Consideraciones para una mejor apreciación de la ficción fantástica
José Donayre Hoefken
1. La ficción es uno de los inventos más sofisticados y antiguos de la humanidad. Es un mecanismo que nos permite plantear sucesos y personajes imaginarios, siguiendo lógicas y posibilidades combinadas que crean diversas reacciones, efectos y dinámicas. Una de las más resaltantes es la verosimilitud.
2. La verosimilitud es el efecto ficcional que permite percibir un entramado con apariencia de verdadero, es decir, creíble por no ofrecer supuestamente carácter alguno de falsedad. Pero esta es solo un efecto percibido, pues hablamos en estricto de algo «similar a la verdad».
3. La ficción no es exclusiva del arte ni de la creación literaria. Además, la ficción es una invención, una fantasía, un mito, una leyenda, una fábula, una quimera, un producto de la imaginación no necesariamente narrativo. Hay también descripciones y exposiciones ficticias.
4. Toda obra literaria es ficción, incluso la denominada literatura de no ficción, que es una invención de las áreas de marketing de la industria editorial. Pero no toda ficción es literatura, como lo demuestran muchas portadas de diarios sensacionalistas o un chiste bien relatado.
5. Las historias inventadas compiten en verosimilitud con la ciencia llamada Historia. El arte está en que el engaño no se note, para crear mejores efectos y más emociones vinculantes con el lector.
6. Hay tres tipos de ficción: realista, fantástica y maravillosa. Quizás hayan otras, pero lo más probable es que sean inventos perversos, propuestas erróneas, herejías en torno a los misterios de la escritura creativa. La ficción realista es la posibilidad literaria de presentar lo posible como perfectamente posible. La ficción fantástica es la perspectiva literaria de ofrecer lo imposible como lógicamente posible. La ficción maravillosa es la oportunidad literaria de mostrar lo imposible como obviamente imposible. La combinación de estas y sus exclusiones dan variantes o subtipos de ficción que gozan consuetudinariamente del estatus de género, como el realismo maravilloso, la ciencia ficción o la ficción insólita.
7. Se confunde lo real con el realismo. Se suele pensar que la ficción realista es la realidad misma, es decir, una verdad o evidencia analizable como expresión no inventada. Pero esto es simplemente una fantasía, una ficción sobre una ficción, un mito urbano o, más bien, académico, muy cultivado sobre todo por científicos sociales que no terminan de comprender el sentido de la literatura ni, muchos menos, los alcances y laberintos de la ficción.
8. Es común pensar que la ficción realista es menos fantasiosa que la ficción fantástica o maravillosa y, por tanto, más valiosa, válida o útil para entender, conocer o interpretar el mundo. Lo cierto es que en este asunto no hay cuotas, porcentajes ni proporciones entre lo cierto (lo real) y la ficción (lo inventado). Un grano de ficción en un proyecto de escritura es suficiente para convertir el todo en la parte agregada. Y nadie tiene derecho a reclamar sobre esta maravillosa transformación inventada hace milenios, en una caverna, alrededor de una hoguera. En este negocio no hay libros de reclamaciones.
9. Está muy difundido, sobre la base de las ideas anteriores, que las obras literarias válidas y serias son las ficciones realistas porque denotan un mayor compromiso o acercamiento con lo real y, por tanto, con lo social. Nada más falso o ficticio. La ficción realista es tan fantasiosa como la ficción fantástica o maravillosa. Una u otra miente o representa o recrea la realidad en el mismo grado, intensidad o límite.
10. Hacer ficción es, en esencia, mentir. Insisto y preciso: hacer ficción realista, fantástica o maravillosa es, con absoluta certeza académica y artística, mentir. Pero la mentira que implica no contradice ni contraviene ni desmerece la llamada verdad literaria que anhela, subyace o promueve toda ficción.
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