LA MUERTE EN PRAGA Y OTROS RELATOS DE GUERRA
Por Armando Arteaga
El tremendismo por lo fantástico
de Rafael A. Miranda es una tradición literaria que viene desde Clemente Palma, mueve sus
demonios hacia un “revisionismo” histórico por volver a poner en vitrina a
personajes destacados en las enciclopedias sobre la segunda guerra mundial, que
es el “background” narrativo de un niño-adolescente, que cuenta a su manera las “historias” de todo
lo que recuerda, recorren sus fantasmas sobre pantallas imaginarias (como en
las películas de cine negro): sus obsesiones más crudas, por los temas nazis,
tal parece le hubiese gustado ser un
“autor infame”, digno para ser incluido en la famosa antología “La literatura
nazi en América” de Roberto Bolaño, para llamar la atención de cierta critica
formal literaria en tiempos de la “guerra fría”, aunque al final, sus relatos
se vuelven atentas miradas también hacia el tema de los acontecimientos del
auge “bolchevique”.
A
Rafael A. Miranda le encanta espantar a los burgueses, abomina en
realidad de los totalitarismos sin nombre, se mete en carne y hueso en cada uno
de sus personajes por más que estos sean
inventados de la pura “ficción”. ¿Acaso la ficción no es una realidad tan
inmediata delante de nuestras narices, o acaso la realidad más allá de nuestras
narices no tiene casi todo de ficción?
Adolfo Bioy Casares refiriéndose a las fantasías metafísicas, y eso sucede
siempre en los relatos de Rafael A. Miranda: “Aquí lo fantástico está, más que
en los hechos, en el razonamiento”. Nuestro narrador de “Muerte en Praga y
otros relatos de guerra” es en verdad un gran conocedor de todos los elementos sustanciales del género
literario narrativo llamado “literatura fantástica”, como si la otra literatura
que viene del realismo más puro, no fuera, por decir, a todas luces, elaborada
de la fantasía de un autor.
Son ocho excelentes relatos que
van llevándonos de tal manera por el aparente “horror” nazi, donde los
personajes son seres “reales” de historias del nazismo que se van mezclando con
sucesos fantásticos, que en realidad nos van mostrando si “historicismo” formal
que se va transformado en un “histerismo” banal, que pasa por su discordia
política y llega a su desborde criminal.
En “Juego de juguetes”: “La muerte baile y ríe en el corazón de los
hombres”. La vida resulta solo un “juego” donde todos juegan menos el escritor
que cuentas las cosas que suceden, se supone, en la vida. La vida va en viaje
desde el narcicismo infantil hasta la decrepitud inútil de la vejez, porque
antes sus personajes ofrecen el crimen, la intriga, la eliminación del
adversario, todo en un mundo donde “ficción” y “realidad” se dan la mano: “Es
la lucha de la muerte con la muerte por el triunfo de la vida”.
Todo se sintetiza en realidad.
Los hombres desde muy niños juegan a la guerra, viven permanente en guerra,
matan y mueren en la guerra. La muerte tiene esa fuerza fanática y destructiva en
la historia de la humanidad, en los sucesos aun intrascendentes de los
regímenes totalitarios, en la pasión amorosa, en la vida familiar, en el tiempo
muerto de las cosas. Donde la muerte juega con la muerte. Donde lo incierto es lo único que nos
espera. “Muerte en Praga” que es el
relato que le da nombre al libro, reseña a la ciudad de Praga como “un cuerpo
con años que camina por la historia”.
Una ciudad sitiada donde la muerte ronda infinitamente.
La mutación de un personaje real
en otro imaginado ya sea a través del sueño o el recuerdo es un artificio
siempre valido en los relatos fantásticos, Rafael A. Miranda hace uso de este
recurso literario a menudo, un acontecimiento se trueca de lo real a lo fantástico,
administra bien el “raconto” y otras técnicas: la sorpresa del argumento, en
fin, que mezclando con los diálogos.
Sabe contar, toma de referencia siempre la historia, las crónicas de
guerras, el documental periodístico, y la metamorfosis de los personajes para
explicar mejor la intervención de un ser o de un hecho sobrenatural.
En “Años luz” la narrativa se
torna hacia la ciencia-ficción, des-construye
algunos de los acontecimientos históricos que conmovieron al mundo sin
orden alternativo con el tiempo: la revolución francesa, la revolución rusa,
César Vallejo conversando con Hemingway en un encuentro de escritores
antifascistas, y retrocede hasta el año 33 la crucifixión de Cristo. En este
viaje, el tiempo y el espacio se diluyen todo va hasta una distancia etérea:
“Cinco mil millones de años luz”. La
historia de la “Odisea del Espacio” como
un viaje eficaz, hacia atrás, y hacia adelante. No importa el tiempo lineal y
físico. El pasado se abre fascinante
tanto como el futuro. La historia de la humanidad es protagonista principal a
través de un viaje como si una moviola cinematográfica y cibernética avanzara y
retrocediera en imágenes. La evolución
de la humanidad como tema “fantástico”, es ya una realidad ahora mirar desde
una sala de operaciones de una clínica la entraña anatómica del universo
humano. Es real, ver el palpitar zigzagueante en un monitor de tu propio
corazón, antes del final, de un rápido electroshock. Volando en un carro, como en el cine mudo de
Melies, su “viaje a la luna”.
En los tres últimos relatos:
“Stalingrado el poder de la voluntad”, “La tercera guerra mundial”, y
“Holocausto”, obtiene con mayor destreza su propia objetividad frente a la
historia de la humanidad en tiempos de guerra, su perspectiva narrativa sega el
tema nazi y alterna el desencaminado tema “bolchevique” dando mayor redondez a
su esfera narrativa: el totalitarismo histórico. Rafael A. Miranda, es por supuesto un
narrador dialéctico, que de “informe”
narrativo a infierno vivido, nos
recuerda las torpezas y locuras de la
humanidad: visión nietzscheana y foucaultiana.
La historia como una encuesta de
sucesos. Y la música de Mozart como un
destello de fondo perfecto.