LOS MUROS DEL MAYO FRANCÉS
'La poesía está en la calle'
‘Cuánto más hago la revolución más ganas tengo de hacer el amor’
‘Prohibido prohibir’
‘Seamos realistas pidamos lo imposible’
‘La imaginación al poder’
‘Hagamos el amor y no la guerra’
MEMORIA DEL SOLO
MAYO DEL 68
Por Armando Arteaga
1
Se cumplen 43 años del mayo francés de las barricadas estudiantiles. En ese Mayo del 68, los estudiantes universitarios pusieron al sistema de cabeza, alcanzaron el poder: la poesía de la calle, y la sorprendente universalidad y protagonismo de cambiar las cosas de abajo para arriba. Tres estudiantes impulsaron el descontento estudiantil que terminó en la propuesta de la “universidad critica”. Tenemos derecho a “criticar” todo.
Tres estudiantes fueron los líderes indiscutibles. Daniel Cohn-Bendit (principal cabecilla del estallido), los estudiantes de entonces lo llamaban Dany “El Rojo”. No necesariamente porque tenia su corazoncito bolchevique, sino porque era un “chato” gordete y pelirrojo, vedette del primero de mayo parisiense, agitador y orador nato, ciento por ciento: actor y promotor de la movida estudiantil, el antiestablisment: que con rapidez de tornado arrasaron las viejas y caducas estructuras sociales y académicas que dormitaban en los claustros de la Sorbona. Alain Geismar, atrevido y presuroso muchacho que citaba a Marx, a Lenin y a Mao, lo mismo que a Montaigne, a Rousseau, y a Malraux. Y, el bello Jacques Sauvageot, que parecía un personaje salido de un filme de la nouvelle-vague y dirigente de la “Unión Nacional de Estudiantes de Francia”.
Dany "El Rojo".
Después de Mayo del 68 el mundo fue otro. La revuelta estudiantil empezó en Nanterre cuando Pierre Grappin, decano de la universidad-satélite de la Sorbona, decidió suspender dictatoríamente un cambio curricular de las asignaturas que había promovido Cohn-Bendit, el movimiento estudiantil monto en cólera, peor si el rectorado les negó poder organizar una jornada antiimperialista en apoyo a la revuelta de los estudiante berlineses. Se armó el tole-tole en Nanterre, donde friccionaron las dos tendencias enfrentadas: los pretorianos de Cohn-Bendit de una lado y del otro extremo: los agitadores derechistas del grupo “Occident”. Cohn-Bendit, venía activando varios mesas creando las condiciones para la protesta, la huelga de clases, criticando y ridiculizando las normas acartonadas, se discutía entonces hasta la separación de sexos en las residencias estudiantiles.
Los estudiantes universitarios, estaban metidos en una camisa de fuerza conservadora, se les trataba con infantes de escuela de inicial, tenían pocos derechos y muchas obligaciones, y pocas facilidades para la actividad laboral que les esperaba al egresar. Las aulas universitarias francesas estaba saturadas, los profesores eran “mandarines” de cierto absolutismo intelectual y decadente academismo. Había un ambiente represivo y conservador que los estudiantes enfrentaron, hasta con revalorización del ocio creativo: hacer arte, hacer lo que les de la gana, hasta enseñar -para atarantar y espantar burgueses- manuales del abece de los cócteles Molotov, y la trastienda del camarada Máuser, era todo para reírse, a tal gusto que era ya casi un rito a lo Groucho Marx, un gag, toda esta pantomima de pañuelo” puschista”. La verdad de las cosas, que ante un ambiente represivo y conservador, empezó a imponerse una manera anárquica de mirar la vida, había que jugar con la imaginación para cambiar las rígidas normas de los conservadores docentes que inflaban su mediocridad académica.
2
En Mayo del 68 en Lima, yo era un estudiante del colegio no terminaba la secundaria todavía. Mientras estaba en el colegio me estaba preparando en la academia de la ACUNI para ingresar a la Facultad de Arquitectura de la UNI. Mis amigos me decían “pichón” y le entrabamos al rock.
El ambiente andaba de revueltas también por acá en las tres veces coronada villa. La derrota de las guerrillas del 65 con la muerte de Luís de la Puente Uceda, Guillermo Lobaton y Máximo Velando del MIR, dejaban una sensación incierta para cualquier expectativa insurreccional del movimiento popular. Hugo Blanco, dirigente trotskista del FIR y Héctor Béjar del ELN, estaban presos en el Frontón, liberados más tarde por amnistía del gobierno nasserista de Velasco. Años después cuando ya ingresé a la universidad conocí a Jacqueline Lobaton, la viuda del guerrillero, que era francesa, de la que hace un tangencial y recatado perfil de ella Vargas Llosa en su novela “Las travesuras de la niña mala”. Algunas tardes desde de los inicios de los setenta hasta que se tuvo que ir del país, nos encontrábamos con esta enigmática mujer para conversar, largo y tendido, acerca de cotidianidades políticas en el Café Versalles de los portales de la Plaza San Martin, al costado de una estupenda tienda de libros en francés.
En los patios de la UNI, se habían realizaban sendos homenajes, en festividades de octubre: la conferencia y visita militante de García Márquez y Vargas Llosa (hoy, dos nobeles latinoamericanos) en el patio de Arquitectura avistando los aportes ya consolidados del boom literario, ambiente muy bien visualizado por Emir Rodríguez Monegal en su libro “El boom de la novela latinoamericana” (Editorial Tiempo Nuevo, 3ra. Edición. Caracas, 1962, pág. 14):
“Por eso olvidándose de los rocambolescos excesos de quienes sólo ven la mano de la CIA, o del Vaticano, o de Moscú, o de la Casa de las Américas, o de la Academia Sueca, o del British Council, detrás de cada premio, de cada edición, de cada traducción, hay algo importante: a partir de la Segunda Guerra Mundial, una nueva generación de lectores aparecen en América Latina y determinan el primer “boom” de la novela latinoamericana”.
La muerte del Che Guevara en octubre del 67 en Bolivia fue otro trauma para la izquierda latinoamericana que pregonaba la teoría del foco, terquedad donde se inmolaron Mariguella, Santucho, Enríquez, y otros teóricos de la guerrilla urbana; se viven ya desde entonces los estertores de la Revolución Cultural China desde donde nació la biblia maoísta “El libro Rojo” y un recetario para manejar el arte y la cultura: “El Foro de Yenan”, documento que más tarde reivindicaría el grupo “Narración”, ver sus dos números de la revista del mismo nombre; irrumpe Marcuse como un nuevo gurú de la protesta juvenil; Víctor Jara aparece como un respetado canto-autor a partir del triunfo de Allende, y más tarde se daría el golpe fascista de Pinochet; la revolución cubana con Fidel, y el movimiento hippie del poder de las flores en USA., luego de la derrota del imperialismo en Vietnam.
Los acontecimientos de París en Mayo del 68 definieron muchas expectativas del movimiento estudiantil peruano post-Mayo del 68, recuerdo en esa efervescencia, una espectacular marcha estudiantil hacia la Plaza San Martín donde convergieron estudiantes de San Marcos, La UNI, La Agraria, La Católica, la Cantuta, donde renunció públicamente: a Acción Popular, el historiador Juan José Vega, a pedido de la asamblea de plazoleta estudiantil. El historiador Juan José Vega, había sido alcalde de Miraflores, y varias veces le pregunte, personalmente, acerca de este episodio, años después, cuando fuimos amigos (con Juan José Vega), acerca de este episodio político y coyuntural, como una catarsis, al que yo dimensionaba como algo épico. Los líderes seguían a la masa “sine die”, en vivo y en directo. Eso era Mayo del 68. Estaba: Prohibido Prohibir.
Todo el mundo hablaba de cierto compromiso. ¿Qué es la literatura?” se pregunta Jean Paul Sartre en su libro del mismo nombre (Editorial Losada, Buenos Aires, 1967): “Si quiere usted comprometerse, ¿qué espera para inscribirse en el Partido Comunista?”. “Un pobre de espíritu me llama cabeza dura, lo que es sin duda para él el peor de los insultos: un autor que se arrastró penosamente de una guerra a otra y cuyo nombre despierta a veces lánguidos recuerdos: los viejos se reprochan el no cuidarse de la inmortalidad: sabe a dios gracias, de muchas gentes honradas que ponen en la inmortalidad su mayor esperanza. A los ojos de un foliculario norteamericano, mi falla es que no he leído nunca a Bergson ni a Freud; en cuanto a Flautera, que no se comprometió, parece que me obsesiona como un remordimiento”.
El existencialismo sartreano daba motivos sólidos para experimentar los cimientos de la protesta juvenil, a pesar de que algunos estudiantes llamaron “viejo podrido” a Sartre, y el habló en un mitin estudiantil como “viejo podrido” parado en una cajón de frutas, y más tarde rechazó también el premio Nobel. Sartre inmortalizo sus palabras: “La literatura es inconformismo, literatura es evasión, es compromiso, es ansia de inmortalidades”. Lo cierto es que el viejo Sartre fue - en algo- un provocador e inspirador proteico del espíritu inconforme de Mayo del 68.
Es mejor y conveniente preguntar de estas cosas del “compromiso” del escritor a nuestro amigo el poeta Leoncio Bueno, quien unió poesía y militancia política en su propio accionar, aunque él venía de las canteras del movimiento obrero. Hace un par de años tuve que presentarlo en un homenaje que le hizo la Facultad de Arquitectura de la UNI por su itinerario de escritor comprometido donde recordamos con los estudiantes el compromiso asumido de darle voz poética a los primeros migrantes de barriadas en su libro: Invasión Poderosa.
Yo pienso que siempre todo escritor aspira a diagnosticar la realidad que aborda, de acuerdo a su concepción del mundo. Lo que le interesa es tratar de comprender las leyes que rigen lo social y presentar las emociones de su creatividad. Mayo del 68 ayudó a comprender al devenir de la literatura como actividad ideológica del hombre que conoce la realidad en una situación histórica determinada. Ese fue para mí, sobre todo, el mensaje de la revuelta estudiantil de Mayo del 68.