junio 16, 2018

LA MUERTE EN PRAGA Y OTROS RELATOS DE GUERRA / Armando Arteaga


LA MUERTE EN PRAGA Y OTROS RELATOS DE GUERRA

Por Armando Arteaga



El tremendismo por lo fantástico de Rafael A. Miranda es una tradición literaria que  viene desde Clemente Palma, mueve sus demonios hacia un “revisionismo” histórico por volver a poner en vitrina a personajes destacados en las enciclopedias sobre la segunda guerra mundial, que es el “background” narrativo de un niño-adolescente,  que cuenta a su manera las “historias” de todo lo que recuerda, recorren sus fantasmas sobre pantallas imaginarias (como en las películas de cine negro): sus obsesiones más crudas, por los temas nazis, tal parece le hubiese gustado  ser un “autor infame”, digno para ser incluido en la famosa antología “La literatura nazi en América” de Roberto Bolaño, para llamar la atención de cierta critica formal literaria en tiempos de la “guerra fría”, aunque al final, sus relatos se vuelven atentas miradas también hacia el tema de los acontecimientos del auge  “bolchevique”.
A  Rafael A. Miranda le encanta espantar a los burgueses, abomina en realidad de los totalitarismos sin nombre, se mete en carne y hueso en cada uno de sus personajes  por más que estos sean inventados de la pura “ficción”. ¿Acaso la ficción no es una realidad tan inmediata delante de nuestras narices, o acaso la realidad más allá de nuestras narices  no tiene casi todo de ficción? Adolfo Bioy Casares refiriéndose a las fantasías metafísicas, y eso sucede siempre en los relatos de Rafael A. Miranda: “Aquí lo fantástico está, más que en los hechos, en el razonamiento”. Nuestro narrador de “Muerte en Praga y otros relatos de guerra” es en verdad un gran conocedor  de todos los elementos sustanciales del género literario narrativo llamado “literatura fantástica”, como si la otra literatura que viene del realismo más puro, no fuera, por decir, a todas luces, elaborada de la fantasía de un autor.
Son ocho excelentes relatos que van llevándonos de tal manera por el aparente “horror” nazi, donde los personajes son seres “reales” de historias del nazismo que se van mezclando con sucesos fantásticos, que en realidad nos van mostrando si “historicismo” formal que se va transformado en un “histerismo” banal, que pasa por su discordia política y llega a su desborde criminal.  En “Juego de juguetes”: “La muerte baile y ríe en el corazón de los hombres”. La vida resulta solo un “juego” donde todos juegan menos el escritor que cuentas las cosas que suceden, se supone, en la vida. La vida va en viaje desde el narcicismo infantil hasta la decrepitud inútil de la vejez, porque antes sus personajes ofrecen el crimen, la intriga, la eliminación del adversario, todo en un mundo donde “ficción” y “realidad” se dan la mano: “Es la lucha de la muerte con la muerte por el triunfo de la vida”. 
Todo se sintetiza en realidad. Los hombres desde muy niños juegan a la guerra, viven permanente en guerra, matan y mueren en la guerra. La muerte tiene esa fuerza fanática y destructiva en la historia de la humanidad, en los sucesos aun intrascendentes de los regímenes totalitarios, en la pasión amorosa, en la vida familiar, en el tiempo muerto de las cosas. Donde la muerte juega con la muerte.  Donde lo incierto es lo único que nos espera.  “Muerte en Praga” que es el relato que le da nombre al libro, reseña a la ciudad de Praga como “un cuerpo con años que camina por la historia”.  Una ciudad sitiada donde la muerte ronda infinitamente.
La mutación de un personaje real en otro imaginado ya sea a través del sueño o el recuerdo es un artificio siempre valido en los relatos fantásticos, Rafael A. Miranda hace uso de este recurso literario a menudo, un acontecimiento se trueca de lo real a lo fantástico, administra bien el “raconto” y otras técnicas: la sorpresa del argumento, en fin, que mezclando con los diálogos.  Sabe contar, toma de referencia siempre la historia, las crónicas de guerras, el documental periodístico, y la metamorfosis de los personajes para explicar mejor la intervención de un ser o de un hecho sobrenatural.
En “Años luz” la narrativa se torna hacia la ciencia-ficción, des-construye  algunos de los acontecimientos históricos que conmovieron al mundo sin orden alternativo con el tiempo: la revolución francesa, la revolución rusa, César Vallejo conversando con Hemingway en un encuentro de escritores antifascistas, y retrocede hasta el año 33 la crucifixión de Cristo. En este viaje, el tiempo y el espacio se diluyen todo va hasta una distancia etérea: “Cinco mil millones de años luz”.  La historia de la “Odisea  del Espacio” como un viaje eficaz, hacia atrás, y hacia adelante. No importa el tiempo lineal y físico.  El pasado se abre fascinante tanto como el futuro. La historia de la humanidad es protagonista principal a través de un viaje como si una moviola cinematográfica y cibernética avanzara y retrocediera en imágenes.  La evolución de la humanidad como tema “fantástico”, es ya una realidad ahora mirar desde una sala de operaciones de una clínica la entraña anatómica del universo humano. Es real, ver el palpitar zigzagueante en un monitor de tu propio corazón, antes del final, de un rápido electroshock.  Volando en un carro, como en el cine mudo de Melies, su “viaje a la luna”.
En los tres últimos relatos: “Stalingrado el poder de la voluntad”, “La tercera guerra mundial”, y “Holocausto”, obtiene con mayor destreza su propia objetividad frente a la historia de la humanidad en tiempos de guerra, su perspectiva narrativa sega el tema nazi y alterna el desencaminado tema “bolchevique” dando mayor redondez a su esfera narrativa: el totalitarismo histórico.   Rafael A. Miranda, es por supuesto un narrador  dialéctico, que de “informe” narrativo   a infierno vivido, nos recuerda  las torpezas y locuras de la humanidad: visión nietzscheana y foucaultiana.   La historia como una encuesta de sucesos.  Y la música de Mozart como un destello de fondo perfecto.