noviembre 11, 2012

ATUSPARIA, TODAVIA DUERME / Por Armando Arteaga



ATUSPARIA, TODAVIA DUERME

Por Armando Arteaga

 “Atusparia, todavía duerme” de Ted Stead


Tenía yo en  junio  de 1972 un incauto interés  por la legendaria figura de Pedro Pablo Atusparia, este mítico personaje líder de la sublevación de los indios del Huaraz de 1885, que era entonces: en ese momento de efervescencia nacionalista,  un icono social,  al igual que Juan Chocne, Juan Santos Atahualpa, y José Gabriel Túpac Amaru, lideres históricos de los campesinos que inspiraron desde el Taky Onkoy (en Ayacucho, en 1565),  pasando por el Movimiento de Yanahuara (en Apurímac, en 1596), el Movimiento de los Chunchos:  liderado por Apu-Inca Juan Santos en las conversiones del Gran Pajonal,  y el levantamiento de Túpac Amaru en 1780; sucesos históricos que    -por justica-  ayudaron y ocasionaron esta apertura de cambio,  para impulsar  la reforma agraria del General Velasco:  que devolvía la tierra a los campesinos y que modernizó las estructuras de la sociedad peruana y las relaciones de propiedad en el agro, liquidando para siempre el atraso socio-económico originado por el gamonalismo imperante desde la colonia y la república. 

 El libro "El Amauta Atusparia"  de Ernesto Reyna Zegarra con el que trabajé el guión para el filme de Ted Stead


La dimensión eufórica de este acontecimiento se podría sintetizar en las palabras del General Juan Velasco Alvarado,  en un discurso del 24 de Junio de 1969: “De hoy en adelante, el campesino del Perú no será más paria ni el desheredado que vivió en la pobreza, de la cuna a la tumba, y que miro impotente un porvenir igualmente sombrío para sus hijos”.

Desde 1969 hasta ese Junio del 72, había estado estudiando cinematografía  en la Academia de Cine,  con Armando Robles Godoy, allí en el tercer piso del edificio del Jirón Washington 1308.  La cosa empeoraba: no había señales de Ley de Cine,  y ya empezaba a desvanecerse mi entusiasmo por la creación del Instituto Nacional de Cine, donde un grupo de estudiantes esperábamos consolidar más aún estos estudios cinematográficos.  Pero, todo se fue al “diablo”, que era la palabra que siempre empleó Robles Godoy para resumir la situación del poco interés que producía entre las autoridades de ese momento aperturar un centro de estudios superiores para la industria cinematográfica. 

Tratando de pisar en tierra firme, empezaba -entonces- a retomar mis estudios de arquitectura cuando el mismo Robles Godoy me presentó a Ted Stead, un poeta  y director de cine amateur neoyorkino.  Un gringo viejo, y borrachoso, que había venido al Perú para filmar una película sobre Atusparia.  Ted, me escogió para hacer el guion cinematográfico, nos fuimos a Huaraz y  empecé a investigar acerca de la sublevación de los campesinos del Callejón de Huaylas. Trabajé cerca de seis meses en este proyecto Atusparia, le entregué el guión a Ted, y no supe más de él, salvo en cartas donde me contaba algunas de sus hazañas para el “underground” cinematográfico norteamericano.


Atusparia, icono popular.


 Aunque, después, hace dos años atrás, un día cualquiera  de julio, antes de fiestas patrias, se apareció en mi casa John Stead, hijo de Ted, quien  para esta visita había digitalizado el “copión” de “Atusparia, todavía duerme” realizado por su padre.  Me contó que Ted había fallecido, y que él se dedicaba a la fotografía periodística. Ver “Atusparia, todavía duerme”, fue todo un suceso alucinante, soportar el espécimen cinematográfico de Ted, donde Atusparia aparece como un indio cheroque hablando en ingles con una “unancha”  incaica  y un “tusuq” rodeado de aparentes pallas coronginas, y  teniendo como fondo sonoro y musical : una chuscada del conjunto ancashino Atusparia. De mi guion de este “entremés” apenas pude reconocer los instantes del  envenenamiento,  y además cuando Atusparia entrega a su hijo al General Cáceres para que lo eduque.  Para saltar  las lagrimas, casi cine hindú actual. Documento fílmico para el recuerdo, esperpento  que tiene una duración de 15 minutos.

La sublevación de los campesinos del Callejón de Huaylas se produjo en 1885 en Huaraz y en otras poblaciones aledañas como Carhuaz, Yungay y Aija, donde las repercusiones fueron fuertes. A la cabeza de este levantamiento de masas campesinas estuvieron  dos campesinos: Pedro Pablo Atusparia del pueblo Marián, estancia cercana de Huaraz,  y el otro,  era “Uchcu” Pedro, de Carhuaz. Una de las  causas de este levantamiento campesino fue la situación de pobreza que arrastraban desde la Colonia, y en la República, el latifundio  había conservado las mismas condiciones de extrema pobreza. Los servicios de los “tápacos”,  que es una  manera del “pongismo” de las haciendas sureñas peruanas,  se había mantenido: en la prestación de servicios a los dueños de estos fundos ancashinos,  por los que recibían en usura a cambio la utilización en  usufructo  de pequeñas parcelas pobrísimas de terreno. Otra causa, determinante, que desencadeno la furia de los campesinos fue el impuesto de dos soles por año  determinado por orden del Gobierno del General  Iglesias, teniendo en cuenta la situación en bancarrota  y la falta de fondos en el erario nacional después de la Guerra con Chile. De esta conmoción social han quedado crónicas y artículos publicados en “El Tiempo” de Huaraz por  el escritor Ladislao F. Meza.

 Atusparia, icono popular. Otra versión.

Catorce poblaciones enviaron a sus respectivas autoridades comunales a Huaraz para reclamar al Gobierno en contra del abusivo impuesto por las autoridades corruptas coludidas con el centralismo limeño.  No se les atendió y como afrenta para humillarlos ante sus representados se les cortó los cabellos que usaban estos “varayoc” en forma de largas trenzas.  Cortar sus trenzas fue un deshonor para ellos.  Vueltos a sus pueblos, instaron a sus coterráneos a sublevarse,  el 2 de Mayo de 1885 estalló la sublevación. Los campesinos cercaron y tomaron la ciudad de Huaraz, algunas autoridades huyeron, y otras fueron ajusticiadas en plazuelas y calles.  Atusparia asumió la dirección de los insurrectos y tomo el cargo de prefecto en Huaraz, trato de apaciguar los ánimos y a la vez dar una solución inmediata al impase social ocurrido: la insurrección fue reprimida a sangre y fuego, pero los campesinos resintieron,  hubo descalabro de ambos bandos en Yungay, Carhuas, Aija, y el centro del foco  subversivo fue en Huaraz.

Atusparia,  por su actitud concertadora,  fue envenenado.  “Uchcu” Pedro asumió la dirección de la insurrección.  Las primeros contingentes que el gobierno envió para reprimir la sublevación, fueron destruidas.  “Uchcu” resistió cinco meses, hasta que por traición de un indicado compadre, le tendieron una celada cuando asistía a una fiesta.  Fue llevado a Casma y fusilado detrás de una iglesia. Murió en su ley, resintiendo y sonriendo.  Luego de este fusilamiento, el gobierno envió más fuerzas represivas, los campesinos ya desorganizados y sin caudillos fueron reprimidos y vencidos.  Así terminó este episodio  de la sublevación de los indios en el Callejón de Huaylas.

Esta anécdota de “Atusparia, todavía duerme” tiene sentido contarla porque no volví a tener ninguna otra inquietud, ni siquiera literaria, acerca de Atusparia.   Salvo,  en los álgidos ochenta, tuve una conversación con Oscar Colchado. Me contó su interés por Atusparia y por “Uchcu” Pedro.  Me contó que trabajaba una novela acerca de estos personajes. 

Otro encuentro –después- con Atusparia,  ha sido cuando tuve nuevamente entre mis manos el libro “Atusparia y la revolución campesina de 1885 en Ancash” del profesor C. Augusto Alba Herrera, al que hice una nota periodista en la columna “Biblio Marka” para El Diario Marka” (Jueves 28-03-85),  que trascribo como un certero documento de este interés por seguir escudriñando acerca de nuestro personaje en mención, artículo que firme con el seudónimo de Vicente Soler:

“Acaba de aparecer en librerías la obra “Atusparia y la revolución campesina de 1885 en Ancash” del profesor C. Augusto Alba Herrera que llena ese vacio existente en torno a la figura histórica de Pedro Pablo Atusparia.

Pocos se han ocupado minuciosamente del tema que comprende la lucha de esta sublevación que Atusparia  emprendiera contra el poder, la explotación económica, la hegemonía política de los terratenientes, y los diversos abusos que el gamonalismo ancashino ejercía sobre los campesinos pobres  de ese departamento. Alba Herrera en una ardua labor de más de veinte años nos lleva por un documentado relato de los sucesos que removieron los cimientos de la sociedad peruana en la coyuntura de aquella crisis que propició el ambiente ubicado para todas las querellas y recelos posibles. Hechos como la orientación “cacerista” dentro del campesinado, así como ciertas ideas que recogían las banderas incendiarias de la Comuna de París que inspiró en parte a algunos lideres urbanos de esta rebelión, todo el clímax y el desenlace de los hechos, son explicados en la “trenza”   histórica de de estos sucesos.


 “Atusparia y la revolución campesina de 1885 en Ancash” de C. Augusto Alba Herrera

La sublevación de Atusparia se extendió como un reguero de pólvora originando la insurrección general en todo el departamento ancashino, la protesta comprometió compartimentos rurales y urbanos.  Alba Herrera nos lleva con lujo de detalles por el “pusch” de la insurrección.  Ha desempolvado partes de guerra, archivos municipales, cartas, las páginas de los periódicos pueblerinos de la época y ha realizado un levantamiento de los sucesos históricos del más real. Y,  tiene un balance de los acontecimientos de lo más objetivo.

Atusparia está pues en un perfil de alcalde de campo que se levantó contra las injusticias y dentro de las esperanzas de los pobres.  Resalta en este relato biográfico los retratos humanos de los líderes campesinos de la revolución, que tuvo como foco a los pueblos del Callejón de Huaylas y la región de Conchucos.  Allí encontramos a Atusparia y a “Uschu” Pedro en su verdadera dimensión humana, así como datos del hijo del caudillo.  También están presentados los otros personajes de la revolución indígena, con sus glorias y sus miserias: el prefecto Mosquera, el periodista e ideólogo L. F. Montestruque, las familias terratenientes y el pueblo de la resistencia minero-campesina.

Pedro Pablo Atusparia, llamado también “El Amauta”, valorado por José Carlos Mariátegui, citado y estudiado por Santiago Antúnez de Mayolo, Jorge Basadre, William Stein,  y por otros estudiosos del tema, más recientes como Ernesto Reyna y Wilfredo Kapsoli.  Consolida su figura de caudillo nuevamente en este trabajo de Alba Herrera, su dimensión histórica exacta y una difusión memoriada del significado histórico que tiene en la revolución campesina de 1885, en Ancash. No  nos olvidemos tampoco que J.R. Ribeiro ha desvelado los rasgos de Atusparia en una obra de teatro que lleva el nombre del líder campesino.

Saludamos, pues, el merito del profesor Alba Herrera, así como el de su editor Juan A. Salazar Vallejos, que han hecho posible esta pulcra edición que trae carátula y diagramación de Rudy Maguiña.  Recomendamos su lectura”.

 C. Augusto Alba Herrera y Armando Arteaga en Huari.

Me vale –ahora-  recordar, pensado en Atusparia, y en los campesinos que se inmolaron en estos gestos libertarios para modificar los extremos de la dominación oligárquica que imperó durante todos estos años de hegemonía republicana.  Estos campesinos no lucharon en vano, quisieron echar abajo los duros cimientos de la explotación feudal y capitalista en el campo. Y, Huaraz, no quedaba lejos de esta necesidad de cambiar las caducas y arcaicas formas de  vida,   que en tiempos de Atusparia,  aplastaban la convivencia humana y democrática  para una adecuada  manera de vida entre  los campesinos pobres de Ancash.

 Publicado en la revista AEPA N- 4.  Asociación de Escritores y Poetas Ancash.



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Foto de Heber Ocaña.  El libro "El Amauta Atusparia" de Ernesto Reyna, con fondo del Centro Comercial del Real Madrid.