OAXACA POLITICO
Oakafka
Lunes 20 de Febrero, 2006
O falta memoria o sobra indiferencia, e ingratitud. El domingo 19 de febrero fue enterrado en el panteón de Xoxocotlán el artista plástico Virgilio Gómez Ramírez, fallecido en Lima, Perú el pasado 31 de enero. Le acompañaron a su última morada su madre, hijos, hermanos y algunos discípulos. Las autoridades culturales -¿cuándo no?- brillaron por su ausencia. Sólo una anciana, promotora cultural de carrera, conmovida en verdad, pidió a Lilia, sobrina del artista, le alcanzara un puño de tierra que esparció sobre el ataúd de Virgilio. Esa mujer es Arcelia Yañiz. Pionero del movimiento pictórico que dio a Oaxaca en las últimas décadas un rostro distinto dentro y fuera de México, al mostrarlo como un estado pobre pero sensible y creativo en sus manifestaciones artísticas, Virgilio Gómez (La Paz, Loxicha, 1936 –Lima, Perú, 2006) fue para muchos artistas hoy “consolidados”, un maestro, un guía, un ejemplo.Entre sus amigos y discípulos se le recuerda como un hombre rebelde, de izquierda, muy cultivado, comprometido con el arte, generoso y solidario con los jóvenes. Fue un artista que jamás pretendió el elogio ni la fama, menos aún el reconocimiento oficial, por eso prefirió emigrar hace 12 años para instalarse en Perú, donde a decir de su sobrino Ulises Torrentera, casi logró el autoexilio perfecto.Ahí, en su departamento, falleció en la soledad. La noticia llegó pronto a Oaxaca pero salvo su familia y amigos cercanos, la indiferencia por el hecho fue generalizada. El Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante (IOAM) solicitó la repatriación de sus restos. Estos trámites, lentos por naturaleza, atrasaron los funerales. Fue hasta el viernes 17 que retornó Virgilio a la tierra que lo vio nacer y su cuerpo fue velado la noche del sábado en conocida funeraria de la ciudad. ¿Habrá algún homenaje por parte de la Secretaría de Cultura? Preguntaban a sus familiares. Hasta el momento no nos han dicho nada, respondían. Y, ciertamente, la autoridad cultural le negó un póstumo reconocimiento a un artista al que también negaron su lugar junto a Rodolfo Nieto, Rodolfo Morales, Francisco Toledo y otros maestros de la plástica en nuestro país. Reconocimiento que por lo demás, Virgilio jamás pretendió.El domingo, poco a poco llegaron al panteón de Xoxocotlán familiares, amigos y discípulos que convivieron y quisieron al artista plástico. El gordo, le decían. O Yopilio, por que comentan que una de sus frases más recurrentes era: “ándenle, prepárense para que ya no sean como era yo antes”. “¿Cómo?”, le preguntaban. “Yope”, respondía. Y se carcajeaba.Entre quienes fueron a despedir a Virgilio estuvieron los artistas plásticos Arnulfo Aquino, Mario Ramírez (Marito), Sabino López, Ariel Mendoza, Adriana Audiffred, Cándido Santiago, la actriz Marta Unda, el subdirector del Museo de Arte Popular Enrique Audiffred, el poeta César Rito Salinas y el matemático Francisco Espinosa, director de la Biblioteca Pública Central.Con paso lento, riguroso negro y el rostro cansado, se vio a doña Arcelia Yañiz. La directora de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas, no obstante su avanzada edad, fue la única persona relacionada con la burocracia cultural que asistió a las exequias.La plástica oaxaqueña no apareció por generación espontánea. Tampoco empezó a germinar con los satélites que rodean la figura de Francisco Toledo, locales o avecindados. La pintura oaxaqueña se fundó sobre varias columnas y una de ellas es Virgilio Gómez quien se atrevió a romper con el marasmo intelectual de Oaxaca de los años setenta, ochenta, cuando los artistas eran vistos como holgazanes y depravados.Francisco Toledo, contemporáneo de Virgilio en la escuela de Bellas Artes, reconoce con humildad que fue un artista que influyó en su trabajo. “Me contagió su admiración por la belleza de Oaxaca y me convenció de la necesidad de protegerla”, declaró en alguna ocasión.Toledo acudió a la capilla en que se velaba Virgilio a dar el pésame a los dolientes. Pero jamás vimos a los demás representantes de la “Escuela de Pintura Oaxaqueña” por ningún lado. Ni a los notables, ni a los menos notables. ¿Ignorancia?, ¿Olvido?, ¿Indiferencia?, ¿Ingratitud? Allá ellos.A manera de despedida y mínimo homenaje, transcribimos las sentidas palabras que le escribió a Virgilio Gómez el poeta peruano Bernardo Rafael Álvarez en su blog Bitácora Extraviada. Ha muerto Virgilio Gómez y esta es realmente una noticia que duele. Virgilio, pintor mexicano (de Oaxaca) que hizo de Lima su última morada (no sé si por propia voluntad o porque lo difícil del retorno se convirtió en un imposible), era un hombre que buscaba el cariño de todos, pero creo que casi todos se lo negaban. Debo decir que en las oportunidades que nos saludábamos Virgilio y yo, la efusividad era verdaderamente patética, porque él era así: cariñoso en grado sumo. Lo fue conmigo y si esto no lo dibuja de cuerpo entero, pues diré que es suficiente para que el recuerdo que de él he de guardar sea siempre grato y saludable.Me regaló, hace mucho tiempo (hace unos ocho años quizás), un texto que escribió, hermoso y desconcertante (monólogo lo llamó); me lo dedicó con unas palabras que destilaban su amor por el Perú, y Lima especialmente, además de la memoria inacabable de su patria ("tu amigo Virgilio Gómez, pintor mexicano").También me entregó un cuadro pintado sobre madera, con colores de fuego, casi infernales, bellamente infernales, que quiso (y espero cumplir su deseo) que apareciese en la carátula de mi próximo libro. Ya no lo veremos deambular como un huérfano, derramando a borbotones esa sonrisa a veces aderezada con alguna de esas medio violentas palabras mexicanas. Ya no compartiremos una copita de caña junto a El Averno. No, pues. Pero quedará en nosotros como un nutritivo escupitajo de colores. Roger Santibáñez es, quizás, quien más le quiso: le dio cobijo en el Rímac, mientras más de uno de sus otros, dizque, amigos se interesaba en mirar sus lados débiles y en marginarlo y soslayar su calidad humana y de pintor. Deben estar sufriendo ahora. Gloria a ti, Virgilio. Y espéranos un tantito, “pinche” de miércoles!
Oakafka
Lunes 20 de Febrero, 2006
O falta memoria o sobra indiferencia, e ingratitud. El domingo 19 de febrero fue enterrado en el panteón de Xoxocotlán el artista plástico Virgilio Gómez Ramírez, fallecido en Lima, Perú el pasado 31 de enero. Le acompañaron a su última morada su madre, hijos, hermanos y algunos discípulos. Las autoridades culturales -¿cuándo no?- brillaron por su ausencia. Sólo una anciana, promotora cultural de carrera, conmovida en verdad, pidió a Lilia, sobrina del artista, le alcanzara un puño de tierra que esparció sobre el ataúd de Virgilio. Esa mujer es Arcelia Yañiz. Pionero del movimiento pictórico que dio a Oaxaca en las últimas décadas un rostro distinto dentro y fuera de México, al mostrarlo como un estado pobre pero sensible y creativo en sus manifestaciones artísticas, Virgilio Gómez (La Paz, Loxicha, 1936 –Lima, Perú, 2006) fue para muchos artistas hoy “consolidados”, un maestro, un guía, un ejemplo.Entre sus amigos y discípulos se le recuerda como un hombre rebelde, de izquierda, muy cultivado, comprometido con el arte, generoso y solidario con los jóvenes. Fue un artista que jamás pretendió el elogio ni la fama, menos aún el reconocimiento oficial, por eso prefirió emigrar hace 12 años para instalarse en Perú, donde a decir de su sobrino Ulises Torrentera, casi logró el autoexilio perfecto.Ahí, en su departamento, falleció en la soledad. La noticia llegó pronto a Oaxaca pero salvo su familia y amigos cercanos, la indiferencia por el hecho fue generalizada. El Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante (IOAM) solicitó la repatriación de sus restos. Estos trámites, lentos por naturaleza, atrasaron los funerales. Fue hasta el viernes 17 que retornó Virgilio a la tierra que lo vio nacer y su cuerpo fue velado la noche del sábado en conocida funeraria de la ciudad. ¿Habrá algún homenaje por parte de la Secretaría de Cultura? Preguntaban a sus familiares. Hasta el momento no nos han dicho nada, respondían. Y, ciertamente, la autoridad cultural le negó un póstumo reconocimiento a un artista al que también negaron su lugar junto a Rodolfo Nieto, Rodolfo Morales, Francisco Toledo y otros maestros de la plástica en nuestro país. Reconocimiento que por lo demás, Virgilio jamás pretendió.El domingo, poco a poco llegaron al panteón de Xoxocotlán familiares, amigos y discípulos que convivieron y quisieron al artista plástico. El gordo, le decían. O Yopilio, por que comentan que una de sus frases más recurrentes era: “ándenle, prepárense para que ya no sean como era yo antes”. “¿Cómo?”, le preguntaban. “Yope”, respondía. Y se carcajeaba.Entre quienes fueron a despedir a Virgilio estuvieron los artistas plásticos Arnulfo Aquino, Mario Ramírez (Marito), Sabino López, Ariel Mendoza, Adriana Audiffred, Cándido Santiago, la actriz Marta Unda, el subdirector del Museo de Arte Popular Enrique Audiffred, el poeta César Rito Salinas y el matemático Francisco Espinosa, director de la Biblioteca Pública Central.Con paso lento, riguroso negro y el rostro cansado, se vio a doña Arcelia Yañiz. La directora de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas, no obstante su avanzada edad, fue la única persona relacionada con la burocracia cultural que asistió a las exequias.La plástica oaxaqueña no apareció por generación espontánea. Tampoco empezó a germinar con los satélites que rodean la figura de Francisco Toledo, locales o avecindados. La pintura oaxaqueña se fundó sobre varias columnas y una de ellas es Virgilio Gómez quien se atrevió a romper con el marasmo intelectual de Oaxaca de los años setenta, ochenta, cuando los artistas eran vistos como holgazanes y depravados.Francisco Toledo, contemporáneo de Virgilio en la escuela de Bellas Artes, reconoce con humildad que fue un artista que influyó en su trabajo. “Me contagió su admiración por la belleza de Oaxaca y me convenció de la necesidad de protegerla”, declaró en alguna ocasión.Toledo acudió a la capilla en que se velaba Virgilio a dar el pésame a los dolientes. Pero jamás vimos a los demás representantes de la “Escuela de Pintura Oaxaqueña” por ningún lado. Ni a los notables, ni a los menos notables. ¿Ignorancia?, ¿Olvido?, ¿Indiferencia?, ¿Ingratitud? Allá ellos.A manera de despedida y mínimo homenaje, transcribimos las sentidas palabras que le escribió a Virgilio Gómez el poeta peruano Bernardo Rafael Álvarez en su blog Bitácora Extraviada. Ha muerto Virgilio Gómez y esta es realmente una noticia que duele. Virgilio, pintor mexicano (de Oaxaca) que hizo de Lima su última morada (no sé si por propia voluntad o porque lo difícil del retorno se convirtió en un imposible), era un hombre que buscaba el cariño de todos, pero creo que casi todos se lo negaban. Debo decir que en las oportunidades que nos saludábamos Virgilio y yo, la efusividad era verdaderamente patética, porque él era así: cariñoso en grado sumo. Lo fue conmigo y si esto no lo dibuja de cuerpo entero, pues diré que es suficiente para que el recuerdo que de él he de guardar sea siempre grato y saludable.Me regaló, hace mucho tiempo (hace unos ocho años quizás), un texto que escribió, hermoso y desconcertante (monólogo lo llamó); me lo dedicó con unas palabras que destilaban su amor por el Perú, y Lima especialmente, además de la memoria inacabable de su patria ("tu amigo Virgilio Gómez, pintor mexicano").También me entregó un cuadro pintado sobre madera, con colores de fuego, casi infernales, bellamente infernales, que quiso (y espero cumplir su deseo) que apareciese en la carátula de mi próximo libro. Ya no lo veremos deambular como un huérfano, derramando a borbotones esa sonrisa a veces aderezada con alguna de esas medio violentas palabras mexicanas. Ya no compartiremos una copita de caña junto a El Averno. No, pues. Pero quedará en nosotros como un nutritivo escupitajo de colores. Roger Santibáñez es, quizás, quien más le quiso: le dio cobijo en el Rímac, mientras más de uno de sus otros, dizque, amigos se interesaba en mirar sus lados débiles y en marginarlo y soslayar su calidad humana y de pintor. Deben estar sufriendo ahora. Gloria a ti, Virgilio. Y espéranos un tantito, “pinche” de miércoles!
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