EL TAKI DE UGO CARRILLO Y LA POESÍA QUECHUA ACTUAL
Por Armando Arteaga
Al enfrentarnos a un reconstructivo estudio de la literatura quechua nos encontramos que ésta expresa una transparente diferenciación entre sus atributos orales y sus atributos escritos. Mientras que la literatura quechua oral surgida de las expresiones populares no tiene nada que emular de las otras literaturas populares de cualquier otro pueblo, la literatura quechua escrita se encontraba con problemas serios que hacía a ésta quedarse relegada ante la literatura escrita de otros pueblos.
La literatura quechua escrita surge unida a la necesidad de una revalorización lingüística, de rescate histórico, de sobrevivencia cultural, y la disertación contrapuesta a la esencia misma de la literatura quechua oral, que es de por sí misma de creación abierta: anónima y colectiva. El carácter social en la cultura del pueblo quechua nos lleva a un denominador común del pasado ágrafo de nuestros pueblos andinos: reacios a la literatura escrita de la cultura colonial. Allí reza todavía en el imaginario popular: la letra con sangre entra. Y, “razón de ser”, la cultura andina es entusiasta del canto popular, de la tradición oral. Aunque el canto y la poesía del hombre andino no enmudeció nunca, perdió -por cierto- en el transe de la oralidad a la escritura, pero ha renovado últimamente su brío.
Esta situación no es algo únicamente inherente a los pueblos andinos, es una intensificación literaria en los pueblos indígenas del orbe: la poesía de los batak, de los mangaia, de los maorí, de los polinesios, de los ewe, de los ashanti, de los abaluyia, de los winnebago, de los ojiwa; en la poesía popular yugoslava, en la poesía popular de Islandia, y en la poesía popular de Estonia; y hasta en el romancero español de tradición oral: de Asturias, o de Marruecos, para citar algunos espacios culturales universales, donde la poesía vuelve a ser canto. La tradición oral es una condición esencial a la literatura de los pueblos, el sustento básico para la comunicación y la “razón de existir” de la convivencia humana.
El mito “oral” es ya una experiencia indefectible en nuestras sociedades antiguas y modernas. La magia y la religión, afirma Malinowski, surgen de necesidades emotivas: es la actitud que tiene el hombre de enfrentarse con las situaciones que escapan a su control. La magia complementa a la técnica, el hombre moderno la sigue invocando cuando sube y viaja en avión. Es cierto, Durkheim excluye totalmente la magia del ámbito de lo sagrado, aunque Malinowski mantiene una relación social que tiene más en común con la religión que con el mundo cotidiano, en donde vivimos determinados por el conocimiento empírico de las propiedades de los objetos que utilizamos, lo religioso vive aún en el hombre enfrentándose a este universo incontrolable.
Es la poesía, el género literario que ha resistido por su autonomía oral en el quechua. El sincretismo entre lo profano y lo sagrado en la cultura andina tiene un espacio actual integérrimo. Es probable que en tiempos de la extirpación de idolatrías, cuando el cronista indio escribía, los himnos sagrados de los incas estaban ya desapareciendo estas creaciones. Su registro en español lo salvó (en parte), pero ya traicionado de la propia versión original. Todo texto “publicado” de las literaturas orales implica, discretamente, una traición a la condición esencial del mensaje inédito mismo de esa creación colectiva.
En los pueblos ágrafos, la poesía -casi siempre- es cantada o recitada, ha resistido así en el tiempo: de lo destructivo y de lo exógeno. La oralidad ocupa las “necesidades integradoras” hacia las “representaciones colectivas”. Lo que salva la fidelidad del poema es su reconocimiento original en transito -de memoria en memoria- a través del tiempo inescrupulosamente vertido, y puesto en imprenta después. La escritura pierde o gana en fidelidad, siempre es difícil saberlo. La traducción -a otra lengua foránea- es algo que también trasciende la fidelidad de las cosas. La literalidad en algunos casos es desleal. No creemos que esta situación no deje de ser desesperante para el escritor-narrador- quechua-hablante, no tanto para el poeta: tiene a su favor la oralidad.
Le tocó a José María Arguedas (Taita churiyaque) haber sido el pionero y haberse dado cuenta de esta situación explícita de la literalidad. Toda traducción de alguna manera es una traición. Arguedas publicó “Canto kechua” (Lima, 1938), donde la poesía está en la voz propia de los “waynos” o canciones, que se cantan en las comunidades indígenas y en las haciendas de Abancay y Puquio. Arguedas desarrolla aquí la tesis de que en el campesino andino: el canto, la música y la danza es un gesto integrador de su propia vida. La poesía vive en su voz, es un ser hablante: sin limitaciones. Arguedas demostró -desde siempre- ser un gran traductor, conocedor profundo del “runa simi” como idioma y del mundo andino. Solo un creador literario y un antropólogo de gran nivel como era él, de atento observador y conocedor delas diversas manifestaciones culturales de los pueblos del sur andino, pudo hacer esa proeza de traducir la oralidad.
Otro traductor apasionado del mundo andino quechua es Adolfo Vienrich ( Allin runa, Hatun Mallki), en sus “Azucenas Quechuas (Tarma, 1905) asume con admiración la existencia de una “Literatura Incaica”. Vienrich todavía está en la observación excelsa de esta literatura nuestra. Aún está exacerbado: ante la situación de anonadamiento de la cultura andina, le resulta exánime aceptar está condición ocasionada por el colonialismo. Recopiló yaravíes, canciones y cachuas de Abancay, de Cuzco, de Puno, de la Sierra Central: de Huancayo, de Concepción, de Jauja, de Tarma, y de Chupaca. Sus “Fabulas Quechuas” (o “Apólogos Quechuas”, Tarma, 1941), son la expresión de lo mas resaltante de esta literatura nuestra. Ardoroso defensor de la cultura andina y del quechua. Es nuestro primer escritor quechua de ficción, sus “fabulas” son difíciles de discernir: si estas son creaciones personales o expresiones exactas levantadas en el trabajo de campo. Hizo una edición bilingüe. Fue un adelantado reivindicador del “runa simi” como E. W. Middendorf que recopiló también “taquis” en su obra “Dramatische und Lyrische Dichtungender Keshua-Sprache” (Leipzig, 1891).
Otro sorprendente registro es el trabajo de José Benigno Farfán que publicó muchos “textos quechuas” del Cuzco y del Valle del Mantaro en la revista de antropología de la Universidad de Tucumán (Vol. 2, N- 12). En su “Poesía folklórica quechua” (1942), J.B. Farfán, profesor en San Marcos, recopiló en buena parte algunos de los más importantes textos en quechua como la elegía en memoria de difuntos “Apu Inka Atawalpáman, y el harawi “Waqaykúskan”, así como la versión libre en castellano del “Haray Harawi”, ese canto de amor tomado de la “Nueva Crónica y Buen Gobierno” de Felipe Wáman Púma de Ayala, del cronista indio, de su obra escrita por 1613.
El caso de Sergio Quijada Jara es importante por haber obtenido importante textos de las comunidades de Huancavelica y Huancayo en su libro “Canciones del ganado y pastores” (Huancayo, 1957), cuyo prólogo de Paul Rivet presume el interés antropológico ante lo literario, aunque en este libro encontramos en el poema de intensiones religiosas “Wamani” que es la invocación antigua a una deidad quechua que representa el poder de la tierra y que está simbolizado por la montaña. La relación hombre y naturaleza es explicita, lo mismo que el aporte de esta poesía a lo ecológico, es sobre todo un poesía rural, donde perviven asuntos rituales pre-hispánicos.
Dos libros sobre poesía quechua y una antología llamaron mucho mi atención desde los años setenta. Fue algo que me ayudó a fortalecer mi entendimiento acerca de la poesía quechua y dejó en mí el más sincero impulso emocional hacia esta poesía llena de grandes vestigios culturales.
En primer lugar, “La poesía quechua” (Cochabamba, 1947) de Jesús Lara, poeta y novelista, gran conocedor de “runa simi”. Jesús Lara le da una fuerza muy literaria y atrayente hacia la problemática de los pueblos indígenas del Perú y Bolivia, su aporte internacionalizo la problemática de la poesía quechua publicando otros libros como “La literatura de los quechuas” (La Paz, 1969), logrando interesar más lectores y aumentando el interés a nivel internacional por la poesía quechua. El aporte de Jesús Lara es clave porque en su libro incorpora los textos de Juan Wallparimachi Mayta, poeta indio que inaugura la modernidad en la poesía quechua, murió muy joven peleando en las guerras de la independencia en el Alto Perú, inmolándose en la gesta revolucionaria (1814), como Melgar, su poesía es de estirpe romántica restaurando la antigua poesía de los haravicus.
En segundo lugar, el libro “Canto de amor” (Cuzco, 1956) del padre Jorge A. Lira nos ilustró mucho a cerca de la capacidad y el encanto poético del “runa simi”. La poesía es el lenguaje del hombre aquí en estos “cantos” algunos de los cuales fueron dictadas por Carmen Taripha, una campesina joven, a la que también con mucho afecto recuerda Arguedas por la manera como entonaba sus “poemas liricos”, y también por ser una extraordinaria narradora de cuentos.
Y, en tercer lugar, la antología “Poesía quechua” (Buenos Aires, Eudeba, 1965), una selección y presentación de José María Arguedas donde aparecen los poemas de Andrés Alencastre “Kilko Waraka”, de “Mosoh Marka” (poeta boliviano anónimo que ganó un concurso internacional de poesía quechua y que nunca quiso descubir su nombre), y del mismo Arguedas.
Otros importantes recopiladores de la literatura quechua son Efraín Morote Best y Oscar Núñez del Prado C., que registraron “El Mito de Inkarí y Qollari” del ayllu de los Q´eros en Paucartambo (Cuzco) y el profesor universitario sanmarquino ayacuchano Teodoro Meneses (con Porfirio Meneses y Víctor Rondinel) que en el libro “Huanta en la cultura peruana. Antología de literatura quechua” incorpora nuevas voces de poetas como Juan Ruiz Ruiz, Pumajasapi Harahuicuj y Chantay Achalmi (algunos de ellos antologados en “Poesía Aborigen y Tradición Popular” Tomo I, de Alejandro Romualdo), aparte de haber registrado otros textos del cancionero popular ayacuchano.
El periodo del Resurgimiento de la poesía quechua empieza desde 1780 D.C. a 1970 D.C. desde tiempos de la revolución de Túpak Amaru hasta la revolución nacionalista del General Velasco, donde se da muy perspicaz un largo silencio.
El iniciador de este resurgimiento es Wallparrimachi (Alto Perú,1793-1814). Es el primer poeta indio, creador orgánico, que de manera insuperable expresa su voz propia, rompiendo con el “modo español” de poetizar. Aunque las traducciones que ha realizado Jesús Lara de sus textos son todavía concesiones al legado español, sus textos en quechua son de inobjetable raigambre andina, su lirismo en “Arawi” es natural.
La “modernidad” en la poesía quechua actual que viene del Siglo XX, empieza con el poeta Andrés Alencastre “Kilko Waraka”, pasa por “Kusi Paukar” (César Guardia Mayorga) y esta expresión de la “modernidad” tiene un nivel extraordinario en José María Arguedas.
Arguedas consideró a Andrés Alencaste (Canas-Cusco, 1909-1984): “el poeta quechua más grande del siglo XX”; en realidad, lo es, por los atributos de su poesía y por su valentía en desarrollar su trabajo como poeta quechua, aunque fue bilingüe. Con su poema “Illimani” gana en Bolivia -en 1951- el primer premio de poesía. Inicia esta apertura, con su libro “Taki Parwa” (treinta poemas publicados íntegramente en quechua), aquí el poeta ha sobrepasado la concesión sobreviviente de la literatura popular oral hacia la poesía moderna escrita en “runa simi”, tal es el aporte esencial de Alencastre. Arguedas se da cuente “ipso-facto” de este artificio genial de Alencastre, era la primera vez que un poeta quechua reclamaba su propia voz en lengua propia, era un gesto subversivo que avizoraba la nueva poesía quechua. Años después Arguedas publicaría también su “Jetman, haylli”. Alencastre y Arguedas, hicieron también sus propias versiones y traducciones al castellano de sus poemas escritos en “runa simi”. Allí nació la modernidad de la poesía quechua actual.
Alencaste publicó en “Taki Parwa” su poema “Puma”, extraordinario poema del cual han hecho versiones en castellano tanto Alencastre como Arguedas. “Taki Parwa” se planteaba también el manejo gramatical del “runa simi”, la interacción semántica entre el “runa simi” y el castellano, y continuaba en su segundo libro “Taki Ruru” (1964) los desencuentros tenaces por hacer convivir lo moderno en la poesía quechua. Más tarde el dilema tenaz de la convivencia idiomática de las dos lenguas va a reflejarse en su último libro “Yawar para” (Lluvia de sangre, 1972), donde aún conmueve lo desgarrador de lo idiomático. Para entender mejor al poeta Alencastre, leer su hermoso poema “Macupikcu” (“Machu Picchu”), de gran nivel poético.
Arguedas ayuda a consolidar esta modernidad en la poesía con “Jetman, haylli” (“Oda al Jet”) y su estupendo “Túpac Amaru Kamaq Taytanchisman Haylli-Taki” (“A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru”/ Himno-Canción), del que ha realizado también dos estupendas versiones en castellano. Lo mismo que, de este último poema “A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru”, Leo Casas ha realizado una excelente traducción que enriquece este apertura de ir haciendo versiones autenticas y creativas de la poesía quechua actual. Arguedas publicó también su libro de poemas “Katatay” (1969).
Otro poeta moderno quechua es “Kusi Paukar” (César Guardia Mayorga), sus libros “Sonqup Jarawiinin”, “Umapa” Jamutaynin”, y “Runaq Kutipakuynin” expresan ya la vuelta a la modernidad de la poesía quechua actual desarrollada desde el siglo XX. Sus poemas son expresiones actuales, visiones vigentes, protestas indubitables, como en el caso de su poema “Auqay” (“La guerra”), admirablemente anti bélico. César Guardia Mayorga publicó también un estupendo “Diccionario Kechwa”, instrumento importante para una mejor comprensión de la poesía quechua actual.
Creo que la modernidad en la poesía quechua actual continua, es un proceso de reivindicación por superar aspectos “ineludibles” de nuestra cultura andina. La modernidad no se opone a la “tradición”, al contrario reafirma su confianza. La modernidad significa para la poesía hacer avanzar el lenguaje como instrumento de comunicación, usándolo de manera más directa, en libertad creativa. Creo que, otros poetas lo vienen logrando, tal el caso de Lily Flores, bastaría leer en su libro “Phawaq Titi” su poema “Tukuy Imapas Tukukushanñan” (“Todo se va consumando”), para entender su reclamo frente a la deshumanización actual de esta etapa de liberalismo brutal en el mundo. Encuentro estos aportes también en poetas como Eduardo Ninamango, William Hurtado de Mendoza S., Alida Castañeda, Dida Aguirre, y Gloria Cáceres, cuyos aportes dentro de la poesía quechua son necesarios –también- tener en cuenta.
En este fervor literario por la poesía quechua es que encuentro estos dos libros de poesía escritos en quechua: “Yaku-Unupa Yuyaynin” (“Memoria del Agua” (Lima, 2009), y “Puyupa-wayrapa-ninapawam musqukusqanmanta” (Huancayo, 2010), así como también “Baladas de perro sin pelos en la lengua” (Lima, 2009) y este último “Chupe de Letras” (Lima, 2011), que forman parte de la obra poética de Ugo Carrillo, Kuchuqmasi, Wauque, Qellqaq, músico, antropólogo y poeta sorprendente de la Generación del 70.
En síntesis, parte de este legado de la oralidad quechua de los pueblos andinos sureños, trasmitida en canciones, es el trabajo músical, donde se puede encontrar un aporte singular de Ugo Carrillo, en “El Canto Cholo de los Zorros de Arriba”, resultado de una fecunda labor de investigación y recopilación de música, poesía y letras de canciones. Carrillo también sigue la tradición de los recopiladores de textos quechuas soterrados en las profundidades de nuestras punas y comunidades campesinas de Apurímac, Huancavelica y del Valle del Mantaro. Durante muchos años, su trabajo ha sido demostrarnos que, en estos cantos se mantiene viva la cultura andina. No es solo nostalgia por un pasado esplendoroso, es apuesta por un futuro de nuevas aperturas y deslumbramiento por nuestra cultura andina actual.
La poesía de Ugo Carrillo destaca en la vertiente de la literatura apurimeña. Su obra alterna con las voces personales, ancestrales y convergentes con la modernidad actual dentro del buen uso de la lengua quechua en poesía, como los aportes de otros poetas y escritores en la región Apurímac: Abel Gutiérrez Ocampo, Edmundo Delgado Vivanco, Hugo Tello Prado, Juan José Flores, Jorge Flores Ramos, Julio César Sanabria Hermoza, Erasmo Montoya Obregón, Feliciano Padilla, Lily Flores, Renee Alarcón Montoya, Blequer Alarcón Silvera, Milciades Montoya Obregón, Luís Rivas Loayza, Isaac Vivanco Tarco, Luz Samanez Paz, James Oscco, Alejando Medina Bustinza, Feliciano Mejía, Hernán Hurtado, Fredy Roncalla, y Nilo Tomaylla.
La poesía de Ugo Carrillo expresa un cambio sustancial en el manejo del lenguaje en el panorama actual de la poesía quechua, una ruptura con la tradición del lirismo como discurso que empezaba a disgregar el mensaje directo. Habla de los problemas propios del hombre actual y del pasado milenario. Los poemas de “Yaku-Unupa Yuyaynin” (“Memoria del Agua”) están dedicados a la papa, nadie antes le había dedicado poemas o discursos poéticos de alabanza y consideración agradecida para con este tubérculo nativo que ha salvado a la humanidad del hambre. Son muchas voces anónimas que celebran la fusión de la papa (como creación heroica de los pueblos quechuas) a todas las manifestaciones sinceras de nuestra cultura y hasta una “lliwqa” le canta a la fecundidad de la tierra en contra del proceso destructivo a la que está actualmente sometida por nefastos intereses económicos y políticos.
Los poemas de “Puyupa-wayrapa-ninapawam musqukusqanmanta” asumen en parte el discurso anti-oficial contra la marginación y la falta de visión histórica que pregonan ciertos sectores anti-democráticos frente al problema del hombre andino, siendo nuestro país pluricultural y multilingüe, no acepta que se excluya a la poesía escrita en “runa simi” como la “otra” poesía, puesta al margen. No, la poesía quechua es tan importante como la poesía escrita en castellano, la poesía en “runa simi” tiene su ámbito cultural propio, sustantivo, comprende ya casi todo el territorio nacional, tiene mitimaes por todas partes. Tiene ternura, tiene legado histórico, no en vano Ugo Carrillo invoca en su poema “Wichay ñanpi Isaakpa yuyaynin” a héroes de hazañas populares como Juan Santos Atahualpa, a Túpac Amaru, a Rendón Willka, nada menos. En “Way, haykapkamaraq simpayki” en donde la fusión entre las dos culturas y las dos lenguas es sincronizada, entre sus propios versos, para hacer resaltar la significación poética de admiración (por intraducible) por una flor roja, símbolo de la ternura: de la madre, de la mujer, de la tierra. O, el espanto, en “Aya wayra”, del hombre, cadáver al viento.
Por último, diré, el entusiasmo que me despierta estos otros dos libros de Ugo Carrillo: “Baladas de un perro sin pelos en la lengua” (ver el “quipukamayoq” de Uranmarca) y “Chupe de letras” (es porque también su poesía se mantiene en un espacio importante de la poesía nuestra, en la línea de Efraín Miranda, Cesáreo Martínez, y Gamaliel Churata, poetas del consonante andino actual. Aunque, en verdad, Ugo Carrillo, “Jamauta” , hombre reflexivo, ha venido a sumarse a este desbordante “sanampay”, haciendo señales poéticas, y desde siempre, ser uno de los poetas más vitales de la Generación del 70. Alegrémonos. Kusikuy, chamay.
Conferencia y Presentación del libro “Puyupa-wayrapa-ninapawam musqukusqanmanta”
de Ugo Carrillo en la Asociación de quechua hablantes y Amantes del quechua-Ica.
Ica, Jueves 10 de Marzo del 2011.