febrero 16, 2006

VIRGILIO GÓMEZ: UNA VIDA DE PINTOR/ ARMANDO ARTEAGA

Foto: Virgilio Gòmez pintando en Sala deArte Lima.
Pintura de abajo: Tinta.


VIRGILIO GÓMEZ:
UNA VIDA DE PINTOR


Por Armando Arteaga


Siempre pensé que Virgilio Gómez fue un pintor que solo quería vivir para pintar, nada más que pintar en la vida, y al pintar la vida con todos sus problemas: ponerle líneas y colores.
La pintura era su pasión, y él tenía una manera muy particular de observar la vida a través de su propia pintura.

Virgilio Gómez Rámirez, pintor mexicano, nacido en Miahuatlan, Oaxaca (16-04-1936), perteneció a la Generación del 50 y se le consideró maestro representativo entre los sucesivos pintores del 60 y del 70, en el contexto latinoamericano. Acaba de fallecer acá en Lima (29-01-2006). Y logró construir entre nosotros un sentimiento de admiración, y hacer el trazo de aquel bello puente de la permanente amistad entre la cultura mexicana y la peruana. Se ha convertido en un pioner, y también en un símbolo representativo de esta unidad cultural.

A Virgilio le gustaba pintar lo que se le ocurriera sin ningún otro compromiso que esa fuerza por lograr las “pinturas totales”, buscando la libertad expresiva del sentimiento vital, que expresaban la rapidez del pincel, dejando la huella de la permanencia o de la armonía encontrada en el cuadro, papel o lienzo, y la presencia de las líneas y los colores, rompiendo con los tradicionales conceptos del espacio y el vacío, las texturas y las superficies, las figuras y las sombras, y la impecable composición. Conocía a la perfección las reglas de la pintura clásica y los impulsos de la vanguardia.
Hombre de una cultura integral, reservado muchas veces para no emitir conceptos desacertados cuando se trataba de hablar de pintura. Siempre buscando los libros precisos, las fotografías olvidadas, las imágenes congeladas por el sabio tiempo humano, o algún detalle excepcional de la arquitectura local limeña y andina que lo embriagara, y lo remitiera a su indispensable cuaderno de dibujo (que siempre llevaba consigo), a trazar o a pintar, expontáneamente.
No sé còmo hacia para pintar, pero tomaba su retazo de tiempo para hacerlo con elegancia y discreción. Le gustaba pintar lo que a él se le ocurriera, sin ningún compromiso formal que tener para vender el cuadro, cosa que evitaba siempre, pintaba por el solo acontecimiento de pintar, de extraerle belleza al lienzo, al cuadro, o al pedazo de papel sobre lo que el artista le imponía su visión y demostraba la destreza de su oficio. Hacer esto es ya una proeza que muy pocos pueden justificar. Virgilio logró realizar todo esto en su pintura, a un costo muy caro, llevando una vida dura, difícil y solitaria.

Virgilio estudió en la Escuela Oaxaqueña de Bellas Artes y más tarde fue Profesor en la Escuela Nacional de Artes Plásticas San Carlos (UNAM), y Catedrático de Dibujo al Natural y Presentación en la Escuela de Arquitectura UAEJO-Oaxaca. Ilustró con sus dibujos la revista “Plural” y también fue colaborador cultural en los diarios “El Sur”, “La Hora”, y “El Imparcial” de Oaxaca. Tuvo un enorme itinerario de exposiciones colectivas e individuales, y fue miembro del Salón de la Plástica Mexicana por presentación de los maestros: Ignacio Aguirre y Rufino Tamayo (en México D.F.).
Perteneció al “Grupo de los Cinco” al lado de los maestros Liborio López Navarrete, Mario Ramírez, Jaime Hernández, Teodoro Velasco y Feliberto Heredia, enriqueciendo el panorama de la pintura contemporánea de Oaxaca, que a mi modesto entender es la más importante de México.
Se ha comparado el proceso histórico de la pintura de Oaxaca con la imagen del Arbol de Tule, cuyas raíces se pierden en la tierra de las tradiciones pre-hispánicas, viene el tronco majestuoso que le pertenece solamente al fundador de la pintura moderna mexicana: Rufino Tamayo, y tiene varias ramas arriba al viento: Francisco Toledo y Morales de Rodolfo..., hay que incluir allí también a Virgilio Gómez, y a un sin número de pintores actuales como Luis Zarate, Sergio Hernandez; Maximinio Javier e Irma Guerrero, entre otros que destacan y aportan con su prestancia desde perspectivas diversas: modernas e indígenas oaxaqueñas. (*)



 Pasteles.

 Hay que destacar, solo para los que no conocen (porque no andaba metido en galerías) sobre el aporte de Virgilio en la pintura y la cultura de Oaxaca, en una entrevista de Consuelo Gutiérrez a Francisco Toledo (i) en el otoño de 1996 donde el famoso maestro de Juchitán con mucho cariño y respeto por Virgilio recuerda sus primero instantes de la siguiente manera:

“Los estudios en Oaxaca incluían como materia obligatoria arte y los alumnos podíamos escoger entre pintura, escultura, música, cerámica o danza. Fue aquí, en el Instituto de Bellas Artes, donde inicie mis estudios de pintura en compañía de otros destacados alumnos, entre otros Virgilio Gómez, quien influyó mucho en mí, ya que me contagió su gran admiración por la belleza de la ciudad de Oaxaca y me convenció de que había que luchar por conservarla. Desde entonces y hasta hoy, apoyado por un grupo de ciudadanos oaxaqueños reunidos en la fundación-Oax, he luchado por salvaguardar el patrimonio histórico, cultural y ecológico del Estado”.

Todos estos aportes -culturales y profesionales- de pintor muy creativo los trajo Virgilio para el Perú y no fue ni siquiera egoísta con nadie para enseñarlos y compartirlos. Por eso no dudó -varias veces- en acompañarme hacia Apurímac donde viajamos realizando tareas para la recuperación del patrimonio arqueológico, arquitectónico y cultural de esta región olvidada del país.

Fue así que, Virgilio participó en diversos proyectos artísticos y culturales en Lima y en el interior del país, entre otros, como estos:

-Exposiciones “Diciembre” (Casa de la Beneficencia ) y “Aca Oaxaca” (Café y Galería Vicent) en Chaclacayo; “16 Obras Plásticas Para Conjurar el Abandono” (Sala de Arte Lima); e Imágenes (Café-Bar Yacana).
-Mural en el ingreso principal de la Universidad Nacional de Educación La Cantura, Chosica (cubierto temporalmente).
-Recuperación del Patrimonio Arquitectónico formando parte del equipo de trabajo en los Proyectos “Puesta en Valor y Restauración de la Iglesia Virgen Natividad de Ayrihuanca” (Grau) y “Puesta en Valor y Restauración de la Iglesia “San Felipe de Mutca” (Aymaraes) en la región Apurímac.
-Taller de Pintura Para Niños “Miguel Cabrera” (en homenaje al pintor indio zapoteca del cual Virgilio había descubierto varios cuadros de Santa Rosa de Lima de este artista en la Iglesia de San Francìsco-Lima): en el Barrio Trébol Bajo SMP (existe vídeo); Taller de Pintura y Literatura Para Hijos de Residentes de Capaya en Barrio Conde de la Vega-Lima, y en la Comunidad Campesina de Capaya (se ha realizado una publicación sobre este aporte de Virgilio. Libro: Relatos de mi Pueblo-INADICMA,2002).
-Plan de Desarrollo Integral para el Distrito Juan de Espinosa Medrano “El Lunarejo” (Antabamba-Apurímac). Existe libro publicado del Plan.
-Ilustración de carátulas de varios libros de escritores jóvenes, entre otros: “Vuelo Guerrero de los Andes” de Julio Chiroque Paico, Ediciones Aedosmil.

Aunque la obra de Virgilio es libre y cubre una diversidad de estilos, parte de su pintura “de acción” está asociada al expresionismo abstracto que abrazó y profesó.
Para Virgilio la abstracción era algo tan natural, más real que la naturaleza de las cosas que surgen del escenario mismo de sus pinturas.

Virgilio admiraba el esplendor de la tendencia abstraccionista de Fernando de Szyszlo, donde me decía destaca este “indigenismo abstracto” que le da una particular visión dentro de la pintura latinoamericana, por eso lo visitaba a Szyszlo cada vez que podía en su Taller de Barranco, y existía un reciproca amistad que me consta porque -una vez- fui testigo de este intercambio entre ambos pintores.

Virgilio frecuentó mucho en sus doce años de estadia en Lima -entre otros pintores y amigos- a Carlos Ostolaza, a Carlos Espinoza (Sala de Arte Lima), a Víctor “Manito” Chávez, a Ricardo Zapata, y a Nelson Castañeda.

Que me permita Virgilio esta exageración mía de recordar aquella frase que Carlos Pellicer poetizó: “El pueblo mexicano tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor a las flores”. Asunto del cual Virgilo no estaba al margen, por eso tal vez escribió como algo premonitorio a su desenlace final en Lima, ciudad que lo vio siempre pasear, su caminar solitario: “Quiero verle las piernas a la muerte”.

(i) Francisco Toledo acaba de terminar una Exposición de sus Grabados en Enero 2006 en la Galería de Arte del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica en Lima.

(*)
(**)

1 comentario:

  1. Armando,

    Muy conmovedor el homenaje a Virgilio y su obra, el que haces.

    Yo Aqui en Madrid he escrito algo que me gustaria compartir contigo:

    http://leozeladabrauliograjeda.blogspot.com/

    Un abrazo poeta.

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