Por Armando Arteaga
Dada fue una revolución. Dada fue un estado de animo. Dada estaba en contra de todo. Contra la estupidez humana.
Todo empezó por 1916, en Zurich, Tristán Tzara alzó su voz, que en realidad fue un grito, el estallido más fuerte, salvaje y divertido de todos los tiempos para la literatura y las demás “bellas artes” de occidente. Fue un buen momento para la poesía total.
Tristàn Tzara, el lider "Dada":
Todo empezó en el “Café Volta iré”, al frente del cual vivía Lenin. Allí se redactó por primera vez el “Primer Manifiesto Dada” que lo firmaron Francis Picabia, André Bretón, Marcel Duchamp y Ribemant-Dessaignes, entre otros locos e iconoclastas artistas, poetas e intelectuales. Dada fue el primer llamado de atención antes de que el surrealismo empiece a tener identidad ciudadana. Dada estaba por la destrucción total de todo lo que se había realizado hasta entonces. Dada estaba en contra del futuro, incipiente cosa que aterraba después de la guerra. ¡Dada estaba a favor de la unidad!. ¡Dada era una cochinada como todas las cosas del mundo!. ¡Nadie puede escapar al destino!. ¡Nadie puede escapar a Dada!. ¡Tan sólo Dada puede hacer a usted escapar al destino!. ¡Me debe usted: 943.50 francos!.
Hasta ahora, y desde que empezamos en los años 70, el humor destructivo de Dada era lo que nos atraía a los jóvenes de aquellos años, y aunque algunos de esos jóvenes (del 70) se han vuelto tarados, nada importa. Dada era todo un rebrote de posición irracionalista, una actitud subversiva, una pose anarquista. El activismo, la desobediencia y la insolencia de Dada pronto empezaron a empalagar a las mentes más lucidas y contemporáneas de entonces.
El primero en romper con el purismo desordenado de Dada fue Bretón. El humor destructivo y corrosivo de Dada fue integro y eficaz. Dada fue también un grito destemplado. Y desesperado.
Dada fue impetuoso y terrorista. Pero no se daba ninguna importancia. Por eso se salvó Dada como mensaje. Por eso nos queda de Dada su forma de berrinche infantil, su lado jocoso que rescatamos del “Manifiesto del señor Antipirina”. Dada se adelantó a todos nosotros, por eso fue una actitud vanguardista. Dada en 1918 ya no era solo un sueño, o una actitud irrespetuosa frente a la vida y el arte. Dada no daba para más.
Era apenas una torta de pastel reventada en la cara de cualquier espectador distraído, una burla. Por eso Tzara terminó aceptando su propia muerte: DADA NO SIGNIFICA NADA.
Fue trágico el asunto. Dada se vuelve el hazmerreír de la gente, se aburguesa, es solo un delirio, y termina por morir. La muerte de Dada estaba echada. Todas las poses no son más que eso, poses vanas y estúpidas.
Revista "Dada".
Dada dejó muchas cosas para los que han vendido después. Aparte de varios “Manifiestos” locos, modas, “collages” de palabras (o cadáveres exquisitos) que hasta ahora deslumbra el cementerio de los grandes comentarios:
¡No más borrachos!
¡No más aeroplanos!
¡No más vías urinarias!
¡Basta de enigmas!
De todas maneras: los “Siete manifiestos dadaístas” de Tristán Tzara que editó en 1972 Tusquets Editor (Barcelona), no deja de motivarnos y meternos en la vida ilógica, en la cómica independencia del disparate puro.
Manifiesto "Dada".
Aunque después vino la incólume experiencia del anti-establishment de la beat generation, el “Wow” de la guitarra de un tal Jimi Hendrix que inmortalizó otras cosas tan increíbles como los poemas de los “dada”. Llegó Hendrix y todos “aprendimos a meternos los dedos en la nariz en público” y sin vergüenza. Nada importó, todos sabemos ahora cuán cochino, inmundo, y cínico es el mundo publico.
La vida era en los setenta muy dadaísta todavía. Me da asco ver a tantos poetas muertos, a montones incrementan una montaña de barro y de excremento. Y hay uno en especial, que me da más pena todavía, ni servil oficialista ni obcecado oposicionista. Rompiendo con la razón de las cosas todos se pueden ir a buena parte.
(Del libro. “La Poesía Surrealista en el Perú”)