diciembre 20, 2011

BOLETO DE REGRESO / ARMANDO ARTEAGA



BOLETO DE REGRESO / ARMANDO ARTEAGA

El hombre que apareció en  la puerta del Versalles  -ese café de los portales de la Plaza San Martín- te­nía una corbata Pierre Cardin y un terno de El Corte Inglés, cosa rara en el 1975 de esta tres veces coro­nada villa. El recién llegado de la corbata Pierre Cardin y olor Paco Rabanne (pour homme) se veía que venía del extranjero, no sólo por los signos exterio­res para nuestro ámbito tropical, sino porque en verdad era un recién aterrizado, de esos que se ven agitados y extraños en los aeropuertos.  El hombre del terno de El Corte Ing1és se acercó a la mesa más concurrida esa noche de viernes, de fin de semana.
- Son ustedes poetas, ya veo -exclamó-. 
Jaló una silla y se sentó sin que nadie de la mesa lo invitase. Los de la mesa más concurrida siguieron hablan­do como si no hubiese ocurrido nada. El hombre de la corbata se integró fácilmente al grupo. Luego de diez minutos de discusión sobre el “ello freudiano con cor­bata en el cinema de lo cotidiano”, uno de los poetas que había entablado conversación a media voz,  por estar ubicado a su costado, se animó a presentarlo al grupo en tono alto de voz, haciendo énfasis en aquel verso de Ni­canor Parra: “hoy es un día azul de primavera, creo que moriré de poesía”.
Para involucrar al recién llegado, le preguntó, como para que todos oyéramos la identidad del intruso, algo extravagante, de aquel distinguido personaje de esa no­che.
- ¿Así que usted viene desde México?.
- Así es. Aunque vivo en España, vengo ahora de México, asintió, solemnemente, con elegancia de hábil in­truso que se confiesa rápidamente. Insistió en tono de broma: He regresado al Perú a conspirar.
- Aquí todos somos conspiradores -respondió otra voz-.
- Ya  sé, dijo el hombre de la corbata, todos ustedes tienen “spleen” de poetas  malditos. El hombre de la corbata, se apoderó entonces del timón de la conversación y quedó como único expositor de la mesa. Todos los demás asistieron en silencio.
Pidió whisky Glen Elgin, o si quieren vodka Smirnoff, para ser democráticos, insistió.
Siempre con los yankies y también con el oro de Moscú. Hu­bo risas. Algunos de los poetas pidieron whisky y otros, no sé si por discrepancia, vodka, más cigarros. Hubo va­rias ruedas.
El hombre de la corbata era un escritor nostálgico, ilusionado por la credencial literaria, aquí chupaba con J. R. Ribeyro, aquí, como ustedes,  perdí parte de mi ju­ventud, hasta que Odría me deportó.
Era la primera vez que estaba frente a un silencioso escritor que volvía desencantado del exilio. La música de este pasado a veces vuelve como respuesta de papagayo, y que,  por Dios, aunque así sea,  solamente,  que nunca más el fantasma de la dictadura asuste a esta joven democracia.


(Del libro "Cuentos de cortometraje")