuamaní Llacta me contó esta historia de cómo un zorro traído de Marccacca entabló una rara amistad con Don Nicolás Yucra Chaquere.
Al zorro lo habían encontrado chiquito por la peñolería del camino a Imalla Pata.
-Ven, zorrito, vamonos a mi casa- le dijo el comunero Telesforo. Y se lo llevó abrazado, y era querido el zorrito por su trompita y sus orejas paradas.
El zorrito se hizo zorro, y hubo que meterlo en una jaula para que no se escapara. Y al zorro le decían Telesforo.

Por esos días regresó a la comunidad de Vito (Antabamba), Don Nicolás Yucra. Venía viejo, renegado y sin mujer.

Se instaló en la casa de su padre que había abandonado desde que su madre murió por la impresión de aquel terremoto lejano que destruyó todo el pueblo. La casa estaba intacta, pero con las paredes cuarteadas. Esa casa nadie la había vuelto abrir, una “percca” había clausurado para siempre la puerta, hasta que rejonguñando Don Nicolás la tiró abajo.
-Aquí voy a volver a vivir- avisó al prioste de la Iglesia San Pedro de Vito, al carpintero Inocencio Félix Ana María que guardaba celosamente la llave del candado grande y antiguo del portón de guarango que solo se abría en las fiestas.
-Bueno será que hayas regresado. Vive allí nomás -dijo también Cecilio Zela Villavicencio, varayoc, juez de aguas, cantor de huaylías, y muy acomedido en las herranzas-.
-Molle qulli patachapi, qulli sara mote cutucucha- dando vivas, excalmó Faustino Gaspar Arone, el capataz de las kaswas y convidado de las taurinas-. Se emborracharon varios comuneros ese día para festejar la buena llegada del retornante.

Pronto Don Nicolás escogió mujer joven y nueva que tomó por esposa, era una mozalbete bonita de Kepanza, le regaló tres caballos, dos vacas y cinco gallinas, era un fortunón todo ese dote.
Llegó Don Nicolás y tumbó las piedras viejas, les contaba. Y nuevamente esa casa volvía a ser de vida recta y cristiana. Nunca más los murciélagos volverían a posar invernales sus uñas en el ichu seco y las tejas rojas de su casa vieja y oscura.

Se le veía al viejo Nicolás muy contento dando vueltas raras en la sala de su casa inaugurada. Y hasta tocaba el arpa con un viejo violinista de Silco que lo visitaba.
Y su mujer le cocinaba. Era un prodigio la vida, profusa y profética, para el vejete.
-Este zorro se lo voy a dar a Don Nicolás- dijo el comunero Telesforo. Entre astutos se comprenderán.

El zorro empezó a vivir con Don Nicolás: Y en el pueblo de Vito había pobreza, siempre ha costado allí mucho la pobreza. Pero ahora, esta vez, la pobreza era fuerte y doblegaba a los hombres de carácter, a cualquiera.

Don Nicolás era un viejo duro, tenía su propia manera de ser.
-No voy a morirme de hambre en este pueblo- dijo.
Se fue al corral y buscó al zorro. Lo sacó de su encierro.
-¿Tú, también te mueres de hambre, zorro, hombre, Telesforo?.
Don Nicolás lo miró a los ojos al zorrito. Tienes que ir a robar comida –le dijo-.
Primero el zorro no quiso ir. Me pueden matar, reclamó, los hombres de esta comunidad son buenos cazadores. He visto como atrapan a las viscachas, hasta los niños se regodean con el añaz, matándolo.
-No voy a ir- dijo el zorro.
-No seas zonzo- le respondió Don Nicolás. Te vas a morir de hambre, y no te voy a defender, ni ayudar. Te voy a botar de la casa. Morirás.

Hasta que el zorro se convenció.
Para empezar, le dijo Don Nicolás, vas a robar gallina.
-Trae una gallina- le dijo Don Nicolás, mientras le abría la jaula.
El zorro se fue por las casas de los vecinos nomás y trajo una gallina suculenta.
Para entonces, el zorro vino hasta el corral con la gallina. Era una gallina negra entre sus dientes, y él dijo a Don Nicolás: ahora sí, pero quiero que hagas gallina frita, no como carne cruda de gallina.
Y don Nicolás mandó a preparar a su mujer gallina frita, y el zorro comió y se quedó dormido –nuevamente- en su jaula.

Pasaron los días y había hambre en el pueblo, y Don Nicolás le dijo al zorro:
-Anda, trae carnero.
Y el zorro se fue por los corrales de Huaquirca y trajo carnero.
El zorro le dijo a Don Nicolás: prepara carnero al palo.
Y el zorro y el hombre comieron carnero al palo rociada con cerveza.
Y el hambre seguía rondando en el pueblo de Vito: No había ni qué comer, los carnavales y las fiestas del Patrón Santiago, San Nicolás, y San Marcos, ya no eran fiestas sino tristezas, ni los chihuacos llegaban a sus ramas viteñas para alegrar las costumbres añejas de los arrieros y los chacareros. Era para ponerse a llorar.
-Anda, zorrito, anda, Telesforo, trae vaca.
Y el zorro trajo vaca. Y comieron vaca. Y después trajo llama, y comieron llama.

Hasta que un día se cansaron de tanto comer. Don Nicolás estaba harto de comer vaca frita, charqui de llama con olluco, charqui con papas y queso.
Pero, el viejo Don Nicolás estaba loco y harto de comer, solo hablaba con el zorro, y el pueblo de Vito estaba preocupado porque un zorro o un puma robaba de noche sus gallinas, sus carneros, sus vacas, sus cuches, sus llamas, y hasta sus cuyes, ya no quedaba ganado para robar en este pueblo de Vito, y el zorro se había ido a robar por Sabayno y Mollebamba, hasta por Pampamarka lo habían visto al zorro. 

El abigeato había llegado con fuerza a estos pueblos de Apurímac.
El viejo Nicolás arrebatado, le dijo –entonces- al zorro:
-Ya no quiero comer ave de corral. Quiero comer mujer.
-Anda, zorrito, tráeme mujer. No ves que soy viudo y acongojado.

Pero ya no, el zorro no le hizo caso, una vez que Don Nicolás lo dejó libre de la jaula para que vaya por las punas buscando mujer, y el zorro ni loco que estuviese.
Ya no regresó más, se perdió por las punas frías de Laymiña y Caskañe... Algunos comuneros en las faenas de siembra y en variadas veladas de creencias rutinarias del “cargado del palo” hablan por hablar, todos dicen haber visto al zorro yéndose muy contento con la mujer joven de Don Nicolás.
-Por eso el viejo vive solo, y medio loco.
Siempre habla de querer matar al zorro, y de querer comer carne frita de mujer con ají.



(Inèdito, del Libro "Los pobres diablos")