LIBROS
COLINA CRUZ Y LA COMEDIA HUMANA RURAL
COLINA CRUZ Y LA COMEDIA HUMANA RURAL
Escribe: Alfonso Torres Valdivia
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Teófilo Gutiérrez, Colina Cruz, Hipocampo Editores, Lima 2009.
Después de Tiempos de Colambo (Sanval, 1996) Gutiérrez nos entrega un nuevo libro de cuentos. La temática presentada en su primer trabajo literario, la comedia humana rural, esta vez es ampliada con la superstición, la intolerancia y la violencia subversiva instaurada en la sierra norte del Perú. Las diez historias presentadas logran atraer nuestra atención, porque el narrador adopta el punto de vista de un poblador. Su lenguaje y sus vividas descripciones nos obligan a realizar una cautelosa traducción. Cada historia de Colina Cruz tiene un narrador distinto y si algo los homogeniza es el humor que en este caso suele ser negro. Ese es uno de los aciertos de Gutiérrez. El narrador no se sitúa más allá de sus personajes sino que participa en la historia, adopta un tono expiatorio y ante la intolerancia aldeana, su respuesta es darle un aire cómico a lo narrado.
Hay cuentos como El desconocido donde el narrador, personaje femenino, nos cuenta la historia como si careciera de sentimientos maternales; esa voz recuerda un hecho pero el tono con que cuenta la historia destila brutalidad, desconfianza hacia todo aquello que viene de afuera y puede subvertir el orden impuesto por ellos. En el plano humano el cuento se hubiera enriquecido si el narrador nos revelara si ese personaje es progenitora, carece de vástagos o si sufrió una desilusión.
En la mayoría de los cuentos, la intervención del autor como narrador se hace sutilmente con un estilo popular citadino para no romper el tono. Lo interesante del trabajo de Gutiérrez es que su visión no es, como en el caso del indianismo, la voz de un extraño, sino la de un poblador perspicaz que nos da una visión de su mundo desde adentro sin necesidad de traducir sentimientos ni fobias. La forma como humaniza la naturaleza, a quien describe como un ser omnívoro, es otro logro de Gutiérrez. En contraposición la descripción de sus personajes no es muy amable y los presenta como tipos toscos e ignorantes. Para ellos, el narrador les reserva la comedia humana. Incapaces de llegar al drama, su historia es patética. Solo en los: Jazmines en el mes del Señor se logra eliminar la barrera entre comedia y tragedia. La iniciación degrada del sexo permite que el personaje se alce por encima del defecto de su propio carácter, apagado y pusilánime y saque conclusiones sobre el absurdo existencial. En Asunto lunar, Gutiérrez despliega una técnica narrativa no empleada en los otros cuentos. A través de un contrapunto nos vamos enterando de los pormenores de un hecho de sangre. La amputación de una oreja. La trama y los diálogos nos mantienen en vilo hasta el último momento. Es el cuento más logrado, porque funde personajes, tema y espacio mediante una técnica experimental no novedosa pero si bien tratada.
Podemos afirmar que el valor estético del libro de cuentos Colina Cruz depende en gran manera de su comicidad y del tono carnavalesco en general que se establece desde los primeros relatos. El narrador, al burlarse de la lucha armada nos da una explicación resumida del fracaso de ese movimiento subversivo, incapaz de calar en el pueblo, que a una distancia prudencial de los hechos parece sufrir de amnesia cuando se la interroga sobre los enfrentamientos pasados. El tono y ese ritmo musical, sumamente hábil, que recoge el dialecto de Guaranguillo, tienen como soporte los vocablos y las ingeniosas imágenes, muchas de las cuales tienen connotaciones sexuales. Colina Cruz es una incursión en un mundo cerrado a punto de explotar, refleja no solo los sueños y pesadillas, sino los recursos técnicos de Teófilo Gutiérrez, narrador nacido en la sierra norte del Perú.
Alfonso Torres Valdivia
Lima, noviembre de 2011