EL XI ENCUENTRO NACIONAL DE
ESCRITORES MANUEL JESÚS BAQUERIZO
Por Jorge Rendón Vásquez
Estimados
amigos:
amigos:
De nuevo salgo a la ruta, luego de permanecer dos meses en Alemania, Francia, Italia e Israel, y la semana pasada en Cajamarca, adonde concurrí como invitado al Encuentro Nacional de Escritores a presentar mi nueva novela El oro de Atahualpa y a confraternizar con los colegas de las letras, asistentes a ese certamen.
Cuando mi esposa y yo salimos del aeropuerto de Cajamarca el 14 de
noviembre pasado al mediodía nos impresionó la fila de taxis que los pasajeros
abordaban uno tras otro según llegaban, como en los demás aeropuertos del
mundo, excepto, por supuesto, en el de Lima donde, en el más perfecto desorden,
los taxistas tratan de arrancharse a los pasajeros recelosos de la inseguridad.
En el trayecto hacia el hotel le preguntamos al taxista, un hombre de
rostro serio y sobre los cuarenta años, si se podía confiar en el agua potable.
Sólo puedo decirles —nos respondió— que escasea cada vez más y que los casos de
cáncer han aumentado, sin duda a causa de la contaminación ocasionada por las
empresas mineras. Fue su manera de explicarnos la razón de ser de la protesta
del pueblo del departamento de Cajamarca contra el proyecto Conga y,
adicionalmente, aconsejarnos beber agua embotellada.
Recién por la tarde pudimos concurrir al Encuentro de Escritores, del que
trata mi comento adjunto.
Cajamarca es una hermosa ciudad extendida en un valle acunado entre altas
montañas de suave perfil y un verde vivo y optimista, tachonado a trechos por
rebaños de vacunos que parecen no cansarse de comer el pasto fresco. El cielo
está siempre poblado de nubes, algunas de las cuales, al oscurecerse, dejan
caer su lluvia vivificante sin ningún preaviso. Las mujeres del campo y muchas
de la ciudad visten sus trajes típicos y su infaltable sombrero de paja de anchas
alas, y en todas partes la gente se halla predispuesta a departir con
cordialidad. Uno de los paseos importantes, entre los varios tours a las inmediaciones, es la
visita a los Baños del Inca, donde desde las cinco de la mañana hasta las ocho
de la noche se puede tomar baños en piezas privadas con el agua a 40 grados.
(Se le debe enfriar vertiéndole agua fría, puesto que sale de sus manantiales
en la roca del piso a 70 grados, temperatura que explica la presencia de la
densa capa de vapor sobre los cuatro grandes estanques). La sensación al
remojarse la media hora permitida es deliciosa. Después se vacía el pozo y se
le vuelve a llenar para los usuarios siguientes. Los concurrentes son en su
mayor parte gentes del lugar. Los demás son turistas.
Al partir de esta bella y acogedora ciudad, a uno lo embarga el inevitable
y grato deseo de volver a visitarla.
Cordialmente
Jorge Rendón Vásquez
EL XI ENCUENTRO NACIONAL DE
ESCRITORES MANUEL JESÚS BAQUERIZO
Por Jorge Rendón Vásquez
Se realizó en la ciudad de Cajamarca, del 14 al 17 de noviembre del año en curso, y tuvo por sede el antiguo Instituto Superior Pedagógico Hermano Victorino Elorz Goicochea, de la avenida El Maestro. La iniciativa para convocarlo y su organización correspondió al Gremio de Escritores.
En
la mañana del miércoles 14, el Congreso fue inaugurado por Gregorio Santos
Guerrero, Presidente de la Región de Cajamarca, la entidad auspiciadora, quien
demostraba con esa actitud una singular inclinación a impulsar la creación
intelectual, como parte de su programa de gobierno, en la antípoda del gobierno
central y de otros gobiernos regionales que prefieren mirar hacia otro lado y
taparse los oídos cuando se les pide promover la literatura y las artes.
Al
comenzar el programa de esa tarde en el auditorio del segundo piso de la sede,
más de un centenar de poetas, prosistas y ensayistas, procedentes de varias
regiones del país y, en su mayor parte, de capitales de provincia, se disponían
a escuchar la disertación del profesor y crítico Luzmán Salas Salas sobre los
poetas y narradores de Cajamarca.
En
el procenio se exhibían las fotografías de gran tamaño de los escritores
cajamarquinos Mario Florián (1917-1999), Amalia Puga (1866-1963), Yolanda
Rodríguez de Westphalen (1925-2012), Demetrio Quiroz Malca (1924-1985) y
Alfonso Pelaez Bazán (1904-1996).
Luego,
desfilaron por el proscenio los numerosos expositores programados para leer sus
poemas o una parte de sus relatos, y contar sus experiencias personales en sus
periplos de literatos. En sus palabras se podía sentir su vocación, sinceridad
y manejo técnico de sus composiciones, brotando como límpidos y generosos
manantiales, y revelando tras cada uno la presencia en sus pueblos de compactos
grupos de maestros, abogados, ingenieros o simplemente de mujeres y hombres
sensibilizados por el afán de elevarse a los niveles más altos de la cultura. Al
verlos y escucharlos se infería, por una suerte de conclusión lógica, que
estábamos ante el panorama de la cultura popular: fértil, profunda y auténtica.
Los
organizadores del Congreso habían instalado en el vasto hall del Colegio mesas
para la exposición y venta de los libros y plaquetas de los autores
concurrentes, casi todos editados con su esfuerzo y dinero, y expendidos a precio de costo. No sería exagerado afirmar
que la mayor parte fue vendida o canjeada.
En
cierto momento llegué a preguntarme si estos valores ya maduros o en ciernes
llegarían alguna vez a ser mencionados siguiera en una línea de las páginas de
la gran prensa del poder plutocrático o de la prensa oficial. Y la respuesta fue negativa, porque la función
de esa prensa, como instrumento para la alienación de la conciencia colectiva,
es impedir que las grandes mayorías sociales se liberen de la ignorancia, se
ilustren y avizoren, correlativamente, las vías hacia un mundo sin explotación
ni abusos, y excento de peligros para su vida y su salud, gracias,
contradictoriamente, a la acción de los escritores comprometidos con esta
tarea, como los reunidos en el Encuentro de Cajamarca. En las páginas de esa
prensa sólo hay sitio, sin medida, para los artistas baladies, la farándula
liviana, los sucesos fútiles, las crónicas policiales y los espectáculos
deportivos, magnificados hasta la aberración, y para literatos cultivados en
sus invernaderos con la misión de producir obras estériles de mensaje,
dirigidas en particular al entretenimiento de las clases medias, que algo
tienen que leer. A estos personajes se juntan ciertos literatos formados fuera
de ese cenáculo exclusivo, pero cooptados cuando se desclasan, para jugar allí el
impostado papel de la diversidad, como exponentes de la cultura popular o como
representantes de una bohemia prefabricada. Y bien que lo hacen, alborozados y
rebozantes de presunción
A
mí me tocó presentar mi nueva novela El
oro de Atahualpa el viernes 16 de noviembre a las cinco de la tarde, un
momento en que, por una rara coincidencia, hace cuatrocientos ochenta años el
Inca Atahualpa ingresaba a la plaza de
Cajamarca con su séquito desarmado, donde fue capturado por Francisco Pizarro y
sus mercenarios, tras un alevoso ataque y el asesinato de más de seis mil
hombres y mujeres que lo acompañaban, genocidio introductorio al saqueo del oro
y la plata, hechos que relato en esta novela.
Como
del 14 al 17 de noviembre, Cajamarca se había convertido en la capital de la
literatura, la prensa de derecha local y nacional, escandalizada y decidida a
estigmatizar al Encuentro de Escritores, redobló sus ataques al Presidente de
la Región, Gregorio Santos, a quien culpaba por esta explosión de cultura
popular. Pero no se detuvo allí y un diario local se lanzó a la vesania de
propalar un malévolo infundio, para lo cual hizo tomar fotos de los numerosos
asistentes al acto inaugural entre los que descubrió a un excondenado por una
acusación de terrorismo, y luego publicó en primera página una nota afirmando
que el MOVADEF estaba infiltrado en el Congreso. Fue una felonía, porque esa
persona estaba allí, no como invitado, sino porque la asistencia era libre y a
nadie se le prohibía el ingreso. Como el mismo diario lo dijo, había cumplido
ya su condena y era, por lo tanto, una persona en el goce de la plenitud de sus
derechos. Afirmaciones como esas caen en el campo de la ilicitud y son
sancionables penalmente. Es bueno recordarlo: a pesar de todo su poder los
diarios y otros medios de comunicación social no gozan de impunidad para
insultar o difundir falsedades que hagan daño o atenten contra el honor y la
dignidad de las personas.
Pero,
en el Encuentro de Escritores nadie se atemorizó y ni siquiera se preocupó por
esta inicua campaña. Al contrario, para todos fue muy claro que estaban en el
buen camino y, a lo más, alguno recordó esa antigua sentencia castellana que
dice: “Ladran Sancho. Es señal de que avanzamos”, continuada por la exclamación
unánime: ¡Conga no va!
Por
un acuerdo de los concurrentes se decidió que la próxima sede del Encuentro
Nacional de Escritores Manuel Jesús Baquerizo será la localidad de Ate Vitarte
en Lima.
Al
concluir el ágape de terminación de esa semana consagrada a la literatura, servido
al mediodía en el típico restaurante El Zarco de la campiña cajamarquina, los
escritores allí congregados nos dimos un fraternal abrazo, con pena por
separarnos, pero animados por la alegría y la esperanza de volver a reunirnos
en el próximo Encuentro.
(19/11/2012)
(19/11/2012)