APROXIMACIÒN A LA LITERATURA PIURANA
Fotos: Archivo ITECA, imagenes antiguas de Huancabamba-Piura.
(DEL PARADISO)
EN PEDRO ELERA
Por Armando Arteaga
Por Armando Arteaga
El poeta Pedro Elera, seguidor del “passez-le mot” (el lejanismo literario), y del viaje impertérrito por las estancias del “Paradise Lost” (Paraíso Perdido) de John Milton, donde el poeta inglés también llorò su ceguera.
El “lejanismo -passez-le mot-” tenía que surgir –reclama L.A. Sánchez- por cuanto la literatura peruana vivía emparedada en Lima, saturada de localismo:
“Los románticos, de todos modos, abrieron el lejanismo literario. No se debe confundir este con el mero “pasadismo", ya que abarca también la lejanía en el espacio, el horizonte. Fue lejanismo absoluto: de tiempo y de espacio, es decir, pasado y distancia” (1).
Elera, n. en la andina Huancabamba (Piura) en 1820, en plena convulsión social por la causa emancipadora. Buscador del exótico espacio poético de las estrellas y del infinito esplendor de la cosmogonía.
Vivió parte inmediata de su niñez en la ciudad de Piura, de allí pasó a Lambayeque, y luego fue a Lima donde probablemente falleció. Perdió la visión a los 23 años. Este desastre personal –que lo postro como invidente- fue parte de la gran desdicha del poeta, malestar que se refleja en su obra compuesta por los sugestivos títulos de los libros: “Poesías del ciego P.E.” (1859) (2) y “Plegarias de un ciego” (1873) (3).
José de la Riva Agüero en su “Carácter de la literatura del Perù independiente” refiere injustificadamente del aporte de Elera –como poeta- con cierto desdén:
“sus versos vulgares y flojos, se salvan por la sinceridad de los lamentos que a veces lo hacía prorrumpir su desventura”.
Es probable que la mortaja vanguardista de Elera fastidie al conservadurismo académico de Riva Agüero. No era para tanto esta confrontación para con la discreta obra de un poeta provinciano que sabía hacer buenos versos.
El ciego Elera, como lo llamaban, fue un poeta que recurría a Virgilio, y a Dante, para expresar el sentir de su estética, y su admiración por la tradición clásica.
Si Virgilio –como guía- lleva de la mano a Dante por el paraíso donde lo aguarda Beatriz describiéndonos el mundo de la eternidad en su viaje, romántico y cristiano, es este caso de destierro humano lo que entusiasma a Elera. Son estos poetas iluminados que lo deslumbran. En tierra firme, Elera los venera como verdaderos videntes todavía medievales de la Edad Media. Buscaba –en ambos poetas del parnaso- la visita al otro mundo espiritual imposible de hallar en las tinieblas de la tierra, el mundo del más allá de la muerte.
Se proyectaba también a otro horizonte, más humano, en el pensamiento y la energía de Homero, y el esplendor de las imágenes de Milton. De Homero imaginó cosas naturales y sobrenaturales de ese gran viaje que es la “odisea” de la vida. Elera como Odiseo, alguna vez, se ve extraviado, lejos del camino de su patria, por mil tormentos y desastres. De Milton admiraba su gran imaginación, su civismo, su nobleza moral, sus grandes interpretaciones cosmológicas: la comprensión total de los principios de la forma clásica, que le sirvieron, no para exagerar, sino para modelar “la belleza y la dulzura” de su exuberante viaje en el “Paradise Lost”. Ambos poetas eran –también- videntes como él.
Lo cierto, para pesar de Riva Agüero, es que Elera tenía su arsenal poético sustentado en la fuerza de su visita por lo clásico e histórico.
Otra referencia a la obra de Elera es la de José Domingo Cortés (1838-1884), bibliógrafo chileno que publicó varias recopilaciones literarias de escritores de Latinoamérica, en su especial “Parnaso Peruano” (1877).
Se publicaron también –póstumamente- en Lima, una relación epistolar con la poetisa María Josefa Mujía –también invidente- (representante del pre-romanticismo boliviano), después de la muerte de Elera, en 1867, donde es de suponer, se puede entender el dolor existencial de la ceguera como impedimento físico de las personas. (4).
No es muy comprensible, sino por una actitud bisoña de la crítica literaria, el olvido visorio con el que se ha tratado la obra de Elera, muchas veces considerado como un poeta menor, pero esto no es cierto. Para muestra, citemos su poema “A mi estrella” que es uno de los que mejor desarrolla la indiscutible raigambre de su veta poética, en este desesperado testamento por donde Elera cavila la senda de los oscuros objetos de su poemática:
A MI ESTRELLA
¡Qué hermosa está mi peregrina
estrella nacida cual querub en el espacio,
esparciendo los rayos que destella
en nubes de zafir y de topacio!
A un horizonte de apartado cielo
ilumina el fulgor de su grandeza,
donde no alcanza de la noche
el veloz ofuscar el cristal de su pureza.
Siempre bañada en luz de eterno día
goza la vista que a mirarlo alcanza,
y al peregrino que a sus pasos guía
le muestra el cielo azul de la esperanza.
Dios te bendiga, estrella misteriosa,
porque sin ti mi angustia era sin calma,
porque de noche negra y pavorosa
salió a adormirse en tus reflejos mi alma.
Yo habitaba el desierto de mi mismo
Siempre bañada en luz de eterno día
goza la vista que a mirarlo alcanza,
y al peregrino que a sus pasos guía
le muestra el cielo azul de la esperanza.
Dios te bendiga, estrella misteriosa,
porque sin ti mi angustia era sin calma,
porque de noche negra y pavorosa
salió a adormirse en tus reflejos mi alma.
Yo habitaba el desierto de mi mismo
inflamando las llamas en que ardía,
mi corazón rodaba en el abismo
del fatal estertor de mi agonía.
Mas, al destello de tu luz fulgente
de mi alma huyó la angustia destructora,
como se ven huir del occidente
las sombras de la noche con la aurora.
Guárdate el cielo, estrella peregrina,
que al serenarse el mar de mis dolores
sólo deseo inspiración divina
para loar tus mágicos fulgores.
Quisiera de Virgilio la ternura,
de Hornero el pensamiento y la energía,
de Millón la belleza y la dulzura,
y de Dante al ardiente fantasía;
para en alas cruzar del pensamiento
la extensión del espacio indefinible;
y en zenit do finas tu áureo asiento
contemplar tu esplendor inextinguible.
Entonces embriagado en el encanto
del espléndido sol de tu belleza,
cubierta el alma de entusiasmo santo
cantar tu hermosura y tu pureza.
Mas, ¿qué puedo ofrecerte, estrella mía
si de triste ignorancia el denso velo
nubla la luz escasa que radia
en las alas del genio al dar el vuelo?
Sublime estrella, acepta conmovida
sin mirar de mi voz el desconcierto
la mustia flor del tallo desprendida
de un árbol que vegeta en el desierto.
Mas, al destello de tu luz fulgente
de mi alma huyó la angustia destructora,
como se ven huir del occidente
las sombras de la noche con la aurora.
Guárdate el cielo, estrella peregrina,
que al serenarse el mar de mis dolores
sólo deseo inspiración divina
para loar tus mágicos fulgores.
Quisiera de Virgilio la ternura,
de Hornero el pensamiento y la energía,
de Millón la belleza y la dulzura,
y de Dante al ardiente fantasía;
para en alas cruzar del pensamiento
la extensión del espacio indefinible;
y en zenit do finas tu áureo asiento
contemplar tu esplendor inextinguible.
Entonces embriagado en el encanto
del espléndido sol de tu belleza,
cubierta el alma de entusiasmo santo
cantar tu hermosura y tu pureza.
Mas, ¿qué puedo ofrecerte, estrella mía
si de triste ignorancia el denso velo
nubla la luz escasa que radia
en las alas del genio al dar el vuelo?
Sublime estrella, acepta conmovida
sin mirar de mi voz el desconcierto
la mustia flor del tallo desprendida
de un árbol que vegeta en el desierto.
Su poesía es humanista y de gran nivel, de vasta cultura, a pesar de su premura profana y autodidacta, de un variado ímpetu creador que ya avizoraba su modernidad. Poesía de poderosa fantasía y con extraña capacidad de visión para poder entrever el lado oscuro de la vida.
Debo reconocer que es L.A. Sánchez, quizás el único, que ha reclamado a Palma sobre la exclusión de Elera en “La Bohemia de mi Tiempo”: Al referirse a los románticos y a los bohemios, in vino véritas: no estaban todos los que eran, ni eran todos los que estaban.
L.A. Sánchez, describe un somero perfil del poeta huancabambino, en donde no deja de estar excerta parte del segmento de los pesares humanos y sociales que parece terminaron abrumando al poeta:
“Pedro Elera, nacido en Huancabamba hacia 1820, quedó ciego en 1843; desde entonces, tuvo que dedicarse entre otras cosas y recitar como juglar, a fin de sostener una pesada prole de cinco hijos. Elera fue expósito o quedó huérfano muy niño, lo cual agravaba su sincera actitud de desamparo. No sorprenda a nadie, pues, su ayes desgarradores:
No extrañe en el acento que sin orden levanto que no brilla un reflejo de leve erudición; porque jamás la historia a mi sentido canto le dio, con sus lecciones, benéfica instrucción.
Pocos lamentos revelan mayor sinceridad ni acusan tanto a la fortuna. Elera tenía conciencia de su inferioridad, por no haber podido ilustrarse como sus colegas literarios. Levantaba, "a sabiendas" "sin orden" su canto, consciente de que la escuela no le había deparado "su beneficia instrucción".
Llama la atención que éstos, realmente "bohemios", no figurasen el “La bohemia de mi tiempo”, en la que aparecen, sin embargo, personajes cuyos méritos literarios son otros que una "bohemia" de la que no participaron de hecho, aunque, sí de fama”.
Elera nos recuerda que las tristezas románticas cuando son verdades sentidas: en cuerpo y en alma, por el propio poeta, en el sentido estricto de las palabras, casi siempre se encuentran estas reflejadas en sus libros y en sus poemas: amor es también dolor. Hay que volver a mirar a Elera con ojos de mayor rigor literario y de realismo.
No extrañe en el acento que sin orden levanto que no brilla un reflejo de leve erudición; porque jamás la historia a mi sentido canto le dio, con sus lecciones, benéfica instrucción.
Pocos lamentos revelan mayor sinceridad ni acusan tanto a la fortuna. Elera tenía conciencia de su inferioridad, por no haber podido ilustrarse como sus colegas literarios. Levantaba, "a sabiendas" "sin orden" su canto, consciente de que la escuela no le había deparado "su beneficia instrucción".
Llama la atención que éstos, realmente "bohemios", no figurasen el “La bohemia de mi tiempo”, en la que aparecen, sin embargo, personajes cuyos méritos literarios son otros que una "bohemia" de la que no participaron de hecho, aunque, sí de fama”.
Elera nos recuerda que las tristezas románticas cuando son verdades sentidas: en cuerpo y en alma, por el propio poeta, en el sentido estricto de las palabras, casi siempre se encuentran estas reflejadas en sus libros y en sus poemas: amor es también dolor. Hay que volver a mirar a Elera con ojos de mayor rigor literario y de realismo.
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(1) -La Lejanía: Tierra Predilecta. Sexta Parte. Románticos, Naturistas, Ideólogos y Modernistas, p.p. 1257. Tomo III. La Literatura Peruana. L.A: Sánchez. Edición Banco Central de Reserva. Lima Perú. 1989.
-Perfil de lo romántico e indagación del lejanismo, en Mercurio Peruano, Lima, 1929, p.p. 346-366.
(2) Elera Pedro, Poesías del ciego P.E.. Lima, Tip. De Aurelio Arnao y Cía. 1859.
(3) Elera Pedro, Plegarias de un ciego. Imprenta El Comercio. Prólogo del autor. 1873.
(4) Maria Josefa Mujía (1812-1888). Correspondence Between a Blind Man and a Blind Woman. Cristina Guzzo, Ball State University.
Iglesia San Pedro de Huancabamba
*
UN POEMA DE ELERA
FRANCISCO BOLOGNESI
Si yo alcanzar pudiera, ínclito atleta,
la inspiración de un genio sin segundo,
con célido esplendor mostrara el mundo,
la altura en donde el sino te sujeta,
pero aunque mi alma se inflamara inquieta
entre los rayos del saber profundo
para loar tus glorias, infecundo,
es el estro divino del poeta.
Tu fama luminosa es blanca estrella
que de su alto cenit cubre los cielos
con los claros fulgores que destella;
y levantando, fúlgida, los velos
de los siglos futuros tu memoria,
¡brillará más que el sol tu eterna gloria!.