EL PINTOR VIRGILIO GÓMEZ RAMIREZ
Por Nelson Castañeda (1947-____)
En el cuarto de la vivienda compartida que Virgilio ocupaba, lo encontraron muerto. Como él, a su vez, cuando recién había llegado al Perú, encontró a su amigo Tamashiro muerto. No se demoró el país en mostrarle cómo puede acabar un solitario. Que además practica el arte y el ensarte, y mezcla esto con alcohol y pobreza.
Nació el 16 de Mayo, el 36 del siglo pasado, en Oaxaca-México. Hace trece dìas murió, a un pelo de tener 70 años. Por ahí le contó a una poeta que su estadía en el Perú, la ocasionó el amor de una mujer. Como pasa con cualquiera Virgilio dejó una determinada imagen de su estampa a cada uno de los que trató. Hasta mi gata ha de tener una, porque de chiquita se quedaba dormida sobre sus pequeñas piernas flacas.
Por mi parte lo recuerdo respetuoso, inteligente, gracioso y conversador. Me traía libros, intercambiamos retratos y algunos cuadros. Al comienzo cuando, como se dice, la economía no era tan mala como ahora, comíamos de a tres, opíparamente en mi mesa, sendos platos de tallarines con variadas carnes. Lonches de pan con jamón del país y café con leche. Últimamente, nada. Apenas unos soles por los libros que me traía o nada. Me dejaba los libros y se los devolvía cuando los había leído.
Al final me divertía presentándolo como el hombre que tomaba metílico. Cuando muerto, tristemente me atormentaba la idea de que por mis narices había pasado un hombre notable a quien no había dado importancia.
Pero luego pensando en que, si se daba el trabajo de venirme a ver, de conversar e intercambiar cosas conmigo es porque sintió que lo estimaba. Me tranquilizo con eso.
La semana anterior a su muerte estuvo a verme. No quise registrar su aspecto porque estaba indescriptible. No quise asimilar su abandono. Traía dos revistas SeleArte, me dejó una y la otra el destino se la hizo guardar. Le mostré el libro de Botero que Maricarmen me había regalado. E insistí en que viera el dibujo donde el colombiano se había retratado junto a Piero della Fransesca e Ingres. Le sugerí que acaso eso podríamos hacer nosotros con nuestros pintores preferidos, ..ya desaparecidos. Sin hacerme caso, y con el tono de quien no va a decirlo otra vez, a la vez que se ponía de pie, levantando el libro abierto, comentó embobado y feliz: "Con sus cuates"!.
En la escena vacía de su habitación, a la que acudimos tras su desceso, adelantado yo, vi la Sele-Arte que no me dejó, pero la vi con papeles dentro. Me apoderé de ella y el vecino que cuidaba las cosas no puso objeción.
En uno de esos papeles había empezado un cuento con esta frase encomillada: "Quiero verle las piernas a la muerte". Y Virgilio se las vio y Dios sabrá qué más hizo con ella.
Febrero, 13, 2006.
Lima-13.
Nació el 16 de Mayo, el 36 del siglo pasado, en Oaxaca-México. Hace trece dìas murió, a un pelo de tener 70 años. Por ahí le contó a una poeta que su estadía en el Perú, la ocasionó el amor de una mujer. Como pasa con cualquiera Virgilio dejó una determinada imagen de su estampa a cada uno de los que trató. Hasta mi gata ha de tener una, porque de chiquita se quedaba dormida sobre sus pequeñas piernas flacas.
Por mi parte lo recuerdo respetuoso, inteligente, gracioso y conversador. Me traía libros, intercambiamos retratos y algunos cuadros. Al comienzo cuando, como se dice, la economía no era tan mala como ahora, comíamos de a tres, opíparamente en mi mesa, sendos platos de tallarines con variadas carnes. Lonches de pan con jamón del país y café con leche. Últimamente, nada. Apenas unos soles por los libros que me traía o nada. Me dejaba los libros y se los devolvía cuando los había leído.
Al final me divertía presentándolo como el hombre que tomaba metílico. Cuando muerto, tristemente me atormentaba la idea de que por mis narices había pasado un hombre notable a quien no había dado importancia.
Pero luego pensando en que, si se daba el trabajo de venirme a ver, de conversar e intercambiar cosas conmigo es porque sintió que lo estimaba. Me tranquilizo con eso.
La semana anterior a su muerte estuvo a verme. No quise registrar su aspecto porque estaba indescriptible. No quise asimilar su abandono. Traía dos revistas SeleArte, me dejó una y la otra el destino se la hizo guardar. Le mostré el libro de Botero que Maricarmen me había regalado. E insistí en que viera el dibujo donde el colombiano se había retratado junto a Piero della Fransesca e Ingres. Le sugerí que acaso eso podríamos hacer nosotros con nuestros pintores preferidos, ..ya desaparecidos. Sin hacerme caso, y con el tono de quien no va a decirlo otra vez, a la vez que se ponía de pie, levantando el libro abierto, comentó embobado y feliz: "Con sus cuates"!.
En la escena vacía de su habitación, a la que acudimos tras su desceso, adelantado yo, vi la Sele-Arte que no me dejó, pero la vi con papeles dentro. Me apoderé de ella y el vecino que cuidaba las cosas no puso objeción.
En uno de esos papeles había empezado un cuento con esta frase encomillada: "Quiero verle las piernas a la muerte". Y Virgilio se las vio y Dios sabrá qué más hizo con ella.
Febrero, 13, 2006.
Lima-13.
nelson castañeda: neptuno_1313@yahoo.com
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