MEDITACIÓN DE J.A. PALACIOS EN LEIPNITZ (O EN LEIBNIZ) / Armando Arteaga
Hace dos años y en este invierno
en mi recuerdo,
ese invierno más puto y en el viejo edificio
de los estudiantes
con las citas de Trosky en las paredes y Eliécer
que llegaba tarde por las noches metiendo lío y no
de otra manera, amigo Karl
cada vez era más difícil conversar con Ud. de política
y no era para menos, sólo
se animaba al escuchar esos blues de Charlie Parker
o con una buena remesa de pisco sour, y fué así
ahora lo comprendo, y es que Ud. estaba extenuado de tanta miseria.
Creo que para entonces era cuando Ud. se decidía
por algo
-y tocaba mi puerta-
y no lo olvido, en la entrada
con su terno color marrón oscuro
y sus ojos negros mirándome sorprendido
cuando yo le leía unos versos de Michaux o Ungaretti.
Hasta que de repente nos invadía un silencio de telarañas
Y todo era como los axolotl en el acuario.
Y entonces
salíamos de la ciudad de psyché a caminar
porque a estas alturas ya se nos había terminado la
cajetilla
de ducales,
Y Ud., amigo Karl, era
“como la sombra de algo raro
con las manos en los bolsillos y su chalina matosa”
acompañándome por estas calles frías
bajo el puente del Rímac
lo veo y lo recuerdo, porque hay una plazuela
aquí, un grifo de kerosén, un riel, un zaguán
un andamio allá, un acopio de ladrillos
de maderas y de objetos que serpean
y más lejos aún
cuando a veces terminábamos en un bar de Cinco Esquinas
equivalentes porque queríamos llegar a un mismo paraje
con nuestras verdades, etcétera...